Partida Rol por web

El camino había sido largo, pero por fin habíais llegado a la villa de Pashin. Os habían contado que en otro tiempo, aquella decadente ciudad, fue uno de los enclaves comerciales y culturales importantes de las tierras del norte de Ansalon. De aquella época de esplendor, poco quedaba. La villa tenía un aspecto funesto: sucia, gris, sin apenas vida. Algunos edificios se levantaban por encima de casas, barracones y posadas, construcciones semi-abandonadas en las que anidaban aves de diferente calaña. La ciudad estaba rodeada por una muralla con forma octogonal. Una vía principal que atravesaba la ciudad, dividía sus laberínticas calles en dos sectores: a un lado se encontraba la posada de Los Cinco Dragones y el cuartel general de los Caballeros Negros; al otro lado, el mercado, el templo y algunos edificios oficiales, como la casa del alcalde, que hacía las veces de ayuntamiento, una biblioteca, un prostíbulo, la herrería y tres posadas, una de las cuales, El Cuervo herido, tenía cobrado renombre.

Vuestra entrada en la ciudad, podría haber pasado desapercibida a los guardias que custodiaban las entradas y salidas de la ciudad. Desconocéis si al acabar su guardia, darán cuenta al alto mando de los nuevos visitantes que acogía la ciudad. Eso, si el alto mando se encontraba en el cuartel (días fríos como este, invitaban a resguardarse en una taberna al calor del fuego, en un ambiente más... relajado). Pero es solo una posibilidad.

Os encontráis en la vía principal de la ciudad, una calle ancha por la que pululan viandantes de diferentes razas, pero especialmente humanos. Los pocos elfos que podéis ver llevan la mirada fija en el suelo. Tanto a la izquierda como a la derecha de la calle se extienden diferentes ramales en forma de callejones, algunos oscuros y poco recomendables. Es mediodía, pero la luz es muy tenue. Apenas hay viento, pero el frío es húmedo y se cala en los huesos.  Os encontráis en la vía principal de la ciudad, una calle ancha por la que pululan viandantes de diferentes razas, pero especialmente humanos. Los pocos elfos que podéis ver llevan la mirada fija en el suelo. A los lados de la calle se extienden diferentes ramales en forma de callejones, algunos oscuros y poco recomendables. Es mediodía, pero la luz es muy tenue. Apenas hay viento, pero el frío es húmedo y se cala en los huesos. 

Vuestra misión es recuperar un objeto sagrado, del que poco os han contado. Solo sabéis que en un futuro podría servir para devolver la paz a Ansalon. Os dijeron que es un objeto "clave" para que todo vuelva al pasado. También os hablaron de un tal Pegrin, como su poseedor ilegítimo.

¿hacia donde dirigiréis vuestros paso?

Avanzo por la ciudad con una mano en la bolsa y otra en el tomo de la espada, ciudades como esta estan llenas de carroña "pensante" que se preocupaba mas por el hambre que por su supervivencia. Aun asi tener que ajusticiar a un crio con las manos largas o una anciana ladrona podria llamar demasiado la atencion de guardias hambrientos de sobornos, con esto en mente me dirijo a mis compañeros:

-Tened cuidado con los buenos ciudadanos de este nido de alimañas, no nos llevemos un disgusto por culpa de algun malnacido- Dicho esto escupo hacia un lado, el olor de esta ciudad me ha dado mal sabor de boca- ¿Que tal si nos dirigimos esa posada de El cuervo Herido? Quizas encontremos informacion sobre nuestro hombre y una cama sin demasiados parasitos.

Preocupado por los rasgos que puedan delatar mis genes elfos, intento no mostrar demasiado mis orejas, sin embargo mis ropajes llamativos no dan pie a pasar muy desapercibido. - " Maese Galton, tiene razón aquí en las oscuras calles estamos al descubierto, necesitamos información y donde mejor que en una posada para conseguirla, además puedo montar un pequeño espectáculo en su interior y sacarnos a medias con el posadero unas monedillas, además de un lugar donde dormir y comer " - Digo esperanzado, tanto andar me tiene muerto de hambre y de sed, además este lugar tan triste me deprime y eso es lo último que alguien como yo quiere.

Mientras caminamos observo a mi alrededor por si alguien se ha percatado de nuestra presencia y nos sigue, además pienso en el objeto sagrado por el que hemos venido a este lugar, ¿ que será ?

