Partida Rol por web

Más por instinto que por habilidad las manos de Hideo se cierran sobre el mango de la guadaña a tan poca distancia de su cara que el kabaneri puede ver las melladuras en la hoja provocadas por el roce contra su jaula cardíaca. Hideo le arrebata el arma a su enemigo con tanta facilidad que éste ni se molesta en luchar por ella y en vez de eso lanza una potente patada contra su enemigo tumbado.

Al mismo tiempo el saboteador Gennosuke se levanta sacando un largo cuchillo de su mono - ¡Matémoslo, Yuudai! - dice con voz ronca...

El dichoso sirviente me está mintiendo como un bellaco cuando Hime-sama tiene otro momento raro de los suyos. Me estoy girando con toda la intención de ayudarla cuando de repente me agarra y me sujeta contra ella. Trastabillo por la sorpresa, y para evitar caerle encima me agarro a su cintura para intentar apartarme con toda la delicadeza posible, preguntándome qué diablos quiere decir con eso de que me aleje de mi padre. Que está a como diez metros de mí, por cierto. Ella entra de nuevo en trance, y sujeto su cabeza con la otra mano para que no se caiga.

No entiendo nada, y por encima de la cacofonía de gritos de Arisa escucho los sonidos que vienen de dentro de la casa y la pregunta de Takadatsu. Giro la cabeza hacia el ruido y de repente se desata el infierno.

Mi padre se interpone para protegerme y recibe lo que iba destinado a Arisa. Ella sigue chillando, pero ahora hay otra voz que la eclipsa. Tardo un par de segundos en darme cuenta de que la nueva fuente de gritos soy yo, y que estoy agarrando tan fuerte a la muchacha que noto sus costillas a través de la tela del kimono. Intento zafarme otra vez de su agarre pero no soy capaz, así que con gesto resuelto avanzo hacia el señor de Mibu, si la pelirrosa se suelta genial y si no soy más fuerte que ella por amplia diferencia y no le va a quedar más remedio que venir conmigo. No he dejado de llamar a gritos a mi padre en ningún momento.

Sin perder tiempo ayudo a Takadatsu a tumbar a mi padre y me arrodillo a su lado mientras intento mantener la cordura. Al final me giro hacia los soldados de mi casa.

-¡TRAEDMELO!.- Ordeno con toda la fuerza de mis pulmones, agarrando una de las manos de mi padre con la mía. Ahora mismo me importa un bledo que Takadatsu esté presente, que Hime-sama siga agarrada a mí o no o que toda la ciudad de Mibu me esté mirando. Lo único en lo que puedo pensar es en el hombre que está luchando por respirar.- Oyaji, intenta respirar despacio.- Muy pocas veces he empleado esa palabra para referirme a él y jamás en público, pero siempre que lo hago consigo hacerlo sonreír, a menudo en contra de su voluntad. Con la mano que tengo libre le aflojo el eri del kimono, dándole espacio para que respire.-¡NECESITA UN MÉDICO! - Digo a nadie en particular pero lo suficientemente alto para que se me oiga. Tras aflojarle el kimono le palpo el cuello, comprobando su pulso y observando sus constantes. Mi otra mano no deja de apretar sus dedos de forma espasmódica, intentando darle consuelo. Ignorante de que tenemos público y del decoro la voz me sale rota e implorante, la humedad en mi cuello me hace suponer que estoy llorando. Con gesto suave le retiro el pelo de la frente y le miro las pupilas, rezando para que aguante un poco.- Ya viene ayuda, no te me marches ahora.

Viendo lo fácil que le quito el arma es bastante probable que el se sorprenda tanto como yo de que este despierto, lamentablemente también es tan rápido y me obliga a intentar bloquearle el golpe con mi nueva arma recién adquirida.

Lo que no me esperaba es que Gennosuke se uniera a la batalla con un cuchillo, si a esto le sumábamos que no sabía cuanto tiempo llevaba inconsciente estaba claro que tenía que acabar rápido con el combate...

Hideo interpone el mango de la guadaña entre él y la patada de su enemigo. La fuerza del golpe le hace rodar hacia el fondo de la habitación hasta chocar con la pared...

