Partida Rol por web

El espacio se comba y se dobla mientras la nave se lanza a toda velocidad hacia la estación, surcando el espacio vacío. Por suerte para el shirren, los Clavos Ardientes parecen estar haciendo su ronda por el otro lado, porque ninguno le sale al paso mientras vuela a subluz al rescate de sus compañeros. Inmediatamente una luz se enciende en la consola de mandos: su nave ha sido detectada por un sensor externo, e inmediatamente un mensaje pregrabado repite lo que ya le dijeran los Clavos Ardientes: 

-Nave no identificada, está entrando en área restringida de los Caballeros Infernales. Dé la vuelta de inmediato o abriremos fuego. 

No tardan mucho en aparecer las dos naves en su sensor: los dos cazas se dirigen hacia él, aunque no llegarán antes que la nave de Schwick a la estación. Finalmente, el puntito se va agrandando y agrandando hasta tomar forma de la estación Fireguard, que en esos momentos es un mortal espectáculo de luces. Sus cañones de defensa se han activado, y disparan una lluvia de láser a ocho cápsulas de escape de emergencia. Sin embargo, sus cañones están diseñados para naves, no para objetivos tan pequeños como una cápsula de escape, y su puntería falla considerablemente. Sólo dos cápsulas de las ocho explotan, dispersándose en chatarra espacial. Por suerte la señal de Sgrog no procede de ninguna de las dos cápsulas destruidas, sino de una de las primeras que se han lanzado. 

Las cápsulas de escape tienen un motor de baja autonomía: en breves segundos se acabará el combustible y Sgrog (y quien le acompañe, si le acompaña alguien) se convertirá en un objetivo con el que los Caballeros podrán hacer tiro al pato. 

    Observe a Walter con gravedad, apenas lograba mantener la conciencia y no sabía que clase de fuerza cósmica habría mediado para permitirme haber llegado hasta allí con aquel último sprint, la sensación que me había dejado el recordar aquella vivencia había parecido tan... real, era cómo si realmente hubiera regresado allí, hasta casi sentí el impulso de revisar a conciencia las botas para asegurarme de que no había rastros de tierra o nieve en ellas, pero de pronto, la sacudida debida a las explosiones del exterior me hizo olvidarme de aquella disparatada idea. El rostro del kasatha reflejaba inquietud, no hacia falta ser médico para apreciar lo serias de mis heridas o el hecho de que solo era cuestión de tiempo que el cañón acertase a apuntar al lugar adecuado y de pronto me sentí incapaz de reprimirme por más tiempo.

    -_Jajaja Jajaja ¡JAJAJAJAJA! ¡De verdad, deberías verte la cara en este momen...! *Cough* ¡En este moment..! *Cough* ¡Maldita sea! ¡En este momento!- Realmente era terrible reirse en aquel estado, desde luego no me había roto la costilla por una mala caída, pero el dolor que causaban los espasmos del torax era incluso peor que aquella vez, aún así merecía la pena. -Si en verdad han mediado para dejarme venir aquí solo para después permitir que saltemos en mil pedazos, la galaxia esta perdida ¡Jajaja! Pues menudas deidades o fuerzas de m... pacotilla serían las que tejen nuestros destinos, simplemente cierra los ojos y descansa, Schwick dará con nosotros en breve y nos sacará lejos de esta, te lo aseguro.- Le guiñé el ojo, era un signo de complicidad, en verdad creía más en lo dicho por lógica que por fe en la suerte o el destino o simplemente la perdida de sangre me había hecho soltar otra sarta de estupideces, tanto me daba, me recosté en el asiento y esperé a que lo que fuera que pasase a continuación tuviese lugar.

No le sorprendió en absoluto recibir aquel mensaje, pero sí que le habría gustado recibirlo más tarde de lo que lo había hecho. Pero aunque no tuviera todo el tiempo del mundo, confiaba en poder rescatar a su capitán.

 -Mensaje recibido. Me temo que los controles de mi nave no se encuentran en óptimas condiciones, por lo que me resulta imposible maniobrar para dar media vuelta. Atravsaré el área en línea recta y abanzonaré  la zona lo antes posible. Corto y cierro.

El shirren dudaba que aquella mentira fuera a colar, pero no perdía nada por intentarlo. Aparte, rescatar a su compañero era mucho más importante que quedar como un mentirosillo delante de aquellos guardias.

Siguiendo la señal de la baliza de Sgrog, Schwick consigiió localizar unas cápsulas de salvamento que salieron desde la estación. Allí estaban. Acercándose rápidamente, el shirren dio comienzo a las maniobras de rescate. Recogería las cápsulas y se largarían de allí en menos que canta un gallo. Y más les valía que así fuera, ya que los clavos ardientes habían decidido practicar el tiro al blanco con las cápsulas. Por suerte, o por desgracia, seguramente ahora le tomarían a él como objetivo. Así que activar los escudos no estaría de más. Se venía una tarea complicada por delante...

