Partida Rol por web

¿Desde cuando la vida nos da lo que deseamos? - respondió el joven algo atónito ante las profundas preguntas de Harland. Sin duda, el tuerto era un ser extraño y lleno de misterios, o al menos eso se esforzaba en aparentar. - Estoy aquí porque el destino me puso en este lugar, junto a esta hoguera, junto a un tuerto que bebe agua y niega el vino que le ofrecen - Knut cogió uno de los pellejos de vino que llevaba y bebió un largo trago - La vida de mercenario rara vez se elige, simplemente se vive, cortamente, diría. - no había ningún tipo de resquemor, ni melancolía, ni ningún otro sentimiento en las palabras del joven mercenario, simplemente parecía que pensara eso, tal cual, dejando de lado penurias, vanidades o cualquier otra historia.

¿Desde cuando aquél tuerto rechazaba algo de vino? ¿A qué venían aquellas preguntas? Sin duda algo raro pasaba con Harland, parecía diferente. Aún así, por mucha diferencia que pudiese mostrar... tenía que acabar con él. Matarlo era una cuestión de éxito. Si lo hacía, la misión se encaminaría a un rumbo más favorable y, por otro lado, se sentiría más satisfecho.

Nunca había hecho aquello, desear tanto arrebatar la vida a alguien. ¿Quizás el papel que le tocaba interpretar fue el que siempre estuvo destinado a interpretar? Quizás solo fuese la idea de sentir que estaba haciendo algo de relevancia... Al diablo con aquello.. 

-Me vienes bien -respondió el tuerto, girándose súbitamente hacia su interlocutor-. Rara vez concedo importancia a hombres que no desean nada y se dejan llevar por las riendas del destino. No porque crea que es una estupidez hacer algo así. No, no, muy al contrario... Lo hago porque están tan cerca de descubrir la verdad, y a la vez tan lejos que su necedad y cobardía me repugnan.

Cogió de nuevo su pellejo de agua y vertió el contenido lentamente sobre el suelo frente a sí. Observó el agua caer con su único ojo sin dejar traslucir emoción alguna.

-Yo busco la libertad, Knut. De hecho ya la encontré hace tiempo. Ahora la busco para otros. Hay algo que nos une a ti y a mí, y aún no sé qué es. Y tampoco me importa, a decir verdad. Quizá en el futuro no busques más que mi muerte. Quizá lo estás haciendo ya. Pero te diré otra cosa: tampoco me importa. Cuando yo muera el mundo seguirá girando. Los hombres seguirán ambicionando y manipulando.

Terminó de malgastar el agua y apretó el pellejo con una mano.

-Así que aquí estamos. Un tuerto que desprecia vino y un joven que se deja guiar por el destino. Ya que él te ha puesto en el lugar en que estás, creo que deberías aprovechar la oportunidad y tomar una decisión. Las dos caras de la moneda son éstas: decides seguirme hasta las últimas consecuencias; o te das la vuelta y continúas siguiendo a la potrilla. Ella te ofrecerá oro y una causa justa (y, por tanto, vacía). Yo, en cambio, no te prometo oro, mujeres, gloria o fama; tampoco te ofrezco una causa. No, lo que yo te ofrezco es la posibilidad de coger el destino por las riendas y liberarte. 

Ahora el único ojo de Harland se posó sobre Knut. Apagado, cansado y aparentemente sin vida. No obstante, en la profundidad de aquella mirada muerta se entreveía una inteligencia feroz.

-Sólo tienes una oportunidad. No volveré a ofrecerte estos regalos.

- El destino nos rige,  pero viene marcado por decisiones que tomamos - dijo el joven mirando al fuego que tenían delante de ellos. Podía sonar algo contradictorio, pero así era. Dentro de lo que nos espera hay diferentes caminos, los hombres siempre han sido dueños de sus decisiones, eso es ineludible. El tuerto no era el típico mercenario, o eso aparentaba. Quizás simplemente estaba dotado de una verborrea especial y se hacía el interesante tirando de ella. Tal vez realmente buscase algo más. Lo que estaba claro que Harland apenas conocía a Knut y creía conocerlo, algo que era incierto.

- No me interesa el dinero, ni las mujeres, ni el oro - sentenció el joven - Y tomos mis riendas, ¿qué he de hacer para tomar la oportunidad que me brindáis? - preguntó girándose para dedicar una amplia sonrisa al hombre que decía tener el cambio en sus manos.

-Mata a la potrilla -sentenció Harland, falto de toda pasión-. Entra esta noche en su tienda, sedúcela y termina con su vida. De una forma u otra, la fulana va a morir hoy. Aun en el caso de que yo cayera fulminado en este mismo instante por un rayo, ya sea por tu mano o por la de otro, su final es cercano e inevitable. Lo único que puede cambiar es tu papel en todo esto. 

