Partida Rol por web

Karl descubrió lo que quedaba de una señal vertical cerca de una de las bocacalles. Al parecer algún vehículo se había accidentado recientemente y la había arrancado de cuajo de su sitio tras chocar con ella. Se agachó para recogerla, sopesando su tamaño y la manera de sostenerla en sus manos con facilidad, pues no era ni de lejos lo mismo que sus palos de golf.

Con semejante arma para defenderse de sus perseguidores, frenó en seco su carrera estéril, dándose la vuelta para recibir a la extraña criatura con un golpetazo. Había leído en alguna novela de terror de niño que el hierro permitía golpear a los espectros... Pero había dos problemas: uno, que ese tipo de señales difícilmente contendrían algún compuesto de hierro entre sus materiales y dos, que esa cosa no tenía pinta de ser un fantasma ni nada que se le asemejara. A ver qué era capaz de hacer entonces.

El matrimonio decidió permanecer unido a pesar de la adversidad. Ambos se prepararon con armas improvisadas para hacer frente a lo desconocido.
La criatura se lanzó contra Karl, perdiendo su invisibilidad. El ser estaba formado por la oscuridad más primordial. Su vaga forma humanoide era alargada y de su espalda salían cuatro tentáculos hechos de sombras. En su rostro sin facciones sólo se podían observar unos ojos vacíos. Unos ojos que eran como desgarros en la realidad, desgarros que mostraban la infinita profundidad del universo.

La criatura trató de derribar al cabeza de familia quién, de forma diestra, consiguió desviar el latigazo del tentáculo. Acto seguido, como si fuese un gato callejero que tratase de intimidar a un semejante, apoyó sus manos en el suelo y arqueó su espalda para dejar mayor libertad de movimiento a los poderosos apéndices que usaba como armas.

Dispuesta a todo, más aún cuando pudo ver como su esposo era atacado por aquella cosa horrible, no dudó en coger aquel caño que había encontrado con fuerza y avanzó una vez esa criatura dio unos pasos hacia atrás. Quería atizarlo con lo que tenía y no dudaría en hacerlo. Martha Stevenson estaba preparada para todo, no permitiría jamás que maten a Karl y por ello, la ama de casa reveló allí mismo de que estaba hecha. 

—¡Muere criatura horrible!—gritó con furia. 

Había muchas cosas en juego, pero de todas lo más preciado para ella era lo que defendía. Las cosas que se hacían por amor. 

Martha se enfrentó a la criatura con determinación, como si matase a una simple araña con su escoba. Asestó un golpe con la parte astillada del palo, como si llevase una lanza entre sus manos. La sangre verdosa y fétida brotó de la herida. La criatura no emitió ningún sonido, ya que no pareció sentir ningún dolor.

Los infantes terribles detuvieron sus pasos y se quedaron observando en silencio.

Karl se preparó para cuando la criatura se lanzó contra él. Ahora que podía observarla mejor, sin su camuflaje, no podía dejar de pensar en lo increíble que era. Y en que nunca en su vida había visto nada parecido; aquella cosa estaba sacada del mismísimo inframundo. Tras esquivar su embestida, intentó propinarle un golpe con la señal, pero reculó en el acto tras ver su postura defensiva, con esos tentáculos flotando amenazantes. ¿Sería capaz de cortarlos? Estaba valorando esa posibilidad cuando una nueva figura entró en escena. El rostro del hombre se descompuso ligeramente.

—¡Martha! ¡No! —gritó, impactado, por ver a su esposa allí también lanzándose a la carrera para pegarle a la criatura con una especie de palo.

No quería que ella estuviera allí. No quería que nadie le hiciera daño. Pero, aunque lo quisiera evitar, ella ya le estaba acompañando. Karl aferró la señal firmemente y dio un salto para potenciar el golpe sobre uno de los tentáculos. Al final, sería juntos como tratarían de poner fin al asunto de una vez por todas. Ojalá lo consiguieran. 

Como un felino de gran tamaño la criatura esquivó el golpe de Karl. Aquel ser se movió con velocidad y trató de atrapar al hombre entre sus tentáculos, pero su antagonista se deslizó bajo los apéndices mientras usaba la señal como un simple escudo.

Aquella criatura no era un animal ni se asemejaba a nada que hubiera visto antes, pero tenía un comportamiento similar al de una bestia salvaje. Karl se defendió como pudo de los tentáculos, bloqueándolos con la señal de tráfico y sosteniéndola con fuerza para que no se la llevara con un tirón de alguna de sus ventosas. La jodida cosa era encima fuerte. El hombre apretó los dientes, jadeando, mientras miraba a su esposa de reojo. ¿Cómo decirle de un modo práctico que no parecía probable que pudieran terminar con ella de un modo tan rudimentario y burdo como aquel, que consistía básicamente en apalearla igual que si hubiesen retrocedido a la época de los neandertales?

