Partida Rol por web

Desde otra región o dominio os ha llegado una misiva muy corta, sin un destinatario ni un autor claro. 

Ha llegado el momento.

La carta está firmada por un sol negro.

Todos sabéis cual es vuestro destino y cual es el momento esperado. Debéis ir a Limonar, lugar donde todos los descontentos con el reinado de los Martell van a reunirse para realizar una conjura que destruirá esa cara formada por tiranos y traidores a Dorne.

Un sol negro. Que apropiado. Bueno parece que ha llegado el momento. Es hora de salir ahí fuera y comprobar si puedo ser tan buen Uller como pretendo.

Me dirigo al mayordomo más competente encuentre.

-¡Eh, tú! Dispón todo lo necesario para un viaje a Limonar. Que preparen mis mejores galas y saquen brillo a mi armadura hasta que refulja como el sol. Hablaré con mi padre para elegir un destacamento que me acompañe... y avisa también a Fiavo. Veremos si ese diablo nos sirve para asustar meter el miedo a algunos rivales. ¡Date prisa!... Espera... Ordena que alguna muchacha me prepare un baño antes de partir. Hemos de causar buena impresión entre las posibles doncellas que allí se reúnan -concluyo con sonrisa galante.

Fiavo se hallaba afilando su espada con gran esmero. Tal y como le habían enseñado acompañaba el movimiento de la piedra hasta el final con suma quietud, controlando la respiración y recreándose en cada pasada. Aquella actividad, en apariencia sencilla, le ayudaba a centrar su mente, alejando los retorcidos fantasmas del pasado. Desafortunadamente la comunión entre el hombre y la hoja se rompió cuando llamaron a su puerta para informarle del inminente viaje a Limonar.

-Esperemos que puedas quedarte en la vaina mientras yo visito otra nueva tierra de este continente -le digo a mi espada mientras la guardo.

La comitiva se prepara en la fortaleza para partir ante una misión que puede cambiar el destino de la Casa Uller, de Dorne y, tal vez, de Poniente. Pero antes Lord Harmen Uller convoca a su hijo y a su fiel siervo, Fiavo Fersin, para darles unas últimas órdenes y consejos, por lo que estos son acompañados por siervos hasta las puertas de su habitación personal.

Resaca, maldita resaca.
Agarro mi barriga que tiembla como respuesta, deseo comer y algo mas de bebida, pero alguien llama a la puerta de mi cochambroso camarote.
El repiqueteo del puño contra la puerta suena timido en un principio, pero se anima según lo ignoro.
Cabrones.
Me levanto andando con cierto mareo, casi tropiezo con mi pata de madera, pero recupero el equilibrio y me dirijo hacía la puerta.
-¡Aprended, malditas ratas de mar, que un capitán no descansado es más cruel, más duro, mas inflexible en sus decisiones que más probabilidad tienen de ser herradas si no ha dormido!
Abro la puerta y veo una carta tendida hacía mi por un rostro conocido.
Cojo la carta sin dirigirle mas palabra, arrancandola de su mano y cerrando la puerta en sus narices.
Leo, suspiro, y abro de nuevo con un portazo, encontrandome de frente a un al atonito marinero.
-¿Que haces aun aquí, sabandija?-Empujo al marinero a un lado, dirigiendome al exterior y ladrando.-Vamos, putos peces de rio. ¡Nos vamos!

Bleyk llama efusívamente a la puerta mientra Fiavo espera unos pasos por detrás.

Las puertas se os abren y entráis en las habitaciones del lord, que os recibe sentado, con una espada colocada sobre sus rodillas -Bien, os estaba esperando. Hijo, Fiavo, ha llegado la hora de la venganza. Es la hora de reclamar nuestro momento, de cobrarnos el pago que desde hace tiempo nos ha sido negado, de arrasar con esa casa que se cree con el poder de coaccionarnos y manipularnos a su antojo. Ya sabéis lo que significa la carta, nuestros compañeros están preparados.

Tus hombres, tres barcos con cincuenta marineros veteranos en cada uno de ellos, parten con un destino muy claro, seguir tus órdenes. Solo tu sabes verdaderamente que es lo que el destino os depara, Limonar, las tierras de la Casa Dalt, en cuya fortaleza va a realizarse una reunión en la que participarán importantes señores y cuyo asunto principal tiene que ver con exterminar y con la Casa Martell. No sabes exactamente lo que ocurrirá pero, sea lo que sea, sabes que podrás sacarle provecho.

