Partida Rol por web

El hombre se rio sonoramente. Eras un niño menudo y delgado, él una mole de musculos de casi dos metros con una espada mas grande que tu mismo.

Dijo algo que te sono - Gruak kaang Daaeg?

Algo rutinal, con tono de burla que hizo reir a sus compañeros, afanados ya en el saqueo de la casa. Seguramente entendiera tu idioma, hasta los barbaros mas brutos lo conocian pero era de una de esas tribus que se negaban a usarlo.

Al ver que no había nada cerca, Pallantides sacó su daga, la daga que le había dado su padre el día antes...

Tenía miedo, pero sus instructores ya le habían advertido sobre eso. Esperaba que su oponente fuera tan confiado como parecía y subestimara a Pallantides, eso le daría una oportunidad al pequeño, que no se dejó intimidar por las risas de los hombres, había prometido a su padre que cuidaría de su madre, y no se iba a retirar.

Se acercó dando pasos firmes hacia el enemigo, respirando profundamente, mientras cogía la daga con la mano derecha, con la hoja hacia abajo, al contrario que las espadas, para hacer más fuerza al clavarla.

Dando un grito, cogió impulso, y lo que parecía un ataque dirigido hacia la rodilla subió hasta el costado del bárbaro, intentando pillarle desprevenido.

El barbaro te subestima, te lanzas contra el engañandole con agilidad y coraje. Sin darte cuenta la suerte se alia contigo y notas como tu daga se unde un poco por encima de su cadera izquierda.

Tu mano nota la calida sangre salpicada por la herida mientras el barbaro suelta un rugido de dolor y rabia. Su puño se descarga sobre ti con la brutalidad de un martillo mientras escuchas a tu madre gritar esperando que tengan al menos piedad de ti...

Tu cabeza choca contra uno de los pilares de la casa... todo se vuelve oscuridad...

El tiempo pasa mientras estas sumido en la calma de la negrura....

Alguien te tira un pozal de agua salada a la cara, helada, empapandote por completo. Estas en un barco, notas el movimiento del agua debajo y cuando tus ojos se aconstumbran te cercioras de que aquello es una especie de bodega de barco. Tienes las manos atadas por gruesas sogas.

A tu alrededor de una docena de niños y niñas de tu misma edad o mas pequeños.

Ante ti el hombre al que heriste, con la herida cosida y al descubierto. Riendo al verte empapado, aun con el cubo en la mano.

Pallantides comienza a despertarse, el frio le cala hasta los huesos, y no puede hacer nada por calentarse. Al mirar hacia el frente, encuentra al hombre que hirió hace...no sabe exactamente cuanto tiempo ha pasado.

Se rió del niño por haberle empapado de agua

- Aprovechalo ahora salvaje, la próxima irá al cuello... - Dijo con asco mirando hacia la herida, en ese momento la ira nublaba su mente completamente, no pensaba en sus padres, en sí ni en el barco, ni en los otros niños, solo en ese bastardo que había saqueado, quemado y matado todo lo que conocía...

- Tienes valor... para ser una escoria del otro lado del mar.- Gruñio el hombre entre risas.- Te caeria bien mi hija, es de tu mismo caracter.- Aseguro agachandose para encararte.

-Eres hijo de Corinthio, se nota que la sangre de ese bastardo llena tus venas ¿Nos odias por haber atacado a tu gente?¿Sabes que hacia tu padre cuando estaba fuera? ¡Lo mismo que hemos hecho nosotros con los tuyos en justa venganza! Al menos nosotros dejamos a las embarazadas con vida, tu padre las abria en canal y les arracaba a sus pequeños del interior.

La cara del muchacho cambió de un odio incontrolable a un aspecto de sorpresa al oir que aquel ser monstruoso tenía una hija. Siempre los había visto como enemigos, salvajes y carentes de todo, como a animales, nunca se le había ocurrido que también formaban familias y vivian como personas.

Sin embargo, cuando mencionó a su padre, no podía creer las palabras que salían de la boca del bárbaro:

- ¡Mentira!, ¡Mi padre jamás haría algo así!, vuestras lenguas están sucias malditos salvajes, ¿Cómo os atreveis? ¡Mi padre era un buen hombre!- Dijo lo más alto que podía con furia encendida, pero no podía gritar pues estaba débil.

