Partida Rol por web

Saetha respiro profundamente, cuando por fin acabaron con la maga lunática y su grupo de secuaces. Lo primero que hizo es preocuparse por sus compañeros, y ver su estado.

Curar vuestras heridas y registrar a estos indeseables, mientras voy a vigilar, por si hay más problemas.

La Monja se movió presta, y se buscó una posición donde pudiera tener un buen ángulo de visión. Desde la distancia, pudo ver el cuerpo sin vida de Nefertari, la despistada y alegre paladina. Una lágrima recorrió su mejilla…

Se sentía muerto y rodeado de sangre negra, luego creyó que la sangre ardía por la acción de alguno de los enemigos pero no fue así. En sus visiones incluso tenía tiempo para levantarse y usar la ballesta de Ratash para acabar con Velriana, su mente confusa creaba esas escenas. Yash había sobrevivido, al despertar estaban allí todos sus compañeros en pie salvo la noble Nefertari.

- Ah... gracias por sanarme Ratash, muy amable.

Observando alrededor los miembros del otro grupo yacían muertos, presentaban varias heridas incluyendo virotazos y flechazos.

- Ha sido un combate durísimo. Bien hecho, lográsteis ganarlo.

Esperó a tener las heridas sanadas, se levantó para acercarse a la paladina, para cerrar su ojos si llegaron a quedar abiertos.

- En el templo llorarán su pérdida, hemos de llevarla hasta allí cuando salgamos.

Auren pudo por fin aclarar la vista y mirar alrededor con furia, sólo para ver la muerte agónica de la malnacida que había hecho todo lo que estaba en su mano para acabar con ellos. Dolorida en múltiples lugares, pero con la ira ardiente que sólo una mujer que deja ir su pasión y su amor por alguien querido tras verlo sufrir para emplear todas sus fuerzas contra el objeto de sus iracundas atenciones, recogió su Glaive del suelo y se acercó a la moribunda, para mirarla a los ojos mientras su vida se apagaba. Sin decir nada, puso el arma a un palmo del pecho, con la punta hacia abajo y la clavó, asegurándose de retorcerla bien. La mujer barbotó algo que se perdió en el esputo de saliva sanguinolenta que soltó. Luego la golpeó tres veces más, puras patadas al cuerpo y a la cabeza, desahogando su rabia. 

Escupió sobre el cadáver antes de alejarse hacia Yash, cojeando, dolorida en el pie de las patadas, pero Ratash ya estaba sanándolo y parecía recuperarse rápidamente, por lo que la clériga se dirigió hacia Nefertari y se arrodilló a su lado, para simple y llanamente, soltar su arma a su lado y llorar. Ahí dio rienda suelta a su pena, hasta el punto que Yash se recuperó y le dio tiempo a acercarse y cerrar los ojos de la paladina mientras Auren diluía sus emociones en un llanto profundo. Poco a poco se recuperó, y sacó la cantimplora para enjuagarse los ojos y las heridas, así como para beber un par de tragos largos. - Era...sob...sob...era buena persona, no merecía morir así, asesinada por unos viles asesinos ladrones. -  

Luego se levantó y recogió su equipo, repasando cómo había quedado todo y sacando por último la varita que estaba a media carga, aproximadamente, según sus cuentas. Se acercó a Yash y le aplicó varios varitazos, luego a Dario, después a Ratash y por último, ella misma. 

Tras guardar la varita y respirar hondo, recogió su arma del suelo y la apoyó contra la columna más cercana a Nefertari, dejando que el resto registraran los cadáveres de sus enemigos mientras ella hacia lo propio con el de la paladina, con cariño y amor. - Sí, la llevaremos de vuelta y entregaremos sus enseres, los que ella querría que su templo mantuviera y usaremos el resto para acabar con el mal que asola éste lugar, así lo querría ella.* - otras lágrimas cayeron por su mejilla, que la mujer secó con sus manos, manos que pasaron por su corto cabello ahora, apelmazado, negro y desastroso. 

- Terminemos aquí y llevémonos su cuerpo. - dijo, mirando con pena a la patas largas. 