-Padre... -dijo mientras comienzo a anda con gran porte por la sala-. Os escucho y vuestras palabras hacen arder en mí la sangre vengativa de nuestros ancestros. Mi alma clama por una retribució y sin duda podéis confiar y estar seguro de que os haré sentir orgulloso cuando mi espada justiciera gotee de todo su filo con el rojo de los Martell. Lamentarán el día que intentaron matarme y fallaron por la gracia de los dioses - añado señalando el bordado de mi capa, una flor azul de siete puntas.

No obstante, padre no seremos los primero en alzar la voz. La prudencia más bien debe guiarnos tras la máscara de la ira. Yo me encargaré de eso, pues los Martell no son enemigo pequeño.

-Mi Señor, -digo con la manos cruzadas a la espalda y un tono de máximo respeto-. Entiendo que queráis resarciros por ofendes pasadas. Vos me habéis acogido y no tengo problema en matar en vuestro nombre a quien lo merezca, pero los Martell no parecen un enemigo pequeño y habría que estudiar bien quiénes serán vuestros aliados y en qué grado de disposición... En mi tierra tenemos un dicho... "La victoria es del que da la última estocada, no la primera"

Ordeno sea puesta una mesa en la proa del barco, y mientras en ella me sirvo bebida. Lanzo ocasionales insultos, ordenes y felicitaciones -las que menos- a los hombres.
-Rufianes, estad de buen humor, pronto hemos de llegar, y allí podréis comer y beber cuanto deseéis. Ordenaremos que nos recarguen las bodegas, por lo que esta noche beberéis hasta perder el sentido.-
El beber en su presencia, pretende dejarles claro quien es el señor de esta marcha, si por un azar viera hacer semejante cosa al encargado de otro de mis navíos, sin dudarlo le haría pasar por la quilla.
Consulto las cartas de navegación.
¿A cuanta distancia ha de estar el lugar con este viento?
Para mi tranquilidad, y antes de la fiesta, ordeno vigías, hago adelantarse al mas pequeño de los barcos, y dispongo los otros dos con unos cientos de metros entre si. Ordeno revisar las armas, y que estas estén todas dispuestas. Alguien que conozca la posición de la reunión podría atacarnos en el viaje a ella, y igualmente, podríamos ser traicionados en ella. Son tiempos raros, la gente va a la guerra. Mas vale que no se nos pida eso, no se puede piratear en una guerra, hay demasiados barcos.

Lord Harmen asintió con evidente entusiasmo. Parecía que la misiva que habíais recibido le devolviera parte de su juventud y avivara el fuego de su interior -Si hijo, por fin podremos vengarnos como solo los Uller sabemos, con sangre y dolor. Mi querido Fiavo, aunque nuestro temperamento es fuerte no somos salvajes norteños, sabemos bien a que nos enfrentamos y buscaremos la mejor manera para hacerles frente. Debemos buscar nuevos aliados o, también, podremos crear nuevos enemigos a los Martell -una sonrisa de lobo se dibuja en la cara del lord tras su última afirmación -lo único que me apena es no poder partir con vosotros pero, si me ven, todos los ojos de Dorne se dirigirán a nuestra casa y no podemos arriesgarnos a ello. Id, partid, representad a esta nuestra casa y traedme las nuevas. Tenéis los ejércitos de los Uller a vuestra disposición, actúa con inteligencia, hijo mío, y no te dejes llevar por tu orgullo.

Tras partir de la fortaleza recorréis las tierras de Dorne, sus áridos desiertos y llanuras agrestes, en un grupo pequeño pero bien armado, ocultando vuestros rostros con túnicas y capuchas del color de la arena. 

Los ciudadanos de Dorne no se entrometen en los asuntos de los viajeros pero los vientos de guerra han levantado otros problemas, las sospechas y ataques de bandidos, incluso hay noticias de piratas que asaltan los navíos del mar de Dorne.

Por suerte para vosotros el viaje ocurre sin sobresaltos, llegando tras un par de días de arduo cabalgar a vuestro destino, la fortaleza de la Casa Dalt, Limonar.

La mayoría de vosotros nunca habéis estado allí pero os sorprendéis al ver la actividad del lugar, las fuertes defensas y lo bien preservado que está el castillo. No parece la fortaleza de una casa menor, caída en desgracia, más bien parece el hogar de una casa en notable ascenso.

Por los Siete, ¿que ha ocurrido aquí? No parece el mismo Limonar que mis ojos vieron hace años -sentenció uno de vuestros acompañantes.

