Partida Rol por web

La noche llegaba un poco antes de lo esperado y algunos animales parecían preguntarse si se había acelerado el paso de las horas. Un cuervo solitario emprendía el vuelo, hacía rotonda en el templo y luego se perdía en el horizonte montañoso. El clima era algo más frío de lo normal; la humedad era espesa y molesta. El astro rey despedía su jornada con un rayo débil y rosáceo; en la espesura un lobo gruñía con pereza.

Las voces del grupo habían hablado y la decisión era unánime: el candado y lo que fuera que guardara tendría que esperar. Los aventureros valoraban su reputación y no osaban mancharla por lo desconocido, temiendo que las futuras canciones de los bardos no los relataran como más que una panda de rufianes y delincuentes. Asentados los pensamientos, adelantaron el paso en dirección al monasterio y no miraron atrás.

Frente al templo de Ilmáter, un grupo de jóvenes sucios y famélicos aprietan los fardos medio vacíos a las espaldas y comienzan a marchar oscilantes, entre toses, sin rumbo concreto. Luego parecen encaminarse hacia un valle distante, a la búsqueda de mejor suerte en tierras civilizadas.

Al moverse revelan dos siluetas, la primera femenina y arrodillada, implorando frente a la segunda, masculina y erguida. La mujer adolorida grita y llora; el hombre arropado bajo capa raída y túnica blanca guarda estoico silencio.

De mediana edad, complexión delgada y aspecto enfermizo, la mujer muestra el semblante débil y caído de una flor ayer bella, hoy marchita... Algo que no es capaz de disimular ni con su armadura ni con su espada, éstos quizás en un estado más ruinoso que ella.

— ¿Es que no hay nada que pueda hacerse? ¿Por qué no vuelve Wilhelm? ¿Cómo voy a alimentar a mis hijos, cómo voy a protegerlos de este mundo amargo y negro? — Las preguntas se suceden con la misma turbulencia que sus sentimientos. — ¿¡Qué sabrás tú, sacerdote, del dolor de una mujer sola y abandonada!? — Chilla con un llanto que traspasa el corazón.

El hombre contesta a modo paternal y protector. — Querida hija, tu lamento me traspasa y no hay nada que pueda hacerse. Es una valiosa enseñanza de vida, un veredicto infranqueable del destino. — Habla con contrastada calma. Luego toma una pequeña reliquia enzarzada en espinas y la aprieta débilmente en su mano rugosa hasta dejar gotear un reguero de sangre. — Ilmáter, Dios Que Carga Con Nuestro Dolor, detesta nuestro sufrimiento pero pone a prueba nuestras convicciones a través de su más valiosa ordalía... — Cierra los ojos por un momento. —  ...La pérdida. — Cuanto más avanza su disertación, más aprieta las púas de la reliquia, queriendo demostrar con el sangriento y doloroso acto una fe inquebrantable.

— Es un martirio que debemos superar sin resentimiento, en amor hacia Él y hacia nuestro propio ser... — Cesa de torturar su mano y la enfunda en un férreo y pesado guantelete. — Debemos aceptar nuestra suerte sin desespero y librar el corazón de la oscuridad que nos infunden la rabia y la ira. — Sermonea en tono de erudito catedrático a la nerviosa mujer, como si no tuviera más ungüento que ofrecer para calmarla.

Lynx podría entender el dolor de perder a la familia pero no le agradaba la mujer, que sabía ella si el hombre frente a él sufrió o no antes de volverse sacerdote. Aunque al final ella tampoco tuvo tiempo para desahogarse con otras personas, quién sabe cómo habría actuado en una situación algo diferente.

Ante las palabras del sacerdote Lynx se sintió algo confundida, -Vale, eso es raro, no quiere que sufras pero te prueba ¿sufriendo?-, en realidad no estaba muy interesada en las deidades, los únicos de los que escucho más en profundidad eran Bahamut por parte de su padre y Mielikki por parte de su mentor. Aunque un poco confundida y reacia a algunas de sus palabras, y acciones, no podía negar estar de acuerdo con la última parte, de nada te sirve quedarte atrapado en tu ira y rabia.