Una cápsula de nave normal solo tiene espacio para una persona, pero aquellas eran cápuslas de tamaño estación y en cada una de ellas cabían dos, como demostraba el hecho de que hubiera dos asientos. Sin embargo, estaban diseñadas para humanos, y el kasatha y el vesk eran casi demasiado grandes para el estrecho espacio, teniendo que estar encorvados y encogidos. 

Sin duda la imagen que el kasatha tiene que ver, el vesk cubierto de sangre, mantenido consciente no se sabía cómo, recortado contra la luz de las explosiones que pretendían matarles y riéndose como un condenado, era aterradora. Sin embargo, el kasatha también estaba en la misma situación, por lo que entendía la risa del vesk como algo normal tras salvar la vida por los pelos. 

Dos cápsulas más cayeron antes de que la gran figura de la Righteous Indignation apareciera a toda velocidad, exponiéndose al fuego del cañón, y las abrazaderas cogieran la cápsula, abriendo la compuerta y propulsándoles con más bien poca delicadeza al interior de la nave. La esclusa se cierra tras ellos y la cápsula es propulsada de nuevo al espacio, mientras la nave se aleja a toda velocidad del alcance del cañón de la estación. 

Con dificultad, ambos alcanzan la cabina, donde les espera Schwick aferrado a la consola de control, manejando la nave a toda velocidad. 

Para acercarse a las cápsulas, Scwick debe exponerse al fuego del cañón, pero por suerte el resto de cápsulas cubren la nave lo suficiente como para absorber la mayoría de los disparos. Alguno roza el escudo, sin verdaderos daños, y el shirren logra atrapar con las abrazaderas automáticas la cápusula de emergencia y que sus pasajeros sean propulsados al interior. En cuanto la consola muestra que ya ha soltado la cápsula, Schwick acelera de nuevo y sale rápidamente del alcance del cañón. 

En la cabina entran Walter, el mecánico kasatha, y Sgrog, tambaleante y con por lo menos tres heridas mortales de necesidad en el cuerpo. El cómo sigue con vida es un misterio, o un milagro, porque con las heridas de fuego de láser que presenta debería estar completamente muerto. Sostiene su martillo y ambos llevan su equipo al completo.

Con la maniobra de salvamento correctamente realizada, Schwick se libró de la cápsula vacía y aceleró para salir de aquella zona lo más deprisa posible. El cañón de la estación quedó rápidamente atrás y los clavos ardientes aún no se habían acercado lo suficiente como para ser preocupantes, por lo que el shirren dejó el piloto automático para seguir alejándose de allí a una velocidad decente mientras recibía a sus compañeros. Su alegría inicial por reencontrarse con ellos se vio empañada por la preocupación al ver el estado de Sgrog.

 -¡Capitán!- La voz de Schwick resonó en las mentes de ambos recién llegados -¡Por todos los dioses del vasto universo! ¿Qué ha pasado?

Un rápido vistazo le bastó para ver que si Sgrog seguía vivo era por la gracia divina de Desna y no por otro motivo. Tiempo le faltó para empezar con los conjuros curativos.

 -Quédese quieto. Voy a intentar curar sus heridas lo mejor que pueda y luego se irá a descansar, ¿de acuerdo?

Llevó al vesk hacia uno de los asientos y comenzó a aplicar un conjuro curativo sobre sus heridas. Lo primero era estabilizarle y luego ya iniciaría el proceso curativo en sí. Había salido con vida de una situación en la que otros habrían muerto, desaprovechar esa oportunidad de vivir sería un pecado.

    Por fin habíamos llegado, ponerme en pie para alcanzar el puente me recordó lo poco que me distanciaba de regresar al mundo de los sueños, o de los muertos, en verdad había estado cerca, tal vez la vez que más próximo había estado hasta ahora de cruzar el umbral de las puertas de Xhotl, por desgracia para los caballeros, no fue así.

    Me molestaba aceptarlo, pero hasta en un par de ocasiones debí detenerme para apoyarme en los mamparos antes de alcanzar a Schwick, cuando Walter volvía la mirada no pude más que limitarme a sonreír fingiendo que había sido provocado por un torpe traspiés. Finalmente, accedimos a la puerta tras la que se encontraba el shirren y este no tardó en mostrar su genuina personalidad.

