Partida Rol por web

Escuché atentamente la conversación y no tuve que pensar mucho para tomar una decisión. Si el padre de Dylan se iba con Eric, yo seguiría al muchacho hasta la panadería. Sin duda algo estaba ocurriendo allí, y ahora que les había cogido la pista, me agarraría a ella hasta las últimas consecuencias.

La mujer escuchaba mordiendose el labio inferior con cierta preocupación.  No entendia la mayoria de lo que hablaban. Intentó recordar al sobrino del panadero. Y también si había visto algún mochilero...¿sería el mendigo? No. No creía que nadie confundiera a aquel tipo desaliñado y luciendo desamparado con un mochilero.

Empezaba a acusar el cansancio de ir medio agazapada, con la tensión en su cuerpo, pero no pensaba dejar a Eric solo. Esperó la respuesta de ambos para ir colocandose en el dirección en la que fueran a tomar.

Ronan miró a Eve y luego a su arma, se encogió de hombros y la arrojó lejos, provocando un fuerte ruido. Sus ojos volvieron a la enfermera, deteniéndose brevemente en el paraguas que sostenía con una mano, pero sin parecer molesto o siquiera preocupado. Teniendo en cuenta su enorme tamaño, no necesitaría de ninguna otra arma que sus manos si quería hacer algo malo.

-Listo, libre de armas- la mano seguía sangrando, formándose una costra negruzca ahí donde comenzaba a secarse. El sujeto miró su mano un segundo-. Fue su amigo- dijo con una sonrisa-. Se puso como loco. Creo que le asusté y me mordió- la mano sana se cerró con fuerza, pero volvió a relajar el cuerpo-. Y sobre los problemas…- ladeó la cabeza, no quería hablar. No debía hablar. Pero quizás fuera su última oportunidad, necesitaba encontrar al chico-. El chico es la clave de todo. La forma de resolverlo. Él puede liberar a los muertos, dejarles descansar en paz.

Ronan sostuvo la mirada de Eve, sin pestañear, esperando que ella reaccionara a lo que le estaba diciendo. Parecía que no mentía, aunque era difícil creer que una persona fuera la responsable de todo eso. ¿Qué clase de poder se requería para que los muertos no mueran?

Dylan asintió en cuanto Eric dio su visto bueno, saludando a ambos con la cabeza y apurando el paso hacia la panadería. Si antes parecía un chico confiado y seguro, esa fachada se iba deshaciendo mientras caminaba.

-Adam es un chico bueno… pero no es alguien fácil de dominar si se enoja o se asusta- dijo quitándose los lentes y mirando los cristales a través de la luz-. Supongo que pensó que Eisen podría ayudar- miró hacia donde iba marchando Dylan-. Tiene su cabeza en chicas y fiestas. Desde que se junta con esos dos dejó de prestar atención a la panadería.

Soltó un suspiro de rabia reprimida, para luego sonreír a Eric a modo de disculpa. Con una mano indicó el camino a la comisaria, dispuesto a seguirle hasta allí e informar sobre ese supuesto mochilero pirómano.

-¿Tiene hijos señor Tucker?- preguntó antes de ponerse en marcha.

Lara continuaba en su sitio, apretándose en la oscuridad para que no le vieran al pasar. Por suerte Eric se había colocado de tal manera que le tapaba con su cuerpo, logrando que Oscar no le viera. Ahora debía decidir si seguir a Dylan o a Oscar, dejando a Eric a su suerte.

Dylan asintió en cuanto Eric dio su visto bueno, saludando a ambos con la cabeza y apurando el paso hacia la panadería. Si antes parecía un chico confiado y seguro, esa fachada se iba deshaciendo mientras caminaba.

-Adam es un chico bueno… pero no es alguien fácil de dominar si se enoja o se asusta- dijo quitándose los lentes y mirando los cristales a través de la luz-. Supongo que pensó que Eisen podría ayudar- miró hacia donde iba marchando Dylan-. Tiene su cabeza en chicas y fiestas. Desde que se junta con esos dos dejó de prestar atención a la panadería.

Soltó un suspiro de rabia reprimida, para luego sonreír a Eric a modo de disculpa. Con una mano indicó el camino a la comisaria, dispuesto a seguirle hasta allí e informar sobre ese supuesto mochilero pirómano.