La conversación no era de su incumbencia , y tampoco quería entrometerse, por ello se dispuso a entrar en el templo sin mas.

Galahad sintió pena por aquella mujer abatida, su corazón guerrero y fuerte espíritu parecía apagarse por la pérdida de su marido.

Wilhelm...- aquel nombre le decía algo al paladín, recordando a Brendan. Ese era el mejor amigo del posadero.

Le prometió al tabernero que ayudaría al pueblo y eso incluia el traer de vuelta a Wilhelm.

Escuchó al clérigo abogar por el destino y las pruebas inexcrutables de Ilmáter, el cuál nos hacía sufrir y si soportabámos ese sufrimiento, seríamos recompensados.

El Juramentado, no pudo aguantar más y se separó del grupo uniéndose a la conversación, situándose entre la mujer y el sacerdote de Ilmáter.

¿Se necesita una razón para ayudar a alguien?- levantó la voz para ser escuchado por todos.

Una mujer implora a Ilmáter y este solo le contesta que aguante con estoicismo, pues son cosas del destino.- Galahad puso las dos manos sobre el pomo de la espada que le colgaba del cinto izquierdo, poniéndose firme, su capa ondeaba al viento.

¿Y qué es el destino? Si no lo que hacemos cada día. Prefiero vivir un día con honor, que cien años siendo un ingrato como lo estáis siendo vos. Seguid, seguid apretando esa reliquia, eso no le servirá de nada a las gentes de Montes Lejanos.- reprobó su actitud, una vez más.

Desde que he llegado al pueblo, no he escuchado ninguna buena palabra sobre Ilmáter y sus siervos. Entiendo que, es difícil traer su credo, a un lugar tan alejado como este. Pero, no es consuelo lo que necesitan estas gentes si no que os pongáis a su lado y les ayudéis a salir adelante.- Galahad miraba al clérigo a la cara.

Servís a Ilmáter, portáis una gran maza y estáis en edad de poder usarla con honor. No entiendo el porqué estáis en el monasterio, en vez de ayudar y proteger a la gente de vuestro pueblo, vienen a pediros ayuda y les dáis la espalda.
Si yo fuera vos, me faltaría tiempo para traer a Wilhelm y a cualquier otro de vuelta a casa.- dijo el paladín.

Escupió al suelo, cada vez más enfadado.

Cuando llegué, vine a mostrar el debido respeto a la deidad que protege estas tierras. Pero, me he dado cuenta, que no lo merece.

El enano escuchó la conversación con atención. El paladín estaba diciendo verdades más grandes que el templo que tenían frente a sus narices. Los tiene bien puestos pensó. Él también escupió: un gargajo sanguinolento que dibujó una flor rosácea en el suelo.

-¡Bah! Pura palabrería sacerdote. Aquí hace falta gente de acción. - golpeó el suelo con su hacha. Él no es guerrero, Sir Galahad. Seguro que usa esa maza para machacar aceitunas hahaha.

Entonces se volvió hacia la mujer y cambiando su tono de voz a uno más serio le dijo:

-No se preocupe, buena mujer. Iremos a la mina y si Wilhelm está allí lo encontraremos y lo traeremos de vuelta a casa.

Acercandose al Enano y al Paladín:

Yo también creo que en ésta ocasión deberíamos hacer algo, no podria mirar a esta mujer a la cara si fuéramos a la mina a intentar solucionar lo que pasa en éste pueblo y no intentáramos traer de vuelta a éste valiente.

Dirigiéndose a la mujer:

Por mi parte y seguro que por la de todos, haremos lo que podamos por intentar encontrarlo.

Todo lo que sucedía en aquel momento parecía ajeno a la gnoma, que se escondía tras las piernas de sus compañeros aún encapuchada sin decir ninguna palabra. No le gustaba ver a esa mujer sufrir, pero tampoco le gustaba inmiscuirse en los asuntos de los demás si ella no estaba en el medio. A diferencia de Galahad, Moxie no tenía ninguna deidad a la que servir o postrarse, tan solo actuaba por el dinero que pudiera llevarse a los bolsillos.

