Partida Rol por web

Seguí avanzando y disparando mas y mas munición, cuando veía grupos grandes lanzaba las granadas, todo era destrucción y explosiones por delante de mi y muerte y bichos destrozados por detrás, poco a poco avanzamos hacia la posición designada y encontramos a algunos heridos, y por desgracia también a compañeros muertos, yo me encargue de la protección mientras seguía limpiando el camino de vuelta y hacia un gran espacio alrededor del Geko.
- Venga, joder, no tenemos todo el día!

Del ardiente infierno del interior del gecko al frío extremo del la maldita colina.....no acababan de sacarme del interior del vehículo cuando el golpe de frío recorrió todo mi cuerpo. Apenas pude conseguir tiritar lo suficiente para no terminar congelado.

- Al final cuando me saquen de aquí pareceré un pincho moruno congelado.....que frío, porque no me han mandado aun planeta desértico.

No tenía fuerzas para salir de este sitio por mi propio pie, solo podía esperar que mis compañeros llegaran hasta mi posición para salir de esta maldita colina que tantos buenos compañeros se había llevado. 

El toque en el hombro de su Sargento fue más que suficiente. Al llegar a Caín, el Cabo White esperó a que Sam llegara a su lado y desplegara la camilla, para ayudarla a ponerlo en ella. La mujer realizó una pequeña cuenta y lo subieron. "Rrr....rodriguez, buen trabajo...p..p...pero tenga mucho c...c...cuidado de no tener un co...co...coooompañero herido delante cuando lance una graaanada....."

Activó la radio-enlace con los vehículos....contactó con el mismo que les había sacado de allí a toda máquina "Gecko, acuda a n...nuu...nuuuuestra po...po.....pooooo......(maldita sea...) posición, urgente. Dos heridos graves, t....te...teeenemos que sacarlos."

Quedaban ya pocos bichos, y los túneles estaban a punto de ser cegados. Parecía que iban a conseguirlo.

Se permitió mirar a Caín, aunque en su mirada no hubo humor ni sentimiento alguno, sólo los restos de lágrimas derramadas, de las cuales ni se había percatado aún. "Tranquilo soldado, saldrá de ésta."

Necesitaría un psicólogo, además de un logopeda, si es que lograba volver a la nave.

-Cabo White, no se preocupe, la tengo no se preocupe, digo mientras sigo disparando a todo lo que veo.
Y a pesar de que era de los que mas munición llevaba, sino el que mas, veía mi cinturón y bandolera cada vez mas desangelados y vacíos.

EL trabajo de aquilar aquellos bichos se estaba volviendo tedioso, sumamente tedioso, e incluso no parecia tener fin. No obstante nadie cambiaría aquello por un combate real contra aquel número inmenso de fuerzas aracnidas. Incluso, por un buen tiempo, los deseos de entrar en combate desaparecerían hasta de los mas osados combatientes.

La cima de la colina estaba ya practicamente libre de enemigos y los tuneles estaban siendo cañoneados con todo el poder de los cañones ThunderStrike, los cuales lamentablemente ya se habían quedado sin munición y estaban teniendo que ser recargados de forma urgente. A los alrededores, había aun un amplio número de efectivos enemigos que deambulaban como sonambulos presas del amanecer. Tantos que era claro que no podrían habatirlos a todos con la poca munición que les quedaba.

Las buenas noticias era que Rumsfeld y Rivas estaban con vida, ambos habían sido salvados por la pronta atención y el ingenio de sus compañeros. Rivas había sido envuelto con una manta termica mientras montaban a Rumsfeld en una camilla para luego depositarlo en el frio suelo de un Gecko y Armored y entonces volver por Rivas. A pesar de la incomodidad, estaban en un mejor lugar que allí afuera, presas de la ira de aquel frío planeta. De entre ambos, el mas herido era Rivas quien no solo llevaba consigo multiples heridas sino que ademas había perdido una mano.