Sin embargo, la duda quedó alojada en su cabeza...

¿De verdad mi padre podría haber hecho algo así?

- Tu padre era un buen soldado, cumplia ordenes muchacho.- dijo otro tipo acercandose a vosotros con una jarra llena de leche. Dio un poco a cada uno de los niños que estaban contigo y guardo algo para ti, dejandotela al alcance en un cuenco de barro.- Nosotros no mentimos, no ganamos nada mintiendo ¿Por que habriamos de hacerlo? De todas formas pronto llegaremos a las costas donde tu padre desembarco y podras ver con tus ojos si es cierto o falso lo que contamos.

Pallantides fue a beber, pero dudó un momento...¿Y si estaba envenenado y querían librarse de él? Miró con cara de sospecha a la jarra, luego al hombre que se lo ofrecía, parecía amable, incluso para ser un bárbaro...luego dirigió su vista hacia los otros niños, para ver si estaban débiles o no...

El muchacho estaba hambriento y la tripa gruñía en su interior esperando algo que la llenara, pero no podía aceptar eso de aquellos que le habían capturado, habían matado a su padre y le habían arrebatado a su madre. ¡Su madre!

- ¿Donde está mi madre? - Dijo, sin coger aún el cuenco de la leche, y mirando desafiante a aquellos hombres...

- Esta donde la viste por ultima vez, esperando que tu padre vuelva para contarle lo que a pasado.- dijo Barem con una sonrisa que te hizo sospechar que no estaba ilesa pese a que seguramente fuera cierto y la hubieran dejado con vida.

Los niños que la bebian no ponian muy buena cara pero no estaba envenenada, solo sabia un poco raro porque su origen era una cabra y no una vaca como estaban aconstumbrados.

- Tu padre me quito una hija y es justo que yo me cobre la perdida. Por eso estas aqui, apartir de ahora eres mio.

Pallantides agachó la cabeza, cansado, dolorido y abatido, todo el hambre se le había pasado con las últimas revelaciones, se quedó callado y esperó, pensando, a que los bárbaros hicieran otra cosa, seguir hablando, pegarle o marcharse de la sala.

Los barbaros se marcharon y volvieron de tanto en tanto para llevaros algo de pan duro o leche. En ocasiones vaciaban unos cubos que teniais a modo de baño.

El viaje fue largo, frio y pesado pero al fin llegasteis a la costa.

Los barbaros se repartieron alli todo lo que habian tomado de tu tierra, algunos continuaron en barco, otros comenzaron una marcha a caballo o a pie. Barem se quedo contigo como habia prometido y te arrastro tras el colina arriba. Tu ropa no estaba preparada para el frio de aquellas tierras ni el calzado para caminar entre rocas pero eso no detuvo al barbaro.

Pallantides siguió sombrío el camino que se abría ante él. De vez en cuando charló con alguno de los niños del barco, pero eran conversaciones cortas y poco trascendentales.

Al llegar a tierra, se sintió aliviado, pues que el suelo no se tambalease continuamente era un regalo, pero a cambio, la presencia del frio era demasiado fuerte para el niño, que estaba acostumbrado a un clima más cálido y templado además por el mar del sur.

El muchacho siguió pesadamente al bárbaro, sabía que ya se había resistido todo lo que era útil, debía sobrevivir si quería vengarse, aunque el viaje era duro.

Aguantaste lo que pudiste antes de caer desplomado en la nieve. El barbaro noto el tiron en la cuerda con la que te guiaba, atado como un perrillo y se dio la vuelta para recogerte. Sentiste que te cubrian con algo calido, una piel de animal que olia fatal pero al menos te daba calor, despues te cargaron igual que un saco al hombro.

Despues todo fue extraño.

Tuviste fiebre muy alta y delirios que asaltaban tus sueños, convirtiendolos en pesadillas horribles. De vez en cuendo una voz femenina te calmaba y ponia paños de agua fria en tu cabeza. Te hicieron beber cosas de sabor desagradable pero estaba caliente y tu cuerpo comenzo a reaccionar mejorando.

