Partida Rol por web

Gaal seguía sin prestarle mucho interés a la caerveza con limón. Esperaba que su anfitrión no se diera cuenta de ello o que, al menos, no se lo tuviera en cuenta.

Para Gaal, además, aquella conversación con el humano era tremendamente importante y, má que nada, no podía dejar escapar las oportunidades que este hombre le presentaba.

Sonrió al oir a Damarot hablar así de los Okeas. Se imaginó por qué los humanos podrían pensar que aquellos seres eran malignos ... quizás alguien había visto a algun Okea arrastrar a alguien al fondo del mar, y el rumor se había extendiso. Pero "Calypso" había podido comprobar que los Okeas tenían "sus razones" para actuar así.

Sí ... desde luego, era mejor no hblar de ello. Podían malinterpretar esa costumbre ... raptar a alguien para luego convertirle en un Okea. Además ¿cómo podía hablar Gaal de la razón por la que los Okeas a veces se llevaban a personas a las profundidades si luego no podía desvelar el secreto de la "ceremonia de conversión"?. Desde luego, era una linea de conversación que le llevaría a un callejón sin salida, y Gaal prefería tener que evitar esa conversación en la medida de lo posible ... así que no dijo nada.

Cuando Damarot le preguntó si iban a caballo, Gaal asintió, aunque añadió que según recordaba, alguno de los miembros del grupo llevaba pomi o mula (como Thorin y el pequeño mediano, por ejemplo), las cuales eran criatuaras más lentas que los caballos. Gaal se preguntó si sus compañeros aún conservarían la antigua mula de Calypso, aunque solo fuera para llevar pertrechos; o si la habrían vendido en Port Drofo.

Al oir la oferta de Damarot, Gaal se alegró sobremanera -¡¡Los dioses me sonríen sin duda, caballero!! - Gaal mostró una amplia sonrisa - ¡Desde luego que aceptaré vuerstra generosa oferta de llevarme a Lalanke! ¡Sois increíblemente amable, caballero! ¡Os debo un gran favor! ¡¡Os juro que os lo devolveré algún día!! -

Aunque no le apetecía nada, Gaal pensó que debía ser amable con su generoso anfitrión, a sí que se bebió la cerveza de un trago. Hacía tiempo que no probaba el sabor del alcohol, y el calor que provocaba le resultó extraño.

Gaal esperó que sus compañeros no hubieran tomado el peligroso camino del pantano, aunque conociéndoles, no le extrañaría nada ...

Damarot no parecía muy convencido de haber obrado bien y así lo demostró la mirada que echó al okea antes de tomar de nuevo la palabra. Finalmente, pareció resignarse.

- Está bien -dijo poniéndose en pie y dejando unas monedas sobre le mesa -Saldremos mañana a primera hora, y te advierto que tendrás que ganarte tu pasaje en la caravana. En cuanto el cielo empiece a clarear nos ayudarás a cargar los carros. Te espero en la puer...

El hombre se calló pensativo.

- No tienes más ropa que esa, ¿verdad? -Gaal respondió con un ligero gesto de su cabeza -Está bien. Mi mujer me va a matar por esto pero acompáñame.

Damarot lo condujo a través del pequeño poblado hasta una humilde casa que daba a la plaza central. Abrió la cerradura de la puerta y se internó en ella. Una oronda mujer trasteaba allí con diversos cacharros.

- Cariño, este es Gaal. Es un mago proveniente del norte que custodiará la caravana de mañana. No tiene ropas ni donde dormir de modo que lo acogeremos hoy ¿De acuerdo?

La mujer no respondió más que un ligero gruñido y continuó con sus quehaceres. El hombre extrajo unas ropas de un baúl y se las entregó a Gaal.

- Aquí tienes. Puedes cambiarte en ese cuarto -le indicó señalando el cuarto colindante que parecía una especie de almacén de grano -Si quieres puedes quedarte a comer, y antes de que anochezca puedes pasarte por aquí, cenar algo y dormir bajo techo. En cualquier caso, antes de que salga el sol te quiero en la puerta norte del pueblo o nos iremos sin ti ¿Está claro?

Al oir el gruñido de la mujer, se preguntó si no se estaría empeorando la relación entre Daramot y su esposa. Era evidente que a ella le molestaba la llegada del desconocido ... o quizás estaba enfadada por haberse ido Daramot a beber a la taberna dejándola sola en casa.

Cuando la mujer se alejó lo suficiente como para no oirles, Gaal tuvo ganas de preguntarle a Daramot si su presencia le estaba causando alguna molestia, pero prefirió no meterse en los asuntos personales de aquél hombre.