Me apoyo sobre la guadaña para levantarme y me fijo que el arma esta goteando con lo que seguramente sea mi sangre infectada.... no me apetece empezar una oleada kabane dentro de la mansión así que quedaba descartado devolverle el favor al rubio.  Por otro lado se me ocurre usarla de método disuasorio pero, si le que había oído sobre su organización era cierto, me estaba enfrentando a zelotes y de nuevo no tenía mucho tiempo.

Así que sin mediar palabra cargo contra el rubio y enarbolo la guadaña intentando golpearlo dos veces para dejarlo rápidamente inconsciente.

Mientras contempla como el sirviente retrocede asustado, se le va formando un nudo en el estómago que le indica que algo va mal. Sin darse cuenta, está conteniendo la respiración mientras Takeshi-sama, el guapo hijo de Eiji-Sama, se acerca peligrosamente al hombre de verde. Obviamente aquel hombre oculta algo, pero no se revela nada hasta que un grito y una serie de golpes hacen que de repente todo estalle en caos.

La que grita es Arisa, que se agarra de repente a Takeshi y trata de separarlo de su padre. Los golpes vienen de más allá, y Lyashi no hace nada por averiguarlo, fascinada con la sensación de estar metida dentro de melaza.

Lyashi, en segundo plano, ve la sucesión de escenas como en una película, ajena a todo y flotando sobre la acción a cámara lenta.

El tiempo para Lyashi vuelve de repente a su curso normal cuando Takeshi grita con toda la fuerza de sus pulmones que le traigan al sospechoso. Ella ha visto caer al señor de Mibu ante un polvo de color insano y corrosivo, y no puede menos que arrodillarse al lado de aquel hombre y mirar a Takeshi al rostro.

Ella no perseguirá a aquel malechor, seguramente el resto podrán alcanzarlo y dar cuenta de él.

Su atención está fijada en el rostro de aquel hermoso joven, en sus lágrimas, en su sufrimiento. El señor de Mibu nunca ha hecho nada por ella, no ha recibido más que desprecio y ensañamiento por parte de sus súdbitos y oficiales...excepto Saito y Suzume. - ¿Merece la pena arriesgarme por éste que me hubiera dejado morir sin pestañear? - se pregunta mirando el rostro descompuesto de aquel hombre que se está ahogando.

Pero aquel hombre es padre de otro, un joven vástago que parece más digno, más hijo de la Señora de Mibu, alguien a quien Lyashi sí puede llegar a admirar, y más tras lo visto en la puerta que ella ayudó a defender. El vastago se ha portado bien con ella, con amabilidad y educación, y por él parece, según ve en la gente que le acompaña, que sí vale la pena luchar.

Algo hay entre la pelirrosa y él, está claro, pero a Lyashi éso le tiene sin cuidado, no le importa. - ^{Y él tiene poder para recompersarnos, tessssoro....} - susurra una voz en su cabeza.

- Shhhh..... - le arrulla, cogiendo con dulzura las manos de ambos y cerrando los ojos.

Las lágrimas de él bajan por su piel recorriendo su cuerpo y se dirigen de forma antinatural hacia ella, buscando el camino entre sus ropas, directas hacia la mano de Lyashi, donde son absorbidas con avidez, donde ella, al contacto con dicho líquido, puede saborear sus sentimientos, sus miedos y deseos.

Ella comienza a boquear con los ojos muy abiertos en comunión con el cuerpo del señor de Mibu, como si fuera un pez fuera del agua. - ¡Me....me ahogo! - acierta a pensar, casi entrando en pánico...pero se obliga a concentrarse más fuerte, a extraer fuerzas de su interior, del manantial de calma donde van cayendo las lágrimas de Takeshi, produciendo un sonido de campanas de cristal en la noche...

Inspiración....expiración....inspiración....

Es ajena a lo que sucede a su alrededor.

Ahora mismo, sería muy sencillo cortarle la cabeza.

Yûki habia permanecido en todo momento algo apartada, ajena a toda la conversación, pero atenta a los movimientos de la gente. Al menos de la que entraba en su campo de visión. Aún así, la sorpresa relampagueó en su rostro pero enseguida echó a correr detrás de aquel desgraciado mientras desenfundaba su katana a la vez y apretaba los labios concentrada, con la mirada fija en su objetivo.