Silencio, a continuación. El tuerto mantuvo la mirada del joven Knut, valorando su reacción. Lo cierto era que ni fingía conocer al mercenario ni tenía ningún interés en hacer tal cosa. Quizá, sencillamente, Nightingale hablaba sin esperar ninguna reacción especial.

-Me recuerdas a un joven que pasó por delante de mi vida no hace mucho.  

La voz del chico te trae recuerdos no muy lejanos. Te suena bastante, especialmente por su voz, con un acento dorniense. Sabes que la has escuchado antes, no hace mucho, seguramente en el campamento de los dornienses y que has hablado antes con este hombre pues si no no reconocerías su tono.

Harland acercó el rostro hasta que sólo un palmo separaba el suyo del de Knut. Esbozó una ligera y extraña sonrisa que mostraba ligeramente los dientes.

-¿Has oído alguna vez el nombre Cith Seodoc? Dorniense, como tú. Rubio, como tú. También con barba, como tú. Podrías ser su hermano... Diablos, podrías ser incluso él. 
 

Lord Damon asiente pero vuestra conversación se trunca ya que los guardias, avisado el señor, te llaman a su encuentro. Tu amigo y heredero de los Marbrand te sigue hasta las estancias de Lord Serret, el cual os espera en una sala muy amplia y con escaso mobiliario, ataviado con una túnica manchada y un soporte en el que descansa un cuadro a medio pintar.

Perdonad mi aspecto pero he preferido haceros llamar cuanto antes, dejando de lado otros modales por si las noticias que traéis son urgentes. Es un honor para mi estar con ustedes, Lord Tygett, lord Damon.

Steth se puso al frente con ojoloco y dos tuertos más al frente de la comitiva. Tras ellos se situaron alezade y detrás iban el resto de tuertos cerrando la comitiva. Steht habría preferido que Harland los acompañara, era interesante ver a aquel bastardo hacer locuras por todos lados. Bueno no se podía hacer nada, había sido órdenes de la líder. Con la lanza en la mano hizo una señal y todos los tuertos comenzaron a moverse. - En marcha! - Alezade estaba silenciosa por lo que tuvo que tomar la voz, aquella mujer sabría manejar la situación con la gente de más categoría, para dirigir bastardos y locos él solo podía.

Entraron en la amplia estancia iluminada con la luz de decenas de velas, mientras se acercaban Tygett echó un rápido vistazo a su alrededor para confirmar las dimensiones y los obstáculos de la sala.

- El honor es nuestro Lord Serrett, - ejecutó una leve inclinación de cabeza ante el señor de la casa - y no os preocupéis por formalismos a estas horas de la noche mi señor. Hemos sido enviados por mi señor padre para reunir a los ejércitos de las Tierras de Occidente, supongo que os habrán llegado noticias preocupantes desde Desembarco, parece que después de veinte años de paz otra vez va a haber guerra en Poniente y debemos estar preparados para defender nuestras fronteras de cualquier amenaza.

El joven hizo una pausa para tomar aliento y buscar cuáles serían sus siguientes palabras.

- Las tres grandes casas ya han comenzado a llamar a sus hombres para proteger sus tierras; nosotros hemos venido hasta los territorios orientales para hacer una fuerza conjunta y proteger esta frontera y el Camino Dorado. Necesitamos que los hombres de armas se preparen para luchar, ¿cuánto calcula que tardarían en estar listos?

Knut sacaba e introducía la salchicha del fuego, controlando que se hiciese sin quemarse mientras escuchaba las palabras y planes del tuerto. Le proponía que matase a la potrilla, a Alezade, a la líder mercenaria que acababa de aceptarle en aquél grupo. Sonrió ante la proposición, con la cuál supuestamente sería dueño de su propio destino, libre.. Sin duda alguna, Harland era un buen vendedor. 

Instantes después el tuerto se acercó más a él y le dibujo una extraña sonrisa. Knut respondió con una amplia sonrisa y clavando sus intensos ojos azules en el hombre, sosteniéndole la mirada.

- ¿Cith Seodoc? No me suena ese nombre, ¿acaso se cantan canciones sobre él ? Pero por lo que decís de él, debe ser un hombre bien atractivo - el joven amplió aún más su sonrisa para continuar hablando, en un tono bajo y contenido, debido a la cercanía de Harland - Con respecto a vuestro plan.. ¿qué gano yo, aparte de ser dueño de mi destino? ¿cómo se que no estáis poniendo a prueba al nuevo miembro del grupo? Y .. por lo que tengo entendido, no es una mujer que se deje seducir con facilidad - su mirada se volvió a la pieza de carne sobre el fuego, la cuál llevó hacía a su boca y mordió sin elegancia alguna. Realmente tenía hambre.

