Partida Rol por web

Me encojo de hombros y asiento.

- Muy bien, me habéis convencido con eso del gato -vuelvo a echarle un vistazo al gigante ¡no todos los días se ve algo así!- Larguémonos.

El asunto del gigante llorón parece algo de demasiada envergadura para poder manejarlo y aprovechais su estado para dejar el lugar y seguir con vuestro camino. Esa aldea parecía la última en una buena distáncia y caminais durante dias hasta encontrar el siguiente asentamiento humano. A partir de ese punto los pueblos y ciudades son más numerosos y los caminos más transitables. A medida que os acercais al gran orbe carmesí en el cielo, los caminos están más transitados y vigilados y de vez en cuando os encontrais con alguna patrulla lunar que en el peor de los casos os pregunta vuestra identidad y procedencia y revisa vuestra carga. Afortunadamente llevais tanto tiempo con vuestros nuevos nombres y habeis tenido tanto tiempo d epensar una buena ruta que no sospechan en absoluto de vosotros. Además, las habilidades de comercio de Erikand hacen que vuestro escarabajo esté siempre surtido de un buen número de mercancías típicas que refuerzan vuestros argumentos y además os proporcionan un dinero exrta que gastar en buenos alojamientos y comida.

Al cabo de unas semanas casi habeis dejado atrás las tierras conocidas como Dara Happa, hogar de los hijos de Yelm subordinados al Imperio y os encontrais ya muy cerca del corazón del Imperio Lunar. Habeis parado a pasar la noche en una pequeña aldea rodeada por una enorme extensión de campos de cultivo. En la posada, un pequeño edificio de dos plantas, una docena de clientes beben y comen amparados por la luz y el calor de una enorme fogata dispuesta justo en el centro de la sala principal. Como suele ser habitual en estos casos, al poco algunos se animan a cantar, contagiando su alegría a otros más y  lentamente el ambiente en el local se va convirtiendo en algo festivo y alegre, hasta que una presencia lo corta de raíz.

Un anciando, alto y de expresión severa levanta su voz grave por encima de los primeros cantarines que al oírlo se callan de golpe, como si ya fuera habitual que el viejo les arruinara la fiesta. Se oye algún comentario del tipo de "Ya tenemos a éste aquí", pero eso no parece intimidar al viejo, que se coloca junto al fuego y comienza a hablar.

-Podeis reír, cantar y bailar cuanto querais, necios, pero ésta no es una noche de alegría. Esta noche, el Destructor se agita y eso significa que decenas de almas están sufriendo el más terrible de los tormentos.

Cuando todos bajan la voz podeis oír un lejano sonido de tambores siendo golpeados frenéticamente.

-Si, ese sonido viene de Alkoth, la puerta al Infierno. En esa ciudad de pecado y maldad los fieles de Sargash están de fiesta y eso solo puede significar que se están celebrando las más terribles atrocidades. Y el Imperio... El Imperio que os da seguridad y os permite vivir felices y tranquilos permite la existencia de ese lugar y ni siquiera los dioses saben el motivo. Dicen que los guerreros de Shargash son los mejores de todo el imperio, pero yo sé la verdad. -Unos cuantos de los clientes de la posada salen del local, aburridos. -El Imperio necesita un lugar donde encerrar a esos prisioneros que por algún motivo nunca más deben ver la luz; Las leyes lunares son suaves para con sus condenados, pero en Alkoth imperan otras leyes. Reíd y cantad, necios, pero sabed que en la ciudad del Infierno solo existe llanto y desesperación.

Erikand se gira hacia sus compañeros con una mirada pícara y media sonrisa dibujada en la cara.

- Umhhh podría ser interesante esto- mira a los lados para ver que no hay nadie cerca.- Una tribu a las que los lunares no consiguen domar? Una rebelión podría causar suficiente caos para campar a nuestras anchas...Incluso dentro de Glamour. Cómo lo véis vosotros?- susurra.

Enarco una ceja al escuchar a Erikand.

- Difícil, amigo, lo veo difícil -le replico, mientras miro al viejo con curiosidad- Dime, anciano ¿a qué te refieres cuando dices que esa ciudad es una prisión? ¿qué clase de personas son confinadas allí?

El viejo mira a Aldar con los ojos como platos; Parece no estar demasiado acostumbrado a que le pregunten, y por ello responde con su tono solemne y alarmista.

-Alkoth e smás que una prisión, extranjero. Alkoth está construida sobre una entrada al infierno y sus habitantes conviven con seres que helarían la sangre de los guerreros más salvajes del sur de Tarsh. Alkoth jamás ha sido tomada y eso lo saben los lunares, quienes mantienen el lugar en orden a cambio de sacrificios para sus dias sagrados. Nadie ha salido jamás de la ciudad para contar qué se esconde tras sus gigantescos muros.

De pronto, uno de los presentes, un hombre algo más jóven vestido con ropas elegantes, interrumpe al exhaltado.