Por eso que tampoco se sentía atraída por la idea de ayudar a nadie sin sacar algo a cambio de ello. Frunció el ceño cuando sus compañeros tan bondadosos no tardaron en prestar sus vidas en ayuda de la que probablemente ya sería una mujer viuda. ¿Y cómo pensaba pagar sus servicios si no tenía dinero ni para alimentar a sus hijos?

—Será mejor que hables por ti, elfo —respondió a las palabras de Elaxidor, cruzándose de brazos en actitud algo gruñona —. No conozco a ese tal Wilhelm ni conozco a esta mujer. Así que no sé por qué iba a arriesgar mi valiosa vida por ninguno de ellos sin una recompensa de por medio.

Puede que fuera egoísta por mi parte, pero la gratitud no me daba de comer, ni pagaba el alojamiento y ni hablar de mi equipo. Había ido a esa lugar abandonado para hacerme rica, no para regresar aún más pobre, y eso si tenía la fortuna de regresar... visto lo visto.

Lynx, guardándose sus pensamientos y deseando no ser entrometida, simula hacer oídos omisos y seguir su camino al monasterio. No llega a alcanzarlo pues, debido a la conversación exterior, media docena de iniciados curiosos se asoman a la entrada - entre los que reconoce a Saavorn - y, aún sin pretenderlo, su numerosa presencia bloquea el acceso al interior.

Aunque no medió palabra, la mirada de la mujer expresó un profundo agradecimiento a Galahad, Thalgrog y Elaxidor. Se dio cuenta de la reluctancia de Moxie, como también de su ojo ciego, y no la juzgó - más supo al momento que sus cicatrices solo podían significar haber tenido una vida difícil y, con eso, le bastó para entenderla.

— Esta ignominia es difícil de ignorar. — Espeta Alard, dirigiéndose a Galahad. — Reconozco artículos de fe entre tus posesiones y confío en que presto te convencerás del yerro de tus palabras. — Dice visiblemente ofendido, aunque trata de esconderlo. — Sin buscarlo, he sido comúnmente señalado como líder de este rebaño. En este lugar, soy lo único que se interpone entre el respeto al orden y la barbarie absoluta. — Explica con altanería. — Si yo marcho... ¿Quién entonces enderezará los equívocos pasos de estas almas confusas? — Esquiva la mirada del paladín. — ¿Serás tú, con el brillante acero de tu espada?

Las mofas de Thalgrog tampoco le pasan inadvertidas. — Creo que empiezo a comprender... — El clérigo ojea con lentitud los rostros de los aventureros, uno a uno. — ¿No sois vosotros los seis sospechosos que han cazado husmeando en propiedad ajena? Desde luego, tenéis el perfil. —  Resopla con disgusto. 

— Más bandidos. —  Deduce. —  Justo lo que necesitábamos...

Cuando la conversación está a punto de tornarse violenta, intercede Saavorn.

— Si se me permite una palabra, maestro Alard... Estos aventureros son bienintencionados y puedo jurar por ellos. — Dice, tras su característica reverencia. — Sus intenciones son nobles: se dirigen a la mina y buscan purgar Montes Lejanos del mal que lo asola. Yo confío en su propósito y, desde la humildad, os recomiendo lo mismo. — Habla sin dejar de inclinarse. — Yo y los hermanos hemos preparado algunos de los pocos suministros que nos restan para ayudarlos en su difícil misión.

Saavorn se arrodilla y afloja la cuerda que ata un saco, mostrando cuatro viales azulados, dos verdosos y dos brazaletes.

Alard duda unos momentos. 

— De acuerdo, Saavorn. — El sumo sacerdote contesta a su aprendiz, pero se dirige al grupo. — Si lo que dices es cierto, tendrán un voto de mi confianza, pero... — Siempre hay un pero. — Tan solo permitiré la entrega de la mitad de esos suministros. — El tono que usaba dejaba claro no admitir protesta. — Día tras día, la cantidad de enfermos se duplica mientras nuestros remedios menguan. A este ritmo, no tardaremos en vernos desbordados. — Echaba una última mirada a los aventureros. — No estamos dispuestos a invertir tanto en una misión suicida.

