Partida Rol por web

     Tergrar salió a gatas de la nube de motas, tosiendo decenas de insectos que se le habían metido en la nariz y garganta. Al oir a la jove Jess al otro lado, sintió el deber de volver, pero los tentáculos de los hongos amarillos le cerraban el camino.

-Jeeesss...Cof-cof-cof- empezó a toser pero incapaz de decir una palabra mas.

Yolu lanzó un revés con el pico. Las motas se apartaban con la facilidad del viento, pero el arma se clavó en el cuero de una de las peligrosas setas con un golpe seco. Conteniendo la respiración, retrocedió hasta salir del enjambre.

++SIGLU! YOLU! Sigan subiendo!

Köyu ignoró a Klurca y volvió a formar a la cuadrilla que avanzó agitando las llamas de sus antorchas rodeando a las motas. La nube parecía replegarse y unos pocos insectos cayeron abrasados.

Sîglü resopló y meneó la cabeza como respuesta a la gigantona. Arrastró apenas unos pasos los restos ardientes de una de las setas hacia el hongo amarillo, pero este parpadeó y encogió sus zarcillos. El enjambre también reaccionó replegándose ante las llamas, arrancando una sonrisa de satisfaccióna  la minera.

++¡Klurca bobuncia!¡Dizpara al fungo que lo emplotamos too duna-puta-vez!++ Gritó la orco a pleno pulmón.

-Si, estoy bien Fornund - dijo con agradecimiento al enano. Sin embargo su mirada enseguida se volvió a la zona baja de la escalera.

Tran vió como Jess era vapuleada por los hongos voladores quedando tendida en el suelo cual rastrojo tras la siega. El pícaro sintió un gran alivio cuando la joven se levantó tambaleante y se alejó de la nube de insectos.

Maldita sea!- murmuró para sí.- Nunca llegarán hasta aquí en ese estado. - Tergar, corre hacia aquí! – gritó a su antiguo mentor mientras sacaba su arco –

La explosión de uno de esos hongos podría acabar con esos insectos y evitaríamos males mayores. – pensó mientras preparaba su disparo.

Sin embargo no había tiempo de preparar las flechas con fuego así que apuntó lo mejor que pudo a uno de los hongos flotantes. Si conseguía matarlo puede que las orcas tuvieran la ocasión de agarrarlo o lanzarle algo en llamas para que explotase. La flecha voló con precisión clavándose en el centro de la seta voladora.

Fuego al fungo amarillo! – gritó en orco al grupo de pielesverdes de abajo

    Tal y como el pícaro esperaba, la flecha atravesó la correosa caperuza del monstruo y en lugar de sangre, manó una nube amarillenta apestosa. En cuanto la sabia gaseosa alcazó las antorchas que Köyu y su cuadrilla agitaban contra el enjambre, la atmósfera se incedió. El hongo salió propulsado por un vómito de fuego como un artefacto gnomo descontrolado y tras girar varias veces en el aire, explotó violentamente. Las mineras se lanzaron al suelo esquivando los tentáculos en llamas que caían sobre sus cabezas como si fueran regalos de una piñata. Dos de las mineras sufrieron quemaduras leves, pero al comprobar que el enjambre huía diezmado, gritaron victoriosas y corrieron tras los bichos tratando de rematarlos con sus antorchas.

El último de los hongos que quedaba con vida, descargó sus tentéculos sobre una de las orcos, flagelando su espalda y a continuación flotó hacia la parte superior de la cueva, alejándose de las llamas.

¡NOOOOOOOOOOOO...!

Lo último que Jess vió antes de que la explosión la hiciese pestañear, fue al Gran Tergrar alejándose. No sabía si su referencia moral se había puesto a salvo hasta que su vista subió los escalones en medio de la desorientación y el caos. Lo había conseguido. El Gran Tergrar, tan grande como siempre. Suspiró aliviada. No podría seguir luchando sin él. Claro que iría a rescatar a Eli, pero su coraje, su espíritu de lucha, se habría reducido al mínimo.

