Evidentemente, no necesitais ayuda para la parte técnica pero si me gustaría que discutiéramos la historia de vuestro PJ. En esta senda vuestro pasado es lo que os pone en el camino de Gaedren y me gustaría discutir el origen de vuestro odio, a ver si puedo enlazar vuestra historia con la trama principal.

La vida nunca ha sido fácil para Dell y su hermana pequeña Julie. Aunque tampoco ha sido aburrida.
Huerfanas desde una edad temprana, han sobrevivido en Korvosa como han podido: trabajos peligrosos, actos atrevidos y un fuerte instinto para evitar meterse con la gente poderosa. Al menos, hasta hace poco...

Los marineros de La Grulla Gris estaban muy animados por pisar por fin tierra firme, y demasiado borrachos para prestar atención a la partida que estaban jugando contra Derringuer. Ella, por supuesto, aprovechaba para repartir las cartas a su favor, distrayendo su atención con palabras melosas y mentiras igual de dulces. Sin embargo, confió demasiado en su suerte y perdió todo el dinero que había ahorrado en una mala jugada. Los marineros aprovecharon ese momento para sugerir modos en los que podía recuperar su dinero, aunque todo el mundo sabe que no se debe negociar con gente ebria. 

Pero... ¿qué iba a pasar con ella? ¿Y con Julie? ¿Cómo iban a sobrevivir sin nada? Avergonzada y nerviosa aceptó participar en un pequeño robo a cambio de una injusta parte. "Será entrar, coger todo y salir. Dinero fácil". Aunque todo el mundo sabe que no hay que fiarse de la gente ebria, Dell se aferró a esas palabras y se olvidó de preguntar lo más importante.

Sorprendéntemente, el hurto salió bien. Consiguieron un gran cofre con monedas de plata y oro, junto con varios papeles que, según estaba escrito, otorgaban la propiedad de varios antros de la ciudad a quien los poseyera. Al fin, la fortuna había vuelto a sonreir a Derringuer. O eso pensaba...

Unos días después, uno de los marineros aparecío muerto, ahorcado en el muelle principal. Al parecer, otro de sus compañeros había visto el asesinato y al culpable, o eso decían los rumores.

Derringuer sabía lo que eso significaba. Era un aviso. Solo podía pensar "¿Y si hubiera sido yo?". Acto después, un pensamiento restalló en su cabeza como un trueno "A quién hemos robado? ¿Quién es capaz de hacer algo así?"

Corrío a toda velocidad por las calles de los barrios bajos de Korvosa. El sol comenzaba a ponerse Se abalanzó contra una pared aprovechando el impulso para aferrarse al tejado adyacente, y siguió corriendo sobre los tejados de esas casuchas, hasta que llegó a la suya.

La puerta estaba completamente destrozada. Entró gritando el nombre de su hermana pero no aparecía por ninguna parte. Llena de miedo e ira, lanzó uno de los muebles ruinosos que había cerca y cayó de rodillas en el suelo. Cuando levantó la vista, vio una pequeña nota. "Ahora soy yo quien tiene algo tuyo. Recuerdos de Gaedren el Cordero"

De golpe, todos sus pensamientos se despejaron. Todas sus emociones se calmaron. Por supuesto... había robado a Gaedren. Cómo había sido tan estupida...

Se levantó con determinación, cogió lo poco que le quedaba en casa (unas monedas, su espada, y su capa) y abandonó su antiguo hogar. Se prometió a sí misma que no volvería hasta haber recuperado a su hermana. Al fin y al cabo, ella era todo lo que tenía.

Todo MUY bien. Súbeme la ficha a Umbria cuando puedas, please

Ponle nombre a tu hijo, mal padre!

Fue un desahogo! No se merece nombre hasta que suba a nivel 2! 

En serio? No sabes ni como se llama? ¿Cuantos años/meses tiene? ¿De que color tiene el pelo?

Vale le daré identidad, no vaya a ser que lo rescate y sea negro.

Gabriel Wolf tuvo una infancia extremadamente feliz. Al menos durante sus primeros años. Creció en los bosques de Mierani, donde correteaba con sus amigos, jugaba y disfrutaba del afecto de su madre Eliora Danzatormenta. Sin embargo, cuando apenas tenía 10 años empezaba a notar muchas diferencias con el resto de sus amigos. Él parecía crecer mucho más rápido, y su aspecto era muy diferente al de los demás.

