Partida Rol por web

Por fin habíamos aclarado el asunto y objetivo parecía común. Quizá, en algún momento entre donde habíamos conocido al cazador y la taberna, olvido el motivo por el que volvemos a la taberna. Pero voy contenta, porque había muchas moscas que calar y el pelo de Rizzo era tan gracioso... Pero TAN TAN gracioso...

Pero acabo recordando que no estamos aquí para eso. Que no vamos de vuelta a la posada para buscar ni la pelusa, ni hurgar entre los mechones de Rizzo en busca de divertidos piojos. Vamos para buscar a los compañeros y marchar al bosque en busca de esa famosa bruja. 

Acabamos encontrando a los compañeros dormidos en el suelo. 

- ¿Veis? Luego la dormilona soy yo...ts... - niego con cierta indignación, comenzando a dar darle en el moflete con el dedo a Dastan - Eh, eh, eh, hola, eh, arriba, eh, hola - digo de forma incesante, pero lo que espero nunca llega a suceder, pero sigo dándole con el dedo. 

Mi rostro se torna de preocupación. Nuestros amigos también habían caído en esa enfermedad, o lo que sea que fuera. Pero sigo dando con el dedo.

- Debemos pensar que hemos hecho hasta ahora, que han hecho ellos que nosotros no... Pues nosotros estamos bien... - algo un dedo - Bueno... realmente yo tengo sueño todo el rato también, pero es cosa de mi raza... Esto debe ser otra maldición... No creo qeu sea nada que haya en los colchones, si es lo mismo, va mucho más allá...

—Pienso que esto será más difícil, pero podremos arreglarlo igualmente —Dastan era optimista sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo de los sueños, si estaban allí podrían solucionarlo, pero el Príncipe decía que pasaba en todo el mundo, que el mundo de los sueños sólo se estaba preparando... eso era lo que le preocupaba. 

—Si hay alguien ahí, lo arreglaremos con él, seguro —Dastan no tenía miedo, aunque tendrían que tener cuidado con las rocas.

—Sí, somos viajeros, yo vengo de Atlantipolis... me siento raro entre tanta tierra sin ver el mar —confesó para su propia sorpresa. Era simplemente cierto.

Ni Kon ni Dastan parecían percatarse de los llamados que sus compañeros de viaje les hacían, de hecho parecían dormir plácidamente. No había ningún indicio de que ellos estuvieran mal, solo dormidos. Habían caído en un sueño profundo, como lo había hecho el príncipe de la ciudad y el compañero del joven cazador.

Rizzo negó a todas las preguntas que se hacían a sí mismos, incluso a las de Detlef que quería buscar una explicación lógica a aquello. –Han quedado dormidos como el resto, no se van a despertar. Ya probaron de todo con el príncipe y buscaron por todo el castillo. No tienen nada, solo duermen y no pueden despertar, nadie sabe por qué- se rascó la cabeza, alborotando aún más aquella melena despeinada que tenía.

Tampoco los toquecitos nerviosos de la antroponeko surgen efecto sobre ninguno de los dos, estaban dormidos muy profundamente. Sin rastro de nada más. Fuera una enfermedad o no, estaba afectando cada vez a más gente.

-Tenemos que ir a buscar a la bruja- insistió Rizzo. –Es la mejor forma de arreglar esto, ella sabrá, estoy segura- asintió un par de veces y señaló la puerta. –Vamos, no perdamos tiempo. Seguro que la posadera puede echarles un ojo.

El príncipe les guiaba hasta aquella especie de palacio, donde esperaban encontrar a alguien. El camino era escarpado y lleno de rocas. Algunas incluso flotaban, como si no pesaran nada. Podían saltar de una a otra sin que esta notara su peso. Tenji saltaba entre rocas, probando aquella aparente no gravedad que poseían y casi sonriendo levemente al ver que no se movían.