Sin embargo, a partir de entonces Gaal se sintió algo incómodo en aquella casa. Tras cambiarse en el "granero", rechazó la ofera de Daramot de quedarse a comer, a pesar de su insistencia. Pensaba que molestaba... de algún modo. Le dijo que regresaría mas tarde, le agradeció de nuevo lo de la ropa, y se fué.

Estuvo paseando por el pueblo, pero, a pesar de estar vestido de forma más adecuada, se dió cuenta de que seguía llamando mucho la atención y atraía la mirada de los habitantes, así que decidió adentrarse en el bosquecillo y pasear por el hasta la noche.

Cuando empezó a oscurecer, volvió a casa de Daramot. No había comido, y estaba demasiado hambriento como para rechazar la cena. Procuró permanecer callado durante la cena, para no molestar a la esposa de aquél hombre, y se retiró a descansar en cuanto tuvo oportunidad.

Estaba deseando reencontrarse con sus amigos, y le impacientaba la llegada de la mañana. Estaba nervioso. Durmió poco, y bastante antes de la salida del sol, se levantó, se vistió y se dirigió a la entrada norte del pueblo, donde había quedado con el hombre.

Cuando Daramot apareció, parecía extrañado de ver a Gaal allí. El humano pensó que Gaal le acompañaría desde su casa a la salida del pueblo, dado que había aceptado su hospitalidad.

- Lo siento, Daramot. - Dijo Gaal a modo de disculpa. - Pensé que a tu esposa le disgustaba mi presencia, así que procuré molestar lo menos posible .... aunque sigo dispuesto a acompañaros en el viaje. Como dije, necesito llegar a Willem ...-

El sol empezó a iluminar el cielo aún sin asomarse por el horizonte y Gaal esperaba en la puerta norte, con la capucha sobre la cabeza y la espalda apoyada contra un muro. Al poco apareció Damarot que lo saludó con un escueto "Buenos días" y tras él, surgieron tres muchachos que no superaban los 17 años, cargando un carro vacío.

- Gaal, ve al granero. A las puertas del mismo, hay una pila de sacos y un carro. Empieza cargando ese carro con los sacos, mientras tanto Ed, Milian y Nebur irán cargando este otro. En cuanto terminen irán a ayudarte.

El okea asintió con la cabeza y se encaminó hacia el citado granero. A las puertas del mismo, un robusto hombre le saludó, y sin decir nada le acompañó en la tarea de cargar el carro, que resultó ser un carretón de cuatro ruedas sin techo.

Poco antes de terminar con la pila de sacos, los tres muchachos se presentaron con un caballo, al cual comenzaron a colocar las riendas. Uno de los muchachos dirigía furtivas miradas de curiosidad hacia Gaal, pero apartaba la mirada en cuanto el okea realizaba cualquier movimiento. Entre los cinco dejaron dispuesto el vehículo, y uno de los muchachos se subió al mismo para conducirlo hasta la puerta norte.

El resto siguieron el carretón a pie y comprobaron que otros dos vehículos eran dos carromatos algo más grandes que el que ellos habían cargado. De alguna forma, se las habían arreglado para que aquellos dos carros estuvieran ya cargados y listos para la partida. Junto a estos, dos hombres algo mayores, lo miraban con curiosidad asiendo a sus respectivos caballos. Junto a los dos carromatos otros dos ultimaban los últimos preparativos en los vehículos. Damarot detectó las miradas curiosas de los dos hombres y se adelantó para presentarlos.

- Amigos, este es Gaal. Nos acompañará en nuestro viaje hasta Lalanke -dudó si realizar más comentarios acerca del okea, pero desistió -Gaal, estos son Barant y Gaelion, comerciantes propietarios de parte de nuestra carga -dijo señalando a los hombres de los caballos -Fili y Dan, responsables de dirigir dos de los carros -añadió haciendo un gesto a los hombres que se encontraban junto a los carros, los cuales respondieron elevando la palma de la mano a modo de saludo -y a los que ya conoces, Ed, Milian y Nebur -este último era el que había dirigido aquellas curiosas miradas hacia Gaal -Faltan Tront, guerrero que nos hará de escolta, y Kirt, un tercer conductor.