Poco a poco, fue sintiendo el rechazo de todos y cada uno de sus amigos. Al principio sólo eran burlas, sobre su aspecto humano, su pelo negro, algo ondulado, sus facciones fuertes, y sus orejas redondas y menos pronunciadas. Con el tiempo las burlas empezaron a tornarse en desprecio, y finalmente en soledad. Su madre, Eliora, era elfa, sin duda, pero él tenía rasgos humanos. Durante esos años se había estado preguntando quien sería su padre, pero cada vez que le preguntaba a Eliora, ésta parecía eludir el tema.

Como sea que era rechazado por la mayoría de los elfos de Mierani, empezó a pasar casi todo su tiempo con Mieldaran, un elfo de edad avanzada, algo ermitaño. Mieldaran hablaba constantemente de su aventuras de juventud, como había derrotado a caballeros y rufianes por igual, con la destreza de su arco. En los bosques de Mierani se burlaban de él, y lo consideraban un loco. Sin embargo, todas estas burlas sucedían a sus espaldas, pues a pesar de considerarlo un loco, muchos de los elfos habían constatado su pericia en combate.

Durante los siguientes años Gabriel estuvo aprendiendo de Mieldaran. Le enseñó a usar todo tipo a armas, a esquivar ataques y a responder con rápidas estocadas. El día de su décimo octavo cumpleaños, Mieldaran decidió regalarle un arco largo y una rodela. Fue el día más feliz de su vida. El entrenamiento prosiguió durante dos años, en los que la pericia de Gabriel con la espada y, especialmente, con el arco, iba aumentando cada vez más y más.

El día del vigésimo cumpleaños de Gabriel, Mieldaran no acudió al entrenamiento. Gabriel sabía que algo había ocurrido, durante los años que habían estado juntos el vínculo entre ellos había ido creciendo, y sabía que era imposible que no hubiera acudido el día de su cumpleaños sin un buen motivo. Así que se dirigió a la cabaña de Mieldaran, que se encontraba en las profundidades del bosque de Mierani. Al llegar a su cabaña, ya desde la distancia empezó a preocuparse. Mieldaran se encontraba tirado de bruces en el suelo, sin hacer ningún movimiento.

El miedo se apoderó de él, temiéndose lo peor, y corrió rápidamente hacia Mieldaran. Cuando llegó confirmó sus peores sospechas. Mieldaran estaba muerto. Su cuerpo yacía allí, en mitad del bosque, había muerto sólo, sin nadie a su lado. Sin embargo, en su cara se dibujaba una extraña sonrisa. A su lado había un paquete. Era, sin duda, su regalo. Lo abrió y descubrió una preciosa espada larga.

Gabriel entró en la cabaña de Mieldaran, en la que tantas veces había estado escuchando sus batallitas, y no pudo evitar las lágrimas que salieron de sus ojos. Al principio, como un pequeño goteo, lento pero constante. Después como una cascada que manaba por su cara, sin atisbo de final. Tras un tiempo se recompuso, cogió una pala, salió de la cabaña y se puso a cavar. Cavó y cavó, mucho más de lo necesario para enterrar a Mieldaran. La pena había dado paso a una especie de furia incontrolable. Tras cavar durante horas, agotado, decidió dar, por fin, sepultura a su maestro y mentor.

La muerte de Mieldaran afectó profundamente a Gabriel. Durante días no probó bocado. Su madre, Eliora, cada vez más preocupada, intentó fútilmente hacer varios acercamientos, hablar con él. Pero cada vez que lo intentaba se encontraba con muro de desdén y desaliento. Nuevamente se había quedado solo, y esta vez, ni siquiera el amor de su madre, era suficiente para consolarlo. Eliora empezó a temer que si no conseguía animarlo, podría llegar a morir de tristeza.

Así pues, decidió darle lo que él siempre había querido, y ella siempre había evitado. Se acercó a él y le dijo:

- Hijo mío -Gabriel la miró, aunque parecía más bien mirar al vacío, sin ningún tipo de interés, como si nada de lo que pudieran decirle tuviera ya alguna importancia- creo que es hora de que te hable de tu padre.