Se paró en lo alto de una y miró a Dastan. Su expresión era de asombro y su boca formaba una perfecta o. -¿Atlantipolis? ¿Vives bajo el mar? ¿Cómo es? ¿Puedes respirar bajo el agua? Yo nunca salí de viaje, lo haré antes de que mi padre decida nombrarme rey, mientras tengo que aprender aquí mis deberes…- su voz sonaba un tanto triste por no poder compartir más experiencias fuera de su reino. –Contadme sobre vuestros viajes, suenan interesantes.

– ¡Volvemos al camino! Tengo que decírselo a Mike antes de que se acueste. Luego siempre refunfuña si lo despertamos –comentó mientras recogía sus cosas. No sabía cuánto tiempo estaría fuera y, nunca se sabe, quizá tuvieran que pasar la noche a la intemperie.

Kivo tenía muchas ganas de descansar, de hecho estaba molido del viaje, pero si la opción era quedarse en un sueño eterno, eso de meterse en la cama no parecía tan buena idea. Tocaba aguantarse y dejar el descanso para otro día. Cuanto antes acabaran con aquel misterio antes podrían dormir a pierna suelta.

– No perdamos tiempo... nuestros amigos y el príncipe necesitan nuestra ayuda –lo del príncipe no le molestaba  tanto. ¡Pero los amigos son los amigos!–. Avisemos a la señora de la casa... pero creo que sería mejor no decirle que están hechizados como el príncipe. ¡A lo mejor quiere echarlos al patio o se los lleva la guardia del palacio! ¿No os parece?

- Creo que el problema radica en dormir - dijo, recogiendo sus cosas para adentrarse en el bosque - Quiero pensar que afecta a aquellos que se acuestan, ¿no? Aunque claro, ni Dastan ni Kon habían llegado a sus camastros...

El joven se mordió el labio inferior, pensativo. Él era un artesano, no un sabio ni un erudito. Le gustaba trabajar con las manos, pero por ahora su viaje estaba rodeado de magia, espíritus y maleficios. No había tenido oportunidad de demostrar su valía.

- Nada, olvidad lo que he dicho, no tiene sentido - añadió, ajustado su ballesta labrada - Estoy listo. Vamos a ese bosque.

Me acabé incorporando, mirando a nuestros compañeros con preocupación. Asiento a la idea de Kivo de no pregonar lo que le pasó a nuestros amigos.

- Si, vamos... - les miro con pena y les arropo con las mantas si es que no están tapados. Alboroto el pelo de ambos, porque sus mechones me llaman y miro al resto, a la espera de partir cuando digan.- Y si, mejor no decir nada a la posadera... Estoy de acuerdo - a Kivo.

—Respirar no, pero aguanto mucho la respiración, y tenemos aparatos para aguantar más —fui contando al Príncipe— te recomendaría ir a Atlantipolis, la gente es muy agradable y la vida es totalmente diferente a la que tenéis aquí. Aunque sólo por el clima, esto se llama el Reino del Peligro... allí también tenemos peligros. Vienen de abajo. 

—Empecé el viaje con tres compañeros, luego nos encontramos a Kon y se vino con nosotros. Hasta ahora hemos estado en —fui comentando por donde habíamos pasado— pero las cosas verdaderamente interesantes han sido en Ora y en un templo abandonado lleno de fantasmas...

—Ya verás como tú tienes un Viaje todavía más interesante. 

Rizzo miró a Kivo. -¿Quién es Mike?- dijo con curiosidad. Él no sabía que tenían animales de carga con ellos, de hecho no conocía a Kon y a Dastan hasta que no le informaron de ello. Aunque quizás, para un viaje tan breve al interior del bosque, no era necesario despertar al pequeño pony con jersey.

Los viajeros se encaminaron escaleras abajo, para encontrarse con la posadera que amablemente asintió a su petición de cuidar de sus amigos. Ella quedó con aire preocupado, de saber que solo habían subido a dormir y no podían despertar. Quizás la aflicción del príncipe Tenji era contagiosa y ahora todos caerían en la misma enfermedad: no despertar nunca del sueño.