Gaal repasó con la mirada a todos ellos e intentó retener lo snombres en su memoria. Barant era uno de los comerciantes, un hombre de avanzada edad, menudo en estatura y con un gesto permanentemente fruncido que daba muestras de su mal carácter, como Gaal comprobaría más adelante. Gaelion era el otro comerciante, bastante más calmado y sensato, que tenía la cualidad de ser escuchado con atención a pesar de emplear en todo momento un suave tono de voz. Fili y Dan eran dos muchachos que pasaban por poco la veintena de años y que por su apariencia, parecían hermanos. Ojos oscuros, pelo castaño, liso y revuelto. Uno ligeramente más alto que el otro. Por su parte, Ed y Milian eran dos muchachos despiertos y de movimientos nerviosos, pelo moreno y piel pálida. Ed lucía un pelo bastante corto mientras Milian lucía un alborotada media melena. Nebur parecía el más joven de los tres (y de toda la caravana) y se mostraba mucho más tímido. Presentaba dos llamativos coloretes en su pálido rostro y un pelo castaño claro que parecía dispararse en todas direcciones a pesar de que no lo tenía demasiado largo.

A los pocos minutos llegaron los dos que faltaban. Un robusto hombre, de gran estatura y hombros muy anchos que Gaal identificó como el guerrero Tront, lucía con orgullo una armadura ligera de cuero, y un espadón que no se esforzaba por ocultar a su espalda. Alcanzó el lugar con parsimonia montado sobre su caballo y apenas saludó con un movimiento de cabeza. Detrás de él apareció otro muchacho de pelo moreno y rizado. Saludando nerviosamente alcanzó a la carrera el carretón y se aseguró de que las riendas estaban bien sujetas.

La caravana tardó poco en ponerse en movimiento. Casi la totalidad de los otros diez viajeros se despidieron de sus seres queridos, sin embargo, Gaal percibió que Nebur se había separado ligeramente del grupo y nadie había acudido a despedirlo. Igualmente ocurría con Tront y con Kirt, que esperaban impacientes. Finalmente, los carros se pusieron en movimiento; el carretón que Gaal había ayudado a cargar iba en medio, dirigido por Dan. El carromato que iba en cabeza era conducido por Fili, mientras que en el último, donde viajaba Gaal acompañado por los tres muchachos y Damarot, Kirt llevaba las riendas. Junto a los carros, Tront montaba su caballo escrutando con seriedad cada árbol, arbusto o giro del camino. A la cabeza del grupo sobre sus caballos y junto al primer carromato, Fili y Dan, los dos comerciantes charlaban animadamente sobre las mercancías que transportaban y sobre los precios a los que podrían venderlas.

La caravana avanzó en dirección este durante varias horas hasta que el camino empezó a serpentear y a tornar hacia el sur. El terreno hasta ahora llano, se iba llenando poco a poco, con la presencia de bosques y pequeñas colinas, que en el horizonte se convertían en auténticas montañas. Poco después de que el trazado del camino se complicara, los dos comerciantes ataron sus caballos a uno de los carros y tomaron posición en el último carromato junto al resto de viajeros.

Estuvo la primera parte del viaje en silencio. Se dió cuenta de que seguía intimidando a los humanos con su aspecto, sobre todo al jóven Nebur, que no paraba de lanzarle miradas esquivas.

Cuando el terreno se hizo más abrupto, y los dos mercaderes se unieron a ellos en la última carreta, Gaal pensó en una manera de suavizar la situación. empezó a recordar una canción que su madre le cantara siendo niño.

En ella se narraba la saga de un héroe élfico legendario, de la Primera Edad de las Leyendas. La historia contaba que el elfo se había visto obligado, junto a gran parte de su pueblo, a exiliarse de su tierra natal. Los Elfos Oscuros les habían expulsado de sus tierras tras una sangrienta guerra. La epopeya narraba cómo el héroe élfico, exiliado de su tierra natal, viajó por todo el mundo, ayudando a extraños y aliados, con la esperanza de conseguir aliados para poder reconquistar su tierra natal algún día. Tras infinidad de heróicas hazañas, y siglos pasados vagando por tierras extrañas, el héroe volvía con un ejército de aliados de todas las razas y naciones, y lograban recuperar la tierra natal de los elfos. Sin embargo, en la última batalla. El héroe caía y moría. Logró al fín yacer en su tierra. Eras mas tarde, su tumba sigue siendo venerada por los elfos.