Gabriel abrió los ojos de par en par y se levantó de un salto. Había estado esperando ese momento durante toda su vida. Hoy por fin se resolverían todas las dudas que le habían perseguido siempre. ¿Quién era su padre? ¿Porque nunca lo había visto, ni sabía absolutamente nada de él? ¿Sabría su padre que existe? ¿Pensaría su padre en él, igual que él pensaba en su padre? Eliora prosiguió:

- Hace 20 años Perishial Kalissreavil, me envío como embajadora de los elfos a Korvosa, para que me instalara allí, e hiciera de nexo entre los humanos de Korvosa y los elfos del bosque de Mierani. En Korvosa conocí a una joven apuesta, que tenía un problema serio. Durante dos años estuvo viéndose con un hombre, y hacía poco que había quedado encinta. Sin embargo, era el hijo menor de una familia noble y poderosa. Su tío abuelo, se negó en rotundo a aceptar que tu padre y Helena, como se llamaba esta joven, se casaran. No sólo eso, inmediatamente le arregló un matrimonio con Brieanna Endrin, uniendo a las dos casas y negándole a tu padre toda posibilidad de estar con Helena. Entonces comenzaron las presiones sobre ella para que abortara, y tuvo que refugiarse en mi mansión. Esa muchacha, Helena, murió el día que dio a luz y me pidió, en su lecho de muerte, que te cuidara como si fueras mi propio hijo, y eso es lo que he intentado durante años. Aunque no sea tu madre biológica, no tengas duda de que para mí, eres mi hijo, y sólo quiero lo mejor para ti.

 - Volviendo al tema de tu padre, su nombre es Marcio Jeggare, y vive en Korvosa, tiene una pequeña mansión en Escarpadura. Es evidente que no puedes seguir aquí, en este bosque, sólo conmigo. Por eso, vete a Korvosa, vete a conocer a tu padre y espero que allí encuentres la completa felicidad que aquí siempre ha parecido eludirte. Sin embargo, no esperes un buen recibimiento. Tu padre renegó de ti hace ya muchos años, y es posible que tu llegada le genere alguna incomodidad.

Tras decir esto sacó una bolsa que parecía bastante pesada y añadió:

- Aquí tienes 200 piezas de oro. Es suficiente como para vivir una larga temporada en Korvosa, si tienes cuidado con el dinero. No me mires así, yo estaré aquí, esperándote, vete y vive tu aventura, sacia tu curiosidad y encuentra tus respuestas.

Gabriel estuvo tentado de rechazar la oferta, y quedarse con su madre adoptiva, la que siempre le había cuidado y se había desvivido por él. Sin embargo, su curiosidad por conocer a su padre, por hablar con él, le pesaba demasiado. Además, podría ir a Korvosa, salir del bosque de Mierani donde había estado toda su vida, y donde sólo una persona, su madre, se preocupaba por él. Así pues, a los tres días partió a Korvosa.

La ciudad de Korvosa era más grande e impresionante de lo que Gabriel hubiera podido imaginar. Sus calles estaban abarrotadas de gente, de personas de todo tipo, humanos, elfos, semielfos, semiorcos, enanos, gnomos, medianos, nunca había visto tanta diversidad. Allí nadie parecía sentirse inquietado por su aspecto, ni se burlaban de él.

Encontró alojamiento en una posada llamada “Los Restos” y una vez se hubo asentado, empezó a investigar sobre su padre. Marcio Jeggare era un hombre notable, que al parecer había tenido una vida cómoda tras su matrimonio. No tenía ningún oficio, ni se dedicaba a nada en especial. Según le habían contado, su padre había vivido hasta ahora de la fortuna de su tío abuelo, y de la dote de su esposa, Brianne Endrin.

Tras reunir toda la información que pudo sobre su padre, decidió que era el momento de hacerle una visita. ¿Cómo reaccionaría? Era su hijo, debería alegrarse de verle, pero ¿Y si por el contrario le rechazaba? Con esas tribulaciones se dirigió a la casa de su padre, sin saber muy bien lo que esperar.