-¿Tiene hijos señor Tucker?- preguntó antes de ponerse en marcha.

Lara continuaba en su sitio, apretándose en la oscuridad para que no le vieran al pasar. Por suerte Eric se había colocado de tal manera que le tapaba con su cuerpo, logrando que Oscar no le viera. Ahora debía decidir si seguir a Dylan o a Oscar, dejando a Eric a su suerte.

Por otro lado, Strarrosa tambien deberia decidir a quien seguir, para poder continuar con su investigacion. Si Oscar estaba implicado, siendo la posible cabecilla de todo eso, tendria informacion util... pero Dylan era el principal sospechoso y de él estaba mas seguro. ¿Que hacer ahora?

Legrand no pareció impresionada por lo que le dijo Doorgod, momento en el que creyó que volvería a alzar su arma para al fin descargarla en su rostro. Pero no lo hizo, continuó su viaje, oyéndole decir algo que no alcanzó a entender. ¿Cómo podía ser alguien tan frio? ¿Acaso estaba segura que no iba a dispararle? No, él iba a dispararle. Solo faltó que la balanza se incline un poco hacia esa opción y sus sesos terminarían en el piso.

Las luces de la plaza parpadearon y se apagaron de repente, sumiéndolo por medio segundo en la oscuridad. Luego las luces volvieron, pero algo más tenues, no llegando a apartar las sombras del todo. No parecía algo bueno, pero tenía cosas más importantes que hacer.

Le aterraba pensar lo que estarían pensando todos los habitantes de Sonnenlicht. Sobre todo si se dejaban arrastrar por sus instintos más básicos. Él mismo podría haber matado a Legrand de haberlo querido.

-¿Con esos dos? -Me sorprendieron las palabras de Oscar Kuchen sobre Dylan. Lo más probable es que se estuviera refiriendo a algunos amigos de la edad de Dylan, pero, ¿y si estaba haciendo referencia a Eisen y a la anciana señora Crown?-. ¿Se refiere a Ronan Eisen y a la señora Crown?

Negué con la cabeza a la pregunta que me dirigió el señor Kuchen, mientras caminaba junto a él.

-No tengo hijos -indiqué, muy seguro de que no habría un Mini-Eric en algún lugar del mundo-. Hace mucho que me planteé no tenerlos. Creo que no sería un buen padre -confesé, con sinceridad. No sabía por qué se lo había revelado al panadero, pero las palabras brotaron de mi boca casi como si necesitara soltarlas.

La ansiedad comenzó a saltar en su pecho. No sabia que hacer. No queria dejar solo a Eric, pero... iban a la comisaria. El joven en cambio....sabia que Legrand le habia dicho algo. LO HABIA VISTO!

Y sabía que él sospechaba de que le seguían. Había sido muy patosa cuando comenzaron a seguirlo. Soltó el aire despacio viendo como los hombres se alejaban y comenzó de nuevo a moverse sigilosa en pos de Dylan. Lo malo es que realmente fuera a la panaderia y que su instinto fuera una mierda. Además, había cogido algo de distancia el joven, pero aún podia verle.

Esta vez intentó poner atención y cuidado donde pisaba

Sabía que perder los nervios en esos precisos momentos era contraproducente.

Sudor frío, fuertes palpitaciones, un leve temblor que se denotaba sobre todo en sus manos… Intentaba calmar sus nervios ahogando ese breve estado de pánico que bordeaba repitiéndose las mismas frases continuamente: No va a matarte, estás a salvo. Todo irá bien.

Por desgracia para la enfermera sabía que era cuestión de tiempo de que esa negación se convirtiera en una rotunda afirmación, manteniendo las distancias y escrudiñando cada movimiento aunque el hombre se hubiera desarmado.

Sólo con eso ya tenía el primer paso, uno pequeño pero el suficiente para aflojar la presión de su mano sobre el mango del paraguas, acordándose por primera vez en esa pesadilla que había dejado al alcalde fuera.

Estaba tentada de abrir la puerta y dejarle pasar, pero no sabía ni cómo hacerlo. “Buenas alcalde, le presento a mi asaltante. No se preocupe, creo que no nos va a matar”, era tan ilógico todo que creyó que estaba soñando.

No le entiendo, ¿cómo que liberarlo? Eso es una locura.- Realmente lo era, al igual que los muertos caminaran y hablaran, algo que había visto hace apenas un par de horas.