A medida que cantaba esta canción, Gaal se sentía identificado con el héroe. Había viajado muy lejos desde que saliera de su tierra élfica natal. Empezó a recordar las tierras y personas dispares que había conocido a lo largo de su extensa vida, desde que saliera de su tierra natal de Aldulume. Había viajado a Kajin y vislumbrado aquella mágica tierra, cuyos templos de Pélor contaban con cúpula doradas que reflejaban la luz del sol. Recordó las hermosas arboledas élficas de Aulundunde y de Los Robledales. Recordó los vastos mares cruzados y las oscuras profundidades en als que los Okeas habitaban. Rememoró las altas montañas. A los elfos y humanos. A los Okeas. A los enanos. rememoró a la Reina Lindörié. A su noble padre. Al loco Liozard. Al monje al que vió morir de vejez en Kajin, a su amigo Naar el Okea. Y a la reina Liah de los Okeas.

Después de cantarla, a pesar de que estaba en lengua élfica y seguramente no entendiesen su letra, Gaal no dudó de que algo del "sentimiento del viajero que se adentra en tierra extraña" calaría en los humanos. Además, empezaron a mirarle de forma diferente a la de antes.

Siguió callado un rato más. Luego se detuvieron, y Gaal empezó a recoger leña para el fuego. Mientras comían, pensó que ya era hora de romper su silencio. Pensó cuál sería el individuo del grupo que se encontraría menos amedrentado. Seguramente el guerrero Tront. Se dirigió hacia él sin cortapisa: - Parece una buena espada. A buen seguro ha visto muchos lugares. ¿Me equivoco, guerrero? -

En un primer instante el guerrero pareció molesto por el comentario de Gaal, pero pronto sonrió con suficiencia.

- Así es, amigo. Esta espada ha visto lugares que ni imaginarías. Ha entablado batallas que ni te atreverías a imaginar y ha abatido enemigos... en fin... que parecería imposible abatir. Sin embargo, espero que durante este viaje se mantenga en su funda.

El guerrero guardó silencio para morder una manzana que tenía en la mano. Antes de terminar de masticarla tomó de nuevo la palabra.

- Esta misma espada se enfrentó en su día a uno de los enemigos más temibles de Embelyon, muchacho. Uno de los legendarios gusanos gigantes del sobremundo -hizo una teatral pausa para impresionar al okea -Su cuerpo medía al menos veinte metros. Arrastrándose por el suelo sacaba varios palmos sobre mi cabeza. Allí estaba yo, con mi escudo roto por sus achaques, únicamente armado con mi espada, invitando a aquella bestia a venir a por mi. Mostraba los afilados dientes en aquella boca circular. Tienen varias filas de ellos ¿sabes? El gusano levantó parte de su cuerpo en el aire, sin duda planeando su ataque final, el que acabaría con mi vida. Yo me moví junto a pequeño pero robusto árbol. Cuando calculé que faltaban unos segundos para que se abalanzara sobre mí, me giré y con un mandoble de mi espada, corgé el tronco de aquel árbol. El gusano se precipitó sobre mi, pero fui lo suficientemente rápido como para apartarme a tiempo. Entonces la criatura se clavó el árbol en sus fauces. Aquello me dio algo de tiempo.

Tront seguía su relato, cuando Gaal percibió que el pequeño Nebur escuchaba desde la distancia con un gesto de asombro y miedo en la mirada. Parecía absorto en el relato.

- Esquivé los desesperados espasmos de la criatura, la abordé por un lado, y saltando sobre una roca, pude caer sobre ella. Me aferré a sus escamas mientras se movía de forma violenta. Como pude, fui avanzando hacia su cabeza. Aún no sé como guardé el equilibrio suficiente, pero recuerdo que me alcé sobre estos mismos pies, y clavé mi espada atravesando su cabeza. Su último movimiento me lanzó a varios metros de distancia, pero allí quedó. Con mi espada aún clavada, rezumando sangre de gusano.

Mordió de nuevo la manzana contemplando la reacción del okea.

A Gaal la historia le pareció muy bien narrada, pero a todas luces exagerada. ¿Un gusano del Sobremundo? ¿Él sólo? Una hazaña de tal magnitud era propia de Eones anteriores, no de este. Éste era un Eón de decadencia. Por desgracia, la oscuridad se cernía sobre el mundo. La luz sagrada del sol Pélor se apagaba poco a poco. Aquello era una de las amargas verdades sobre el mundo de Embelyon que Gaal había apredido de los elfos más antiguos de su patria, y que pudo corroborar en antiguos textos que los Sacerdotes de Pélor en Kajín tenían conservados.