Quizás se alegrara de verlo, o quizás lo echaría de su casa a patadas. Ya nada importaba, por fin iba a conocer a su padre. Al llegar a la mansión de Marcio Jeggare, su ilusión se tornó en desánimo. Los criados de su padre se negaron a abrirle, diciendo que “el señor no espera visitas”. Sin embargo no se rindió. Se quedó esperando, en la puerta, hasta que su padre saliera. Entonces no podría evitar hablar con él. A media tarde lo vio, por primera vez. Su padre iba acompañada de una mujer, cogidos de la mano, y de dos niños pequeños, sin duda alguna, sus hijos. Cuando salieron a la calle, Gabriel se acercó y le dijo:

- Buenas tardes, padre. Llevo muchos años deseando conocerte.

El gesto de Marcio se torció en una mueca de asombro. Pero más descortés fue la reacción de su esposa, que mirando con desdén a Gabriel de arriba a abajo murmuró:

-Vaya, así que tu bastardo ha venido a aprovecharse de nuestra fortuna. Ya sabía yo que algún día la arpía de su madre le mandaría a buscar dinero. Siempre te he dicho que esa cortesana no es más que una vacía.

Gabriel no sabía que quería decir esa mujer con que su madre era una vacía, pero imaginaba que no podía ser nada bueno.

- No necesito tu dinero, padre, -replicó Gabriel- mi madre murió al darme a luz, y mi madre adoptiva me ha dado 200 piezas de oro. Lo único que quería era verte, era conocerte y decirte que no ha pasado día desde mi nacimiento que no haya pensado en ti.

Tras el desconcierto inicial, Marcio pareció recomponerse. Miró a Gabriel fijamente a los ojos y le dijo:

- Tú no eres mi hijo. No eres más que un error. Alguien que nunca debió existir. No es que reniegue de ti, es que simplemente no existes. No vuelvas por aquí, yo no deseo conocerte, ni verte, y desde luego nunca he pensado en ti.

Y dicho esto siguió su camino, mientras su mujer se reía a carcajadas. Gabriel, desconsolado y decepcionado a partes iguales, volvió a Los Restos. Alli bebió y bebió intentando olvidar lo que le había dicho su padre. Sin embargo, cuanto más borracho estaba, menos conseguía olvidarlo, y en cambio, más lacerante era el dolor de su pecho. Empezó a contarle la historia a otro cliente que “oportunamente” se había sentado a su lado, justo después de pagar una ronda. Se había presentado como Gaedren, y parecía estar muy atento a su historia. En cierto momento, el susodicho Gaedren lo miró, le puso una mano en el hombro y le dijo:

- Amigo mío, tengo la solución a tu problema. Tú necesitas olvidar, y crees que la solución esté en el alcohol, pero mi padre siempre me dijo, hijo mío, no bebas para olvidar, bebe para recordar. Yo tengo aquí algo que sí puede ayudarte a olvidar... - sacó un pequeño vial de cristal y se lo enseñó- Se llama Escalofrío, este frasco cuesta 25 piezas de oro, pero como somos amigos, te lo voy a dar gratis. Tómalo y todos tus problemas desparecerán.

Aldaron lo miró con asombro. ¿Sería cierto? ¿Conseguiría olvidar el rechazo de su padre y sería feliz si lo tomaba? Sin pensarlo cogió el frasco y se dispuso a beberlo. Gaedren lo agarró por el brazo y le dijo:

- Aquí no. Es mejor que lo hagas donde te estés quedando.
- Pues me estoy quedando aquí, tengo una habitación en esta posada -contestó Gabriel-.
- Vaya, vaya, vaya -dijo Gaedren esbozando una maliciosa sonrisa- Entonces, ¿a qué esperas? Vete a tu habitación y olvida todos tus problemas. No te preocupes por nada, verás que mañana, cuando despiertes, todos tus problemas parecerán nimios y podrás tener una vida feliz. Corre, disfrútalo y no olvides quien te dio la solución a tus problemas, tu amigo Gaedren.
- No lo olvidaré, muchísimas gracias Gaedren, me alegro tanto de haber conocido a una buena persona en Korvosa, que se preocupa por mí. Espero que nos volvamos a ver.
- Tranquilo amigo, estoy seguro que así será -concluyó Gaedren esbozando otra sonrisa, aún más siniestra.