Y este era uno de esos momentos que exigían de coraje. Guardó el arco, echándoselo al hombro y metiendo la cabeza entre el mástil y la cuerda. Con la nueva mano libre, Jess acarició la segunda esfera de su cinturón y se tocó el tobillo. Su cojera desapareció. Necesitaba recuperar su movilidad para estos últimos lances del combate. Aún así, estaba cansada. Se mantuvo en la pared un rato más, recuperando aire, mientras que con la cimitarra apuntaba al hongo amarillo que quedaba como única defensa.

¡¡EMPLOTIÓ!, EMPLOTIÓ!!! Gritó Klurca extasiada por las llamas, luego de destrozar al hongo chillón de un solo mandoble y volverse hacia el resto de las mineras.
La giganta-semiorca, le hecho una mirada al ultimo de los fungidos chillones, pero al ver que la criatura se mantenía distante, se alzó de hombros y empezó a bajar nuevamente, en dirección a Siglú, Yolu, Köyu y las demás...

La guerrera, dejó por el momento el pesado espadón rúnico de Kord desenfundado, y tras llegar hasta donde el viejo Tergrar se hallaba todo cachuzo, posó la punta en el suelo, entre unas raíces, a modo de bastón.

Al ver a Siglú totalmente derrotada, con cara de desgano, y con el rostro enrojecido por las quemaduras, exclamó
++Boluncia!! Estás toda cachiporrada! Tenges que prendar a quegarte cerca de Klurca y de mispadon! Jajuja!

Mis ojos miran con aprensión a Jess, que ha lanzado un estruendoso alarido. No parece hallarse en sus mejores condiciones. Parece estar tan lejos, que la simple idea de recorrer la distancia que nos separa me llena de desaliento.

La situación, aunque sigue siendo preocupante, parece haberse calmado momentáneamente... Al menos lo suficiente como para darme cuenta de que podría estar contribuyendo más a la batalla si, en lugar de andar pesarosamente de un lado a otro intentando entrar en refriega, me limitase a coger mi arco reforzado. Maldiciéndome por mi falta de agilidad mental, guardo mi martillo y descuelgo el arco de mi espalda. Rápidamente, extraigo una flecha de la aljaba y la coloco en la cuerda. Examino a toda prisa el campo de batalla, ponderando dónde sería más urgente mi apoyo.

    -Tergar, corre hacia aquí!– gritó Tran, pero el viejo negó con la cabeza. -¡Jess está rodeada...tenemos que acabar con las motas sangrientas antes de que se recuperen!- Con la espada en una mano y la varita de Corvinus en la otra, lanzó otra andanada de rayos al enjambre que parecía a punto de dispersarse.

Cuando las llamas de la explosión se consumieron, observó con alivio como Jess hacía uso de su cinturón mágico para curarse.

Sîglü continuó empujando la hoguera hacia el hongo usándolo de parapeto. A medida que se acercaba, la planta parecía retroceder, pero si estallaba, alcanzaría a la minera envenenada que yacía entre los helechos. Al verlo, el posadero llamó la atención de Jess mediante señas para que tratara de arrastrar a la salvaje lejos del peligro.

En la parte más baja de la cueva, la cuadrilla de Köyu arrastraba los restos del hongo recién incendiado, formando una efectiva línea de fuego. Las orcos, ayudándose de sus antorchas, continuaron hostigando a la plaga, achicharrando algunos bichos mas.

La última flecha que Tran había disparado cumplió perfectamente con su misión al hacer explotar el hongo flotante gracias a la cercanía de las antorchas que portaban las pielesverdes. La deflagración junto con la coordinada labor de las orcas para formar un muro de fuego contra las motas hizo que la situación en la parte baja de la escalera se estabilizara. Jess parecía seguir dolida y su cara no tenía buen aspecto... en cuanto acabemos con esos bichos le daré un vistazo, puede que esos hongos le transmitieran algo.