    -No me vengas con ese cuento del Capitán de nuevo Schwick.- Respondí entre risas levantando una mano mientras era llevado a rastras hacia uno de los asientos. -En verdad no fue para tanto, tan solo una reunión entre viejos conocidos ¿Verdad Walter?- Levanté la cabeza por encima del respaldo para asegurarme de que el kasatha seguía allí presente. -Lo malo es que ambas partes nos emocionamos de más por el reencuentro jejeje.- Prefería relativizar lo pasado antes que darle demasiadas vueltas, aún tenía las manos cubiertas con la sangre de aquel pobre diablo cuyo cuerpo me vi forzado a arrojar en aquella celda, en fin, que nos quedaba más que el humor y las malas bromas hasta que el juicio del cosmos nos alcance.

    Divagué hasta de pronto sentí la calidez de la energía canalizada por Schwick pasar desde sus manos hacia mi cuerpo, era muy distinto del fuego estelar que era capaz de convocar en batalla, en su lugar este era un toque mucho más gentil y reconfortante, como el que se sentía al aproximarse a las estufas en la fría noche de los lejanos planetas helados de Daesan IV. Poco después, el dolor del costado se disipó, sabía que el sangrado se había detenido hacía rato pero aún necesitaría bastante más para volver a encontrarme al cien por cien.

    -Gracias por tu esfuerzo, Schwick, aunque creo que lo que más falta me hace ahora es regresar al camarote para descansar, por cierto, dónde se encuentran mis modales, aunque ya coincidiste con él anteriormente, al menos antes de que se "torcieran las cosas", te vuelvo a presentar a Walter, desde luego ha tenido la ocasión de demostrar de nuevo sus capacidades como mecánico en nuestra particular huida, en fin, toma asiento o ve a las zonas de descanso, yo no tardaré en ir allí una vez decidamos cual será nuestro siguiente paso.-

La energía curativa reestablece parte de la vitalidad de Sgrog, quien por lo menos se libra del peligro de muerte inmediato. Sigue considerablemente herido, pero ya no corre peligro de desmayarse en cualquier momento. 

-Que no fue para tanto...-dice Walter frunciendo el ceño-Te pillaron en un pasillo, un matadero, y te dispararon por lo menos siete guardias a la vez. No sé ni como sigues vivo, Sgrog, pero tengo claro que eres el solariano más duro de los Mundos del Pacto. 

Gracias por sacarme de ahí. A los dos-dice haciendo una reverencia tradicional kasatha, extendiendo sus cuatro brazos. 

En ese momento, un pitido de la consola les recuerda que aún no están fuera de peligro. Las dos naves de escolta, que se encontraban de patrulla, vuelan a toda velocidad hacia ellos, y ya son visibles a simple vista por el cristal de la cabina, con sus formas repletas de filos y estacas de hierro. Sgrog los reconoce de inmediato: Clavos Ardientes Infernex, el caza básico de los Caballeros Infernales. 

Producido en masa por las industrias Infernex, un clavo ardiente ofrece a la vez maniobrabilidad y velocidad y una buena potencia de fuego. Sin embargo, una debilidad conocida es el hecho de que carece de armas a babor y a estribor, pues solo tiene a proa y a popa. Es un hecho que sus pilotos tratan de compensar con maniobras temerarias y agresividad en el combate. Por delante tienen un cañón de partículas y un lanzatorpedos de plasma ligero, y por detrás un cañón de correa. Son rápidos (más que la Righteous Indignation) y muy maniobrables, pero no muy resistentes al daño. 

Esta vez no parece haber forma de hallar una salida diplomática: ambas naves se dirigen directamente hacia la suya en trayectoria de intercepción, y vienen con los escudos alzados y las armas listas. La consola indica que no hay ningún canal de comunicación abierto, por lo que comunicarse con ellos es básicamente imposible. Sgrog conoce los protocolos de los Caballeros Infernales y sabe que eso significa que han recibido la orden de destruir. 

Walter mira las naves alarmado, pues ya creía estar fuera de peligro. 

-¡Voy a la sala de máquinas! -dice antes de desaparecer corriendo por el pasillo. 

    No puedo evitar acentuar mi sonrisa ante el comentario de Walter pero la alegría desaparece rápidamente, los sensores de proximidad no tardan en ocupar la pantalla con sus avisos debido a la aparición de un par de naves que no tardo en reconocer. La gravedad del hecho y lo que supone se imponen de inmediato haciéndome que mi tono de voz cambie acorde a ellos.

    -Schwick, mantén el mando de la nave, estoy seguro de que sabrás como proceder contra esos interceptores Infernex, yo operaré la torreta, de todos modos ten cuidado de sus arremetidas frontales y trata de lograr que expongan sus costados sin asumir riesgos innecesarios.- Se que el shirren debió de retrasarse precisamente por esta clase de ataques pero igualmente le recuerdo el consejo, esos demonios quieren evitar que nuestras almas escapen del averno, su osadía les saldrá cara, me preparo para tomar el control del arma principal mientras el se encarga de las maniobras y el resto.