Sus pasos no tardaron en llevarles hacia el bosque, saliendo de las murallas de la ciudad. Ellos habían llegado por el camino que de día estaba bastante transitado, pero Rizzo les mostró un camino apenas marcado y lleno de maleza. Los árboles se retorcían no dejando ver bien por dónde tiraba la pequeña linde. –Hay que ir por aquí…- dijo señalando y luego miró a los viajeros. –Sé lo que parece el camino, pero es la única forma de llegar a casa de la bruja sin perderse. Si tratamos de atravesar los árboles será peor, nos perderemos- él se adentró.

-¡Ah!- chilló de repente. -¡Tened cuidado, metí el pie en un agujero con barro! Uggggg…

El príncipe escuchaba interesada cada una de las palabras de Dastan, caminando a su lado. Sus ojos brillaban de emoción cuando hablaba de su hogar natal, también cuando narraba sus aventuras hasta ahora. Tenji sonreía contento a cada palabra. Hala… Me encantaría ir a Atlantipolis, ¿crees que cuando haga mi Viaje debería empezar por allí? Quiero embarcarme en una gran aventura como vosotros.

Miró a Dastan cuando le dijo sobre su camino.  –Oí de Ora, dicen que las frutas y verduras más deliciosas vienen de ahí, ¿es cierto? ¿Ahí es donde encontrasteis el reloj? ¿Y qué paso con los fantasmas? Creo que es lo que más miedo me daría de todo, nunca vi uno…

-No podré comenzar mi Viaje hasta que mi padre no lo decida. Quiere que me instruya para ser un buen rey y, cuando esté listo, podré emprender mi Viaje. Me gustaría encontrar compañeros tan divertidos y agradables como vosotros… Que suerte tenéis de que el camino os uniera.

- Es nuestro pony con jersey - intervino Hamo, encantado con el fiel compañero que les había seguido hasta allí, y explicó a Rizzo cómo Kivo había elegido el mejor ejemplar en el mercado gracias a sus conocimientos sobre animales y magia natural. El pony se había enfrentado a recios caminos y espesas lluvias, y sin embargo, seguía con ellos sano y salvo. Era tan compañero como él mismo, Sasha y los demás.

Cuando salieron de las murallas de la ciudad, una sensación de desasosiego invadió al artesano. Él era un ratón de ciudad, y no estaba muy convencido de hacerse al bosque. Sobre todo un bosque tan tenebroso y siniestro como aquel. ¡Pero debían salvar al príncipe, a Dastan, Kon y los demás! Si lo conseguían, sería un tallado muy interesante que grabar en su ballesta.

Por si las moscas, comprobó por tercera vez desde que habían salido de la posada que el mecanismo de su arma funcionaba correctamente.

No hacía nada que habían abandonado el tenebroso camino por el bosque y ya tenían que volver a él. Kivo se sacudió erizando el pelaje como quien tirita para alejar el frío.

– ¡Brrr! –dijo, intentando alejar de sí esa sensación. Los árboles de esa región no eran tan amables como Kivo acostumbraba a conocer, y la mayoría ni devolvía el saludo. Eso sí, sentirse observado desde la espesura, sí, mucho. Había dejado atrás esa sensación, pero en cuanto dejaron atrás la ciudad volvió a él–. ¡Tendré que hablar muy seriamente con estos árboles cuando volvamos! Así no se trata a las visitas.

En fin, se sobrepuso al malestar y al cansancio y siguió caminando.

– ¿Está muy lejos?

Pensaba que no le íbamos a decir nada a la posadera sobre nuestros amigos, pero parece que cambiaron de opinión y así acabaron haciendo. Tampoco le doy importancia, pues parece que la mujer lo tomó a bien e incluso cuidaría de ellos. Estábamos equivocados. 

