Partida Rol por web

Cuando termino de preparar la dinamita para disponer de ella a mano, me preparo para trepar hacia la cueva de arriba.

—Vamos allá.

El periodista intentó trepar, pero parecía que en aquella ocasión no estaba tan ágil como cuando tuvo que subir a aquel árbol.

-Maldita sea...

Viendo que mi búsqueda es infructuosa, maldigo mi suerte y doy una patada a una piedra. En ese momento elevo mi vista y veo a Collins y Marlowe liados con la colocación de la dinamita. Parece que Collins tiene problemas para subir a la cueva así que me dirijo hacia allí apartando los pensamientos de fracaso de mi mente.

- Déjeme Collins, cuanto antes acabemos mejor.

Marlowe y Palance trepan gracilmente hasta la cueva superior mientras que tanto Collins- por ineptitud- como el resto del grupo espesperaban abajo.

Los dos hombres al llegar al final de la pared escalan por un asidero y se internan en la cueva.

Dentro la luz llega perfectamente, así que no son necesarias las linternas para iluminar, tras varios metros de internamiento, la cueva se bifurca en dos ramales, un túnel a la izquierda y otro túnel a la derecha que se va oscurenciendo.

—Echemos un vistazo al túnel de la izquierda —enciendo la linterna.

- De acuerdo, pero vayamos con juicio, con mucho cuidado.

Sigo a Marlowe en la exploración, parece que quizás tenga oportunidad de llevarme algún souvenir de estos simios. Si lo consiguiera podría volver triunfador a la facultad, todos me adorarían y podría acostarme con la doctora Francis, al fin sí al fin.

- Jijijiji.

Mi risita nerviosa suena tras Marlowe.

Al escuchar la extraña risa, me recorre un escalofrío por la espalda, giro la cabeza .

—¿Está usted bien?, señor Palance.

Sólo faltaba algo así para acabar de provocarme un infarto. No dejo de mirar por todas partes esperando una cara de mono gigante.

Cortando en seco la risita...

- Todo bien por aquí atrás. Vigile por donde pisa.

Sigo caminando con una sonrisa en la boca, los monos no parecen tan peligrosos cuando pienso en la fama y la gloria.

Tras un breve silencio vuelvo a la carga y en voz baja hablo así:

- Pss Marlowe, yo tenía un compañero en la facultad que tenía por mascota un chimpancé, ¿cree que sería muy difícil domesticar uno de estos bichos?

—Supongo que todo es cuestión de hacerlo con una cría. He oído que es posible domesticar leones, no sé por qué con estos animales debería ser diferente.

El túnel conduce a una cámara de unos 15 m2 que parece ser una habitación o un lugar de estudio... no os cabe ninguna duda de que es la habitación del mismísimo Bhule, está llena de libros y hay varios sacos de dormir y comida en lata. Todo está muy desordenado y de querer registrar la cámara en profundidad habría que invertir unos minutos.

- Deprisa deprisa, busquemos algo útil.

He aquí una buena oportunidad para llevarme alguna prueba fehaciente de la existencia de esta especie, ya veo el summa cum laude en mi doctorado.

Empiezo a examinar minuciosamente la habitación.

—Sorpresa, sorpresa, vaya con Bhule —digo sardónicamente.

La habitación está llena de restos de equipo de camping, hay dos sacos de dormir, restos de comida en lata y algunas latas aún sin abrir y un compás.

Todo está reciente, aún puede olerse el olor a "humanidad" en el interior de aquella cámara. No tenéis conocimiento de ningún otro ser humano en estas latitudes, así que sólo puede ser Bhule. Además de que fue a comprar equipo de acampada como el que tenéis a vuestros pies.

Por si no fuera poco, hay una colección de libros que eso sí, nada tienen que ver con una excursión campestre. Los que os llaman la atención son "Decandencia y caída del Imperio Romano" escrito por un tal Gibbon, "La Rama de Oro" escrito por Frazer, "Objetos Celestes al Telescopio Común" del reverendo T.W. Webb, "El Libro de los Muertos" una traducción de E.A. Wallis Budge, "Las Reglas de Juego" de Hoyle y "Las Reglas de Orden" de Robert.

Pero es que además, hay una colección de libros de medicina y de plantas medicinales, un libro sobre metalurgia primitiva, un atlas mundial, una copia de la obra "Las Arcillas de Eltdown" , una colección de obras de Shakespeare, un libro de mitología griega y romana y una copia de un diario que os resulta familiar aunque tenéis que leerlo detenidamente para relacionarlo. Por último, un cuaderno de notas que pertenece al mismo Bhule. Ahora no hay duda, estas cosas son de Bhule, estáis en su "habitación".

—Bueno, parece que tenemos todo un hallazgo de información. Los monos, el tarado y Bhule no tardarán en volver. Yo me sentaría a leer tranquilamente hasta que apareciesen, eso sin olvidar colocar la dinamita en las cuevas de abajo, oculta de forma que salgan todos por los aires si la cosa se tuerce. Empezaré por las notas, dé cuenta del diario, señor Palance. El tiempo juega en nuestra contra.

Correr campo a través con las criaturas merodeando ahora que saben que conocemos su campamento es toda una temeridad. Si Bhule se ha ganado su confianza puede que podamos salir de aquí con vida. Todavía me debe el favor que le hice en Groenlandia. Si ha llegado hasta aquí fue gracias a mi ayuda, apoyarle en la transcripción de aquel muro y salvarle el pellejo de aquel ser tentaculado. Dijo que él nunca olvidaba, veremos si es así.

Atrapo el diario que me tiende Marlowe con agilidad felina, no bien pongo mis manos en el comienzo un estudio pormenorizado. Si hay algún sitio en este confín de la tierra donde pueda encontrar lo que busco es en esta habitación malsana. Mientras entresaco la información allí atesorada me entra la curiosidad por saber como será el tal Bhule a quien aún no conozco. Recuerdo que Marlowe y Collins hablaron de su fiereza, así que interrumpo a Marlowe:

- Marlowe, creo recordar que hicieron referencia a la violencia de Bhule, ¿no cree que sería mejor estar con las armas cargadas y a punto? Por si las moscas.

—Yo ya tengo las mías a mano, en los bolsillos, aparte de la dinamita. No obstante, por lo que traté con él, Bhule es un hombre razonable y educado, seguro que podemos parlamentar antes de llegar a las manos. Aunque no sé cómo se puede tomar que husmeemos en su cubículo, deberíamos dejar esto como lo encontramos antes de que llegue.

Sigo repasando las notas. Me enciendo un cigarrillo, no viene mal tener uno en la boca por si hay que usar la dinamita. Dios sabe qué pueden hacer esos monos del diablo. Ah, el humo me calma los nervios. Espero que Bhule no se enfade por el olor. ¿Y cómo va a enfadarse por la peste a tabaco un fulano que vive con monos?

Compruebo mi revólver del 45 y lo dejo bien cargado, listo para vaciarse en el cuerpo de simio o humano, también dejo a mano mi gran cuchillo y luego prosigo con la lectura del diario.