   La enorme orca no dejaba de mirar en todas direcciones. Aquella aldea le parecía un sin-dios. Nunca había visto tantos humanos juntos.

Klurca miró los oscuros callejones sin entender las pegas de sus compañeros. El sol no la molestaría en sus brillantes ojos grises y a buen seguro que entre tantos desperdicios habría algo de interés. Mientras el guerrero y el brujo decidían donde pasar la noche, la salvaje manoseaba algo en su bolsillo con expresión inquieta. Desde lo alto de un tejado un cuervo graznó al grupo de forma acusatoria. Klurca abrió la mano a escondidas y contempló el objeto que acariciaba un segundo antes:

-Es una señal- murmuró para sí con gesto grave.

-¿La potzada er cuerrvo dizés?- Respondió en alto a Bast con su voz gutural. -Latz potzadas...mucha gente- Gruñó frunciendo el ceño -Pero también mucha cerrbetza- Dijo mostrando sus colmillos en una amplia sonrisa.  -¡Al cuerno con las señales!- pensó para sí.-¡Ja pa-yá que vamoz!- Dijo dando un empellón a Patric por tan buena idea.

Con una sonora carcajada - " Cuando quieres que bien te espresas, amiga mía, tu pides la primera ronda " -, hago un movimiento con la mano en dirección a la posada.

Nos dirigiamos hacia la posada mientras tarareaba una cancion que ni siquiera yo mismo recordaba donde la habia oído. Observé el lugar en el que nos encontrabamos, era gris y sucio, como la mayoria de las urbes humanas, pero poco me importaba con tal d encontrar un refugio caliente y una buena bebida

-Siii! bebamos en la posada! tal vez podamos encontrar algo "interesante"- sonreí euforico y picaramente mientras expulsaba un poco mi pipa hacia el suelo, momento en que aproveché para observar si habia alguna moneda sin dueño por ahí

No me gustaba aquella ciudad... Bueno, a decir verdad, normalmente no había nada que llamase mi atención y me profesara una sensación de gusto o placer. Puedes llamarme fría, y sí... lo soy... pero es algo a lo que debes acostumbrarte si quieres seguir mi mismo camino.

Por supuesto, la idea de ir a una ruidosa posada tampoco me gustaba. Empiezas a entender cómo soy, ¿verdad? Pese a todo, admitía que las tabernas de las posadas eran el lugar idóneo para adquirir información... a veces de forma gratuita, otras veces de forma menos barata; y nosotros necesitábamos información en aquel instante.

—Vayamos.

La escueta palabra salió de mis labios tras soltar un poco disimulado suspiro de desagrado. Jamás una sola palabra podría expresar tanta desgana, pero aquélla lo había conseguido de una manera providencial. Pese a todo, estaba dispuesta a ir y saciar de una vez la curiosidad que sentía por todo aquel misterio del objeto sagrado.

A pesar del recelo de Bast, parecía que, al menos de momento, nadie les seguía. El objeto sagrado que debían buscar seguía siendo una incógnita y un quebradero de cabeza para el semielfo.

Cuando Thassantir se agachó, recogió del suelo un panfleto sucio y arrugado, en el que a duras penas se podía leer lo que en un principio parecía el anuncio de un evento: El Heraldo, famoso bardo narrador de historias, actuará mañana por la mañana junto a la posada El Cuervo Negro.

Parecía que el grupo había tomado, previamente, la decisión de acudir a la mencionada posada, a fin de resguardarse del frío y llevarse algo de comida a la boca. Y por qué no, también una buena pinta de cerveza del lugar. Ahora bien, desconocían el camino al deseado lugar. Seguramente necesitaran un mapa o a alguien que les guiara. De repente, a su derecha, en una de las calles que conducían a una plaza oyeron el ruido de los abucheos de una pequeña aglomeración de espectadores y lograron distinguir lo que parecía un grupo de artistas un tanto desangelados, destinatarios de los reproches de un público descontento.

" Cuando quieres que bien te expresas, amiga mía, tu pides la primera ronda "

-¡Poj claro! la orcaz zomoz aztutaz omo zorra- Respondió a Bast llevándose el índice a la sien.

El alegre Thassantir pasó a su lado tarareando una melodía y la salvaje se animó a ponerle la letra de una canción de su poblado que los machos-orcos entonaban a coro.