Sigo al grupo hasta el bosque, sumergiéndome con ellos en aquel camino precario. Enseguida, los bajos de mi vestido no tardan en comenzar a rozarse con la maleza y siendo algún jirón en la tela. Menos mal que no habíamos traído a Mike, se hubiera destrozando su bonito jersey. 

- Pues si, más vale que les des esa charla, porque se me está estropeando el vestido -  me quejo, ante las palabras de Kivo. Olvidando el motivo por que estábamos en este lugar en primera instancia. Pero luego recuerdo en motivo, y el tema del vestido deja de importarme.

Las palabras de Tenji alegraban el corazón de Kon "...que el camino os uniera..." que bien sonaba aquello. Pero una sombra amenazaba con oscurecerlo, pues otros compañeros había unido al viaje del muchacho pero se separaron para no volver...

Trató de alejar los malos pensamientos sacudiendo su cabeza.

Nosotr...eeehm...en otro de mis viajes encontramos un manantial seco, el sustento de un pueblo desaparecido - se animó a explicar Kon - y, siguiendo el curso del cauce logramos resolver el problema, por lo visto una escama de Dragón se sentía mal, y se protegió con una coraza de hielo, congelando toda el agua del manantial a su alrededor. No fue sino mostrando nuestro amor hacia ella cuando el hielo se deshizo y el agua volvió a fluir. - terminó Kon, sonriendo.

Desde luego ocurren cosas muy extrañas cuando uno se aleja de su tierra, yo provengo de Lindblunt, en Mechrow, y todas estas cosas que suceden sin engranajes y motores de vapor...parecen obra de duendes, jajajajaja.

Pese a que el propio joven había demostrado habilidades mágicas, no estaba acostumbrado aún a ellas. En su pensamiento sus  fuertes sentimientos y los de sus amigos lograban hazañas inexplicables.

El príncipe era muy agradable. Ojalá viniera de Viaje cuando yo estuviera en Atlántica y así le vería otra vez.

—Seria una buena idea, si yo he vuelto para cuando vuelvas estoy dispuesto a alojarte en mi casa a tí y a la gente que traigas en  tu viaje.

Le expliqué donde vivía y como llegar, además de contarle un poco las regiones de mi país y como ir por ellas. Al menos las de arriba.

—Sí, las frutas y las verduras ricas son de allí. Pasaba que en el pueblo el tiempo se había detenido para las plantas, no maduraban, sólo maduraban fuera. Pero ¿sabes? La gente seguía festejando igual, porque eran voluntariosos... y al final todo se arregló. Como se arreglará aquí.

Su padre le impedía viajar hasta ser rey, era lógico, pero solucionable.  

—Tu padre quiere lo mejor para su pueblo, pero... una cosa, cuando acabes de instruirte, dile que quieres Viajar, que nunca serás buen rey sin un viaje para terminar tu educación. Seguro que sabrá que es totalmente necesario.

Con lo de charlar con Tenji, avanzábamos sin miedo alguno hacia el lugar ese extraño de los sueños. 

Abrió los ojos asombrado al escuchar a Kon. -¿Has visto una escama de dragón? ¿Cómo son? Tampoco estuve nunca en Mechcrow… ¿Tu pueblo es bonito? Puede que también pueda visitarlo un día.

El príncipe tenía obligaciones, lo cual quizás no le permitía comenzar su viaje cuando él quisiera. -Mi padre sabe que quiero viajar- dijo Tenji. –Solo debo esperar un poco más… Luego tomaré mi Viaje antes de tomar mi puesto como rey, él dice que eso me enriquecerá y que será necesario.

Los pasos de los viajeros les llevaron cada vez más cerca del templo, pero allí había un obstáculo insalvable. Un precipicio enorme les separaba del templo, alrededor había restos de armas, armaduras, como si una batalla se hubiera librado hacía demasiado tiempo. Tenji miró alrededor. -¿Cómo atravesamos?- se le notaba preocupado, pero aprovechó para coger uno de los arcos y unas flechas que había por el suelo. Tuvo que buscar porque la mayoría de lo que quedaba estaba roto. Parecía familiarizado con ese tipo de arma. –Por si acaso…

Rizzo miró a los viajeros claramente interesado cuando hablaron de un pony con jersey, esos no existían por aquella zona y eran raros de ver. –Querré conocer a Mike, cuando volvamos…- sonrió y les guió por el sendero que había mostrado a sus nuevos compañeros.