Aun así, lo primero era lo primero y todavía quedaba aquel otro hongo amarillo con ojos. Esos bichos le daban mala espina y el pícaro apuntó de nuevo su arco hacia el enemigo con idéntica destreza. La flecha voló hacia el cuerpo del hongo internándose en sus entrañas.

- Hay que acabar con esto, no sabemos cuánto tiempo tardará Shanshar y Nalfeim en llegar, pero cuando lo hagan tendríamos que tener el camino despejado porque puede que hayan tenido problemas. – dijo mientras tenía en mente la imagen del gigante avalanzándose sobre ellos.

Jess respondió a las señas de Tergrar con más señas:

interrogación - ayudar - orco - estúpido - puaj - interrogación - símbolo universal del jopetas.

Aunque solo fuese porque lo decía Tergrar, y porque las estúpidas orcas estaban ayudando, a Jess no le quedaba más remedio que hacerlo. Miró hacia la orca tendida a sus pies. Era gigantesca. Por otro lado, Jess tenía más fuerza de la que indicaba su complexión. Agarró a la orca de la muñeca y tiró con fuerza arrastrándola hasta la pared.

Jess se acunclilló sobre la minera. Debía de tener aproximadamente su misma edad. Es que las orcas, cinco o seis años después, ya se mueren de viejas. También es cierto que casi siempre les sobreviene la muerte antes, por motivos estúpidos acordes a su inteligencia. Qué vida más ingrata. Casi era mejor abandonar a la orca a su suerte.

Lanzó un suspiro y miró a su cinturón. Aún le quedaba una gema brillante. Podía curarla mágicamente. La orca se levantaría, se lanzaría contra el hongo amarillo y posiblemente moriría. Y todo el trabajo de Jess no habría servido de nada. Y la otra opción era todavía peor...

Superó su escalofrío y puso sus labiós sobre las heridas lacerantes producidas por los tentáculos amarillos sobre la piel verde. Jess trató de chupar el veneno y escupirlo. Aquello era lo más asqueroso que había hecho nunca, y eso que de niña había jugado con caca de perro como si fuese barro. Sacó el odre y se enjuagó la boca antes de volver a repetir la operación en otra parte del cuerpo.

Como te mueras después de hacerte esto, te juro que te mato...

    Justo en el momento en que Jess arrastra a la minera lejos del hongo amarillento, la flecha incendiaria de Tran se clava en las tripas de la planta flotante y esta estalla. La deflagración las lanza contra las rocas, pero la joven logra salvarla y gracias a sus conocimientos sobre venenos y heridas la estabiliza. La piel de la orca tenía un sabor ácido y salado. A pesar de enjuagarse la boca una y otra vez, Jess notaba sus labios hinchados y le escocía toda la boca. Suponía que se debía al veneno urticante del hongo, pero juró que no volvería a repetirlo jamás.

     Unos metros más abajo, el resto de orcas habían bloqueado con fuego la entrada de la cueva y el enjambre se retiró hacia la galería. La cuadrilla gritó eufórica, y se lanzó en una errática persecución de sus enemigos al más puro estilo piel-verde. La voz quebrada de Köyu apenas lograba imponerse entre la algarabía y Sîglü, corrió escaleras abajo para ayudarla.

Tergrar se llevó las manos a la cabeza, pero prefirió acercarse a comprobar el estado de la gran Jess antes de tratar de reagrupar una jauría de orcas a la carrera.

No... no pasa nada, Gran Tergrar. Estoy bien-dijo, con la voz quebrada de una frágil florecilla...

¡EEEEOOOO! ¡¿PERO A DÓNDE VAIS, CACHO-BRUTAS?! ¡OS RECUERDO QUE VINISTEIS A POR YAZLIK! ¡Y YAZLIK ESTÁ EN LA OTRA DIRECCIÓN!