"...Torzida...la dehé torzida"

Como Klurca no había tenido un padre orco, no sabía que la letra se refería en realidad a sus esposas, de modo que continuó tarareando hasta que escuchó los abucheos del gentío.

La salvaje se debatió entre su recelo a las multitudes y su curiosidad. Finalmente se acercó a la plaza, olvidándose de todo lo demás. La mayoría de los humanos que la vieron venir se apartaron, a otros les ayudó un pequeño empellón y los más dignos y reacios fueron despachados con una profunda exhalación de su pútrido aliento. Alysia ya la había advertido de que bajo ningún concepto, podía liarse a golpes en una ciudad humana y Klurca, que aún no salía de su asombro por el lugar, se había propuesto seguir el consejo...a su manera.

Mientras sigo barruntando el significado de la búsqueda del objeto sagrado, veo como Thassantir coge algo del suelo, a la vez que me despista un abucheo que tantas pesadillas me ha visitado, un espectáculo fracasado, una troupe siendo abucheada, eso no puede ser, uno tiene que apoyar a los suyos. En cuanto veo que la corpulenta compañera empieza a dirijirse hacia el público y los aparta a un lado con sus gráciles brazos, me coloco detrás suyo - " Perdón, perdón, dejen paso,... perdone ehhh, no se ponga así caballero, modere su lenguajeee.... " - Dicen que la curiosidad mató al gato, pero es que despues de lo que les pasó a mis padres y a mi troupe, no dejaré que les pase a nadie más.

Por si las moscas preparo una oratoria disuasiva por si es necesario distraer al público enfurecido.

orgulloso de mi mismo por haber encontrado un papel sucio y arrugado en el suelo, lo cojí con las dos manos mientras sonreía i me puse a examinarlo

-Oh! parece que va a haber un evento donde un tal Hombre que dícese llamar Heraldo entonará ciertas canciones! lo que no entiendo es lo del cuervo negro...- dice mientras alza la vista hacia el cielo- no veo ningun cuervo negro por aquí, y en caso de que hubiesen...como iba a entrar tanta gente en el..? es una maldita locura pero...sin embargo me lo guardare en mi saquito!- digo mientras hago una pelota con el panfleto emocionado y me lo guardo en el saquito que llevaba en el cinturón

Oía como kulca le daba letra a la cancion que entonaba y la verdad es que me alegré, aunque cantara algo mal, pero eso demostraba que nuestro grupo tenia fuertes lazos, cosa que seguro que nos vendria bien

Sin embargo, estos pensamientos se vieron mermados por la multitud que propiciaban ciertas impertinencias y abucheos a ritmos marcados. nuetro grupo decidió ir hacia allí y, para pasar por el gentío me situé justo detras de kulca, pues parecía que ell se abria un buen camino entre el gentío y además nadie se atrevería a enfrertarse contra ella. a medida que ibamos avanzando por entre la gente, eche una ojeada a las personas que habian ahí aglomeradas y sus pertenencias y sobretodo, si llevaban alguna bolsita con dinero o abalorios en los dedos

Lo que me faltaba... Si había abucheos, quizás pronto también hubiera pelea, y a mi grupo no se le ocurría otra cosa mejor que hacer que meterse dentro de todo el bullicio. Suspiré molesta... pero decidí seguirlos a cierta distancia. Al fin y al cabo, sentía demasiado tedio como para meterme en una buena riña por ninguna causa aparente, pero tampoco quería perderlos de vista.

Quizás fue por eso que aquel brillo especial de la mirada de nuestro querido pícaro no pasó desapercibido a mis ojos. Ver sus intenciones no era algo difícil, y menos teniendo en cuenta la carita de pillo que comenzaba a poner.

—Es admirable que quieras alcanzar la riqueza, pero el camino para llegar a ella no debe pasar por meter las manos en bolsillos ajenos al tuyo — le solté cuando llegué a su lado. Ni siquiera le miré a la cara... sino que, por el contrario, mi mirada estaba clavada con cierta señal de indiferencia en el grupo de artistas que estaban siendo abucheados —. No nos metas en más líos del que ahora mismo nos podemos meter...

En ese momento, mi mirada se clavó con cierta dureza en el rostro del pícaro durante un breve instante. Por mi gesto, debió quedarle claro que hablaba en serio... No quería problemas, y menos por algo que iba contra el dogma de mi dios: debíamos aspirar a la riqueza, pero no por esos medios.

