Partida Rol por web

Continuaís vuestro sigiloso avence, tratando de ocultaros de los habitantes de la ciudad, aprovechando cualquier saliente disponible. Pasados unos minutos veis subir una columna de humo desde un edifcio derruído del lado de la ciudad por el que avanzaban vuestros compañeros.

Desde vuestro escondite véis como varios de los seres se acercan al segundo incendo con la intención de sofocarlo y saber lo que ha pasado. En ese momento veis durante una fracción de segundo al profesor Olive corretear por entre las ruínas del otro lado, cerca del incendio y caéis en la cuenta de que ninguno de vosotros recuerda cuando fue la última vez que le oísteis caminar a vuestras espaldas.

No sabéis que demonios pretende hacer el profesor pero no tenéis tiempo de pensarlo pues sobre vuestras cabezas escucháis un zumbido provocado por el batir de unas correosas alas. Inmediatamente os lanzáis al interior de uno de los edificios en ruinas con las esperanza de que no os hayan visto y esperáis a los seres se muevan de vuestra posición.

Cuando os atrevéis a salir de vuestro escondite calculáis la distancia que os separa del templo está cerca, no mucho más lejos de tres minutos de veloz carrera. Intentáis también ver donde está Olive, pero no ningún rastro del profesor que podáis seguir, al menos desde el lado de la ciudad en la que os encontráis. Tal vez si cruzarais la avenida que parte a la ciudad por dos podríais seguir su rastro, aunque seguro que eso os aleja del templo.

Era un maldito milagro que continuasen vivos, y lo sabía. EL piloto se pasó la mano por la sudorosa frente mientras jadeaba por la carrera. El lanzallamas no pesaba tanto como parecía, pero si aportaba mucha tensión a la situación...Cuando se acordaba de él. 
¿Dónde demonios está el resto? ¡¡Ya tenían que estar en el templo!! Matt sacudió la cabeza y señaló la entrada. Tenemos que llegar ahí. Lo más rápido posible para "limpiar" la entrada. Si hay algún ser dentro se llevarán un buen susto. 

- Y qué lo digas- refrendó el cabo las palabras de Matthew-. Espero que esa suerte no se acabe- terminó diciendo mientras miraba a todos lados buscando cualquier cosa que se moviese, ya fuese amigo o enemigo.

- Debemos movernos. No podemos quedarnos quietos y esperar a ver si ellos han llegado ya. Les hemos dejado suficiente tiempo como para que ya hayan llegado. Lo que no sé es si ir de la forma más rápida, o sea, por la calle principal corriendo como si no hubiera mañana y expuestos a que nos vean, o callejeando por el barrio destruido cosa que nos llevará más tiempo pero iremos más seguros a miradas indiscretas- dudo el cabo.

- Si supiera a ciencia cierta que nuestros compañeros están ya en el templo correría, pero no me quiero arriesgar. ¿Qué opinas?

A Roderick le parecía estar escuchando zumbidos por todos lados, los escuchaba encima de su cabeza, bajo sus pies... a sus lados... aquello era horroroso... asco de bichos, asco de ruinas... asco de todo. Pero lo peor de todo es que encima al profesor le pareció dar por irse por el lado que se suponía no debía ir... ¿o es que lo había entendido todo mal?

- ¿Donde demonios va ese hombre?- susurró a sus compañeros agazapado contra una pared, tratando de mimetizarse inutilmente con el entorno... pero al menos pasando desapercibido... o eso era lo que creía- va por el lado contrario... ¿Qué hacemos ahora? si salimos detrás de él nos van a ver- se pasó los dedos por el cabello con nerviosismo.

Debemos darlos más tiempo. Tendríamos que haberlos visto al llegar. La respiración de Matt era agitada y tenía un halo de locura en los ojos. Se notaba que la adrenalina fluía por su cuerpo como cuando pilotaba, y no parecía importarle demasiado. Quería mandar aquel lugar al mismo infierno. Solo espero que si están dentro también nos esperen. Dudaba mucho que Craven esperase. Wood y Jefferson entendían lo que era la lealtad del soldado, pero un besacirios no podía hacerlo. También suponía que convenciesen al párroco y al "rarito" de Urdish, pero no podía confíar demasiado en ello. Un último explosivo, hermano. dijo finalmente con tono serio. Un último explosivo aquí, nos arrastramos y cuando explote corremos como demonios a la entrada. ¿De acuerdo? dijo extendiendole la mano para chocarla

Steffan se quedó con la boca abierta al ver a Olive corretear lejos de ellos y tuvo que frotarse los ojos para estar seguro de no haber caído en algún tipo de embrujo. Cuando ya pudo articular palabra Roderick lo dijo todo.