Aquel desalmado habia matado al padre de su compañero. Se merecia sufrir así que no se contentaria con atravesarle el corazón. Le haria sufrir antes de entregarselo a Takeshi. Logró alcanzarlo y realizar un movimiento fluido con su filo para intentar cercenar el brazo derecho de aquel hombre.

Arisa nota al cabo de un momento la garganta ardiendo mientras las visiones del presente y del futuro comienzan a mezclarse en su cabeza. Aprieta los dientes mientras sus brazos se aferran con toda la fuerza que pueden a Takeshi, tirando de él. Lo que sea que intenta decirle se acaba ahogando en su garganta como un gruñido, un grito o una simple tos mientras sus ojos morados le miran con desesperación. Ni siquiera siente dolor cuando el noble la intenta apartar con fuerza. La joven niega con la cabeza, todavía asustada, y permanece agarrada a él. La visión sigue allí, por mucho que cierre los ojos, aunque note cómo Takeshi la está casi arrastrando por ir con su padre.

- Lo estoy intentando... Lo estoy intentando pero... - susurra, con la voz temblorosa y rota, por las lágrimas cada vez más espesas que manan por sus ojos. Tras un par de pasos más del noble, la joven acaba escurriéndose de rodillas al suelo y le mira con los ojos enrojecidos - No me escuchas... ¡¿Por qué no me escuchas?! Lo he intentado, lo intento, no puedo... Takeshi...

Arisa se queda en el suelo unos momentos con los hombros temblando y respirando dificultosamente entre sus lloros, todavía balbuceando. Su mente empieza a hilar ambos tiempos hasta que una idea horrible pasa por su cabeza. "¿Es posible? ¿Ha sido culpa mía? El destino me ha obligado a... No puede ser..." La psíquica aprieta los dientes y se limpia las lágrimas con un puño, al menos para poder ver por un lado. Todavía algo tambaleante, se levanta y se queda de pie detrás de Takeshi, mientras Lyashi se arrodilla junto a Eiji e intenta curarle.

- Kabane. - es la única palabra que consigue formular, casi como una condenación a todos los presentes. Sus ojos miran a Tadakatsu con una súplica silenciosa y se desvían después hacia los rifles de los soldados que todavía siguen allí y al señor de Mibu - Se va a convertir en kabane. No podemos curarlo, Lyashi-san. Takeshi, lo sie... - la voz se le vuelve a quebrar en otro sollozo, sintiéndose incapaz de disculparse por ello. Suave pero firmemente, tira de las manos del noble y las aparta de Eiji y la psíquica - Si te quedas cerca te devorará y entonces... - las lágrimas vuelven a surgir en su rostro antes de que desvíe la cabeza hacia un lado, como si estuviese hablando con otra persona - ¡Lo estoy intentando pero eres un cabezón!

Con un largo suspiro, observa a Takeshi y luego a Lyashi y aprieta los dientes. De un brusco empujón aparta a Takeshi y se queda entre él y su padre, apoyando la mano sobre la espalda de la psíquica. Cierra los ojos, haciendo que un nuevo reguero de lágrimas caiga por sus mejillas, mientras se concentra en darle toda la energía que puede a la morena.

- Si esto no funciona y comienza a "despertarse", corre. - dice con voz grave - Esto ha sido todo culpa mía, es un justo castigo...

Al sentir la rareza de la situación, Kotaro hizo un amago de apartarse en cuanto vio que el sospechoso lanzaba un extraño proyectil. Adicionalmente, al haber en ese lugar dos personas con las que en cierto modo se sentía en deuda, estuvo a punto de desenfundar una de sus katanas para tratar de bloquear la trayectoria que el proyectil seguía hacia Arisa. Sin embargo, al ver que Eiji utilizaba su propio cuerpo como escudo, su reacción no fue más allá de poner su pulgar sobre el guardamanos de la espada.

No tendría nada en contra del llamado Wong si no fuera por la parte de responsabilidad que le corresponde por llenar la estación de kabanes. A punto de lanzarse hacia él, vio que Saito y en especial Yûki ya se dirigían a por él. Ya había visto luchar a la guardaespaldas y ese sirviente no parecía más peligroso que un simple kabane, por lo que se despreocupó de que pudiera necesitar ayuda.