Y así mientras el exterminio del enemigo avanzaba y todos rogaban por ser pronto evacuados para que las vidas de sus compañeros no se extinguiensen presa de la falta de atención especializada, un fuerte rugido se hizo sentir desde los cielos.

Un inmenso vehiculo acorazado surcaba los cielos a gran altura dejando caer una serie de objetos desde lo alto. Lo que en un principio era poco descifrable pronto se torno conocido e incluso inentendible dadas las circunstancias. Fuerzas de asalto de la flota se lanzaban desde lo alto sobre los alrededores de la colina empezando a disparar con sus carabinas sobre los inertes bichos. Y con ello surgia la pregunta de si la flota intentaba quitarles la gloria, por que para aquellas alturas ya no necesitaban ser rescatados.

A buenas horas... panda de remilgados marineritos.

Refunfuñó el sargento Miller al ver cómo la armada desplegaba sus fuerzas. Pese a la frustración de ver unos refuerzos tardíos que perseguían apuntarse el tanto, no se podía desdeñar la ayuda. Si los bichos volvían ahora en sí, al menos tendrían alguna oportunidad de terminar con ellos.

Miller lanzó un bufido, había consumido toda su munición, a excepción del cargador de la pistola y medio de la ametralladora pesada, algo que no pensaba gastar por si acaso los bichos "despertaban de nuevo". En cambio había desenfundado su machete y destripaba a los bichos hundiendo la hoja hasta el mago, lo que aún era más cansado.

Podía ver las miradas furibundas tras los cascos, ojos cansados que mataban de forma metódica.

Vamos señores, los refuerzos nunca llegan tarde. Demostremos a la flota que cumplimos hasta el final. Esta Colina la hemos tomado nosotros y terminaremos el trabajo. ¡Con orgullo, por los caidos!

Miller buscó un punto bien alto y como si fuera uno de los antiguos exploradores, clavó el estandarte que antes había llevado la sargento Odonell, reclamando aquella colina para la Infantería Móvil.

Desde ahí contempló la masacre conj el machete ensangrentado colgando de la mano.

White busca a Maynard, maldita sea, debe andar por ahí. Brocheta, búscame un canal con la armada, debe haber algún enlace.

Finalmente conseguimos subir a Rivas al transporte. He logrado mantenerle con vida gracias a la manta térmica que el Sargento Miller me facilitó, único motivo por el cual sigue con vida pues con el frío del lugar y las grandes heridas que tiene tanto el herido como su traje, solo la baja temperatura habría bastado para robarle la poca vida que le queda. Por suerte, hemos conseguido que viese un día más y eso es siempre algo por lo que alegrarse.

Luego de que suben a Rivas con la camilla, continúo gastando mis municiones en contra de los bichos paralizados hasta quedarme completamente sin balas. Luego de eso veo como comienzan a llegar los refuerzos de la Flota, aunque no son realmente recibidos con felicidad por mi parte pues llegan tarde. Ahora que los bichos están paralizados y erráticos, no son amenaza.

"Supongo que los de la Flota no se arriesgarían a luchar contra bichos activos. Eso ni pensarlo."

Cuando ya nada de munición me queda, me acerco al vehículo y me quedo con los heridos para supervisar sus constantes vitales y mantenerlos vivos hasta el momento en que nos saquen de este desierto de hielo de mierda.

Frost dejó claro que el único que se encargaría de Rivas sería Tarcus, por lo que el zapador lanzó una última mirada cargada de significado hacia Rivas, y después miró al Doctor para asentir con la cabeza. - Cuidelo, Tarcus. Que Rivas solo tenemos uno. - Acabó por decirle, mientras comenzaba a alejarse de la pareja para seguir derribando bichos en una tarea que comenzaba a ser repetitiva, odiosa y desmerecida.

Era como aplastar cucarachas con la bota, pero las cucarachas median dos metros y la bota era un rifle morita. Cada disparo hacia salpicar un chorreón de aquella sangre que manchaba y tintaba la nieve. Durante unos segundos, Stukov se planteó si los bichos sentirían miedo. Si sentía miedo al ver que ocurría con sus compañeros y hermanos. O si simplemente, se habían convertido en cascarones vacios sin inteligencia ni voluntad. Si es que la tuvieron en alguna ocasión.