Una noche abriste los ojos, de fuera llegaban sonidos de una gran celebracion con musica de tambores y risas.

El interior era el de una cabaña de madera donde tu estabas postrado en un colchon de paja, a ras de suelo, tapado con pieles de animales y desnudo bajo las mismas.

- ¿Te encuentras mejor?.- pregunto una mujer con dulcura, dejandose ver bajo la luz de una unica vela.

- ¿Mama? - Es lo que solía repetir en ocasiones cuando escuchaba la voz femenina que cuidaba de él, pues estaba demasiado abstraido como para darse cuenta que no estaba en casa y recordar lo que había sucedido.

Pallantides abrió los ojos despacio, ¿Donde estoy?, se preguntó, hasta que recordó lo que había pasado.No aguantó las frías tierras por las que le llevó aquel bárbaro...unas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, recordaba a sus padres, puede que nunca volviera a verles...Malditos bárbaros

Oyó una voz en ese momento, y se asustó, rápidamente se incorporó y se apartó un poco de las voces, rápido y alerta, una mujer emergió de entre las sombras.

- ¿¡Quién eres!? - Dijo rápidamente, mientras se secaba las lágrimas y sin poder retener un gallo que le salió de la garganta, en esos momentos no parecería muy amenazador, más bien daba algo de pena verle.

Me llamo Yaira.-dijo con una sonrisa, acercandote unas ropas de piel de animal.- Estas a salvo, nadie va a hacerte ningun daño. Has tenido fiebre alta muchos dias pero ya a terminado. ¿Quieres un poco de agua?

La mujer le daba confianza, era la única que no le había tratado con brusquedad, asintió levemente con la cabeza a la oferta del agua.

Después de dar un ligero trago para calmar la sed, preguntó:

- ¿Donde estamos? ¿Qué pensais hacer conmigo? - Con voz seria pero calmada.

- Ahora estas en tu casa.- dijo con calma.- Se como te sientes, a mi me trajeron de pequeña. Apenas tenia cuatro años cuando llege y casi no recuerdo nada de mi anterior familia asi que puedo comprender como te sientes... Estamos en las tierras barbaras. Si esperas escapar debes saber que estamos rodeados de grandes praderas de hielo, bosques llenos de fieras... no sobreviviras mucho. Es mejor que intentes adaptarte y esperar a ser un poco mas grande y fuerte. Yo estare aqui para ayudarte.

- No van a hacerte daño... te consideran parte del botin, para Barem eres un sustituto a su hija perdida. Nadie te hara daño.

El muchacho quedó sorprendido por las revelaciones de Yaira, ella tampoco había nacido de aquellos salvajes.

- Yo soy Pallantides - Dijo con mejor humor, la mujer le daba confianza, aunque nunca debía fiarse del todo.

- ¿Y cómo es que sigues aqui si también te obligaron a venir?, ¿Como es que no has intentado marcharte? - Preguntó curioso el niño, pensaba en que si escapaban juntos, sin duda su familia se lo agradecería a Yaira, aunque los animos de escapar fueron desapareciendo en el interior de Pallantides al pensar en las tierras frías y la enfermedad de la que se estaba recuperando.

- No tenia donde ir... no quedo nada de mi pueblo, ademas cuando creci me case y mis hijos viven aqui.- dijo con calma.- ¿Te gustaria conocerlos, son niños de tu edad?

Pallantides se quedó pensativo, puede que al niño le fuera bien estar con otros, pero, ¿Le aceptarían estos?, o mejor dicho, ¿Les aceptaría él?, ¿Podría llegar a tener amistad con aquellos hijos de los que le arrebataron todo lo que tenía?, ¿Serviría esto para entender mejor a los bárbaros y ver si era verdad si mentian?

Claro que mentían...tienen que hacerlo, sino, padre sería un asesino...

El muchacho se dio cuenta de que tenía que decir algo, pero no sabía que debía decir. Al final asintió con la cabeza lenta y seriamente, mientras se disponía a beber un poco más de agua.