Gabriel fue a la habitación y se tomo el frasco de Escalofrío... y durmió, durmió y tuvo extraños sueños, sueños en los que su padre no solo lo rechazada sino que lo abofeteaba, se reía de él y lo humillaba. Sueños en los que volvía al bosque de Mierani, con su madre, pero ella también lo rechazaba. Sueños en los que Mieldaran, con la tez pálida por la muerte y la carne empezando a descomponerse, lo perseguía por haberle enterrado en aquél bosque, lejos de todo el mundo.

Por la mañana despertó, empapado en sudor y decidió que aquella cosa, ese Escalofrío no era ninguna solución. La verdadera solución era volver a Mierani. Allí estaba su madre, la persona que más lo había querido. No necesitaba nada más, sólo volver a estar con ella, para ser feliz. Preparó la maleta, y cuando se disponía a marcharse, oyó el repiqueteo de la puerta. La abrió y se encontró a Gaedren, sonriendo de oreja a oreja.

- ¿Qué tal, mi querido amigo? ¿Coómo pasaste la noche? ¿No es hoy un día mejor que el de ayer? -dijo Gaedren en un quedo susurro.
- La verdad es que no -contestó Gabriel- Pasé una noche muy mala, con sueños horribles. Quizás el Escalofrío sirva para otras personas, pero a mí me sentó realmente mal. No quiero volver a tomarlo.
- Vaya, ¿Seguro? -preguntó Gaedren mientras sacaba un frasco de su bolsillo y se lo enseñaba- Sólo te costará 25 piezas de oro y podrás volver a soñar, a lo mejor ayer te sentó mal porque era tu primera vez, pero deberías darle otra oportunidad -su sonrisa crecía a la par que un extraño brillo relucía en sus ojos.
- No... bueno... -su decisión de marcharse era firme, pero aquél frasco ejercía un extraño influjo en él- Bueno, quizás deba darle otra oportunidad -¿Qué coño estaba haciendo?- Vale, toma las 25 piezas de oro.
- Así me gusta, verás que esta vez se lleva de verdad todos tus dolores y malos pensamientos -dijo Gaedren sonriendo con malicia mientras extendía la mano hacia el oro- Hasta mañana, amigo – y diciendo esto se marchó.

Asi es como Gabriel empezó una espiral descendente que le llevaba a una muerte inexorable. Todas las mañanas se levantaba empapado en sudor, con ganas de morir y con el único deseo de volver con su madre. Pero cuando se disponía a partir, siempre aparecía Gaedren para traerle más Escalofrío, y cuando algún día no aparecía, se quedaba embobado mirando a la puerta, esperando a que viniese. Gaedren parecía seguir un patrón, venía dos días seguidos, luego dejaba de venir uno, siempre así. A los once días, se había gastado todo el dinero que le había dado su madre. Pero ya no podía parar. Su cuerpo, su mente, su alma, todo su ser le pedía Escalofrío.

Sin embargo ya no tenía ni siquiera para una dosis, no le quedaban oro. Pero su mente no pensaba con claridad. Gaedren me la dará gratis esta vez, se dijo a sí mismo. Y si no, siempre puedo trabajar para él, seguía engañándose. Sí, Gaedren me ayudará. Pero era tercer día, el día en que Gaedren no venía. A pesar de que la mente de Gabriel estuviera completamente atrofiada, sabía perfectamente que ese día Gaedren no iría. Desesperado salió a buscarlo. Preguntó por todas partes donde podía encontrarlo, pero nadie parecía querer hablar con él. Las muchachas que en otro tiempo lo admiraban con miradas lujuriosas, ahora lo miraban con asco y repugnancia. La suerte quiso que encontrara a Gaedren en un callejón, dándole órdenes a un puñado de críos. Y si, fue suerte, pues ese día Gabriel  tocaría fondo.