Por otro lado, al ver que varios guardias todavía parecían más preocupados por él que por la orden de Saito, a quien se supone que deben obedecer sin vacilar, sintió una inesperada sensación de satisfacción – Je… A pesar de la orden de vuestro jefe, ¿seguís más preocupados de mí que por obedecerle? Tse tse tse… En el fondo os comprendo, ese tipejo es demasiada poca cosa como para liderar a nadie.

Sin un ápice de inquietud y con la tranquilidad propia de un capitán cargado de confianza, sin decir palabra alza uno de sus brazos y señala en dirección a Wong, siendo ésa la única “orden” que con su mera presencia da a los guardias que siguen más pendientes de él que de la orden de Saito.

Y una vez más, haciendo uso de su característico oportunismo, Kotaro aprovecha el vacío de protección que ha dejado Saito al marcharse tras Wong. Dando un par de pasos se coloca en una posición central justo delante del grupo de nobles que estaban pendientes de Eiji. Con su presencia y nueva colocación de “guardaespaldas único de la nobleza” busca dar la sensación a todas las personas que les observaban que él es el “último as en la manga” que la élite de la sociedad mantiene consigo.

Qué coño está pasando ahí atrás. Me están empezando a dar angustia los estertores de asfixia del puto viejo – piensa con una clara falta de empatía por Eiji, mientras mantiene su posición dando la espalda al grupo de nobles que “protege”.

El giro repentino y el ataque de Hideo sorprenden al asesino. Se escucha un crujir de huesos cuando el pesado pomo de la guadaña le impacta justo por encima de la oreja. Yuudai sale despedido destrozando la puerta y sangrando por el oído.

¡Malditooooo! - grita Gennosuke mientras se abalanza con su cuchillo...

Yûki no tarda en alcanzar al fugitivo. Un certero golpe de su katana le cercena el brazo a la altura del hombro. La extremidad amputada no llega a caer al suelo cuando Saito lo derriba con un fuerte empujón.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH! - grita Wong agarrándose el muñón de su brazo. Saito lo acalla pisándole el cuello hasta que su garganta cruje amenazando con romperse.

¿Qué has hecho, rata miserable? - Saito pone su katana a escasos centímetros de la cara de Wong.

Nada que puedas remediar, perro - masculla Wong

En ese momento llegan varios soldados que cogen al fugitivo y lo levantan - Traed a esa basura - Luego habla con los cuatro que han llegado más tarde - Id a ver qué pasa ahí dentro - dice señalando la casa...

Man of the world

Las palabras de Arisa abrazan el corazón de Takeshi en una garra tan fría como el hierro kabane que ahora está envolviendo el corazón de Eiji, quien a su pesar no puede negar la predicción de la vidente. Durante sus estudios Takeshi ha visto muchas formas de la evolución de la plaga kabane, pero nunca una que lo hiciera tan rápido. A pesar de los esfuerzos de Arisa y Lyashi la piel de Eiji ya se está volviendo del color de la ceniza. Sus ojos empiezan a tener el fulgor rojizo de los infectados, igual que los vasos sanguíneos que brillan a través de la piel.

¡Traed medicamentos! - ordena Tadakatsu a los confusos sirvientes. Muchos de ellos se vuelven hacia la casa pero se detienen ante el grupo de soldados que está taponando la entrada.

Es Suzume la que con lágrimas en los ojos pone en las manos temblorosas de Eiji su bolsa suicida. El señor de Mibu la coge con manos temblorosas y se la tiende a su hijo - Ta... Takeshi. Quiero que... lo hagas tú. Por favor, ayúdame a morir siendo humano... Mientras todavía... pueda decirte... lo orgulloso que me siento del hombre en que te has convertido...

Sus palabras son interrumpidas por un vómito de sangre y una violenta sacudida que rompe por completo la concentración de las dos videntes.

¡POR FAVOR! ¡HAZLO YA!...

Pillo al guardaespaldas antes de que pueda reaccionar y es más que probable que no se levante nunca más, lo cual me deja solo al zelote con su cuchillo. Este por su parte se abalanza sobre mí de manera bastante torpe y simplemente me hago a un lado mientras le pongo la zancadilla con la guadaña.

