Partida Rol por web

- Disculpadme mi lady, tengo mucha curiosidad por conocer a los tuertos, aunque no es mi intención unirme a ellos. - Se señaló sus profusos ojos azules con una amplia sonrisa, ya habitual - Entenderéis el porque. Sin embargo será un honor para mi conocer a tan distinguida escolta - su sempiterna sonrisa, acompañada de un tono de voz grácil hacía dudar a veces de si estaba riéndose de todo o todos, pero él era así, siempre.

Por supuesto Knut. Acompañadnos al campamento y os presentaré a los tuertos. Steth es jefe de una singular unidad de hombres. Diez tuertos con sus firmes lanzas -digo con picardía. Ellos serán mi escolta.

Pero no son los únicos tuertos del campamento. Mi buen amigo Harland, segundo al mando de los Audaces también sufre ese pequeño inconveniente que es tener un sólo ojo.

Y... desgraciadamente, puede que tras los combates recientes, el número de tuertos haya aumentado. Los siete no lo quieran así.

Acompañadme Knut.

Me interno en la fortaleza. Tenía que buscarme un buen sitio desde el que controlar los alrededores.

Steth miró con desconfianza al hombre que sonreía tanto, un hombre así o había visto muy pocas penurias o había visto demasiadas. Se preguntaba cual de las dos sería el supuesto asesino. - Si no tienes intención de unirte por que tienes tanto interes en ver a mis muchachos? solo son unos gamberros sin ojos dispuestos a cortar los estómagos de los que les toquen los cojones. Ten cuidado con lo que haces muchacho no te quitaré el ojo bueno de encima. A mi grupo solo entran los que tengan un ojo y tengan las narices suficientes como para seguirme al combate. Si más se nos unen después de cada batalla sería un honor, más sangre para los tuertos más gloria para el tuerto.

Steth hace una ligera reverencia - Entonces todos te acompañaremos al lupanar, iré a decirselo a los muchachos para que se preparen y afilen todas sus lanzas. - Con esto se dirige hasta donde estaban sus muchachos.

El joven obvió las palabras del tuerto. Si no quería presentarle a sus muchachos, lo mismo daba, sólo tenía curiosidad por ver a tan variopinto grupo. Así pues siguió a Alezade, su nueva jefa, cómo un buen chico y con una amplia sonrisa.

- ¿Siempre es tan hospitalario? - preguntó medio en broma

Steth vuelve al centro del campamento junto con Alezade y un hombre extraño y nuevo. - Para cuando querrás partir muchacha? no creo que tardemos mucho en prepararnos si lo deseas. No sabiendo donde vamos.-  Sonríe

Se separó de estos y se acercó donde estaban los tuertos. - MUCHACHOS! Preparad las lanzas y vuestras mejores ropas os llevo a dar una vuelta, creo que tendréis tiempo de usar al menos una de vuestras dos lanzas. - Luego miró a algunos de sus muchachos -Y acercaros al rio para lavaros el cuerpo no quiero que asustéis a las mozas del lugar con vuestro olor! mmm- se quedó pensando un momento - Eso me recuerda algo

Dicho esto se fue al arroyo cercano a bañarse.

Los tuertos se lanzan a cumplir las órdenes ante la expectativa. El resto de mercenarios comienza los preparativos para partir mientras Wayland se acerca con los batidores. Han estado explorando las cercanías en busca de peligros, al parecer no hay nada que temer. Con su lagarto en el hombro, el explorador se acerca a vosotros.

- Partiremos a cumplir la misión - digo con total serenidad - Preparaos, partiremos cuanto antes - añado.

Wayland, ve con los batidores peinando el perímetro, no queremos sorpresas - ordeno al arquero. - Buen trabajo - añado 

Observo a los hombres y centro mi mirada en Knut.

- Mantente a mi lado - le digo con media sonrisa.

Knut observaba todo a su alrededor con suma atención. No en vano, estaba en un lugar nuevo con un nuevo grupo de gente y, de normal, le gustaba ver las cosas por si mismo y hacerse sus propios juicios de valor de cada uno. Si le preguntabas, presumiría de tener un buen ojo para ver más allá de la gente y, en cierta manera, conocer como era cada uno. De ahí que no perdiese detalle de lo que iba sucediendo a su alrededor.

- No me apartaré de vos, mi lady, mientras no me digáis lo contrario - los vivaces ojos del mercenario exploraron a Alezade por completo, mientras una media sonrisa se dibujaba en sus labios - ¿Cuál es nuestra nueva misión? - preguntó expectante ante la posibilidad de enfrentamientos y aventuras.. porque.. ¿acaso no era eso lo que realmente buscaba un mercenario? ¿Vivir intensamente? 

Knut miraba a su alrededor buscando cualquier punto de debilidad en aquél nutrido grupo de hombres sin honor. Y, sobretodo, buscaba con la mirada a su nuevo objetivo, el maldito Harland, tuerto traidor... 