Bajó la mirada sopesando sus palabras y la importancia de las mismas, terminando de soltar por fin el paraguas para relajar sus manos.

Vine con alguien, está fuera esperando.- Alternó la mirada entre la puerta de entrada y Ronan, cavilando sobre todo si la dejaría marchar momentáneamente.- Debo dejarle entrar.  Estar fuera y solo es peligroso, además, me ayudará a tratarle.- Observó de lejos la herida, haciendo una inspección rápida.- Posiblemente haya que coserle.- Su mano se acercó al pomo de la puerta, esperando que el hombro entendiera aquello aunque pidiera levemente permiso para llamarle.

Si podía, iría a buscar a Batterman, esperando que todavía siguiera vivo.

Solo la luz de la sala estaba encendida, alumbrando un poco el exterior. Todo lo demás estaba a oscuras y cuando faltaban unos pocos metros, oyó el sonido de algo metálico dentro. Pareció que algo cayó, bastante lejos de la puerta. Se oían voces, voces tranquilas, aunque cautelosas. Con un suspiro, abrió la puerta, teniendo una escena bastante rara en frente, pero mucho más suave de lo que había imaginado en un primer momento…

Cuando Eve se acercó a la puerta, el cuerpo de Ronan se tensó, se inclinó un poco hacia adelante, en dirección a la enfermera. Debía estar cerca de los dos metros de altura, fuerte como un toro y acostumbrado al dolor a juzgar por como trataba a esa herida como si fuera nada. Llegaría a ella en menos de unos segundos. No debía querer que escapara, que no le dijera sobre Adam, que sea lo que sea que le preocupara ocurriera. La enfermera tanteó el pomo de la puerta, sin apartar la vista del enorme sujeto, pero su mano solo aferraron el aire. Al girarse la puerta estaba abierta…

La casa era pequeña, pero acogedora y decorada con cierta coquetería. Seguramente seria agradable sentarse en el sillón y simplemente disfrutar de la tranquilidad… pero ahora, al entrar Batterman con el rostro pálido de la tensión, vio a Eve pegada a la pared, con su mano alargada hacia la puerta. Ronan Eisen, un enorme sujeto de casi dos metros, grueso como un armario y con la mano llena de sangre, sentado en una silla, medio levantado y mirándoles con la incertidumbre y rabia en sus ojos.

Se produjo un breve silencio, en el que Batterman miró a ambos y a los alrededores, como esperando algo más. Quizás temía que algo le ocurriera a la enfermera y decidió pasar por alto sus indicaciones o esperaba un escenario peor. Como fuera, Eisen se terminó de levantarse, mostrando su enorme figura.

-Usted también está en esto. ¿No?- la pregunta iba directamente a Wilson. Bajó la cabeza un poco, sin dejar de mirarle, pareciendo un enorme toro que estuviera a punto de embestirle. ¿Ahora qué?

Dylan siguió su camino, mientras que Oscar emperzó a dirigirse a la comisaría junto con Eric. Durante un segundo noté la pregunta en mi cabeza. Óscar parecía saber algo. ¿Sería Dylan sólo su marioneta? Parecía que el chico seguía sus órdenes al pie de la letra, y que de alguna manera le temía. ¿Sería entonces Óscar el que tuviera las respuestas que ansiaba? 

Como una exhalación las preguntas volaron por mi mente, pero casi antes de formularlas ya sabía qué iba a hacer. Óscar estaba con Eric, por lo que ya tenía alguien que podría vigilarlo. Además, me daba la sensación de Óscar pretendía separar a Dylan del periodista, por lo que ya eran dos argumentos a favor de ir a por el muchacho.

Fuera lo que fuera lo que estuviera ocurriendo, había ocurrido algo malo y Dylan tenía que ir a arreglarlo.

Aquella era la oportunidad perfecta para saber por fin qué demonios estaba pasando en el pueblo, por lo que sin pensarmelo dos veces, me interné en un callejón lateral para rodear a los dos hombres y, rápido y sigiloso, continué siguiendo al muchacho.