Cof, cof... Me recuperaré. Debemos seguir adelante por Eli...

En un principio, recordarles a un puñado de descentradas orcas cual era su objetivo inicial, debería hacer que regresasen. Discursos más elaborados, razonados y extensos no serían procesables por sus cerebros de tamaño nuez.

Aún herida, Jess acarició la última piedra mágica de su cinturón. Apretó los dientes. Iba a usar la curación sobre ella misma, pero el peso de deber y honradez de un héroe como el Gran Tergrar es demasiado grande, así que impuso sus manos sobre la orca herida. Todo era poco para que el Gran Tergrar estuviese orgulloso de ella.

++!TENGUNDEIA!TENGUNDEIA!!!
El rugido de Klurca se destacaba por encima del de las demas orcas.
++Juntemos tosos los hongos...tosos tosos!...juntemos y hagamos una gran gran fogata!!

Haciendo caso a su propia idea, la salvaje enfundó el enorme espadón, tan largo como larga era Jess, o un poco más, y tras dejarlo cruzado en su espalda, entre omóplato y omóplato, se puso a empujar y amuchar uno de los hongos que encontraba echando humos por ahi...tratando de arrojarlo desde lejos, para no salir chamuscada...

Otro juego interesante, era apostar las gemas que habian robado, dando un paso por vez hacia el hongo chillón,...la primera orca que lo hiciera chillar, perdia todas sus gemas apostadas! Sin embargo, era un juego muy rebuscado, y a Klurca no se le ocurrió ni por asomo.

La joven orco-fobica, se puso hacer alguna brujeria con la minera herida, y Klurca hizo un ademan de llevar la mano una vez más al puño del espadón de Kord...sin embargo, para su sorpresa, la orca minera abrió los ojos, como si se hubiera recuperado un poco gracias a la extraña magia, e incluso dejo de sangrar por una de las heridas causada por algún lacerante tentaculo.

—¡Escuchad todos! —digo, haciendo resonar mi voz en la caverna—. El gigante que había ahí fuera no tardará en aparecer, y para cuando lo haga, será mejor que estemos todos allí arriba —Señalo a la parte superior de la desmoronada escalinata—. Desde allí, podremos darle un recibimiento que no se espera. ¿Quién se apunta a cazar un gigante? No sé si alguna vez os habéis enfrentado a uno, pero son unas bestias formidables. ¡Sería un honor derrotar a uno de ellos! ¡Vamos! ¡Arriba todo el mundo!

El desafío está lanzado; espero que las orcas no puedan resistirse a él. Yo mismo empiezo a subir las escaleras con el arco todavía en la mano.

La flecha de Tran había acabado con el último enemigo que quedaba a la vista. Las orcas se lanzaron en pos del casi extinto enjambre de bichos y tras los berridos de Klurca poco podría hacer el para reagruparlas.

Mejor tratar de recomponernos nosotros antes de que venga el gigante – pensó el pícaro – Esas orcas son unas bárbaras... pero gracias a ellas esas motas no se han cebado con nosotros. Sería mejor para todos que volvieran... – continuó su línea de pensamientos mientras bajaba donde estaba Jess y Tergar.

Al ver a la joven con la tez de un tono amarillento, Tran sacó un vial de su mochila y se lo tendió a Jess. - Ten, es un contraveneno, te ayudará si aún sientes los efectos nocivos del hongo. Nunca se sabe lo que esos bichos de las profundidades te pueden contagiar. – añadió recordando a un antiguo compañero de aventuras que tuvieron que abandonar muerto en las profundidades de una gruta tras haber sido infectado por un cienpies gigante.

A continuación se volvió hacia el viejo posadero – Tergar, ¿estás bien? mmm...Parece que le gustas más a esos mosquitos que a tu clientela – rió mientras evaluaba las picaduras de los insectos en la acartonada piel de su antiguo mentor.