Y aunque las arengas del Sargento Miller tenía palabras salidas desde lo más profundo de su alma, lo cierto era que después de todo lo vivido aquella noche, de rapiñar munición de los caidos y ahora abatir bichos que no parecían tener ni consciencia, no consiguieron moralizarlo. Quizás, dentro de un tiempo se sentaría a beber con los demás supervivientes y contarían anecdotas sobre lo ocurrido aquel día. Pero en aquel instante, la sensación agridulce se había instalado en su paladar, y le era imposible de arrancarsela.

Y seguía con aquel camina, apunta, dispara, camina apunta, dispara, camina, apunta, dispara cuando un estruendo pareció romper el cielo. Aquello supuso una pausa en las tareas del infante, que alzó la vista para ver un vehiculo sobrevolando, y lanzando algunos objetos.

Su primera idea fue pensar que los estaban bombardeando, y que su suerte no podía ir a peor.

Pero no fue así. Mayúsucla fue su sorpresa cuando descubrió como la flota estaba enviando a sus chicos pijos a quedar bien. Aquello le sentó como una patada en el culo al zapador, quien apretó los dientes. - Tócate los cojones... - Se quejó entredientes, mientras avanzaba con camina, apunta, dispara. 

Los compañeros supervivientes de las escuadras que habíamos sido enviadas hasta la colina seguían disparando con lo que podían contra los bichos, por lo que veía aun buscaban supervivientes....pocos podíamos ser contados como tales. Subidos primero a camillas y luego a los gecko parecía que la cosa estaba hecha para nosotros. El cabo White había ayudado a nuestra medica de campo a subirme a uno de los transportes, comentando cuando se alejaba que yo saldría de esta.

- Puede que si, cabo....pero solo pensaré cuando estemos lejos de esta jodida colina.  

Ya estaba subido en el vehículo cuando las primeras bombas empezaron a caer en el campo de batalla, una vez mas la infantería móvil sangraba y la armada se llevaba las medallas.

- A buenas horas mangas verdes....cabrones, parece que tienen la necesidad de llegar siempre tarde.

Por fortuna y sobre todo por un buen accionar, el fusilero Rivas seguía respirando cuando fue subido al gecko.
Campo Guerra, Taylor, Gallagher... esos eran los miembros del escuadrón Gatling que habían caido, pero no irremediablemente, pues su muerte era algo que se podría haber evitado. Ese pensamiento se clavaba en el corazón del Sargento Jonathan Frost, Ingeniero de la Infantería Pesada de los Guardianes de Sirius, como una astilla imposible de remover.
Había sido soldado raso y técnico eléctrico en el escuadrón Eco durante sus primeras misiones, dónde se había fortalecido y aprendido lo que era estar en situaciones dónde la vida y la muerte, el éxito y el fracaso, pendían de la voluntad, el valor y el corazón de pocas personas. Luego, por muerte, necesidad y (le gustaba pensar) mérito, había sido asignado como Técnico del escuadrón Gatling y sorpresivamente como Cabo. Le tocó guiar a un grupo de novatos hacia la batalla, el haber sobrevivido a aquellas masacres en el asteroide le daban el título de veterano. Sabía que su padre estaba orgulloso, y aún más lo estaría cuando supiese que tuvo que ponerse en la botas del sargento del escuadrón, llevando sobre su espalda el estandarte de los Guardianes de Sirius.

No fue sencillo, no podía entenderlo todavía, como ser un buen soldado y al mismo tiempo liderar y dar el ejemplo. Siempre lo había recibido y lo habìa observado en muchos notables. Ahora él, debia dar ánimo sin ser deshonesto, tenía que dar órdenes sin equivocarse, debía cuidar del destino de otros sin descuidar el suyo.
Así la muerte de sus camaradas de armas, subordinados, soldados valientes que habían puesto su vida en el más grave de los peligros para obedecer a La Federación, le dolía y le pesaba. Así como el fantasma de los veteranos que habían crecido con él y ahora eran pasto para los gusanos en el mismo suelo funesto.