Alze la cabeza para intentar ver mejor la escena por encima del molesto gentio que teniamos delante, por lo poco que puede observar no cabia duda de que seria alguna trupe con poca experiencia y ninguna gracia, lo cual significaba que era especialmente horrible si nisiquiera podian satisfacer al gentio de una ciudad horrenda como esta.

Quizas mientras los falsos artistas tocaban y distraian de una forma u otra a la multitud, sus hijos urgaban en los bolsillos de los demas. Si encontraba a algun crio con una mano demasiado larga se la podare en el acto y la usare para rascarme la espalda.

-Me pregunto si les lanzaran fruta podrida o esa se la reservan para la cena- Digo mirando al gentio- Vayamos cuanto antes a la posada, sera la proxima parada de ese gentio y me gustaria disfrutar de vuestra compañia sentado en una mesa, quizas con suerte despues encontremos a nuestro hombre.

Desde luego despues de que la posada se llenara un poco seria como encontrar una aguja en pajar.

La llegada del grupo de aventureros a la plaza provocó la espantada de una parte de la multitud que abucheaba a los artistas callejeros (una kénder, una semielfa y un corpulento nómada khurita). Sin embargo, una veintena de espectadores quiso permanecer en el lugar. Los artistas, nerviosos, intentaban llevar a cabo un número de equilibrismo. Su única intención era sacar unas monedas ese día para tener algo caliente que echarse a la boca. Pero la actuación no iba bien. Habían errado varías veces y un público “tan selecto” no perdonaba dichos errores. Los abucheos habían llevado la inseguridad a los tres jóvenes actantes. Y la inseguridad es mala compañera cuando se requiere concentración. –¡Intentémoslo ahora!- espoleó la joven kénder a sus compañeros, al tiempo que, de un salto, se colocaba sobre los hombros del fortachón khurita. Fue entonces cuando perdió el equilibrio y en su caída se iba aproximando a un grupo de espectadores, quienes, a los pocos segundos, vieron como la mediana caía entre ellos, empujando a unos y a otros. Los kénder no gozan de lo que se dice muy buena reputación en la tierra de Ansalon, debido, fundamentalmente, a esa capacidad innata que tienen para hacer que, misteriosamente, las pertenencias de aquellos que los rodean aparezcan en sus bolsillos. Conscientes de ello, aquellos que fueron empujados al recibir el impacto del cuerpo de la joven acróbata se volvieron hostiles, pensando que eran víctimas de una treta del grupo de acróbatas para hacerse con sus bolsas de dinero. El miedo se leía en los ojos de los tres artistas, que no pretendían otra cosa sino agradar. La kénder comenzaba a pasarlo mal: -¡Soltadme, no he hecho nada!, ¡No quise tropezar! ....

Alzo los brazos, pongo mi cara más seria y modulo mi voz, despues de tantos años de espectáculo, se lo que tengo que hacer - " ATENTOS TODOS NO OS LO VAIS A CREER, ES INCREIBLE, APENAS ME LO PUEDO CREER YO MISMO, ES QUE NO TENGO PALABRAS, ES TAN GRANDE Y FEROZ, Y ALLÍ ESTÁ EN LA ENTRADA A LA VILLA, RECIEN CAPTURADO POR LA GUARDIA, ES MARAVILLOSO, TODAVÍA NO SOY CAPAZ DE PENSAR EN OTRA COSA, ES QUE LO VES UNA VEZ, SOLO UNA VEZ Y LA VIDA NUNCA SERÁ LA MISMA, MADRE MÍA, SI ALGUIEN QUIERE VER A LA BESTIA, QUE VAYA AHORA MISMO, PORQUE SE LA VAN A LLEVAR A OTRO LUGAR, SI YA ESTA ALLÍ MEDIA CIUDAD, CORRED, VAMOS, VAMOS " - Termino de decir mientras hago aspavientos con las manos en dirección a la puerta de la villa, mientras pongo mi cara de " estoy estupefacto ".

Observo la escena con una sonrisa contenida por la ironia de la situacion, aunque aquellos artistas habian fallado en su numero proporcionarian de igual forma entretenimiento  aunque no de la forma que ellos esperaban. Seguramente el gobernador despota de aquella ciudad estaria contento de que el populacho se "vengara" contra unos extrangeros antes de que quemaran algun edificio de su propiedad.

Aun con todo es una situacion injusta para la pobre doncella kender, avanzo a buen paso hasta donde se desarrolla la escena con el fin de hacerle comprender a los pobres desgraciados que no deben atentar asi contra una pobre mujer indefensa.