Gaal solía ser prudente y meditabundo, pero le pareció que aquél hombre jugaba con la esperanza de sus semejantes. Y aquello le ponía de los nervios: 

-  Sóis un fanfarrón. Esa espada no ha acabado con ningún gusano del Sobremundo, y vos lo sabéis mejor que nadie. No dudo de tu valor o habilidad, pero ten cuidado con jugar con esas cosas.  - Gaal puso un rostro mucho más serio. - Ese tipo de gracias, de graciosas tienen poco. -

Independientemente de lo que replicara el guerrero (seguramente enfadado) se dirigió a los demás: - Siento haberos estropeado la comida, disculpadme.  - Se inclinó ante todos, a modo de disculpa, sobre todo ante Daramot, que era el que habia depositado su confianza en él. Y luego lanzó una mirada seria al guerrero. No había en ella ira o miedo. Tan sólo reproche. Después se alejo del lugar en el que todos juntos comían.

No volvió hasta que todos hubieron terminado de comer. No quería aguarles la comida más de lo que había hecho. Silenciosamente, les ayudó a recoger los pertrechos y se unió de nuevo a la comitiva.

Vió en la mirada del jóven Nebur que algo se había apagado. Un brillo que antes tenía en la mirada. Pero Gaal sabía que la ilusión ciega llevaba a la muerte, y aunque pudiese haber salvado la vida del muchacho, posiblemente también había apuñalado su corazón.

El sol se ponía en el horizonte. A medida que se acercaban a las elevadas montañas al sur, el día parecía mas corto. Las colinas más altas y frondosas que les rodeaban hacían que la luz del sol declinara antes.

A medida que la noche se acercaba, empezó asentirse arrepentido por lo que le había dicho al guerrero. Quizás había sido excesivamente duro con el, y los remordimientos le carcomían.

Se detuvieron al anochecer en una cuenca, protegida por tres lados, y algo alejada del camino. Poco después de acampar y hacer el fuego, esperó a que Tront se alejara de los demás. Entonces se acercó a él:

- Siento lo que he dicho antes. Me dejé llevar por los impulsos, y tal vez te hiciera quedar mal ante los otros. No te preocupes. Hablaré con ellos y les diré que he cometido un error. -

En cuanto tuvo oportunidad, Gaal se dirigió a los demás y les contó que no debía haber juzgado así a Tront. No era un comportamiento propio de un sacerdote de Pélor.

La primera reacción de Tront fue de desconcierto al oír las palabras de Gaal. El silencio se había hecho en el improvisado campamento y se hizo una palpable tensión en el ambiente. El guerrero habló finalmente hacia el okea.

- ¿Qué mosca te ha picado, mequetrefe? ¡Cuando hayas enfrentado la mitad de peligros que yo y esta espada te permitiré poner en duda mis hazañas!

Tront se alejó de allí rosmando por lo bajo visiblemente enfadado. Gaal, consciente de que su comportamiento no había sido del todo acertado se disculpó ante sus compañeros de viaje. Damarot le habló con calma.

- Gaal, disculpa a Tront. Fue rescatado por una caravana cuando era niño a pocos kilómetros del pueblo. Estaba casi muerto cuando lo encontraron. Cuando recuperó la consciencia nos relató que habían asaltado un carruaje donde iba su familia, que unos bandidos mataron a sus padres. Al poco descubrimos que no era así. Su familia lo había vendido a un grupo de maleantes y estos lo habían abandonado en aquel lugar. Desde entonces se ha entrenado en el uso de la espada con el convencimiento de que debía vengar a sus padres y esa mentira le hace seguir adelante. Nunca ha abandonado esta ruta entre nuestro pueblo y Lalanke, pero si ni fuera por esas mentiras, habría sucumbido hace tiempo a la oscuridad. Todos sabemos que sus relatos son mentira, y él sabe que lo sabemos, pero le ayuda a seguir adelante. No se lo tengas en cuenta.

Tras la parada, se pusieron en marcha y Gaal vio como Tront había perdido parte de su vigorosidad. Al poco se acercó a hablar con él, pidiéndole disculpas. El guerrero respondió con un gruñido de afirmación, pero no dijo nada.

La jornada llegó a su fin, y la caravana se detuvo. Hicieron noche en un claro junto al camino y reanudaron la marcha con las primeras luces de la mañana. Avanzaron un buen tramo de terreno durante aquella mañana y Gaal se sorprendió cuando el pequeño Nebur se acercó a hablar con él.

- Señor Gaal -dijo algo azorado -Me gustan las historias del señor Tront, pero ahora sé que son mentira ¿Puedo preguntarle acerca de su aspecto? ¿Como ha terminado así? ¿Ha vivido alguna aventura como las que cuenta el señor Tront?