 Batterman llegaba a aquella habitación con el corazón en la mano. Realmente temiendo lo peor dado todo lo que había experimentado aquella noche. Mas el escenario no fue tan grave como el que pensaba: solamente había un hombre sentado en un sillón. Pero ese hombre no era otro que Ronan Eisen, del que se había dicho las cosas más comprometedoras durante ese día. Que estuviera allí y le hiciera semejante pregunta (la cual Wilson no alcanzaba a comprender del todo), solo ayudaba a confirmar que el gigantesco hombre estaba metido en algo.

 El alcalde, atónito, miró a la enfermera. La situación se mostraba peligrosa, y ellos no estaban en la mejor posición. Si Ronan decidía embestirlos con la brutalidad de su cuerpo, Evelyn y Wilson poco podrían hacer. El alcalde era corpulento, pero además de estar herido no llegaría a darle batalla al hombre. Y Evelyn tampoco encontraría mucha suerte en enfrentarse a él.

 Intentar razonar, calmar o distraer al hombre podrían ser las opciones más acertadas. Lo que fuera con tal de que él mismo no se alterase e hiciese algo contra el duo.

- En... ¿en esto? Sr. Eisen... ¿de qué está hablando? Y más importante... ¿donde ha estado todo este tiempo? Han preguntado por usted en todo el pueblo desde que no fue a trabajar a la represa...

Era extraño que la oficina del sheriff estuviera vacía, pero lo extraño se había vuelto normal en este pueblo.

-Espera un momento- dijo Luana a la chiquilla al tiempo que la agarraba del hombro para frenarla.

Ambas quedaron unos segundos a las puertas de la comisaría mientras Luana observaba con desconfianza el interior. Viendo que no había ningún movimiento aunque sin quitarse cierto nerviosismo entraron y luana cogió el teléfono.

Eve avanzaba al paso de un caracol pegada a la pared. Una mano estaba levemente aferrada a un paraguas mientras que la otra se acercaba al pomo de la puerta dispuesta a abrirla justo antes de que se abriera, ahogando un grito mientras apretaba con fuerza el mango del paraguas.

Batterman.- Parecía que el universo había hecho coincidir a los dos con la misma acción, algo insólito que en esos momentos podría suponer un cúmulo de nerviosismo. Y así fue, puesto que a pesar de creer que lo tenía todo, más o menos, bajo control y ahora esa seguridad se escurría entre sus dedos.

Se-señor Batterman.- Intercala la mirada entre Ronan, el alcalde, y una tubería que había en el suelo, cerca del fornido hombre, vigilando que no volviera a cogerla.- Siéntese, por favor. Quedamos en que le curaría si cooperaba, pero necesito que se relaje.- Con una mano estirada dirección a Ronan, intentó llamar a la paz aunque ella misma fuera un mar de nervios, esperando a que se sentara antes de aclarar la situación.- Todo esto es una… una confusión.- Intentaba hablar de seguido, pero su voz se trataba sin poder evitarlo.- Ronan entró en mi casa para buscar-car a Adam.- Miró al fortachón, esperando su confirmación.- Me estaba explicando que el chico le mordió, le hirió en el brazo.- Y bajó hacia la herida, todavía sangrando.- Me disponía a curarle mientras me explicaba por qué le buscaba. Justo iba a salir a buscarle para que me ayudara a tratarle, señor Batterman.- Esperaba que aquella breve explicación fuera suficiente, acercándose un único paso a Ronan tanteando si era seguro hacerlo.

Mientras caminaba, con mil cosas en su mente, vio a Luana entrando en la comisaria, llevando a una niña de la mano. Solo pudo suponer que esta la había encontrado mientras ocurría lo de Harold y pretendía dejarla con los hombres de la ley hasta que sus padres aparecieran. Pero un poco más allá, apoyado en un árbol y fumando tranquilamente, había un hombre mirando en esa dirección. Apagando el cigarro con su pie, comenzó a caminar hacia la comisaria a paso tranquilo. A pesar de verlo a la distancia, logró identificarlo como Donald Straus. Esa niña debía ser una de sus hijas, aunque resultaba bastante raro que actuara tan tranquilo si la había perdido.

Extrañado, pero con otra tarea que realizar, Doorgod continuó hacia la biblioteca, ahí done Martha le había enviado. La idea de que fuera un engaño continuaba rondándole como un fantasma atormentado, pero en verdad creía que ella decía la verdad. Por alguna razón quería que él supiera, aunque ni si había molestado en contárselo ella misma.