-Deja de decir sandeces, viejo. Alkoth es un lugar terrible, pero solo para los que se oponen al Imperio. Sus guerreros son los mejores y más apreciados por las vexillas lunares y si fuesen tan salvajes como dices, el imperio no dudaría en acabar con ellos. Creedme, he viajado por todo el corazón del Imperio y no podeis creer todo lo que se dice por ahí.

Dicho esto se hace el silencio y solo oís los tambores en la lejanía.

Erikand se soprende ante la mención del jóven.

- Entonces, usted ha estado ahí señor... - pregunta instándole a decir su nombre. Y esperando la esperada negativa.

Intento disimular mi asombro ante los rumores que cuenta el anciano sobre Alkoth y finjo que no me interesa con la mirada fija en las llamas. Sin embargo, todo lo que han dicho el joven y el viejo me parece aterrador y desconcertante. Estoy atento a la respuesta del tipo joven.

-Pompis. Godrius Pompis es mi nombre, caballlero. Y no, nunca he estado en Alkoth, pero... He leído mucho sobre ella. He estudiado en la mejor universidad del imperio y no en vano me he convertido en emisario lunar. Pronto recorreré el mundo entero para propagar la palabra de Sedenya y es mi deber el informar y acabar con falsos mitos.

El presentarse como emisario lunar parece causar un gran efecto en todos los presentes que deciden abandonar la discusión y volver a sus cosas. Incluso el viejo, tan reacio a aceptar al imperio hace unos segundos, asiente a todo lo que dice el jóven y se retira.

A Swen no le agrada nada la situación. Sus ojos buscan los de Kenvent como si quisiera decir algo pero permanece callado, espectante y apartado.

Erikand hace cara de asombrado cuando dice que ha estudiado en la mejor universidad del imperio y que es emisario lunar. No sabe qué implicaciones tiene esto, aunque no le hace falta demasiado tiempo para averiguar que es algo importante al acabarse la discusión.

-Oh mi señor, lo siento.- reacciona agachando un poco la cabeza en señal de disculpa - no sabía que tenía tan ilustre figura delante de mi. Señor Godrius Pompis, perdone mi osadía, sólo soy un simple mercader y sólo estaba interesado en conocer las costumbres del lugar. Nunca se sabe dónde le llevará a uno la vida, y tener información nunca está demás, aunque sea de un lugar tan peligroso como Alkoth, si usted me entiende.

Me asquea ver cómo Erikand agacha la cabeza ante ese lunar presuntuoso, pero controlo mis impulsos y me muerdo la lengua. Es evidente que si queremos pasar desapercibidos en el corazón del imperio tal vez debamos mantener las cabezas agachadas durante bastante tiempo. Todo sea por encontrar a mi sobrina.

Por otro lado, aunque usa palabras que yo no entiendo, este tipo parece saber mucho, así que puede sernos útil. Vamos a ver qué podemos descubrir...

-Godrius, aquí somos gente sencilla, cuéntanos qué es eso de la universidad, ¿es un lugar donde entrenan a los emisarios?

Le lanzo una mirada astuta al emisiario. Tal vez pueda sernos útil en nuestros propósitos.

- Sí, señor Pompis, disculpe nuestra ignorancia. Estamos seguros de que alguien tan letrado como usted podrá iluminarnos -sonrío hasta la raíz de las encías- Incluso es posible que nosotros también podamos serle útiles ¿tiene pensado ponerse en camino hacia algún lugar concreto?

Miro a mis compañeros esperando que capten la idea: alguien como Gordius podría ser casi un salvoconducto para viajar por el Imperio y buscar a la niña.

Swen, sentado cerca de Kenvent, juguetea inocentemente con la humedad condensada por su jarra. Usando el recipiente como parapeto para que no se vea lo que hace dibuja con el líquido algunos símbolos. Aparecen por un momento, el justo para que el caudillo orlanthi las vea antes de borrarlas, las runas de la magia y del fuego.

Nada más borrarlas vuelve a dibujar algo más: la runa de la verdad y la inmovilidad, las runas de Lhankor Mhy, el dios de los sabios.

Acto seguido las vuelve a borrar sustituyéndolas por la del hombre. ¿O será la mujer? ¿Le ha puesto una falda en lugar de piernas?

Con un sutil gesto que parece abarcar todo lo dibujado antes borra la última runa mientras su ademán termina dibujando ya en el aire que cubre la mesa, a no más de un dedo de altura, la principal de orlanthi.

Su mano termina descuidadamente en el asa de la jarra, la alza y bebe con aparente desinterés.

Las palabras de Aldar y el trato respetuoso de Erikand parecen halagar a Godrius que no repara en los movimientos extraños de Swen ni l en la atención que Kenvent le presta.