Sus pasos les hicieron llegar a una de aquellas figuras que parecían fundidas con el bosque, como si los árboles crearan aquellas formas abominables para ahuyentar a los curiosos y a los débiles de corazón. Rizzo sin embargo se puso a caminar alrededor de aquella cosa con cuidado.

-Esto es un gólem… Antes había muchos en el bosque, pero algo ocurrió que se quedaron así. Es como si se hubieran dormido esperando algo, nadie sabe por qué- señaló a aquella criatura, que estaba lejos de parecer viva. Rizzo susurrara, como si fuera verdad que estaba en una especie de sueño. –Si no se les molesta no pasa nada, son inofensivos… Pero si se despiertan tienen muy mal humor. Más que mi abuelo Rumple, que nos tiraba sus babuchas cada vez que trataba de echar siesta y no le dejábamos. Tratad de no hacer ruido y no pasará nada.

– Shhh –silbó Kivo flojito, pidiendo silencio. Caminaba con cautela y de puntillas.

El golem era grande e impresionante. Algo tétrico y amenazador. Pero sobre todo estaba dormido, y eso si que era malo. Que lo despierten a uno de mala manera siempre es peligroso. A veces a Sasha había que despertarla desde lejos, dándole golpecitos con la vara de Faerys y desde atrás de una roca.

Pegó un brinco para esquivar un matorral anguloso, giró y se apoyó en la vara como si fuera una pértiga, y pasó por encima de un tronco podrido. Tenía toda la pinta de ser uno de esos mal apoyado en una roca y que si te subes hace de balancín, se mueve y hace ruido. ¡O te manda al suelo!

Con un par de saltitos más dejó atrás al golem y esperó a sus compañeros al otro lado.

Lo cierto es que, a pesar de ser un bosque tenebroso, seguía siendo un bosque, y Kivo se manejaba muy bien en ellos.

¡Cómo entendía el mal humor del Golem! Totalmente comprensible. Con la rabia que da que te despierten de un vaporoso sueño. Sobre todo cuando justo en ese momento estás soñando algo bonito... Como estar nadando en un mar de pelusas multicolor que te hablan y te dan de comer riquísimos dulces. 

Es por eso que pongo toda me concentración, que era poca, en ser muy sigilosa y no despertar al pobrecito de su siesta. Porque, que te despierten de la siesta era lo peor. Sorteando matojos, saltando gracilmente por encima de posibles ramitas u hojas, de estas que si las pisas hacen un ruido muy molesto. 

Cuando estoy al otro lado, hago una señal de silencio al resto. Llevándome un dedo a los labios. Una siesta era muy seria. 

Hamo era un chico bastante diestro. Era ágil con sus manos, sus dedos podían sentir sutiles imperfecciones de la madera y la piedra, y si se lo proponía, podía hacer malabares con una sola mano. Pero en cuanto a agilidad... eso era otro cantar. No era un atleta, ni un gran guerrero. Se había criado entre el fuego de la forja, las virutas de madera y el polvo en el ambiente, sin jugar con los demás niños que corrían entre risas calle arriba. 

Por eso, cuando cuando paseaban por el bosque y Rizzo les habló del Gólem - ¿de qué le sonaba tanto ese término? Estaba seguro de que había escuchado algo muy parecido hacía tiempo - se distrajo viendo las grotescas formas de la figura, las hojas que cubrían su rostro como si fuera una maraña de cabello, y tropezó con una raíz que sobresalía de la tierra. Su rostro dio de bruces con la siniestra criatura que dormía...