-Voy a hacercarme un poco a ver si puedo ayudar a esos desgraciados ¿Vienes conmigo Klurca? Quizas tengamos que golpear a algunos estupidos- Seguramente la presencia de la barbara sirviese para que esos paletos desistieran.

Tras hacer una revision con la mirada en las pertenencias del gentío, escuche las amigables palabras que me ofreció Alysia sobre meter las manos en lugares que no eran mios - no te preocupes por eso amiga mia! unicamente quiero guardar sus cosas a buen recaudo! podrian perderse...- le dije inocentemente a Alysia, pero justo cuando acabé de decir eso, parece que el grupo de malabaristas empezaban a tener problemas con los espectadores.

Me fijé que habia una joven kender entre ellos, cosa que me llamó la atención, pues no se ven muchos de mi misma condición por estos lares

-"tendré que hablar con ella luego...tal vez seamos parientes"! -

Sin embargo, la situacion se iba caldeando. varios de los lugareños empezaron a plantarles cara y estaban dispuesto a simple vista a llegar a las manos. observé de entre la multitud cómo Galton se avanzaba hacia ellos para intentar proteger a la joven kender y...por otra parte, mi querido hechicero estaba intentando crear una distracción. Casí me creo yo esa misma distracción, pero luego recordé que por donde habiamos llegado, no habia ninguna criatura mistica o maravillosa para observar, así que dejé que Bast siguiera con su argucia

    -¿Huna beztia maravijosa?- Klurca miró con los ojos entrecerrados a Bast...Todo podría ocurrir en un lugar como ese pero al comprobar la reacción de Galton, salió de dudas. -...Eztos humanoz eztan locoz- Refunfuñó.

Repartir unos cuantos mamporros era la mejor manera de conciliar el sueño así que hizo crujir sus nudillos mientras elegía el primer estúpido al que hundir la cabeza entre los hombros, pero una vez mas sus ojos se cruzaron con la severa mirada de Alysia. -¡Puez a vé zi oz ponéiz da-kuerdo!- Protestó agitando las manos.

    Klurca se sintió observada y tuvo la tentación de mandarlos a todos al cuerno e irse a cenar por su cuenta. Estaba claro que la preocupación del público era su dinero, sólo los puñeteros enanos eran mas agarrados que los humanos, así que se propuso atacar por ahí.

-Güeno, ya sacabó lactuación, azí que a soltar unaz monéaz- Dijo tendiendo la calabaza que usaba de cuenco.

Tuvo el detalle de guiñar un ojo al nómada para asegurarse de no complicar mas el conflicto.

Volviéndose de nuevo hacia el gentío, se abrió paso plantándoles el trozo de calabaza bajo las napias.-Juna moneíta- Reclamó al primero -¿ka No?...Pues váyaze a pazeo.-Fingió ofenderse -¿Tu tampoco?- Preguntó a otro -...Puez aire, que no queremoz mironez.-

Klurca se abrió paso hasta la mediana y la elevó en el aire como si sacase una patata de la tierra. -¡Mira lo que hemoz ganado!- Dijo volcando la calabaza vacía -¡Na de na!. ¡Erez un fracazo de malubarizta!- La recriminó mostrando su colmillo partido -¡Vaz a zer nueztra cena, ¡Tu te lo haz buzcado!- Klurca extendió el brazo y lanzó a la kénder por los aires a los brazos del nómada Khurita. Después se volvió hacia Thassantir. Su presencia no podía ayudar en ese momento, así que lo alzó en el aire de la misma manera y lo sacó de allí arramplando con los espectadores como si caminase entre la nieve virgen. -¡...Y tu vaha zer mi poztre!- Rugió tratando de no reirse.

Avanzo hacia los rufianes per Klurka se me adelanta y empieza a montar un numerito para espantar sin violencia a los ciudadanos descontentos, por un momento parece que va a iniciar una pelea pero luego empieza a gritar con una cara extraña. Desde luego aquella mujer tan salvaje era un ejemplo sobre como resolver los problemas si ponerle a nadie la espada en el cuello.

Intentando parecer amenazante me dirijo al grupo de estupidos ciudadanos:

-Ya sabeis lo que teneis que hacer. Fuera de aqui- Mientras lo digo me percato de que no es mi amenaza mas convincente. Aun asi no desenvaino mi espada.