—Lárgate de aquí, Martha —dijo en primera instancia, empleando un tono imperativo—. ¿No ves que es imposible? ¡Salvaros vosotros! No creo que pueda mantenerla a raya mucho más tiempo... —el hombre empujó hacia adelante la señal, preparando un nuevo ataque—. ¡Vete y huye ahora que puedes! —exclamó rabioso, intentando golpear a la criatura en uno de sus tentáculos.

—¡No lo haré Karl Stevenson! ¡No lo haré! 

Y con furia al ver que su esposo le era imposible siquiera esquivar los ataques de ese bicho y dar un buen golpe, pensó en todos los niños que fueron manipulados por esa cosa, en sus propios hijos a los que le había prometido que siempre los iba a proteger y por ello, como toda madre cuando siente una amenaza real fue al ataque. 

Cuál leona enojada por el peligro que tienen sus cachorros, lo dió todo, absolutamente todo. Y así como le había enterrado el palo, de nuevo fue con el mismo a provocar daño en la criatura. No pensaba parar hasta dejarla agonizando y así, le daba dar el toque de gracia con un tacón, lo haría. 

Nadie en este mundo toca a su familia, no. Nadie, porque se enfrentarán con la ira de Martha. 

Ambos cónyuges no se dejaron amilanar por la situación y reunieron fuerzas contra el extraño ser. Karl golpeó la cabeza sin rostro de la criatura haciendo que desviase su mirada. Martha, cual amazona, aprovechó la situación para hundir su arma improvisada en el monstruo. La sangre brotó de nuevo salpicando a ambos luchadores y dejando el suelo lleno de manchas verdosas.

El ser sintió el dolor, no emitió ningún sonido. Sólo observó un segundo a sus enemigos, para evaluar a cual debía matar primero.

La sangre derramada sobre el asfalto no le dejó ninguna duda al ser. El enemigo que debía eliminar primero era la mujer. Ella había perforado su piel con un simple palo astillado. Ella, no el hombre aún siendo más fuerte, le había herido. Ella debía morir.

La criatura se giró con rapidez, encarándose a Martha y no dudó en usar uno de sus tentáculos como un látigo. El golpe impactó en el torso de aquella madre que solo quería proteger a los suyos.
No la derribó pero si la hizo retroceder.

Al menos la criatura sangró un poco y eso significaba que era vulnerable como ellos mismos, así que tras dar un buen golpe la mujer se distrajo para ver a su esposo por si tenía alguna herida y esto provocó que uno de sus tentáculos le diera de lleno en el pecho, casi tirándola al suelo. 

—¡Joder! ¡No!

Y al ver que era muy dura aquella cosa, volvió a la carga para volver a enterrarle el palo y hacerle más daño. Tenía que caer, de alguna manera había que hacerlo.

Por supuesto que su mujer no se iba a marchar ni a dejarle allí a su suerte. Martha era tan terca como él o más. Por eso la amaba. Por eso daría la vida por ella una y mil veces. Esbozando una media sonrisa de complicidad, a pesar de que la situación no estaba como para sonreír, los dos unieron fuerzas y atacaron casi al unísono a aquel extraño ser. Karl giró el cuello para que la sangre verdosa no le salpicara en el rostro, pero comprendió que si sangraba, era porque podía sufrir daño. Y quizá hasta pudieran matarla o incapacitarla para huir.

Sin embargo, la criatura no se iba a quedar quieta y sumisa, sino que también respondía a las hostilidades con violencia. Por eso, tras recibir su esposa un golpe de uno de esos tentáculos, el hombre asió con fuerza la señal, con cara de mala leche, notando que hasta los nudillos le dolían y focalizó su ataque en la herida de la que había brotado la sangre anteriormente. Tomó aire, gritando como nunca en su vida, sintiendo cómo aquel grito estaba cercano a desgarrarle la garganta y quebrar su voz. 

—¡DEJA... EN PAZ... A MI FAMILIA! ¡DEJA... EN PAZ... NUESTRO PUEBLO!

Aquel enérgico grito se escucharía seguro en varios kilómetros a la redonda.

La criatura se hizo a un lado ante el envite de Karl y se situó a su espalda, para flagelarse con uno de sus tentáculos. La piel del hombre adquirió un color morado tras recibir el impacto.

Martha aprovechó la situación para usar su arma, perforando de nuevo la piel del monstruo. La sangre manó con fuerza, aunque el enemigo no parecía aquejar el daño. El hedor que despedía su fluido vital era demasiado asqueroso.

El ser se volvió de nuevo hacia la mujer y la derribó usando uno de sus apéndices.

De una casa cercana se escuchó un grito de mujer.