Los ojos de Nebur parecían implorar con anhelo un relato por parte del okea, pero también transmitían cierta sensación de miedo debido a su atrevimiento.

Gaal no quiso contarle la verdad al muchacho. Temía que él habría oído historias oscuras sobre los Okeas como "demonios de los mares", como le había advertido Damarot:

- Verás, muchacho. Hay muchas gentes y pueblos diferentes en este mundo. Elfos, enanos, humanos .... Todos somos diferentes - Gaal pensó una explicación convincente que ni incluyera las palabras "Okea" ni "ritual de cambio". - Incluso entre vosotros, los propios humanos, sois muy diferentes unos de otros. ¿verdad? Entonces, el color no es importante... -

Pensó en como contestarle a la segunda parte: - Sí. He viajado mucho. Pero ¿grandes aventuras? No diría eso. He visto el peligro alguna vez. Y la mayoría de las veces el mal tenía un rostro ... humanoide. Hasta ahora no he visto nada que un hombre valiente con una buena espada no pueda enfrentar ... - Vió el gesto de ligera decepción en el rostro del muchacho. Intentó ocurrírsele algo para animarle:

- Pero no hay nada malo en ello. No sufras. Antaño hubo seres de leyenda, poderosos y una gran magia, pero también por otro lado hubo males terribles y criatuaras monstruosas .... como las Serpientes del Sobremundo. No temas, pues. Vives en una era más tranquila y APARENTEMENTE menos peligrosa. Existen aún poderes y criaturas peligrosa en esta era, pero quedan pocas, y viven en lugares recónditos, temerosas de vosotros, los hombres.-

- Eso no quiere decir que no haya mal en el mundo. Te aseguro que un simple bandido puede causar tanto mal y ser tan peligroso como la peor Serpiente del Sobremundo. - Gaal miró hacia el guerrero y se lo señaló al muchacho - Y aún existen hombres valientes como él dispuestos a enfrentarse al peligro. Esos son los verdaderos héroes de tu era - Gaal se hizo el despreocupado y añadió - ¿Ves? En cambio, yo ni siquiera llevo armas.- Se gira para mostrar al muchacho que es verdad - Sólo soy un viajero que evita el peligro. Por eso viajo con vosotros, buscando protección. Tront en cambio, se ofrece a protegeros a todos .... Y sólo es un hombre mortal con una simple espada. Dime ¿no le hace eso mucho más valeroso que si fuese un luchador mítico con una espada de reyes? .... Piensa en ello. Es un valiente. Me merece tanto respeto como los héroes de antaño -

Gaal sonrió para sus adentros. - Ahora si quieres te cuento una historia de los Héroes de Antaño ... Pero prométeme que luego acudirás al lado de Tront y mostrarás interés en que te cuente una de las suyas. -

Nebur asintió ante las palabras del okea.

- De acuerdo, señor Gaal. Quisiera escuchar una de esas historias de los heroes de antaño.

Gaal sonrió ante su petición y procedió a contarle una de las primeras historias que le vino a la mente.

El día continuó sin novedad y el okea agradeció aquella rutina a la que empezaba a acostumbrarse. Despertarse al amanecer, viajar en el carro, detenerse para comer, realizar tareas de mantenimiento de los carros, retomar el viaje, y detenerse a descansar cerca del anochecer. Era una rutina agotadora, pero Gaal disfrutaba de ella y de la sensación de seguridad que le transmitía. Disfrutó hasta tla punto de aquella tranquilidad, que por momentos olvidó las ansias que sentía de reencontrarse con sus amigos.

Nebur obedeció cada una de las palabras de Gaal y después de la conversación que había mantenido con él, viajó siempre cerca de Tront, escuchando sus historias. La situación ayudó al guerrero a recuperar su anterior ánimo, y aunque aún se dirigía al okea con cierto reparo, la situación se fue normalizando y el ambiente fue de nuevo relajado.

Una noche, cuando ya habían hecho buena cuenta de la cena, Damarot se acercó para conversar.

- Gaal, como ya sabes estamos a dos días de Lalanke. Mañana a última hora alcanzaremos la encrucijada del Barneo. El camino hacia Lalanke sigue hacia el este, pero la senda norte dirige directamente a Willem. Estarás a dos días a pie de Willem.

Se hizo un silencio en el que el sonido de un grillo cercano llenó el entorno. Damarot continuó.