¿Cómo sabía aquél bastardo quién era Knut en realidad? ¿Acaso el otro mercenario se había ido de la lengua? Harland siempre parecía saber lo que iba a pasar y lo que todo el mundo escondía. Sin duda, lo había subestimado. Empezaba a tener claro que aquél hombre era algo más que un simple mercenario.. y que trabajaba para alguien más. ¿Quizás para su rey?

Malditos todos.. no sabía en quién confiar.. pero sabía que quería acabar con ambos. Sólo debía encontrar otro camino, ganar algo de tiempo...

El tuerto moriría, y sería el, Cith Seodoc, quién acabase con su vida. Eso lo tenía claro, fuera quién fuese.

-Bueno, cada cosa es relativa según los ojos con los que se observe... -el tuerto se mesó la descuidada barba observando, medio hipnotizado, cómo Knut devoraba su salchicha-. Por ejemplo, estoy absolutamente convencido, aunque no he visto nada ni hay nada que me lo indique, de que nuestro suave Wayland se beneficia a esa furcia a placer. Aunque eso no quiere decir que tú vayas a conseguirlo. Francamente, el método me importa poco en comparación con el resultado... Pero, como te digo, esto no es una negociación. Las cosas van a seguir su curso, con tu complicidad o sin ella.  

El malhadado Harland se encogió de hombros, como si nada de lo que hablaban fuera con él. En verdad su actitud, en conjunto, daba a entender precisamente eso: una absoluta falta de pasión y de interés por todo lo que hacía o sugería. Fuera verdad o no, era algo que no dejaba de resultar chocante. 

-Y sí, Cith era un muchacho bien parecido. A buen seguro nunca le faltarán, si sigue vivo, una buena corte de zorras detrás. Pero volviendo a lo que nos importa... Matar a Alezade no te dará la libertad. Escuchar mis palabras, con el tiempo y voluntad, quizá sí. Por el camino, ¿qué puedo ofrecerte? Todo lo que ata al hombre de forma irrevocable. ¿Quieres fama? Serás infame, pero eso no es más que una clase de fama. ¿Oro? No te faltará, pues podrás coger cuanto quieras y yo reparto todo lo que me corresponde entre los míos; nunca me quedo nada para mí. ¿Mujeres? Dudo que esto sea un problema para un joven como tú. ¿Títulos, posición? Si es esto lo que buscas en tu vida, entonces ponte en pie y aléjate de mí. Sólo puedo ofrecerte un lugar en un orden nuevo: el que impondré tarde o temprano. Pero tener una posición en dicho orden tampoco me interesa. 

Quedó entonces sumido en un reflexivo silencio. O tal vez sólo en silencio. Era difícil saberlo, en realidad.

El insondable Harland Nightingale, cuyo nombre real yo mismo desconozco, no estaba interesado en nada. Al menos no en nada material. Vagamente interesado en cuestiones espirituales, más allá de su propia concepción de la vida y el mundo, tampoco estaba interesado realmente en cuál sería el resultado de sus actos, llamados a ser atroces. Así pues, es un hombre (como ya vamos viendo) que, si bien quiere algo, es difícil determinar qué exactamente. 

Pues bien, hete aquí: más allá de interesarle cómo iba a desarrollarse un incendio, cuánto terreno iba a quemar éste, cuántas vidas iba a afectar o, en definitiva, cuál iba a ser el resultado final... A Harland Nightingale le interesaba, fundamentalmente, ser el hombre que portara el fósforo que inflamara todo. Esto y, por supuesto, quedar reducido a mero espectador. Nada habría más gratificante para un monstruo de este calibre que observar el infierno mismo desde una cómoda y privilegiada posición. 

¿Por qué? ¿Cómo un ser humano puede llegar a adoptar tal postura? ¿Iba a sentirse saciado alguna vez? Preguntas de imposible respuesta. El propio tuerto jamás se las había formulado, y yo no estoy en la posición de responder porque, más que un ser humano, Harland Nightingale se me antoja una fuerza de la naturaleza. Destrucción, en su más pura esencia, ¿pero, acaso no es también un maremoto o un tornado una fuerza de destrucción? 

Knut terminó de devorar la salchicha. La masticó pacientemente mientras Harland le hablaba. Escuchaba con la mirada perdida en algún punto entre el fuego y el horizonte, como si mesara sus opciones, o como si simplemente estuviese escuchando a alguien que le cuenta una historia mientras almuerzan. 

Cuando el tuerto terminó de hablar, el joven tragó la bola de comida, se quedó inmóvil por unos segundos para después volverse y mirar al hombre que le acompañaba al fuego.

- Consideradla muerta - sentenció tranquilamente. Su tono de voz denotaba una frialdad y una seguridad que antes no había mostrado. Cogió una de los pellejos de vino y lo elevó, como si de un brindis para cerrar el trato se tratase. Desacordonó el otro pellejo e hizo ademán de ofrecerlo a Harland, aunque lo había negado anteriormente.