Recorréis el mar con soltura, habituados a luchar contra su fuerza y poder, usándola para llegar antes a vuestro destino. La situación se ha puesto cada vez más difícil por el aumento de barcos de vigilancia que Lanza del Sol ha desplegado, hecho que os ha impedido conseguir un botín en este viaje, aunque al menos estáis ilesos.

E viaje ocurre sin sobresaltos, llegando tras un par de días de arduo viaje a vuestro destino, una cala cercana a la fortaleza de la Casa Dalt, Limonar.

Allí vuestros barcos descansan en un pequeño muelle creado en los últimos años, como parte del trato que habéis sellado con la Casa Dalt. Algunos de sus siervos os reciben y tus hombres no tardan en hospedarse en la posada o prostíbulo que la casa ha creado solamente para vosotros.

Una vez más la actividad del lugar, las fuertes defensas y lo bien preservado que está el castillo te recuerda el estado en que se encontraba todo antes de que vuestro trato fuera firmado y parte de tus botines fueran a las arcas de los Dalt. No parece la fortaleza de una casa menor, caída en desgracia, más bien parece el hogar de una casa en notable ascenso. Y los habitantes de Limonar no son los únicos beneficiados, tu flota ha aumentado en dos barcos y cada vez tienes a mejores hombres entre tus marineros.

Si la reunión se celebra esta noche:
Visto mis mejores galas y me afeito y acicalo pudorosamente. Doy orden a los dos fieles hombres que permito guíen los barcos en los que, obviamente no puedo dar ordenes, para que me acompañen.
Y con mis armas y cuchillos al cinto me dirijo hacía el punto de reunión.
No tengo nada que temer, pues Dalt se beneficia más de mi que yo de el, aunque cierto es que cuesta ser un caballero del mar sin un caladero donde hondar, y en este, los beneficios son mayores, las putas mas sanas y el vino de mejor calidad que el resto de tugurios donde los esclavistas pierden las pelotas.
Me miro en el espejo antes de partir, mi aspecto es anticuadamente hortera, y eso me gusta. Larga pluma hondea en mi sombrero, de color vivo y chillón, parezco salido de novela o cuento, incentivando la fantasía de las jovencitas, distinguiéndome del resto. Hay demasiados hombres bien vestidos, pero hay que tener el valor de un rey del mar para lucir tal atuendo con la majestuosidad que yo lo hago.
Cuan satisfecho estoy de mi bigote.
Cojo mi bastón, pues el palo de madera que es mi pierna, tiende a ser ineficaz mas allá de la madera de barco, en barro se hunde, en piedra se astilla. No, el bastón es necesario, pero no es algo de lo que avergonzarse, es un estigma de leyenda marina, si no hubiera perdido, quizá habría amputado yo mismo el miembro.

¿Cómo reaccionaría el auténtico Bleyk ante esta visión? ¿Envidía, arrojo? ¿O quizás una enmasacarando la otra?

Después de tantos años de mentira eran muy pocas las veces en que tenía que preguntarse cómo actúar, más lo cierto es que no esperaba encontrar una fortificación en tal estado de desarrollo. Parecía que a los Uller les iba a costar mucho esfuerzo destacar entre esta alianza. Pero quíen sabe. Quien poco tiene poco ha de perder.

-Sin duda los Dalt han trabajado duro para estar a la altura de mi llegada -bromeó con sonrisa bravucona-. No les hagamos esperar más -se ordenó mientras emprendía el galope separándose del resto.

Fiavo suspiró, en parte divertido y también puso su montura al galope. Al fin al cabo, el mejor papel que podía jugar ahora era el de garde de corps del joven heredero.

-Sin duda no va a ser un viaje aburrido -murmuró

Los ciudadanos de las tierras de los Dalt no solo no parecen sorprendidos ante vuestra presencia si no que, en su mayoría, os hacen caso omiso, salvo unos guardias que os conducen al interior de la fortaleza tras reconoceros.

El señor os aguarda en los salones -os dice el que parece ser el líder de los guardias de la puerta, un hombre de larga barba y piel bronceada, armado con una alabarda. Junto a otros tres hombres os conduce al interior de la fortaleza, un lugar lleno de luz y vida aunque con pocos detalles propios de la nobleza, pocos lujos. Parece que los Dalt solo gastan su dinero en cosas útiles y no en placeres.

Finalmente entráis en una estancia en la que ya hay otros hombres sentados alrededor de una mesa presidida por Lord Andrey Dalt.