Partida Rol por web

A la mañana siguiente, tras un poco delicado despertar de parte de los guerreros de la tribu. Os hacen recoger rapidamente vuestros enseres y os dirigen por la selva en completo silencio hacía un pequeño embarcadero. Alli os espera el jefe de la tribu al parecer para daros las últimas indicaciones. En el pequeño embarcadero, además de las típicas lanchas aborigenes, se encuentra  un pequeño bote, por las marcas parece ser del barco zingaro donde habiais llegado, al parecer el chaman tiene todo pensado.

Apenas he podido dormir en toda la noche, mas allá de alguna cabezada ocasional. Con todo no es la primera vez que paso sueño, ni será tampoco la ultima. Pido un poco de agua para asearme, y trato de desenredar mi pelo lo mejor que puedo antes de presentarme en el lugar apropiado. Un baño, un cambio de ropas, lujos que ahora mismo hecho de menos, pero me siento afortunada de seguir viva, y no se puede pedir mucho mas dadas las circunstancias.

Hunor se levantó pesadamente ante el griterío, por un momento pareció dispuesto a lanzarse a la yugular del tipo que intentaba despertarlo con tan poco tacto pero desechó la idea con cierto esfuerzo. Se quito de encima un muslo moreno, y se levantó, dispuesto a vestirse. A pesar del cansancio, la buena comida y el placer no había dormido el todo bien, hacía por la noche un calor pegajoso y se había cocido en la choza como un pollo dentro de la cacerola.

Tras vestirse y coger sus armas lo primero que hizo es acercarse a la orilla a lavarse un poco. Hunor no era particularmente higiénico, como los filósofos nemedios que decían que la pureza del alma era igual a la higiene personal del cuerpo, y por ello dedicaban largo tiempo a sumergirse en agua, aun menos era como los estigios, que aparte de bañarse en leche se depilaban todo el cuerpo para así alejar toda suciedad por nimia que fuera. Hunor era más pragmático y lo que buscaba era refrescarse un poco y quitarse de encima el incomodo sudor, aunque fuera con agua salada.

A poca distancia estaba la pequeña y rubia briturnia, esperando al resto del grupo. El montañés ni se había dado cuenta que ella estaba allí y la saludó brevemente con la cabeza, como si le pesará está y el esfuerzo le obligará a moverla poco, añadiendo un gutural "gnosh días".

me desperezo lentamente y me levanto, deberia darme un buen baño y eso hare si me dejan pero tienen demasiada prisa. Simplemente echo la tinaja por encima y sacudo el pelo, ya se secara. Camino hacia el embarcadero y me quedo alli.
Buenos dias. es lo unico que digo mientras mi mirada recorre el grupo de salvajes que nos esta despidiendo, creo que no veo a mi adquisicon de la noche antes, pero no debo relajarme, parece que el niño queria algo mas de mi y que me iba a proteger.

Los malos modos de estos salvajes no me sorprenden así que mordiéndome los labios me pongo de pie sin remolonear.¿Que se puede esperar de una cultura donde el mejor ladrón es aquel capaz de robar los pollos del vecino sin despertar al perro?. Demonios , esto debe ser el infierno de los ladrones..Lo mismo me he muerto y estoy purgando mis pecados . El peculiar saludo del bárbaro confirma mis peores temores sigo vivo, con el maldito tatuaje y obligado a trabajar para ese salvaje .
Echo un vistazo a los demás ,presentan signos de cansancio y parecen tan resignados como yo.Si , bueno , esto , buenos días.Ha sido una noche terrible cada poco tiempo me parecía que iban a entrar a rebanarnos el cuello y claro así no he podido pegar ojo.. Digo afectando la voz para seguir manteniendo mi fachada de hombre apocado y tímido

La costumbre casi mete en problemas a Nakodan, al casi este intentar matar al que lo despierta pero en el último instante se percata de donde estaba y guarda el arma. Sonrie al que lo despierta y recoge sus cosas. Su sueño aunque breve a sido reparador y siente que desde ayer se entiende mejor con los salvajes. Va a buen rítmo hasta el embarcadero con sus cosas y saluda a sus compañeros. Buenos dias. Al oir a Danko quejarse no puede evitar soltar una carcajada. Que tonterias dices, la muerte nos espera ahora. Si gente así no quiere ir a un lugar, que debe de haber... Que el dios Guerra nos asista.

En el embarcadero os espera vuestra barca señuelo, el jefe os informa:- No os vamos a dar viveres ni nada parecido, si entrais en la parte de los hombres blancos y os ven en buen estado y apertrechados, desconfiarán de vosotros... Que vuestros dioses se apieden de vosotros- Los guerreros os ven desfilar hasta la barca y a simple vista se ve vuestro destino, tenedreis que bordar la isla con cuidado de las piedras para llegar a la parte habitada por los zingaros y sus esclavos.

Ocupo mi lugar en la barca lo mas lejos posible de los remos ,ya tuve mi ración en cierta galera y eso me ha hecho desarrollar cierta aversión .Efectivamente se ve nuestro destino a lo lejos pero la travesía se puede complicar al tener que pasar cerca de las rocas, una ola demasiado fuerte puede estrellarnos contra ellas y eso seria nuestro fin.Un escalofrío recorre mi cuerpo al imaginarme la escena y no puedo evitar que una plegaria muda a los dioses se insinué en mis labios.
Una vez "ganado" el favor divino me centro en la parte mas practica comprobando el equipo , ato la empuñadura de la espada para evitar perderla si caemos al agua .

