Partida Rol por web

En efecto ella rechazó su mano y desmontó de un salto.

-La verdad, me da igual -respondió con toda la frialdad que pudo-. Me has vendido y has intentado matarme. Decidiste creerlo todo sin siquiera escucharme. Decidiste, Thomas. ¿Entiendes? Yo decido ahora -concluyó antes de darse la vuelta.

-Eso no es cierto -dijo guardando la distancia-. No decidí creerlo. Lo recordé. Recordé verte aliada con Audax antes de que el borrara mi mente. Recordé tu sonrisa al contarme cómo me habías seducido para que te diera la Corona y así pudieras entregársela a él. Relatando lo fácil que fue engañarme como a un enamoradizo campesino. Recordé como el Gangrel y tú me torturásteis en Asturias, atravesando mi carne con un hierro candente. Te recuerdo vertiendo vinagre en mis heridas antes de que yo pudiera escapar. Lo recuerdo como recuerdo mis días de mortal o el verte por vez primera. ¡No sé que es real! No lo sé. Sólo sabía que podía confiar en Oana. Sentía que sólo haciendo lo que ella me dijera estaba a salvo de más engaños.

Escuchó el relato de Thomas esforzándose por no apiadarse. No quería sentir lástima por él. No quería sentir nada.

-Estás de suerte, entonces -dijo pasados unos instantes-, Oana sigue viva. Por cierto, 'el Gangrel' te estaba buscando. Por alguna razón no parece importarle que intentaras matarnos. A mí... -se encogió de hombros como si hablara de vanalidades-, sí. Pero tranquilo si aún dudas sobre mí. Es tan fácil como no relacionarnos nunca más -le dio de nuevo la espalda-. Dile a Hakan que estaré con mi Chiquillo -dijo antes de alejarse.

-Cayo Marco está vivo -le dijo antes de que llegara a dar cinco pasos.

Se detuvo al instante. Claro que estaba vivo, ella ya lo sabía... Pero tal vez Thomas tuviera más información.

-¿Dónde? -exigió.

-Tú lo has dicho, aún dudo de tí. Cuando la rastrera de mi Chiquilla me insistió para que te decapitara en la iglesia... De pronto vinieron a mí recuerdos... De Zaragoza, de Londres... ¿Eran verdaderos recuerdos? El modo en que me asaltaron me hace pensar que sí, pero ¿y si hubieran sido implantados por Audax para el caso de que yo intentara matarte? Resulta que de pronto tienes aquí un grupo de Vampiros dispuesto a luchar por tí. ¿De dónde han salido? Hay muchas cosas que no me encajan. Parece que no puedes perdonarme, pero seguro que puedes entenderlo.

Esbozó media sonrisa. Su mente podía estar absolutamente confusa, pero seguía siendo muy listo.

-Abracé a alguien aquí -respondió-. Hace mucho, cuando las cosas me iban bien. Ni yo misma lo sabía hasta que me encontró. Los hombres que has visto son sus amigos, un grupo enfrentado al Príncipe Nosferatu y a las ambiciones Tremere. De no ser por ellos ahora no sería más que cenizas en un pozo de sol -agudizó los ojos al mirar al sajón-. No eres el Sire de Oana. Thomas Candem lo es. Simples instrumentos en el plan de Mithras, como Julianne. Si quieres sospechar de alguien, que sea de ellos. ¿Dónde está Cayo Marco?

-¿No es mi Chiquilla? -respondió mientras se le dibujaba una diabólica sonrisa-. Es todo un alivio. Mithras... Te creo, con reservas. Así están las cosas. Yo sospecho de ti y tú me detestas. Yo sé dónde está tu Sire pero te necesito para llegar hasta él. Es una pieza importante para encontrar el maldito Clavo y poner fin a todo esto. Tú necesitas encontrar a tu Sire para limpiar tu nombre. La conveniencia impone una tregua...

Ella negó con la cabeza.

-No te detesto -dijo-. No me importas lo suficiente. Pero de acuerdo, tienes razón: colaboremos. Dime dónde está Marco y te llevaré hasta él. No me importa lo que hagas con el maldito Clavo mientras mi Sire no se vea perjudicado.

Thomas, ladeo la comisura de los labios, casi sonriendo ante su comentario, dio un paso y la miró fijamente a los ojos.

-No está en Roma. No va a ser fácil y tengo demasiados frentes en la cabeza. ¿Tengo tu palabra? ¿No vas a traicionarme? 

Rosalía le mantuvo la mirada pero arqueó una ceja.

-Entiendo que todavía estés confuso, pero el único que ha traicionado aquí eres tú. No toleraré que desconfíes de mí como si realmente hubiera hecho todas esas cosas que Julianne te metió en la cabeza -hizo un gesto despectivo con la mano-. Si quieres estar seguro haz lo que te dije: oblígame a decirte la verdad. Pero si no lo haces guárdate ese tipo de comentarios. No me los merezco.

Thomas levantó la mano.

-No más reproches. Y eso va también por tí. Mi traición fue desafortunada pero del todo innevitable. A tí te habría pasado lo mismo -declaró. Después rebuscó entre sus ropas y sacó el colgante de los Señores de la Sombra-. Recuerdo que ahora es tuyo -dijo tendiéndole el amuleto.

No estaba segura de que ella hubiera actuado como Thomas de haber estado en su lugar, pero se guardó de decirlo. Estaba cansada de discutir.

-Puedes quedártelo, no me trae muy buenos recuerdos -dijo-. ¿Dónde está Marco? -su voz delataba impaciencia.

Thomas frunció el ceño ante el rechazo de Rosalía, pero enseguida disfrazó sus expresión con una satisfecha sonrisa.

-Donde todo empezó. En Constantinopla. Aunque he sabido que ha sido conquistada recientemente por los turcos musulmanes. Por eso será más peligroso. Necesitamos alguien que pueda informarnos de cómo está la situación antes de emprender cualquier viaje. 

-¡Alguien? ¿Quién? -le daba la sensación de que Thomas ya tenía a alguien en mente-. Debemos encontrar a Hakan y avisarle, y antes de marcharnos necesito... Hacer algunas cosas. Hay en prisión una persona que no debería estar allí. Quiero liberarlo. Y despedirme de mi Chiquillo.

-Quién no lo sé. Aun en tu situación pareces tener muchos más contactos en esta Villa que yo -dijo acercándose al caballo-. Una cosa más. Lo de Zaragoza. ¿Fue real? -preguntó sin mirarla mientras apretaba la silla.

-Me sorprende que seas capaz de mirarme a la cara cuando vas a matarme pero no para preguntarme eso -respondió con una burla amarga-. Sí, fue real. Busca a Hakan e infórmale. Yo hablaré con mi gente. Cuando esté lista me reuniré con vosotros.

Subió al caballo y tras su respuesta sonrió irónico.

-Entonces es imposible que te sea indiferente -dijo antes de acariciar el cuello de un animal con unas palmadas-. No te metas en más líos.

Le guiñó el ojo y salió al paso del cementerio.

Rosalía arqueó de nuevo una ceja pero decidió no responder. Que se diera por satisfecho si así era feliz, qué más le daba ya. Abandonó el cementerio y echó a andar en dirección a la Casa Bona.

Rosalía dejó que Thomas se fuera y tratando en lo posible de evitar las calles principales para no toparse que nadie que aún la estuviera siguiendo, llegó a la Casa Bona.

Antes de entrar se encontró con Nicolae, quien salía de la casa con visible impaciencia.

-Iba a ir a buscaros -dijo dejando que el alivio relajara la expresión de su rostro.