Y así, con todo el pesar y el esfuerzo puesto, con el dolor y el sudor de quienes todavían respiraban y corrían a su lado: García, quien no paraba de hacer de enlace de comunicaciones aún con un cuerpo quebrado, Llorens, quién era un cabo ejemplar y cuya compañía le había hecho la pesada tarea llevadera, Vandel, quien era capaz de usar su rifle con precisión quirúrjica, McNillon, con quien siempre se podía contar para ir a la vanguardia sin miedo alguno, Haggar y su inseparable Shredder que lo convertía en una tormenta de plomo humana, Stukov, el soldado más polivalente e inventivo que hubiese conocido, y finamente Tarcus, que había podido superar su miedo inicial para luego convertirse en un médico de campaña cuya intervención había sido clave para la supervivencia de todos en el campo de batalla.
Así, con todos ellos, la flota que los había dejado morir en el frío pretendía arrebatarles el final de la operación.
Pretendía robar migajas de gloria que por derecho le pertenecía a los escuadrones Alfa, Beta, Eco, Gatling y los infantes ligeros que los apoyaron. Migajas obtenidas con sangre y fuego.
Para quienes lo conocían desde tiempo atrás, sabían que Jhonny tenía conceptos muy fuertes sobre el honor, la fuerza y la honestidad, y aquellos pilotos con armaduras de niños estaban dando un ejemplo que le daba asco.

- Las palabras de Miller son la pura verdad - se dijo a así mismo, afirmando que aquel zapador de la Eco era realmente un hermano para él.

Un cargador de rifle morita asomaba de entre los restos de un soldado calcinado, era un infante ligero, de eso estaba seguro. Arrancó su chapa con fuerza y la guardó en uno de los bolsillos, luego expulsó el cargador vacío e insertó el nuevo en el arma. Otra vez aquél clack, pero sin gusto, despreciaba el accionar de la flota. Su rostro tomó una mueca sombría.

- Te escuchamos, Miller, no vamos a dejar que esos lechuguinos y petimetres nos arrebaten nada - tomó el rifle con fuerza, mirando por unos momentos a Stukov y García que estaban flanqueándolo. Sabía que sus ojos cansados estaban detrás del visor del casco, encontrándose con los de él.

- ¡Soldados! tomen su pistola, rifle o cuchillo, y terminemos la misión, que es nuestra y la hemos ganado -

Seguimos disparando y matado, ya fuera con armas de fuego, granadas o cuerpo a cuerpo, los bichos caian por todas partes y a todas horas, parecía no tener fin, pero en esto escuche un gran estruendo sobre mi cabeza y no pude hacer otra cosa que levantar la vista, mirar, y lo que vi me dejo boquiabierto. Llegaba la marina a salvarnos el culo?, ahora?, pero que mierda es esta?, los almirantes son putos retrasados o que? fueron fugaces pensamientos como de una ráfaga de ametralladora, y tal como vinieron se fueron, Era la Marina, y hacen lo que les da la gana. Nosotros eramos el elemento prescindibles, de millones de personas, pero al fin y al cabo prescindible.
Así que me relaje, y frene en mi impetuosa carrera por acabar con todo bicho viviente, momento en el que hoy al Sargento Miller exhortar al Cabo White de que buscara a Maynard. Por lo que acercándome a White le digo:- Cabo, le acompaño y ayude a Miller a buscar a Maynar.

Mia estaba agotada. El efecto de la adrenalina y las drogas se había disipado por completo y todo su cuerpo temblaba de dolor. Las quemaduras, las contusiones, la jaqueca y la lanzada en su muslo izquierdo parecían competir por ver cuál la debilitaba más. No obstante, continuó con su labor autómata de exterminio de enemigos y recogida de chapas y cargadores, aunque fue bajando el ritmo poco a poco. Sólo deseo dormir... poder dormir y olvidar...