- El plan tiene que seguir.- ¿Cómo había pasado el Olive de un asustadizo y torpe profesor a tomar la iniciativa de esa manera? Algo no le gustaba en ese extraño comportamiento y, después de lo que habían vivido, podría ser cualquier cosa.- Continuad vosotros yo iré a por Olive.

Maldito bastardo, ¿qué pretende?Nos matarán a todos.

Abraham volvió a asentir. Necesitaba creer que podían llegar corriendo hasta el templo y necesitaba creer que sus compañeros estaban en el templo ya.

- Estén o no es hora de poner la última bomba casera y luego salir de aquí- dijo repitiendo la acción a seguir que había propuesto Mathew-. Luego a correr...y espero encontrármelos allí...si es que no han tenido ningún percance...que seguro que no.

Yo no lo haría. Aunque si quiere suicidarse está en su completo derecho. Seguro que eso nos dará más tiempo para llegar hasta el templo.- Añade el de Providencie al aire, sin mirar a Wood. Tras unos segundos se gira y le dice al francés.- Recuerde que lo encuentre o no a Olive, el único lugar seguro es el templo. En cuanto entre empezaré el ritual. Tendrá como mucho unos quince minutos a partir de ese momento. Que tenga suerte.

Luego os mira a los dos que quedáis y ordena.- ¡En marcha!

Ves a tus compañeros reemprender la silenciosa marcha en dirección al templo y como poco a poco comienzan a alejarse. Vuelves a mirar al otro lado de la avenida, al lugar donde viste por última vez al profesor Olive, al lugar donde Abraham y Matt han provocado los incendios, donde se acumula en estos momentos mayor cantidad de seres de otro planeta y notas como la garganta se te seca.

Siguiendo los pasos de Urdish dejáis a Wood y continuáis vuestro lento avance por la ciudad en ruinas, ocultándoos en cada recoveco, usando cada sombra, parando cada vez que escucháis el batir de las correosas alas de los seres, con la esperanza de no ser detectados.
 

Sí, era un suicidio pero no llegaba a comprender por qué el Profesor haría algo así en aquel jodido momento. ¿Y qué no lo era? La misión era un imposible, algo que si sobreviviera a ello jamás podría recordar con seguridad si fue real o un maldito sueño. Ojalá no fuera más que una pesadilla. Wood, acongojado pro la presencia de los insectoides, sacó fuerzas de flaqueza y cruzó la avenida en busca de Olvive. Cuando diera con él, si no estaba muerto, lo mataría él mismo.

Joder, Wood, Dónde te has metido...

Con decisión introducís los trapos que harán de mecha dentro de vuestra última botella de cristal con gasolina. Al igual que hicisteis anteriormente intentáis juntar otros materiales inflamables y una vez tenéis todo listo lo prendéis.

En cuanto las llamas comienzas a devorar las telas salís de la casa en ruinas y comenzáis a avanzar, cuerpo a tierra, en dirección al templo. Más o menos un minuto después de que salgáis de las ruinas escucháis el sonido del cristal al estallar y sabéis que el tercer incendio ha comenzado sin necesidad de giraros para comprobarlo.

En lugar de eso os levantáis y comenzáis una veloz carrera hacia el templo por mitad de la avenida. En seguida escucháis nuevamente el batir de varias correosas alas y al levantar la cabeza veis un par de seres rosados de alrededor de un metro y medio de altura, con un cuerpos mezcla de crustáceo e insecto con varios grupos de miembros articulados y una cabeza que es en realidad un elipsoide retorcido, cubierto por gran número de antenitas. El ruido que escucháis está producido por asquerosas alas membranosas se despliegan a su espalda.

Los visteis desde lo alto de la ciudad, antes de entrar, pero ahora su presencia es mucho más aterradora y por lo visto no tienen intención de dejaros continuar vuestra carrera.