Se acercó a Gaedren con paso tambaleante y susurró:

- Amigo, necesito un poco más de Escalofrío.
- Oh, mi querido amigo, pero no puedo dártelo. Esta droga es muy fuerte y es mejor dejar descansar el cuerpo de vez en cuando. No querría que muriese mi mejor cliente.
- Gaedren, te lo pido por favor, dame un poco de Escalofrío, lo necesito de verdad.
- No, hazme caso. Vete a la habitación a descansar, y mañana a primera hora te llevaré tu dosis. La mayor parte de la gente consume una dosis a la semana. Tu llevas siete dosis en once días. Si vuelves a tomar Escalofrío muy pronto puede que mueras.

Gabriel se abalanzó sobre Gaedren intentando conseguir el tan ansiado frasco de Escalofrío, pero Gaedren se lo quitó con facilidad de encima.

- Te he dicho que no. Vete a tu habitación y prepara las 25 piezas de oro y mañana te lo llevaré. No me hagas enfadar, te aseguro que no te conviene verme enfadado.
- ¡Ni si quiera tengo el maldito oro! -gritó Gabriel- Dame un frasco, te lo pagaré más adelante, cuando consiga algo de dinero.
- ¿Cómo que no tienes oro? ¿Y pretendes que te de Escalofrío a cambio de nada? JAJAJAJAJA -La risa de Gaedren era simplemente aterradora- No, las cosas no funcionan así. Consigue 25 piezas de oro y entonces tendrás Escalofrío. Roba, mata o haz lo que te parezca más adecuado, pero sin dinero, no hay droga.

La furia se apoderó de Gabriel y sacó su espada larga. Intentó darle varias estocadas a Gaedren pero su cuerpo no le respondía como de costumbre y sus movimientos eran demasiado lentos. Gaedren los esquivó con facilidad y con un gesto de rabia le dijo:

- ¿Me atacas a mí? ¿Tú sabes quién soy yo? ¿Sabes a quien estás atacando? Esto es tu final chico, tu vida termina aquí.

Y después de decir eso le pegó un puñetazo en el estómago. Gabriel lo intentó esquivar pero nuevamente se sentía lento y pesado. Cayó al suelo de bruces, no podía moverse, no podía ni siquiera respirar. El puñetazo le había dejado sin aire. Gaedren lo cogió por el pelo, y lo acostó boca arriba.

- Así que quieres Escalofrío sin pagar. Pues muy bien, no te preocupes, te daré Escalofrío gratis. Que nadie diga que Gaedren Lamm no es generoso. Ven, toma este frasco -Le abrió la boca y le metió un frasco entero de Escalofrío. Acto seguido lo miró y le dijo- Tu vida acaba aquí, chico. No debiste atacarme. ¿Quieres Escalofrío no? Pues yo te voy a dar Escalofrío.

Y le dio otro frasco. Y después otro. Luego se marchó y lo dejó allí tirado, en el oscuro callejón, soñando... y muriendo.

Se despertó en una habitación extraña. Estaba, nuevamente empapado en sudor, pero sin embargo no estaba muerto... ¿o sí? Vio una figura al pie de su cama, era un humano, con la piel tostada por el sol, y el pelo gris, parecía mayor. El hombre lo miró y le dijo:

- Vaya, menos mal que has despertado. Temía que no lo consiguieras. Mi nombre es Barilio Menire, y vi lo que te hacía Gaedren. Ese malnacido se ha cobrado más vidas con su mierda de Escalofrío que la Guerra de los Primos. Mi propio hijo cayó en su influjo y murió, hace ya un año. Llevas tres semanas durmiendo. He tratado de sacar cualquier resto de Escalofrío que pudiera quedar en tu cuerpo. Puedes recuperarte aquí, este era el cuarto de mi hijo, el cual ya no volverá.

Los siguientes meses los pasó en casa de Barilio Menire. El hombre parecía no haber superado la muerte de su hijo, y era algo escaso en palabras, pero Gabriel se sentía profundamente agradecido con él. No sólo le había dado un techo bajo el que refugiarse, un hogar para vivir y alimentos para recuperarse, sino que le había salvado la vida. Y después de salvarle la vida le había cuidado durante meses hasta que pudo pasar el síndrome de abstinencia. Barilio se quejaba amargamente de Gaedren y de la guardia de la ciudad por igual. De Gaedren, por haberse cobrado la vida de su hijo y la de otros muchos jóvenes. Y de la guardia, por haberle permitido hacerlo con total impunidad.