La llegada de los marines de la flota no causó ninguna impresión en Mia, más allá de un cierto alivio al imaginar que la tediosa tarea de "limpieza" iba a acelerarse al llegar más soldados. Los comentarios furiosos de sus compañeros tampoco la sacaron de su apatía: ella no estaba allí por la gloria, sino por la ciudadanía. Y por papá.

Si aquellos soldados de asalto de la flota hubieran visto las caras de los infantes de Sirius al ver su llegada, no estarían tan contentos de haber llegado en una entrada triunfal que no hacia ver otra cosa mas que el hecho de que sentían héroes en plena batalla. Y lo cierto era que, desde la perspectiva de las fuerzas veteranas de la compañía, aquellos hombres de la flota parecían mas miembros de un circo que meros combatientes. Y es que, apenas estar a corta distancia de tocar suelo, los soldados de asalto de flota habían abierto fuego contra el enemigo como si estos fueran a intentar atacarles mientras caían; luego claro, estaban las marometas en el suelo para evitar posibles ataques y los rápidos movimientos de ataque y cobertura. Todo aquello estaba bien para un fiera batalla cuerpo a cuerpo, incluso se podría decir que estaba muy bien para un entrenamiento, pero en aquellos instantes, aquellos hombres de la flota, o eran demasiado imbéciles, o se estaban burlando de ellos.

Al mando de ellos había un oficial cuyo emblema de un águila en picada representaba su rango. Este girando la cara de un lado a otro, intentaba buscar a algún oficial al mando, pero no encontró nada, por ello, ubicando a Frost como el suboficial mas cercano a él, le dirigió la palabra. -Usted cabo. Reúna a las tropas sobrevivientes y llévelas a los vehículos que les quedan. Atiendas sus heridas y descansen, pronto vendrán por ustedes para evacuarles. Nosotros nos haremos cargo del trabajo-. Y tras sus palabras volvió a la batalla al frente de aquel pelotón de tropas de asalto gritando y alentando a sus subordinados a abatir a todo aquel bicho que se les cruzara en frente.

Y así, de forma súbita, fría y solitaria, terminaba su participación en aquella histórica batalla. Habían logrado grandes proezas y sabían que el Capitán Tsumina estaría sumamente contento por su labor, y no obstante, en aquellos momentos se sentían que eran menospreciados, por un grupo de hombres que casi con seguridad no habría siquiera logrado tomar aquella colina.

Discutir con un oficial no era una buena idea, y aunque fuera de forma poco agradable, realmente todos necesitaban un merecido descanso. Pronto, muy pronto, estarían disfrutando de una cómoda litera en la cual descansar y reponerse de aquel intenso combate. Y quizá, con algo de suerte, volver a ver su estrella natal despuntar en el amanecer desde su hogar.

Cita:

Lo puse pq esto fue lo que dijo Miller. Sino no lo habría mencionado.

Dentro del casco William abrió la boca en una expresión de estupefacción que dio gracias a tener puesto el casco para que no lo vieran.
que se creen esos mierdas de la armada?
Pero no había nada que hacer. No tenían mandos superiores para darles una ostia en toda la boca. Así que simplemente levanto la Morita. Se la apoyo en el hombro y se dio media vuelta, si esos idiotas salva planetas querían quedarse con la gloria así sería. Y no había nada que ellos pudieran hacer. Así que se irían y acabarían con las reservas de cervezas antes de que esos mamones engreídos volvieran. Así que dijo. Vamonos chicos que el trabajo duro ya esta echo. Ahora solo les queda recoger la basura y echarla al contenedor y de la misma empezó andar hacia donde habían dicho.

Miller estalló en una carcajada al ver el despliegue acrobático de la Armada, era como ver una simulación de combate, como volver a la instrucción. Puro teatro, ¿es qué al avanzar haciendo cabriolas no eran capaces de ver lo que había pasado por los restos de cadáveres que sembraban la superficie helada de aquella colina?