- Te ofrezco un puesto de trabajo en Lid (el pueblo de donde partieron). El salario no sería muy alto, pero te llegaría para construirte una casa y asentarte. En Lid no te rechazarán por tu aspecto y podrás tener una vida cómoda. Y bueno, después de que rechaces mi oferta -añadió sonriendo -quiero que sepas que encuentres o no a tus amigos, si en el futuro te interesa, simplemente pásate por allí ¿De acuerdo?

El insistente y repetitivo sonido del grillo lleno de nuevo el silencio de la noche. El resto del grupo mantenía charlas distraídas en voz baja alrededor de una hoguera. Todos excepto Nebur, que se mantenía sentado algo apartado de los demás y cuando creía que ellos no lo advertían, les dirigía furtivas miradas. Damarot suspiró.

- Has causado una gran impresión al pequeño Nebur -dijo jugueteando con una pequeña rama que había alcanzado del suelo -Tiene un espíritu muy inquieto. Verás, su madre murió cuando dio a luz. La gente de Lid apoyó a su padre y se encargaron de ayudarle a criarlo, pero cuando apenas tenía dos años, su padre enfermó y murió. Desde entonces Nebur vive solo, en la casa que fue de sus padres y vive de la caridad de la gente del pueblo. Es un muchacho despierto y trabajador, pero sobretodo es muy soñador. Siempre está fantaseando con grandes aventuras, proclamando a los cuatro vientos que será un gran guerrero y vivirá muchas aventuras. Su afán por buscar dichas aventuras es tal que resulta imposible convencerle de que se quede en el pueblo. En cualquier caso, nos ayuda bastante con su trabajo y su entusiasmo. En fin, creo que me voy a echar a dormir. Mañana tendremos una joranda intensa. Buenas noches, Gaal.

Y tras decir esto se levantó y se acercó al lugar donde se encontraban sus pertenencias.

Gaal se quedó solo, sentado sobre un tronco, observando el estrellado cielo, meditando. Se quedó absorto en sus propios pensamientos, hasta que notó una presencia junto a él. No sabía cuanto tiempo había pasado, pero el resto de miembros de la carvana se habían retirado a dormir. Únicamente quedaban él y Nebur que lo observaba en pie a un par de metros de distancia.

- Señor Gaal. Vengo a pedirle un favor -dijo con evidente reparo y nerviosismo -He oído que mañana nos dejará y partirá hacia el norte... -hizo una pausa en la que tragó saliba -Quiero... quiero que me permita acompañarlo.

Gaal sonrió ante la petición de Nebur, y pasó a contarle una antigua leyenda de Kajin:

La leyenda contaba la historia de dos poderosos magos rivales  Alhajkham y Moradhbio.

Ambos habían sido los mejores aprendices del Último Hechicero Supremo de Kajin. Y, aunque se criaron juntos, ya desde niños se llevaban mal. A medida que crecían, fueron eliminando poco a poco a cada uno de los otros aprendices del Hechicero Supremo. A pesar de su maldad ámbos eran portentosos con la magia, y extremadamente astutos.

Los años pasaron, y finálmente, el Hechicero Supremo espiró, (en el conocido enfrentamiento contra el último Khisandra de Embelyon, aunque esa es otra historia), dejando su puesto, sorprendentemente, sin heredero.

Ambos aprendices (ya convertidos en temibles archimagos) se autroproclamaron con el título de Hechicero Supremo de Kajín, y entonces empezó en esta lejana tierra una guerra entre ambos brujos.

Empezaron la disputa de forma sutil, involucrando a cofradáis de asesinos, nobles manipulados, magos serviles o mercenarios de espada violenta en una guerra de astucia y mentiras cuyas tramas se entretejían por toda la magocracia de Kajin. Pero con el paso del tiempo, el enfrentamiento se hizo más cruento, convirtiéndose en una formidable guerra abierta entre los seguidores de Alhajkham y los seguidores de Moradhbio. Una guerra que empezó a asolar el reino, y amenazaba con destruir la capital, donde ambos habitaban, gobernando como reyes archimagos enfrentados.

Finálmente, tras varias décadas de guerra y mucha sangre inocente derramada, los dos rivales decidieron dejarse de intermediarios, y enfrentarse por fín cara a cara mutuamente y, en un duelo mágico como jamás se ha visto sobre las mágicas tierras de Kajin, su poderosa magia acabó por destruirlos a ambos, convirtiéndolos en cenizas.