 -¡Oh, cielos!

Las palabras del shirren resonaron en las cabezas de sus compañeros. ¡Los clavos ardientes ya estaban allí! Tenían que escapar a toda velocidad, ¡pero les golpearían mucho! Y eso no era bueno, si acababan con sus escudos, les aniquilarían.

 -Preparando protocolo de combate. Activando las armas y alzando los escudos para la batalla.

Sgrog se fue a la torreta, a manejar el arma para defenderlos mientras él llevaba la nave lejos de allí.

 -Planificaré el rumbo y activaré el piloto automático cuando vea que la ruta es lo bastante sencilla para poder recorrerla sin que yo pilote la nave. Mientras tanto procuraré darle una diana perfecta, capitán.

Dicho esto, Schwick se puso a los mandos de la Righteous Indignation, más que dispuesto a manejar la nave para salir de allí sanos y salvos cuanto antes.

Los escudos y los sistemas de la nave se encienden al unísono, y toda la nave pasa a iluminación de combate, con las armas saliendo de sus troneras con un sonido mecánico. Los propulsores se ponen a plena potencia y un patrón hexagonal es visible brevemente frente a la nave cuando los escudos efectúan la comprobación de seguridad. Sgrog entra en el control de armas y coge las consolas que ya tienen la forma de sus garras de tanto usarlas, inmediatamente puede ver en las pantallas a los enemigos. 

Los clavos ardientes se posicionan para atacar, con sus amenazadores cañones de partículas calentándose hasta ponerse blancos. Desde la sala de máquinas llega la voz de Walter por el comunicador: 

-¡Aquí todo listo! ¡Dadles duro!

Con todo el mundo en sus puestos, el shirren empezó a maniobrar para alejarse de aqeullas naves. Mientras se movía, una de ellas se les acercó peligrosamente, pero el ángulo que tenían era estupendo para que Sgrog hiciera unas cuantas dianas. Lo malo era la cercanía con una de las naves, pero lo bueno era que si se libraban de esa, se librarían de las dos.

 -Enemigo a las nueve en punto. Prepárese para abrir fuego, Capitán. Espero que tenga un buen ángulo.

El audaz movimiento del shirren deja la nave a tan poca distancia de uno de los clavos ardientes que pueden ver todos sus arpones y pinchos de hierro saliendo de su casco blindado. Normalmente, los pilotos de Clavo ardiente son los más expertos y ágiles de todos los Caballeros Infernales, entrenados para realizar acrobacias y maniobras temerarias, y es difícil pillarles en su debilidad de los flancos, pero Schwick no es un piloto corriente. Aferrado a los mandos de su nave, logra situarla con pericia milimétrica en el punto ciego de sus armas, perfecto para el disparo de Sgrog. 

La otra nave sí les tiene en el punto de mira, y un misil del tamaño de un bidón de gasolina se dirige hacia ellos a velocidad hipersónica. Sin embargo, la Righteous Indignation no está indefensa: inmediatamente, los sistemas de contramedidas expulsan un montón de brillantes fragmentos de metal que confunden los sistemas de guiado del misil y hacen que se desvíe en el último momento, explotando tan cerca que notan la sacudida en el interior de la nave. 

-¡No hay daños!-confirma Walter desde la sala de máquinas. 

    Activando los servos procedí a apuntar el clavo Schwick había mostrado sobradamente su pericia abriendo una apertura mientras evitaba la zona de disparo de los cazas rivales a la par que Walter hacía lo propio desde la sala de máquinas, ahora tocaba seguir sus pasos marcando el objetivo y apretando el gatillo...

Por desgracia, no es el shirren el único piloto con pericia en el combate, y el habilidoso Caballero a los mandos del Clavo Ardiente evita todos los disparos con una audaz maniobra de virado sobre sí mismo que hace que la munición de la torreta se pierda en el vacío del espacio. 

Ambos pilotos se preparan para virar hacia la Righteous Indignation, con los cañones ya girando en sus alojamientos, listos para disparar una letal lluvia de acero. 

El ruido de los disparos, aunque no habían conseguido hacer daño a la nave, distrajeron a Shirren lo bastante como para que su velocidad de reacción se viera algo mermada. No obstante, a pesar de ese lapsus, siguió manejando la nave con pericia, alejándola en línea recta de sus atacantes. La prioridad era salir de aquel lugar cuanto antes. Sólo Desna sabía cuánto les duraría la suerte...