Subo a la barca con cuidado, apoyándome en el borde para no caer, y busco un lugar en el que sentarme. Siento cierto jubilo por dejar este lugar primitivo y salvaje atrás, aunque en mi interior se que solo lo cambio por otro que quizá resulte peor.

Sin embargo trato de apartar esa idea de mi cabeza y al menos de momento, regodearme en la ligera tranquilidad que me produce la idea de escapar.

Hunor puso el pie con cierta desconfianza en la balsa, aunque había soportado todo su peso y el de sus compañeros en la huida del barco que se fue a pique, no podía dejar de sentir cierta reticencia a volverse a meter en un pedazo de madera que era la única garantía de no hundirse en el mar. Porque eso es lo que pasaría si un hombre de la masa de Hunor, cargado de armas y sin saber nadar, se hundía en el mar.

Aun con eso se puso en su lugar y cogió los remos sin rechistar, esperando a que subieran los últimos.

El resto sube a la barca detrás de Hunor situandose en los sitios libres, haciendo que esteis algo apretados, pero si todo va bien dentro de poco estareis lejos de los salvajes negros... para acabar a manos de los sofisticados zingaros, lo que quizás sea peor. Abandonais el pequeño puerto gracias a los potentes musculos de Hunor y Nakodan, mientras que los salvajes os miran desde el puerto alejandoos de ellos.

Vuestra travesia no es demasiado complicada, aunque teneis que alejaros de las rocas que bordean los acantilados y no dejaros arrastrar por las corrientes, pero para eso teneis a los poderosos barbaros para hacerlo. Al final podeis ver el puerto cercano a la pequeña ciudad que parece que subsiste de la prisión y su entrega de mineral, alli es donde descansan dos grandes barcos y varios barcos más pequeños. Al ver vuestra chalupa la gente da la alarma y empieza a congregarse.

Nakodan va remando, cada vez mas nervioso al ver como reacciona la gente de la ciudad. ¿A Alguno se le da bien tratar con la gente? No parecen muy amistosos.

Sentada en uno de los extremos de la barca, metí la mano izquierda en el agua, dejando que se meciese en el mar con suavidad. El olor a salitre lo impregnaba todo a nuestro alrededor. Era un cambio agradable tras pasar la noche rodeada por los olores de aquella tienda, que no era precisamente un lugar limpio.

Cerré los ojos y me deje llevar por la sensación de tranquilidad durante un rato. Casi podía imaginarme a mi misma en algún lugar lejano, metida en una bañera perfumada con agua caliente, absolutamente relajada.

Las palabras de Nakodan rompieron el hechizo del momento, y me volví para tratar de averiguar de qué estaba hablando. Por alguna razón mis ojos buscaron los de la mujer Estigia. Sin duda había demostrado ya, en repetidas ocasiones, ser la mas convincente de todos nosotros.

Me he estirado en la barca, dejando que el sol mojara con sus rayos mis ropas y mi piel. No me he preocupado mucho del viaje mas bien de otras cosas cuando miro al frente y luego a la rubia.

Hablare con ellos, intentare que no se fijen que estamos mejor de lo que deberiamos y recordad que puede que tengamos que ver a alguien en el pueblo, a cierto marinero...

Soy maga, hechicera, no diplomatica, aunque siempre se me ha dado muy bien las palabras. Rompeos un poco las ropas, es lo que se espera de los naufragos,

Tampoco hay que mentir tanto , no?digo mientras me desgarro un poco la ropa.Eso si , que la historia vaya en la misma direccion, el kraken,la niebla, el ataque de los salvajes.Pasamos la noche en el bote y hemos acabado con la poca agua y alimentos que llevabamos.Me rasco la cabeza pensativo .El tema de que haciamos en este barco y adonde ibamos me preocupa, se os ocurre algo que podamos usar?

Le miro  y sonrio Danko cielo, dejame a mi la historia, por que la voy a adornar un poco y ademas voy a meter algunas cositas extras.

Ademas por si lo has olvidado nadie sabia quienes somos y dudo mucho que a parte del jefe de este sitio lo sepa alguien mas. Mentir a veces es la mejor opcion.

Siempre he oido decir que el arte de mentir consiste en adornar la verdad sin abusar pero que sabre yo si solo soy un humilde comerciante.Me encojo de hombros y continuo con mi labor de conseguir la imagen perfecta del naufrago.

Asiento a las palabras de Nefer y me desgarro las ropas, aunque no demasiado. Dejo que discutan sobre la tactica a seguir sin participar. El hombre, Danko, no ha dicho mucho de si mismo hasta el momento, pero a Nefer la he visto dominar a un hombre y obtener lo que queria de el. No tengo duda de que sabra lo que hace.

Mientras que os acercáis al embarcadero gente uniformada os sale al paso, son soldados de Zingaria y a pesar de su buen aspecto son tan sanguinarios como los bárbaros de los que os habéis alejado. Esperan a que lleguéis a su lado para que el más engalanado os advierte:- Soltar vuestras armas, si queréis salir vivos de la lancha.-  Algunos esclavos os miran curiosos desde la distancia antes de volver a sus cometidos.

Ante las palabras amenazantes del desconocido, saco la daga de su funda en el cinturon y la dejo en el suelo de la barca. Durante un instante dudo en sacar el pequeño stiletto que llevo escondido, pero al final me arrepiento y decido dejarlo donde esta. Es pequeño, y quiza no se den cuenta de que lo llevo.