La mirada fría que dedicó Galahad a Moxie dejó claro que no le gustó aquello que había dicho.

Al parecer el oro es todo lo que te mueve, ni un ápice de bondad te queda en el corazón...- pensó el paladín.

En cambio, Thalgrog se puso a su lado y Galahad se sintió reconfortado, ya que empezaron a llegar los monjes atraídos por las palabras de su líder.
Si tenían problemas, el naugrim había demostrado ser de confianza.

Cada palabra de aquel tipo le producía naúseas, su falta de valor y altanería le hizo pensar si no debía ponerle en su sitio.

El paladín solo pudo decir.

Volved a llamarnos bandidos y os juro por mi honor que sangraréis por más sitios que en la mano.- dijo seriamente a Alard.

Saavorn rompió una lanza por ellos y al parecer, se calmó un poco la situación, les ofrecieron varios suministros para acceder a la mina.
El líder de los monjes ordenó retirar la mitad de estos objetos, pues bajar a la mina era sinónimo de muerte y no creía que pudieran darle un buen uso.

Gracias Saavorn- le dijo con gentileza- Haced caso a vuestro líder, muchos enfermos necesitarán de esas medicinas, dadnos solo la mitad.- aseveró cogiendo la bolsa de medicinas.

Estad tranquilo, volveremos. A diferencia de Ilmáter, Torm si que nos acompañará y protegerá en este viaje.- confirmó con devoción Galahad.

Miró a la mujer guerrera y le dijo:

Vayámonos de aquí, necesitamos hablar con vos antes de iniciar el descenso a la mina.- le dijo invitándola a alejarse un poco del tumulto del templo, con un gesto indicó al grupo, que le acompañarán, tal vez, les pudiera ser más de ayuda que Alard.

Al parecer el resto del grupo tenía otras ideas sobre la conversación que acababan de presencias y no dudaron en expresar con palabras, cuando el paladín escupió en señal de disgusto un escalofrío subió por su espalda por el temor a las posibles represalias del sacerdote y desde luego la posterior declaración de Moxie no ayudaba para nada al ambiente.

Aunque estos sentimientos serán sustituidos por asco en el momento que el sacerdote habló de forma superior, como si fuese mejor solo por servir a su estúpido dios llorón, aunque con la intervención de Saavorn, Lynx consiguió calmarse, -Debes sentirte mejor que el resto solo por servir a tu dios-, luego se inclina de forma burlona hacia el hombre, -Perdóneme usted, pero lamento que algunos no necesitemos un dios que nos respalde ni tampoco necesitamos creernos los más bondadosos-, rompiendo la reverencia se aleja del tempo para seguir a Galahad,
-Pero desde luego usted realmente no representa este pueblo y con gusto ayudare en los problemas de la mina y sin creerme que yo soy la única solución-

Moxie ni se inmutó ante la mirada del paladín, ya que lo que sentían el uno por el otro no parecía ser muy diferente. No le gustaba la gente devota ni aquellos que creían tener un fin superior en sus vidas, creyéndose por encima de los demás solo por ese hecho. Ella era mucho más simple, vivía por y para ella, nada más. Por lo que no se dejaba convencer por palabras o llantos. Si bien no deseaba que nada malo les pasara a aquellos desconocidos, tampoco iba a poner de su parte por remediarlo siempre que no sacase algo a cambio.

Así que una vez los primeros del grupo empezaron a caminar para hablar con esa mujer, la gnoma sintió que no tenía nada que hacer allí y prefirió buscar su propio camino hasta que fueran a las minas.

—Tengo cosas más interesantes que hacer que escuchar las penas de nadie —respondió tajante, incluso con algo de soberbia—. Ya nos encontraremos antes de ir a la mina.

Y dicho eso simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar. Todavía había algo que rondaba en su cabeza, un tesoro dentro de aquella casa que habían dejado atrás... y ahora que por fin estaba sola no llamaría tanto la atención como aquel grupo de caritativos aventureros.

Elaxidor con tranquilidad se dirigió hacia el grupo sin decir nada, enimismado en sus pensamientos.

[ ~ Moxie se aleja temporalmente del grupo. ]