- Ríndete de una ve, no tienes escapatoria y sinceramente no me apetece romperte las piernas y brazos.- le digo bastante cansado y con la voz ronca, sin duda el virus me estaba llevando al límite.

Visiblemente perturbado miro a las dos mujeres que están conmigo. Estoy tan fuera de mí que Hime-sama ha conseguido moverme y me ha apartado del lado de mi padre. Una parte de mi mente está totalmente indignada, pero la mayor parte ahora mismo está pendiente de otra cosa, todo lo que dice la gente y la algarabía a mi alrededor se han convertido en un sonido plano y sin sentido para mi.

Las palabras de Arisa me confirman algo que yo ya había empezado a comprender cuando miré al señor de Mibu a los ojos. Se está convirtiendo, y no hay nada que podamos hacer salvo darle paz. Me dan arcadas sólo de pensarlo, y me muerdo la parte de dentro de la mejilla para evitar que un sollozo me salga de la boca.

Yo sé lo que preferiría, lo que intentaría conseguir con todas mis fuerzas: Esforzarme, luchar , al menos intentarlo. Mi padre no es así, desde el momento en que se contagió su destino estaba sellado. Y yo tengo que honrar su decisión.

Niego con la cabeza con suavidad hacia la joven morena que me ha intentado consolar y ha acudido sin dudarlo al lado de mi padre. Sea lo que sea lo que intentan no está funcionando.

En cuanto padre empieza a hablar toda mi atención se centra en él, y al final asiento. Las ganas que tengo de llorar están amenazando con asfixiarme, pero hago uso de la fuerza de voluntad propia de los Fukui (y la cabezonería que tanto parece molestar a Arisa) para mantenerme sereno. Respiro hondo un momento y me arrodillo cerca de su cabeza.

-Os agradezco en el alma la ayuda.- Ni siquiera las miro, demasiado pendiente de lo que estoy a punto de hacer. Mi tono de voz es totalmente átono, sé que si no me evado un poco no podré darle los últimos minutos de honor que se merece.- Pero a partir de aquí seguimos solos.- En mi tono se destila un matiz de súplica nuevo en mi, y miro a Arisa que es la que parece más preocupada por mi bienestar.-Por favor.

A partir de ese momento ignoro totalmente lo que sucede a mi alrededor, pendiente de concederle unos últimos instantes de calma, poniéndolo lo más cómodo posible y de forma que esté lo más cerca que pueda de él. En silencio y con suavidad cojo la bolsita suicida y la cambio por la mía, la que él me dio el día que me explicó lo que estoy a punto de hacer.

Tras hacerle una reverencia entrelazo mis dedos con los suyos y sujeto la bolsa contra su pecho, justo encima de su corazón. Al final respiro hondo un segundo para calmarme. Tengo toda la vida para llorarle, y sólo unos minutos para estar con él.

-Muchas gracias por haber cuidado de mí y haberme protegido, siento habértelo puesto tan difícil.- Levanto los ojos para que se fije en ellos, ignorando el brillo rojo que ya empieza a predominar en los suyos. Al final le sonrío con inmenso cariño, usando la manga de mi chaqueta para secarle la cara. No va a haber fuerza en éste mundo que me permita decirle “adiós”- Oyasumi nasai, papá.- Doy un brusco tirón, accionando la bolsa. Cuando todo ha pasado y sé que su corazón ha dejado de latir continúo hablándole en voz muy baja, sólo para los dos, durante los pocos minutos que sé que su cerebro sigue funcionando...es la última vez que voy a hablar con él en mucho tiempo...

Con la cabeza pegada a la de mi padre utilizo los valiosos minutos en los que confío que aún puede oirme para contarle absolutamente todo lo que he hecho en estos meses que he pasado fuera de casa. A trompicones y con la voz un poco tomada por la emoción le cuento mi trabajo, lo mucho que disfruto siendo ingeniero jefe en la Hayajiro y mi actuación en la muralla de Mibu. También le explico quién es Chihiro, lo que siento por ella y todas las cosas que me gustaría haberle podido contar en otras circunstancias.