La risa se le cortó en seco al revivir aquella misión. Parecía ahora que había pasado una eternidadad, pero lo cierto es que había perdido a muchos camaradas en las últimas horas.

He hecho todo lo que he podido... -Se dijo a si mismo repetidas veces- todos lo hemos hecho...¿pero fue suficiente? está claro que para Odonell, Garth, Macreidi, Hutchinson y Barón no lo ha sido.

Habían logrado la misión, entre todos y pagando un elevado precio en sangre, pero como soldado al mando no podía dejar de pensar que si hubiera tomado otras decisiones tal vez se hubieran salvado más vidas.

Envainó su machete y caminó hacia Frost y el oficial de la marina con el que hablaba. No sabía que les estaba diciendo a su compañero, pero se lo podía imaginar. Si Frost decidía darse media vuelta, enfrentarse a él, contravenir sus órdenes o incluso darle un puñetazo, Miller apoyaría a su viejo amigo y compañero de armas. A estas alturas todo importaba un pepino.

Frost se encontraba concentrado en su arma, el calor que emitía, el vapor y el humo que emanaban, el aroma a pólvora, sangre, muerte que no podía olfatear debido a los filtros de su traje.

- Otro más... un firefry - su pierna se adelantó, sus manos sopesaron el fusil, como si fuese una extensión de su propio cuerpo. El caño del arma se alineó rápida e instintivamente.

- Su cabeza... su corazón... su centro nervioso - muerte con entrega rápida.

El disparo retumbó sordo, el cargador que el infante ligero no había llegado a disparar, probablemente con su corazón encogido por el miedo, intentado huir del Rey de los Tankers. Una voz, ahogada llegó a sus oídos.
Su mente, ensimismada, decidió prestarle atención, volver al mundo externo, donde los firefries no molestaban a los novatos y petulantes soldados de la flota.

-_{...d cabo. Reúna a las tropas sobrevivientes y llévelas a los vehículos que les quedan.} Atiendas sus heridas y descansen, pronto vendrán por ustedes para evacuarles. Nosotros nos haremos cargo del trabajo-

Era un oficial, traje nuevo, reluciente, actitud sobervia y trasero gordito. La daba órdenes, su calidad de oficial lo ponía encima de cualquier infante pesado de a pie en la cadena de mando.
Su rifle humeaba, su rostro macilento se levantó, y sus modales militares lo hicieron enderezarse.

- ¡Sargento Jonathan Frost, Ingeniero de la Infantería Pesada de los Guardianes de Sirius! ¡SEÑOR! - Respondió, con la voz ronca pero aún potente, esforzó sus pulmones al máximo.

No le dió tiempo a volver a sus cabriolas, y agregó - El Sargento Steve Miller lidera esta operación, señor, querrá hablar con él -
Miller se acercaba, con muy mala leche. Frost se mantuvo firme, la furia se le trababa amarga en la garganta.

La última indicación de su Sargento había sido que buscara a Maynard, y eso hizo, ayudado por Rodriguez, que intentaba matar a todos los bichos a la vez..."el muy animal". Le caía bien Rodriguez, los tenía bien puestos....aunque a veces se exponía demasiado y eso podía constituir un problema para el resto, pero no dejaba de ser una inspiración para los que dudaban.

Rastreó por el último lugar donde lo había visto, describiéndo círculos cada vez más abiertos, con Rodriguez en el otro extremo, para cubrir terreno más rápidamente ¹  .

Al poco, varias miradas se dirigían hacia al cielo..."¿Refuerzos? ¿AHORA?". Su mente, cansada y embotada por todo lo sucedido, se despertó con un sentimiento de repulsa y casi odio hacia aquellos soldados cuando, al tocar tierra, comenzaron a avanzar hacia ellos y, por ende, hacia los bichos, realizando todo tipo de cabriolas y movimientos de cobertura.