Desde aquellos tiempos de antaño, el Reino Mágico de Kajin aún tiene vacante el puesto de Hechicero Supremo. Hay allí una majestuosa torre marfílea con un trono de plata esperando a alguien dispuesto a reclamar ese puesto. Pero en todos estos siglos, nadie se ha presentado para solicitar el trono, ya sea por respeto o por temor. Fin

Gaal miró el sorprendido rostro del muchacho, pues a buen seguro él esperaba una historia de grandes héroes, no de crueles villanos, aunque el finál la historia agradó al muchacho, al verse en la historia  Kajin libre de las intrigas y maldad de los dos brujos.

Los dias pasaron tranquilos...

Una noche Damarot habló con Gaal. De nuevo, alguien amable le ofrecía abandonar su causa y asentarse en un lugar. Gaal sonrió ante la oferta de Damarot, y le puso la mano en el hombro, como signo de confianza: - Te agradezco mucho la oferta amigo. Sé que no la haces a la ligera, pero tengo una misión que cumplir, y no debo retrasarme en ella. - Asinitó ante el humano. - Sí. Has acertado de pleno, Damarot. Continuaré con mi viaje ¿que otra cosa podría hacer si no? De rodos modos, intentaré recordar el nombre de tu pueblo: Lid. Puede que algún día regrese ... aunque ... ¡¡no pòr la comida de tu mujer!! Ja ja ja ja -

La historia del muchacho conmobió a Gaal, pero sabía muy bien que no podía llevar al muchacho allá donde se dirigía. Podía ser demasiado peligroso, y no quería cargar con la responsabilidad de la muerte del chaval. - Me gustaría llevármelo, pero no puedo llevarlo conmigo allí donde voy. Es demasiado arriesgado pare él.... - Gaal sonrió - Puede que incluso demasiado arriesgado para mí: ¡Ja! - Damarot miró a Gaal durante un segundo como si el Okea se hubiera vuelto repentinamente loco, aunque pronto apartó esa idea.

- Mira Damarot. No te preocupes que ya hablaré con él antes de irme. Ese muchacho tiene la cabeza llena de pájaros. Tal vez algún día, cuando crezca, pero ahora .... no. Aún es demasiado jóven .... - Gaal pensó unos segundos antes de continuar - ... démosle tiempo a que crezca un poco y conozca alguna chica bonita del lugar. Verás como para entonces empieza a pensar que tener una vida mundana no es tan malo como parece ¿no crees? -

Daramot asintió. A buen seguro aquél hombre, a pesar de ser más jóven que él, sabía más de matrimonio y compromiso que Gaal con sus noventa y tantos años.

Cuando Nebur se acercó, Gaal sabía lo que el muchacho le iba a decir antes de que el chico se lo preguntase. Tras la pregunta del muchacho, Gaal dejó pasar unos segundos interminables antes de contestar:

- Nebur. Yo estaría dispuesto a llevarte conmigo sin ningún problema. Eres una compañía fantástica. Esforzado, amable y optimista. Pero allá donde yo voy, ahora no puedo llevarte. -  Gaal sabía que no podía soltarle al muchacho una historia de "es demasiado peligroso". No después de haberle contado la milonga de que él era un simple viajero que evitaba los problemas. Además, contarle que iba en una especie de "misión" no haría más que entusiasmarlo aún más en la idea de acompañarlo. Decidió mentir :  - Verás Nebur. En mis viajes suelo ir en compañía de rufianes y malandrines. Mala gente. En realidad, no soy tan buena persona como parezco. Tampoco es que sea un monstruo, pero te aseguro que no soy la compañía adecuada para un jóven como tú. -

- Vosotros sois buena gente, y me he adaptado. Pero, en realidad, yo no soy así. En realidad, soy muy exigente, y poco generoso. Y un compañero bastante pesado. Bebo mucho, y me gustan las malas mujeres. No deberías confiar en las apariencias y marchar con un desconocido ¿sabes? Alguien podría aprovecharse de tí. Aún eres muy jóven. Mejor espera a hacerte más fuerte. ¿ves este símbolo? Y le mostró el símbolo de Pélor. Pues en realidad se lo compré a un buhonero y lo uso para engatusar a la gente. -

- Siento decepcionarte muchacho. No soy lo que buscas. Ahora, por favor, hazme un favor, y no les cuentes a los demás lo que te he dicho ¿vale? Os dejaré mañana, y no quiero que se lleven un disgusto cuando, al fin y al cabo, tal cosa no es necesaria. -

Gaal sintió un gren dolor al decir esas palabras al muchacho, pero también alvio. No deseaba a aquél jóven la vida que él mismo había llevado. Sería más feliz con una sencilla vida rodeado de gente que le apreciase... al menos, hasta que tuviese edad de decidir qué hacer con su vida.