Sabiendo que el tiempo juega en mi contra aprovecho los escasos momentos que me quedan con él para explicarle el pánico que tenía de no dar la talla, todo el esfuerzo que puse para que pudiera estar orgulloso de mi a pesar de ser un ratón de biblioteca, y lo mucho que me gustaría poder llegar a ser la mitad de buen padre que ha sido, a pesar de las obvias diferencias entre nosotros. Al final le prometo que haré todo lo posible para poder estar a la altura y que pueda sentirse orgulloso de mi.

Sólo dejo de hablar cuando soy consciente de que él ya no puede escucharme, momento en el cual lo vuelvo a tumbar con suavidad y le aparto el cabello de la cara.

La sensación de ahogo iba en aumento, y supo instantaneamente que algo no iba bien. Aquello era la infección Kabane y no podía detenerla. -¡Necesito más control, más intensidad! - pensó desesperada. Sintió la mano de Arisa y cómo su mente se unía a la suya, pero incluso juntas no podían detener el deterioro de las células del cuerpo, su terrible transformación. Demasiados frentes, demasiado rápido, demasiado poder.

Lo único que podía hacer era paliar el dolor, darle unos segundos más de consciencia para poderse despedir de su hijo, y así se lo hizo saber, retirándose a un discreto segundo plano mientras veía como el virus avanzaba algo más lento, pero inexorablemente.

A la petición de Takeshi, y con un inexplicable nudo en la garganta propiciado por la falta de emotividad detectada en la voz de él, que precisamente le dijo a ella toda la emoción que él estaba conteniendo, se retiró un par de pasos y se quedó cogida mano con mano con Arisa, con la mirada indirectamente fijada en el padre de Takeshi. Parecía que estaba mirando el infinito pero sus ojos se fijaban en los detalles de la transformación, que estaba teniendo lugar a escasos centímetros de donde ella se encontraba. La sensación de miedo, curiosidad, pena e ira eran cuanto menos, vigorizantes. 

Se fijó en cómo las venas se tornaban rojizas, en cómo los ojos cambiaban de color, en cómo la piel mudaba por otra más cetrina....toda ésta observación le ayudaría en futuros experimentos con su poder, el cual tenía que potenciar si quería ser capaz de detener aquella cosa.

Una solitaria lágrima cayó por su cara al escuchar el estampido de la bomba suicida, viendo en ése instante el rostro de su mejor amiga apoyado en su regazo. Hacía no tanto tiempo, Lyashi se había encontrado en la misma situación que Takeshi, así que no podía evitar empatizar con él.

"No funciona, no está funcionando, no somos suficientemente fuertes..." La psíquica se muerde el labio mientras nota cómo el cansancio la va venciendo poco a poco. A Lyashi parece costarle respirar y la infección kabane se va extendiendo cada vez más, por mucho que intenten frenarla. "Ha sido por mi culpa... Lo había visto venir... y lo provoqué." 

La voz de Takeshi hace que Arisa dé un respingo y le mire con gesto apenado, casi desesperado. La imagen no se borra de su mente, pero el tono de voz del noble no da lugar a réplica, incluso sólo con esa mirada que le dedica sería suficiente para conseguir que la psíquica se aparte y le deje sitio al lado de su padre. Lyashi también se levanta y se aparta, cogiéndola con la mano. Los hombros de Arisa no dejan de temblar y de vez en cuando le da breves apretones a la mano de Lyashi, sin poder controlarse. Las lágrimas siguen cayendo por sus ojos, incluso aunque no parpadee. 

Su vista permanece fija en Eiji y sólo se aparta de él cuando se produce la explosión de la bolsa suicida. Es entonces cuando cierra los ojos y hace una reverencia de disculpa, sintiendo un horrible escalofrío en la espalda. En su conciencia iba a cargar con el peso de aquella muerte, una mancha que sabía que sería difícil de borrar y que aún así tendría que aceptar. "Todo porque elegí salvar a su hijo antes que a vos... Por favor, perdonadme..."

La joven observó como aquellos hombres cogían al indeseable con rostro inmutable, mientras la sangre goteaba de su oscura katana, la cual apuntaba al suelo todavía.

- No dejen que se desangre y llevenselo al joven Takeshi. Él os dirá como proceder - miró con seriedad a Saito, esperando que comprendiera el motivo de aquella orden.

Luego se encaminó hacia la casa con paso rápido y decidido y su arma sin enfundar todavía.