-Si esas orcas no vuelven habrá que ir a por ellas, además ¿dónde se habrá metido Nalfeim? ¿Y Shanshar? - En fin, creo que habría que volver a por todos ellos auqnue también puede que convenga explorar un poco más adelante por si encontramos un sitio por donde no pueda pasar el gigante... eso sería de ayuda... qué opináis?

Aaaaaj... No me gustan las medicinas. Saben amargo.

Jess mantuvo sujeto el vial que le había entregado Tran, recelosa. El mal color del líquido auguraba un sabor horrible. Por otro lado, las orcas trabajaban a diario en estas minas, conviviendo con hongos amarillos, y se habían quedado feas y tontas. Jess no quería quedarse fea y tonta. Tragó saliva; cerró los ojos; arrugó el gesto; se cogió la nariz usando los dedos como si fuesen pinzas, y... De un trago.

Puaj. Aaaaaurgh. Brlbrlbrl... Agh. Sabe a pis.

Este es buen sitio para pelear con el gigante. Podemos rellenar nuestros odres con las goteras del techo y usar el hongo chillón de alarma. El gigante irá más lento en la cuesta. Nos dará tiempo a disparar flechas y usar la varita de fuegos artificiales del Gran Tergrar. Necesitamos llegar arriba de todo y asegurarnos de que no hay más fauna de la mina que pueda cogernos por detrás mientras luchamos con el gigante.

    La minera abrió sus ojos rasgados y miró a la joven humana inclinada sobre ella. La orca comprobó su propio cuerpo como si esperase que Jess la hubiera empezado a devorar viva, y se alejó en busca de sus pertenencias desperdigadas durante el combate.

Tergrar bajó las escaleras y tuvo unas palabras con la minera, que miró a Jess con gesto de incredulidad.

La salvaje se acercó de nuevo a la muchacha y dijo su nombre: -Yo Jagga- Dijo mostrando dos hileras de dientes afilados mientras se tiraba del lóbulo de la oreja. La orco rebuscó en su zurrón y sacó una piedrecita pequeña, parecida a una caca de cabra, y se la entregó a Jess:- Tu tener mi stum.- Dijo con solemnidad -Tu tirármelo cuando querer devolver favor-

    Tratáis de calmar al resto de mineras, pero vuestras voces suenan débiles y jadeantes en comparación con algarabía de Klurca que eclipsa vuestros intentos. Tergrar también lo intenta, pero la salvaje del espadón a punto está de achicharrarlo con los restos ardientes de uno de los hongos.

   Tran exploró el último tramo de la escalera, custodiado por un último hongo chillón, al que sorteó de puntillas. El techo de la gruta estaba cerca. Podían distinguirse las grietas desde donde se filtraba el agua, pero ni un murciélago habría podido pasar por ellas. Las escaleras acababan en un portón de madera; tenía la superficie marcada por profundos hachazos que sin embargo no habían logrado echarlo abajo. En el suelo yacían dos cadáveres de guerreros enanos que llevaban mucho más tiempo muertos que el que habíais encontrado en el tramo anterior o en la entrada de la mina. De ellos quedaba poco más que los huesos y sus armaduras* Tran recogió además una pequeña bolsa encajada entre las costillas de uno de ellos, con todas las precauciones que el pícaro solía tomar.

Después se acercó al portón y comprobó que estaba cerrado con llave desde dentro. Tran miró por la cerradura, no sin cierto temor de que una saeta lo dejara tuerto o peor aún, encontrarse con otro de aquellos asquerosos ojos. Al otro lado estaba oscuro y apenas pudo distinguir unas hebras de tela de araña de un grosor inquietantemente grueso.

-Ha sido un acto muy generoso por tu parte jovencita- Te felicita el viejo. -Me gustaría darle un escarmiento a esa salvaje desbocada- Dice señalando a Klurca con una sonrisa picarona.-Pero necesito el libro de conjuros- añade en voz baja arqueando sus pobladas cejas.