La biblioteca estaba abierta, nadie nunca se molestaba en mantenerla cerrada, así que pudo ingresar sin problemas. Era ligeramente perturbador el no oír absolutamente nada, solo sus pasos retumbando en esa quietud. La zona del Club de Lectura se encontraba en la planta alta, donde, se dice, estaban los libros más antiguos y valiosos. Batterman mismo los había estado acumulando por años, antes que la vida de político le sedujera.

La estancia estaba abarrotada de libros y flotaba en el aire un cargado aroma a perfume. Era bastante diferente a la mayoría de las zonas de la biblioteca, pues había una mesa con varias sillas donde seguramente bebían te mientras leían. Todo muy normal, muy simple y mundano. Pero conforme se acercaba a donde suponía que estaba es famoso libro, sintió que todo a su alrededor dejaba de existir.

Lara decidió seguir a Dylan, esperando que su instinto no le fallara, que el chico no acudiera verdaderamente a la panadería a hacer pan y que develara algo de todo lo que estaba ocurriendo. La doctora estuvo yendo de un lado a otro, intentando que la locura remitiera, pero solo logró sentirse más afectada por cada nueva realidad.

Previsoramente apagó su radio, aunque hacia mucho que nadie hablaba por él. Sería muy mala suerte que alguien lo usara ahora revelando su posición.

-No debería dejar a Eric solo- pensó sintiendo un cosquilleo en su estómago-. Alguna perra le caerá encima…- otro pensamiento, con su voz, solo que cargada de odio. Se detuvo un segundo, apoyada en una columna. Por un instante deseó hacer algo que en realidad no sentía, como si un impulso instintivo le asaltara de repente. La idea de llevar a Eric a un sitio apartado, lejos de todos, para mantenerlo a salvo, encerrado de ser necesario, fue sumamente atractiva. Pero ella no era así. No. Fue solo… un impulso.

Dylan se desvió de su destino, empezando a tomar un camino alternativo, volviendo sobre sus pasos. Obviamente no se estaba dirigiendo hacia la panadería. Dio un rodeo, apurando el paso cada vez más. Eso facilitaba el seguirle, estando más preocupado en llegar a destino que el verificar que nadie le seguía. Seguramente creyó que era Eric el que provocó todo ese escándalo. Mejor para ella.

Pronto Dylan empezó a avanzar con más cautela llegando al fin a su destino: la casa de Evelyn…

Sin saber si era una buena idea o no, Strarrosa continuó siguiendo a Dylan, manteniéndose siempre avanzando entre los jardines de las casas y usando las sombras como camuflaje. Curiosamente, no notó luces prendidas o ladridos de perros. Todo estaba sumido en el más horrible de los silencios. Tampoco podía estar mucho tiempo prestando atención a otros detalles que no fueran esa cabellera rubia.

Lara parecía haber decidido seguir a Dylan, aprovechando que este estaba un poco más descuidado que antes. Solo en una oportunidad se detuvo, apoyándose en una farola con rostro confundido… Ahora que la veía, era una mujer muy atractiva. Incluso con la escasa luz de la calle, su figura se recortaba sensualmente.

-¿Hace cuánto que no estoy con una mujer?- pensó Félix con nostalgia-. Sentir su calor, su tacto, su interior…- nadie le veía, nadie sabía dónde estaban y todo el pueblo era un caos. Podría acercarse por detrás, sin que se diera cuenta y…

Sacudió la cabeza, apartando esas ideas casi con furia. A veces sintió la necesidad de darle un tiro a algún idiota, pero era más un pensamiento aislado que una necesidad apremiante como esta vez. Tragó saliva, mirando una última vez a la doctora Scofield para concentrarse totalmente en Dylan.

Dylan se desvió de su destino, empezando a tomar un camino alternativo, volviendo sobre sus pasos. Obviamente no se estaba dirigiendo hacia la panadería. Dio un rodeo, apurando el paso cada vez más. Eso facilitaba el seguirle, estando más preocupado en llegar a destino que el verificar que nadie le seguía. Seguramente creyó que era Eric el que provocó todo ese escándalo y asumió que ya se había desecho de ese estorbo.

Pronto Dylan empezó a avanzar con más cautela llegando al fin a su destino: la casa de Evelyn Walker…