A los seis meses Gabriel estaba completamente recuperado. Barilio se acercó y le dijo:

- Muchacho. Es hora de que vuelvas con tu madre. Ya estás recuperado y seguro que ella te echa de menos. Además, como habrás podido comprobar, Korvosa no es un buen lugar para vivir. Es un sitio inmundo en el que los desalmados como Gaedren se mueven a su antojo, juegan con la vida de la gente y nadie se opone a ellos. Tu mereces una vida mejor, y tu madre merece recuperar a su hijo. Créeme, no hay nada más importante para un padre que su hijo. Toma este dinero, no es mucho, pero te dará para comprarte provisiones para el viaje y volver a tu casa.

Y en ese momento, Gabriel se dio cuenta de que no iba a volver a Mierani. Al menos, no de momento. Se dio cuenta de que hombres buenos y honrados como Barilio sufrían a diario, por culpa de desgraciados como Gaedren. Se dio cuenta de que Korvosa, a pesar de sus imponentes estructuras, era una ciudad corrupta, en la que los criminales campaban a sus anchas mientras las buenas gentes tenían que refugiarse en sus casas sin tener a nadie que les protegiese. Y se dio cuenta de que alguien tenía que pararle los pies a ese ser despreciable que se hacía llamar Gaedren. Y si nadie en esta ciudad, ni la propia guardia, iba a hacerlo, él tendría que encargarse de ello.

Se levantó y mirando a Barilio con sincero afecto le dijo:

- Guarda tu dinero, amigo. Muchas gracias por todo lo que has hecho por mí, pero no pienso volver con mi madre de momento.

Mientras hablaba se iba pertrechando, primero se puso su armadura de cuero tachonado, luego cogió su espada larga y la puso en vaina. Seguidamente se amarró la rodela al brazo izquierdo, agarró su arco largo y cuando se dirigió hacia la puerta escuchó la voz de Barilio:

- ¿Y si no vas a ir a tu casa, a donde demonios vas muchacho? -le preguntó.
- A matar a Gaedren Lamm -respondió con determinación.

La infancia no de Jix no tiene mucho que destacar. Criada en la casa de sus padres, unos tallistas de cristal que tenían su taller a los pies de la Gran Acadamae, en la avenida de la academia. Se pasaba las horas viendo los grandes muros de 30 pies de alto e imaginándose las maravillas que sucederían allí dentro. Por suerte para ella, aunque sus padres eran humanos, ella había sacado ascendencia Geniekin. Con tan solo 3 años ya dominaba varios idiomas y cuando estaba de mal carácter el pelo se le movía con una brisa que solamente soplaba alrededor suya. A los 10 años sus padres, al ver la admiración que Jix tenía por la magia decidieron mandarla a estudiar a casa de un conocido suyo con habilidades mágicas, esta noticia hizo que Jix centrara todo su tiempo y esfuerzo en aprender lo que la enseñaban, y muchas veces más de lo que le permitian.

A los 14 años, su avidez por el conocimiento empezó a ser un problema ya que cada libro que caía en sus manos lo devoraba con tal avidez que se podía pasar días sin comer ni dormir enfrascada en desentrañar todos los secretos que podía. Así fue como conoció a un chico que le habló de un "viejo amigo" suyo que le podría conseguir algo para que las horas de estudio fuesen mas fructiferas, una sustancia que la despejaría la mente y le agudizaría el intelecto.

Tras varios meses de consumir el escalofrio, una noche su mentor entro en su cuarto y vio varios frascos vacíos debajo del escritorio y a Jix en un estado lamentable, farfullando cosas inteligibles y con los ojos fuera de si. En ese mismo momento acabaron sus estudios y su acceso a la biblioteca de su mentor, algo que para Jix fue peor que morir. En ese momento solo una cosa pasaba por su cabeza y era que ese "viejo amigo" ese marullero que le había hecho perder el favor de su maestro, ese indeseable Gaedren "el cordero" pagaría por haber arruinado su vida  

Haimli fue un notorio médico de Korvosa en sus buenos años de carrera, sin embargo, toda esa fama no se traducía en beneficios económicos para poder sustentar a su familia y a él mismo.