Esperas unos momentos a que los seres voladores no estén sobrevolando la zona y cuando crees que es el momento te lanzas a la carrera con decisión dispuesto a cruzar la avenida que separa la zona habitada, de la deshabitada por la que tú y tus compañeros os estabais infiltrando.

Por suerte, parece que ninguno de los habitantes se ha percatado de tu presencia y consigues llegar de una pieza al otro lado. No tardas en encontrar el rastro del profesor Olive, pero compruebas con horror que el hombre se encamina a uno de los edificios más concurridos de toda la ciudad.

Además de eso, su rastro pasa lo suficiente cerca de uno de los incendios que han provocado Matt y Abraham y a su alrededor hay al menos una docena de humanos y algunos seres como los que viste en San Mateo tratando de apagarlo. Si decides seguir a Olive por el mismo camino que él ha llevado las probabilidades de que te detecten son bastante altas, aunque por la perspectiva que viste de la ciudad antes de entrar sabes que puedes llegar al edificio al que iba Olive siguiendo dando un rodeo, tardarás más tiempo, pero será más seguro.

Tu mente está evaluando tus posibilidades cuando un nuevo incendio empieza, más cerca del templo y esta vez en el lado de la ciudad en la que estabas justo antes de cruzar la avenida. Por lo visto los dos soldados continúan aún con vida y siguen causando un buen revuelo.

Continuáis vuestro lento avance, metro a metro, sombra a sombra, cada vez más cerca del templo, tan cerca que comenzáis a percataros de su impresionante altura. Llegáis a la última esquina, sacáis la cabeza de las ruinas y lo contempláis.

El templo no está protegido. No veis restos de ningún uso en las empinadas escaleras que ascienden por la enorme pirámide.

-Como suponíamos, los hongos no se han atrevido a profanar nuestro antiguo templo.- Os explica Urdish parapetado tras la esquina.- Solo falta una pequeña carrera y confiar en la suerte a que esos malnacidos estén pendientes de los incendios en lugar de tres personas tratando de llegar al templo ascendiendo por las escaleras. A la de tres correr como si vuestra vida estuviera en ello. Uno, dos ...

Antes que el de Providence termine su cuenta os percatáis de que hay un nuevo incendio en la ciudad, cien o doscientos metros a vuestras espaldas, por lo visto parece que Matt y Abraham continúan con vida y causando distracción tras distracción. Un segundo después escucháis nuevamente el correoso batir de alas y al levantar la cabeza veis como dos de esos seres que visteis en San Mateo descienden sobre la avenida no muy lejos de vuestra posición. Por lo visto han detectado a alguno de vosotros y seguro que más de ellos no tardarán en acudir en su ayuda.

-...Tres.- El diletante comienza su frenética carrera hacia el templo y en vuestras manos queda si seguirle y ayudarle a cumplir la misión o acudir en ayuda de vuestros compañeros a encarar a los extraños seres.

Roderick era un maldito cobarde, además siempre lo había dicho... para que molestarse en ocultar algo que era odbio y además de eso presumía de ser una persona lógica y práctica... algo totalmente acorde con lo anterior, pues una persona valiente sabía que lo que hacía podía perjudicarle seriamente la salud, aún así las personas valientes se arriesgaban porque en el fondo pensaban que eran demasiados buenos para que las cosas malas no el afectasen... en resumidas cuentas, un valiente era sinónimo de idiota a juicio del capellán, por eso él siempre trataba de no serlo. Sin embargo desde que la voz de la mujer se había instalado en su interior estaba haciendo demasiadas cosas que iban en contra de todos los principios que definían a Roderick Craven.

Ahí estaba él tratando de hacer algo por el bien común arriesgando su propio pellejo... y ahí estaban el resto de sus compañeros dándolo todo por ese bien común, aún a riesgo de perder sus vidas. Quizás la voz de aquella espantosa mujer se pusiera a reir o a atormentarle para que fuese a ayudarlos... pero si lo hacía todo el sacrificio de aquellos infelices habría sido en vano... No, Roderick no iría a ayudarlos, si querían acabar con aquellas bestias del deminio, tenía que seguir adelante con el plan, la esperanza era Urdish.

 De manera que cuando Ernest contó hasta tres, el capellán salió detrás de él lo más rápido que pudo, sin mirar atrás, sin parar a pensar nada más. Dirigiéndose hacia el templo, según lo acordado y rezando todo lo habido y por haber para que aquella pesadilla terminase cuanto antes.