Cuando se fue el efecto mágico y tras parpadear varias veces para volver a enfocar con nitidez, Darío pudo observar el percal.

Vio como Ratash curaba a Yash, aunque le parecía una manera un poco obscena, al menos era lo suficientemente efectiva como para que le remendara las heridas.

Luego se dirigió al cuerpo de la que fue su antigua compañera y se acuclilló a su lado.

Idiota- le susurró- Siempre tan orgullosa. Nunca te equivocabas. Y ahora, mírate.- Le tapo la terrible herida con un trapo y luego rebuscó entre sus cosas por algo de valor.

Tras esto se fue donde estaba Auren y la abrazó para sollozar junto con ella por la muerte de su compañera. Dándole un beso en la mejilla para darle ánimos se dirigió donde estaba el cuerpo de la mujer causante de todos su males.

No dijo ninguna palabra, simplemente sacó su daga y la hundió hasta la empuñadura en sus ojos. Limpió el arma en las ropas de esta y buscó por algo de valor que pudiera tener.

Dejó para el final el cuerpo de los dos amigos calcinados, traicionados por su compañera. Dudaba que pudiera encontrar algo, aunque quizá algún anillo o alguna gema podrían haber sobrevivido a la incineración.

La revisión de los cadáveres enemigos va dando como resultado unos pocos hallazgos, algunos interesantes, e incluso Dario logra sacar algunas cosas de entre las piras. Al final, hacéis un montoncito con todo lo que lográis coger y que está en buenas condiciones.

Sin embargo, algo os llama la atención. Creíais que estaban aquí buscando un artefacto de gran poder, pero no hay nada que ni de lejos de ese aspecto. Es decir, que o no lo han encontrado aún, o no había nada.

El tiefling se apartó del cuerpo de Nefertari, no quería deshonrarla pero se preguntaba qué habría sido del Ojo del Erudito, caminó por la sala buscando lugares por los que continuar, quizás las barras que veía pudieran levantarse.

- El objeto puede estar por aquí pero diría que mejor será dejarlo en el olvido. Sin embargo, si no está entonces convendría avisar en algún templo de Nethys de lo que ha sucedido.

Una vez saqueados los cuerpos y expuesto al grupo lo encontrado, Darío se dirigió a la puerta este.

Sigamos. Luego volvemos a por el cuerpo de nuestra Bella Dama. Pero el tiempo apremia y no quiero encontrarme de noche en la Necropolis.

El muchacho se adelantó unos pasos para echar un vistazo oculto por la pared y luego volver a indicar lo que había visto

---No me gusta dejar el cuerpo aqui pero me temo que de momento no tenemos otra opción, así que coincido con vosotros- digo levantandome desde mi posición, recargo la ballesta para posibles enemigos futuros mientras avanza hasta observar el pasillo por donde estaba Dario- Os sigo, acabamos de explorar este sitio...

Darío abre la puerta tras unos momentos de luchar contra la cerradura, y sale al pasillo a explorar. Ratash va detrás suya, poco paciente como para dejar al pícaro volver. Ambos, y todo aquél que les siga, ven como el corredor sigue hacia el norte hasta dar a otra sala cerrada.

La Arquera monja, seguia alerta al grupo, con su preciado arco en las manos, listo para cualquier eventualidad.

Respiró hondo al ver tanto espacio por explorar, habían varias salas esperándoles todavía. Sobrecogido por la pérdida de la paladina se convenció de que si seguían era para comprobar el estado del objeto maldito que ahora debía estar a salvo. De llegar a encontrarlo ya hablarían hasta él, hasta entonces mejor caminar en silencio. Al ver el pasillo algo en su cabeza se activó, volviendo a seguir el cuidadoso proceso con el que investigaba el suelo y las paredes buscando trampas.

"La armadura me ha lastrado, al menos resistí todo el inicio del combate y pude notar esas llamas acariciándome."

Ladeó el labio repasando el duro combate tratando de quedarse tanto con lo malo como con lo bueno.

Auren siguió al resto tras coger algunas cosas que consideró útiles de todo lo que habían encontrado, y tras poner las manos de la paladina sobre su pecho, cruzadas, se alejó de allí detrás del resto, siguiendo a sus compañeros con la esperanza de encontrar el maldito objeto y salir de allí cuanto antes. 