Por desgracia o por fortuna, Gaedren el Cordero apareció en su consulta y pudo contemplar su potencial. Gaedren quedó asombrado y le ofreció trabajar para él como médico e investigador de medicina por un pago más digno a su habilidad profesional a cambio de no hacer preguntas sobre sus tareas asignadas.

Trabajó años para él y su patrimonio mejoró notablemente, hasta que un mal día descubrió los horrores que causó su obra. Recogió sus cosas y se largó, tratando de evitar a Gaedren a toda costa y de crear desdicha con sus conocimientos.

Durante el tiempo que permaneció oculto, reabrió su clinica de forma clandestina para evitar ser localizado, además, planeaba cómo asestar un duro golpe a Gaedren y parar su locura. Desgraciadamente se le adelantó y le vendió a la justicia.

En su juicio, fue declarado culpable de esos atroces crímenes contra la humanidad, se quedó sin licencia y pasó entre rejas muchos años. No obstante, no pudieron mantenerle allí mucho tiempo debido a su buena conducta y que sus actos cuando trabajaba para Gaedren no eran intencionadamente maliciosos.

Ahora, con una edad enana avanzada (que para la edad humana rondarían los 65 años), sumados a ciertas partes de su trabajo, su vista ya no es la que era y deja mucho que desear. Sin embargo, eso no mermó sus ganas de compensar los horrores que causó recuperando su licencia médica (reabriendo así por tercera vez su consulta) y de aprender a combatir con sus herramientas y bastón reciclados para vengarse de Gaedren, con el objetico de que pague por sus crímenes y los años que Haimli pasó pudriendose en una celda.

"Las aberraciones contra natura que he cometido no pueden deshacerse, no obstante, todos los días trato de compensarlas haciendo lo que mejor sé: salvar vidas con mis propias manos"

Nombre de tus padres y del "chico" que te puso en contacto con Gaedren. Piensa que Gaedrem es un tipo muy barriobajero, es dificl que su droga llegara a la zona alta. Quizás le de importancia a ese "contacto" tuyo.

Padre = Fingil Asu'a

Madre = Miriamele Asu'a

"chico" = Jack Mundwode

EXP hasta el momento, 1268 px

Mas cosas que me habia dejado: por liberar a los crios los que teiais "niño perdido" ganais 400xp por persona para el grupo. Eso suman otros 160px

300+ de exp cada uno para un total de 1568 por entregar el cuaderno.

+800 exp (200 cada uno) a repartir por entregar la droga.

TOTAL de 1768 exp

PG. 9.

Bab: +1.

Salvaciones: Fort +1.

Habilidades: Acrobacias, Intimidar, Percepción, Supervivencia, Nadar.

Dotes: tolerancia, poder de nivel. Mirada intimidatoria, poder de furia. 

Aun tengo que actualizar el resumen en mi perfil, pero la ficha nueva está aquí.

Fe de erratas en la ficha, aun por actualizar:

• La velocidad son 35 pies, no 30. 
• La armadura esta mal

Cambios:

• Vida->22
• Armadura: De lamelar de cuero a cota de mallas (19->21)
• Reflejos 6->7
• Trait racial, he cambiado Skilled (+1rank/nivel) por Hearth of the Streets (Gain a +1 racial bonus on Reflex saves and a +1 dodge bonus to Armor Class when adjacent to at least two other allies.) ^{Decidi que lo voy a usar más que el otro, y como aun tenia nivel 1 y no estaba todo escrito en piedra era el momento para cambiar}

Cosas nuevas:

• Habilidades: Subi un nivel a percepcion, trepar, nadar, profesion(Guardia) y Acrobacias
• Charmed life: 3 veces al dia puedo sumar 2 (mi carisma) a tiradas de salvacion (antes de tirar)

PG +6
TS VOL +1
Ataque base +1
CMB +1
CMD +1
Habilidades: Sab. Dungeons, Sab. Ingeniería, Sab. Geografía, Sab. Local, Sab. Nobleza y Sab. Religión
Conjuros:
LvL 0 - Leer Magia
LvL 1 - Hechizar persona (aprendido y preparado
LvL 1 - Rociada de Color (aprendido y preparado)
He cambiado los hechizos de lvl 1 que tenia preparados como se supone que hemos descansado