-Bueno, en realidad... Todavía no soy oficialmente un emisario, pero dentro de tres dias me graduaré y podré comenzar con mi cometido. En el imperio creemos que la educación es la base de nuestra cultura y por ello todos los ciudadanos tienen derecho a recibirla. las universidades son las mayores instituciones para ello y, aunque la de Glamour es la más famosa, lo cierto es que la de Yuthuppa, muy cerca de aquí posee una reputación igual o incluso superior. Es el lugar de nacimiento de la Diosa mortal y en ella se forman la élite de ciudadanos del imperio.

El joven, hinchado de orgullo mira como el viejo alarmista se aleja y continúa.

-Mañana mismo debo partir hacia allí. Si no conoceis la ciudad podriais acompañarme. La ceremonia de graduación es pública, pero desgraciadamente la fiesta de disfraces que se celebrará después es privada.

El jóven os mira como si acabara de daros la peor noticia posible.

Me rasco la barbilla pensando en las palabras del chico... No soy muy listo, pero al menos sé sumar dos y dos... y soy carmaniano. Creo entender la forma de pensar lunar, al menos mejor que los orlanthis.

- En las universidades ésas de las que habla ¿acude gente de todas partes del Imperio? -miro de soslayo a mis compañeros, esperando que sigan el curso de mis pensamientos- Es decir, yo soy carmaniano ¿puede ser que encuentre allí paisanos míos? Imagino que incluso irán alumnos de pueblos conquistados, para ser iluminados por la luz de la Diosa Roja. Tal vez de todas las edades, desde muy pequeños, para que vean esa... luz desde niños.

Sonrío con afabilidad, intentando mostrarme genuínamente interesado.

- Creo que las palabras de la Diosa deben llegar a todo el mundo ¿verdad?

-¿Niños? Generalmente se accede a la universidad cuando alguien demuestra aptitudes para ello. -Se jacta Godrius. -Aunque siempre hay excepciones. Algunas veces se dan clases personalizadas a ciertas personas... elegidas; Aunque son casos muy excepcionales.

Godrius Pompis bebe un trago de vino, se atraganta y est´ça a punto de morir ante vuestros ojos, pero consigue recuperar el aliento y sonreír de nuevo.

-Incluso carmanianos ¿Por qué no? ¿Conoceis a aluien que esté estudiando?

Le doy un par de palmaditas en la espalda para que respire el pobre hombre mientras le replico con aire inocente.

- No, no. No es que conozcamos a nadie concreto. Es solo que en Carmania oí que para iluminar a los pueblos recién conquistados a veces se llevan a sus niños nobles para iluminarlos en la vía de Sedenya -me encojo de hombros- Supongo que es una manera de invertir en el futuro ¿no lo creéis así?

Le lanzo una mirada de advertencia a Swen. No sé qué es lo que ha hecho pero no debería jugar con sus espíritus delante de un emisario lunar o corre el riesgo de atraer atenciones indeseadas.

Esbozo una leve sonrisa irónica. No sé si podré acostumbrarme a este juego, pero será mejor que empiece a esforzarme más. Borro la sonrisa de mi rostro y me dirijo a Godrius:

-A mí no me importaría visitar Yuthuppa y su universidad, o Glamour. Ya se sabe que siempre es mejor llegar a un lugar desconocido con alguien que conozca bien el lugar. Tal vez allí pueda aprender también algo más sobre la religión lunar. Sin embargo, haré lo que diga el jefe -digo extendiendo el brazo hacia Erikand a la vez que le guiño el ojo rápidamente a mi compañero mercader.

El jóven emisario se rasca la cabeza algo confuso.

-Bueno... no sé, es posible que suceda lo que tu dices, aunque yo jamás he compartido clases con niño alguno. Pero tendría lógica, supongo. En fin, tengo que acostarme que mañana parto hacia el norte. Ya lo sabeis. Si quereis visitar la ciudad, esperadme aquí mismo a primera hora.

-El jóven paga su cuenta y se marcha, mientras el viejo sigue hablando, ya lejos de vosotros, sobre los horrores que aguardan a los incautos que se ven atrapados entre los infernales muros de Alkoth.

Erikand escucha las preguntas de Aldar y Kenvent y sus respuestas, parece ser que no se ha immutado mucho por el hecho de ser el "jefe" ahora.

Cuando finalmente Godrius se marcha, Erikand se gira y sonríe ante Kenvent.

- Creo que te voy a dejar sin paga.- bromea- Bueno, de momento lo haces bastante bien, jajaja.

Erikand observa a Swen con atención. Que era aquello que quería decir con todas esas runas dibujadas?

- Yorsar... Que hacías antes?- pero negando con la cabeza, Erikand se vuelve a girar hacia los demás. Hablando alto y sin ningún tapujo.- Dónde deberíamos ir? Quizá hay buena mercancía en Yuthuppa. Es una zona de gente culta, quizá podamos sacar un buen tajo, al menos de información sobre mejores sitios donde comerciar. Por otra parte... Alkoth parece ser un lugar duro, con gente muy brava, quizá es el mejor sitio para esconder alguna mercancía valiosa que podamos sacar fuera de estas tierras. Y aunque Glamour es otra opción, yo apostaría antes por Yuthuppa.