Por la radio le llegaban diversas opiniones de sus compañeros, que cuadraban a la perfección con su pensamiento. Una única ceja alzada en gesto de incredulidad dió paso a un ceño fruncido y gesto amenazador. Le parecía una burla, una ofensa casi, lo que aquellos tiparracos estaban haciendo.

Tras realizar lo que le habían encomendado, ya casi no tenía munición, apenas reservaba un cargador de la Hawkeye y unas pocas balas sueltas en el morita, pues eran las últimas armas que tenía pensado gastar, pero hasta ahí estaban llegando. Pronto tendría que usar la culata de su arma o el cuchillo.

Observó como su Sargento iba de cabeza hacia el oficial de aquellos culos brillantes y la furia que sintió por la pérdida de la Sargento O'Donell, de su binomio, de Frost hizo que pensara en lo peor...se quedó a la expectativa, pues aún estaba buscando a Maynard y cada segundo era precioso, pero no dejó de prestar atención a lo que sucedía por si su Sargento lo necesitaba.

Sabía que no hacía falta que él se lo dijera, pero sucumbió a la ira e hizo una seña con la mano a todo lo que quedaba del escuadrón mientras decía por la radio "Eco", el gesto significaba "atención". El Sargento sería respaldado por la Eco al completo, sin dudarlo.

Miller se acercó y se colocó junto a frost, aunque su postura era algo más distendida. Se llevó la mano hasta tocar el casco para completar un saludo militar que reflejaba todo el cansancio acumulado.

Se presenta el Sargento Miller de los Guardianes de Sirius. Órdenes recibidas, Señor.

El zapador miró a Frost con una pequeña sonrisa que contrastaba con la aparente sumisión de las palabras de Miller, de hecho lo que dijo luego a Frost haría que más de uno arquease las cejas.

Sargento Frost, nos vamos, recojamos a nuestras escuadras y esperemos nuestra evacuación, nos lo hemos ganado.

Miller comenzó a alejarse un par de pasos, no pretendía negarles a su gente el merecido descanso, pero dejar que estos petimetres se llevaran la gloria después de bailar por allí era otra cosa.

¡Tactico, trasmita el siguiente mensaje al Capitán Tsumina!- Dijo a su Consejero Táctico McAllen en voz bien alta para que el oficial de la armada puediese escuchar con claridad.-"Al Capitán Tsumina: la Colina está tomada, túneles cegados y toda amenaza hostil neutralizada. Los bichos que quedan están catatónicos y no representan amenaza alguna, dejamos su limpieza en manos de la Armada. Puede considerar la zona controlada y fuera de peligro."

Esa transmisión quedaría grabada y aunque le costase los galones, se había quedado bien a gusto.

Stukov se encontraba junto a Frost cuando el Papagallo de la Armada se acercó a decirle lo que tenían que hacer. El Zapador no pudo evitar apretar los dientes, aferrando con fuerza la morita en silencio y con la mirada al frente. No negaría que un accidente de fuego amigo habría sido lo que más le habría gustado en aquel momento. Pero por desgracia, su morita estaba tan seca como el coraje de aquellos capullos con concepto de circenses que parecían estar pasandoselo bien en sus maniobras. 

Por eso, le sorprendió las palabras de Frost, pero aun más las de Miller. Necesitó todo un acto de voluntad para no girar la cabeza en su dirección con clara cara de incredulidad. Tragó saliva, notando como la sangre le hervía.

Al menos, aquello le duró hasta que Miller se giró hacia el táctico de su unidad, dándole la orden de trasmitir un comunicado al Capitán. Lo que pensaba, así como la actitud de Stukov cambiaron radicalmente, dejando escapar una diminuta sonrisa.

Tus cojones ahí, Miller.

Y es que con aquella acción, se había ganado la simpatía del zapador. La orden de retirada había sido aceptada, y ahora solo quedaba sentar el culo en algun cómodo transporte y marchar hacia algún lugar tranquilo donde poder descansar y sanar las heridas recibidas.

- Con permiso. - Pidió a su sargento, antes de encaminarse hacia el Gecko para poder conseguir algun asiento con vistas al espectaculo.