Sin embargo, cuando miraba a Alezade, lo hacía realmente con deseo. Aquella mujer tenía un magnetismo tangible y una mirada encantadora. Sabía como manipular a un hombre, sin duda.. y debía tener cuidado de que no lo hiciese con él. Aunque.. si le preguntaban... no dudaría en fornicar con ella, varias veces, de hecho.

James asiente con la cabeza y, disimulando, lanza una mirada a Alezade y sus corderos -Se les ve muy feliz ¿verdad? Y parece que alguien se les ha unido a la fiesta, un tipo con el que están hablando. Bueno, poco importa, seremos cuidadosos Harland y, cuando nos hartemos, haremos uso del hacha. La verdad, la moza tiene un rostro atractivo ¿crees que su cabeza quedará bien en mi comedor? Un comedor obviamente comprado con el dinero que lleva encima. Ahora, riamos por el futuro.

Concluyó el tuerto dando una carcajada que fue repetida por los otros hombres cercanos.

Harland y los otros tres tuertos, entre ellos James, que habían ido a vaciar sus vejigas vuelven hablando. Los tres tuertos mantienen una entretenida conversación pero el Tuerto parece, una vez más, pensativo.

Harland, con su gesto de abatimiento habitual, regresó escuchando la animada charla del resto de tuertos mientras se anudaba el viejo cinturón en torno al pantalón. Observó, conforme caminaba, a los recién llegados. Si se sorprendió de ver una nueva cara entre ellos, nada hizo que lo pudiera demostrar. Y, sin embargo, sí le provocó este mercenario en particular una ligera sorpresa. Pero ya estamos acostumbrados a las insólitas maneras del extraño tuerto, y por tanto no debería ser de sorpresa para nadie lo que hizo a continuación.

Se acercó a Knut, de forma que ni un paso separaba al uno del otro. Frunció el ceño, como si intentara imitar un gesto concentrado, y se rascó la barba. Observó el peinado del joven, su rostro, sus brazos, sus armas... Con la misma lentitud y parsimonia de siempre. Apartó la vista hacia un lado y la fijó en ninguna parte.

-Bueno, bueno, bueno... -musitó para sí mismo, apenas un movimiento de labios-. Es bueno que estés por aquí -dijo, posando su único ojo sano sobre Knut-. Acelera las cosas.

Dedicó una breve sonrisa al muchacho y, de forma sorprendente y con gran rapidez, le asió por la nuca y plantó un sonoro beso en su frente. Se apartó alzando ambas manos, alejándose poco a poco de Knut, pero sin la menor muestra de temor.

-Oficialmente quedas bienvenido y bendecido.

Harland, hombre inteligente donde los hubiera, era bien consciente de que sus actos dejaban una huella en el mundo. Sus enemigos le eran por completo ajenos y desconocidos, y no podía importarle menos. Pero esto no quiere decir que fuera fácil de atrapar. De hecho, habida cuenta de su avanzada edad, el haber sobrevivido durante tanto tiempo hablaba bien de sus facultades para mantenerse con vida.

¿Había matado a la familia de Knut? ¿A su antiguo señor? ¿A un amigo? No lo sabía. No le importaba. Si no lo recordaba era porque no había sido memorable, sino rutinario y pasajero. Pero eso, que a él le suponía una estupidez, para cualquier otro seguramente sería traumático. Como, por ejemplo, al hijo, vasallo o amigo del finado, como bien podía ser Knut. La venganza era un sentimiento poderoso en extremo.

Si la venganza hacia él le motivaba, estar tan cerca del objeto de sus iras y recibir un beso sería suficiente para descontrolar al hombre de voluntad más férrea, y eso le expondría. Si no, le permitiría a Harland juzgar el carácter de Knut, además de darle de nuevo el control de la situación. Porque ahora el joven pensaría que el Tuerto sabía exactamente quién era.

De lo contrario, siempre podía tratarse de un bastardo. Lo que, sin lugar a dudas, haría las cosas sumamente interesantes y potencialmente divertidas.

El joven Knut se quedó quieto, sin mover un sólo músculo y apenas sin pestañear ante el acercamiento de uno de aquellos tuertos. Nunca había visto a aquél tipo, así que no sabía a lo que estaba jugando. Decidió permanecer quieto, los mercenarios solían tener sus rituales, él mismo tenía los suyos.

De repente, aquél extraño personaje lo asió de la nuca y le besó la frente, para luego apartarse dándole la bienvenida. Knut respondió con una sonrisa.

- Decidme al menos quién sois, tuerto - dijo sin ninguna maldad y sin borrar la sonrisa de su rostro. - Así sabré a quién buscar después para compartir mi pellejo de vino.- Los vivaces ojos del joven brillaban, amables, fijos en aquél personaje.