¡¡Cubreme, Abe!! Matt apuntó con el lanzallamas al primero de aquellos seres y abrió fuego (nunca mejor dicho) con su lanzallamas. El joven parecía sacado de alguna película de terror, con los ojos iluminados por el resplandor de las llamas que lamían los infectos cuerpos de aquellos seres, que jamás deberían haberse acercado a aquel planeta. Sin apagarlo, el joven volteó el aparato hacia el otro ser, esperando que causase todo el daño posible.

¡¡TRAGAD FUEGO, MONSTRUOS!! 

Dónde coño vas...- Se estaba arriesgando mucho siguiendo a Olive. Le preocupaba su actitud. ¿Les habría traicionado? Se sorprendió al ver que entre los insectoides había humanos. ¿Y si Olive era uno de ellos? Le entró un escalofrío al recordar como del anciano en silla de ruedas no había quedado más que la piel, de la cual había salido un monstruo. Seguirle sin dar un rodeo supondría una gran pérdida de tiempo si no quería arriesgar su vida. Mientras sopesaba lo que hacer otro incendio provocado iluminó un aparte de la ciudad más próxima. Esos cabrones de sus compañeros lo estaban haciendo bien. Al final se decidió por continuar hacia el templo con la esperanza de encontrar a Matt y Abraham por el camino. Sin embargo caminaba con la mosca detrás de la oreja, y nunca mejor dicho. Debían apresurarse y confiar en que el ritual pudiera realizarse de manera rápida. Después de todo, traicionados o no, si Urdish tenía razón, no quedaría nadie vivo una vez finalizado.

Volviste a la avenida para comprobar como dos de los seres que os atacaron en San Mateo se lanzan en picado sobre Colt y Greywood. Por suerte, tus compañeros están sobre aviso y tienen tiempo para activar el lanzallamas casero que habían fabricado. El líquido incandescente impacta sobre uno de ellos y sus correosas alas son arrancadas de su abotargado cuerpo debido a la fuerza del impacto combinada con el asfixiante calor. El ser cae al suelo muerto y en ese momento Matt gira el chorro flamígero en dirección al otro ser insectiforme.

Lamentablemente para el soldado, este ya se encuentra prevenido de la letalidad de su arma y esquiva las llamas y se prepara para atacar a distancia con una de sus extravagantes armas alienígenas. El ser te está dando la espalda y no se ha percatado de tu presencia pocos metros detrás de él, así que sin pensártelo un segundo le apuntas con tu escopeta y de disparas, los perdigones salen del cañón de tu arma y se muestran tan efectivos con él como lo fue con sus congéneres en San Mateo. El monstruo cae al suelo herido de muerte por múltiples perforaciones de las que escapa un icor verde.

Desafortunadamente no podéis aún cantar victoria pues más y más enemigos han dejado de colaborar con la extinción de los incendios y ves como poco a poco se acercan a vosotros.

Los dos seres se lanzan en picado sobre vosotros. Por suerte, estáis sobre aviso y tenéis tiempo para activar el lanzallamas casero que habéis fabricado entre ambos. El líquido incandescente impacta sobre uno de ellos y sus correosas alas son arrancadas de su abotargado cuerpo debido a la fuerza del impacto combinada con el asfixiante calor. El ser cae al suelo muerto y en ese momento Matt gira el chorro flamígero en dirección al otro ser insectiforme.

Lamentablemente para ti, este ya se encuentra prevenido de la letalidad de su arma y esquiva las llamas preparándose para atacar a distancia con una de sus extravagantes armas alienígenas. El arma se ilumina con una luz azulada cada vez más blanca mientras se carga, y el ser parece dispuesto a vomitar su muerte sobre vosotros. Cuando el arma parece estar a punto de estar completamente cargada escucháis el conocido ruido de una escopeta al dispararse y al instante, el monstruo cae al suelo herido de muerte por múltiples perforaciones de las que escapa un icor verde.

A pocos metros por detrás de él se acerca Wood con su escopeta aún humeante. Por desgracia, no podéis aún cantar victoria pues más y más enemigos han dejado de colaborar con la extinción de los incendios y veis como poco a poco se acercan a vosotros.