Con todos decidiendo seguir, Dario se adelanta para asegurar la puerta, con ayuda de Yash. Tras unos momentos, un chasquido indica que han podido forzar la cerradura, así que abren sin problema.

Los jeroglíficos cubren las paredes de esta cámara. En el centro de la habitación, un gran y majestuoso sarcófago de piedra descansa sobre una plataforma de piedra elevada. Varias jarras de arcilla descansan cerca, en el suelo, y hay bancos lacados al sur, flanqueando la entrada.

Ratash, que sabe leer los jeroglíficos y tiene algunas nociones históricas, conecta rápidamente los puntos. La tumba pertenece a Djedihepet, el fundador original y primer Sumo Sacerdote del Santuario del Ojo del Erudito, al que aquí se le describe como un sabio consejero, guardián de confianza y buen amigo del Faraón; el faraón al que se hace referencia es Djeret II, el mismo al que hace referencia la tablilla encontrada en estas mismas ruinas y fundador de Wati.

Tenían delante otra tumba y multitud de jeroglíficos, los recorrió con la mirada, le recortaban a Nefertari. La había admirado por su rectitud y esta vez ni se planteó tomar nada del sarcófago, sin embargo tenían que seguir buscando la reliquia. Yash se dedicó a registrar los recovecos, buscando trampas o puertas secretas.

- Se me está haciendo duro el continuar.

Reconoció ante el resto, le pesaba el alma.

Con la Mano Quemada derrotada sois libres de explorar el templo a vuestro antojo; sin embargo, la muerte de Nefertari ha supuesto un duro golpe. Si os quedáis es porque es vuestro deber encontrar el peligroso artefacto que, se supone, se esconde allí, pero a ninguno le apetece continuar sin la paladina. Hacéis las cosas por obligación pero con desgana.

Es Saethe, que tal vez es a la que menos le ha dolido lo sucedido —junto a Ratash, pues ambos apenas os conocen aún—, quien más atenta va, y quien descubre un pequeño mecanismo junto al sarcófago. Darío, con ayuda de Yash, son los encargados de asegurarlo, y tras unos segundos, sin detectar nada raro ni trampa alguna, deben decidir si activarlo o no, a ver para que sirve

Darío pulsa el botón antes de que nadie diga nada. Antes de que el extremadamente cauto de yash le diga que "no sabemos que puede ocurrir" o "es demasiado peligroso"

En cuanto pulsa el botón, una guarda tan bien oculta que ninguno había visto lanza una poderosa descarga eléctrica contra el pícaro, que tiene el tiempo justo para apartarse si no quiere acabar muy mal.

En cualquier caso, suena un click y se abre una compuerta en el ataúd, dejando un pequeño compartimento con un par de tesoros dentro: una pequeña perla y un anillo blanquecino.

Nada más parece haber aquí, excepto las vasijas funerarias y el propio lugar de descanso del antiguo Sumo Sacerdote.

Darío dio un salto esquivando el arco eléctrico

¡Sapristi! -Luego miró a Yash y anticipándose a su mirada de reprobareprobación añadió - No ha pasado nada. Mira el premio. Seguro que es lo que estaban buscando los de la mano cortada.

Habían escondido un mecanismo en el suelo y el pícaro no tardó en activarlo. Yash pensó que no tendría importancia hasta ver que se desataba una trampa, le fue del todo inesperado. Sin embargo Darío la esquivó con gran facilidad de tan bien que conocía esos artilugios. Entonces encontraron esos dos nuevos objetos.

- Uno podría ser el Ojo del Erudito y podría estar maldito.

Esos objetos tan poderosos podían arrastrar una maldición consigo, recordaba la historia de un conocido suyo que por coger las cosas demasiado rápido acabó siendo influenciado, mas esperaba que Darío tuviera mejor suerte y hubiera dado con objetos valiosos.

- Espero que sean un buen tesoro pero me temo que yo no sería capaz de identificarlos.

Miró hacia Ratash que era más experto que él en magia.