Partida Rol por web

Nunca en sus vidas los aventureros habían dormido tanto peor como mejor. Peor porque la incomodidad del suelo, la humedad del aire y la calor asfixiante les habían hecho aborrecer cada segundo del subsuelo. Mejor porque nunca tanto cansancio se había acumulado en sus corazones y ahora, por lo menos, se habían permitido el respirar en paz. Las razas acostumbradas a las profundidades lo tuvieron más fácil: Thalgrog, Moxie y Zancada incluso lograron dormir un poco. Por el contrario, Lynx, Elaxidor y Galahad tuvieron por imposible conciliar el sueño, pero sus cuerpos agotados supieron apreciar la tregua. Pasadas escasas horas, sus mentes volvían a ser presa del nerviosismo y la inquietud; no tuvieron opción otra que reanudar su marcha, confiados en que su deseado fin estuviera próximo.

En comparación con la accidentada expedición arqueológica anterior, la bajada por estas escaleras se hace inmensamente cómoda, permitiendo a los aventureros caminar erguidos y desahogados. Conforme avanzan, la agobiante estrechez de la cueva se relaja lentamente a la vez que les brinda un aire más puro y algo de oxígeno limpio para sus pulmones. En un acto reflejo, todos respiran aliviados.

La llegada al nuevo nivel es marcada por la sorpresa: los aventureros acaban de dar con una sala hexagonal espaciosa, despejada y limpia. Una ordenada serie de lámparas ilumina sobradamente la habitación y permite apreciar su reciente construcción, tanto de las losas del suelo como del ladrillo de la pared. Opuesto a las escaleras se ofrece, como única salida posible, un pasillo ceñido y prolongado - No obstante, atravesarlo no sería en absoluto tarea fácil... 

A modo de guardián se halla un feroz lobo atado a dos poste férreos. Está cruelmente sujeto a múltiples cadenas y su pelaje no tiene buen aspecto: es de un color entre blanco y amarillento y bajo él pueden entreverse pústulas y heridas supurantes. No por esto su mandíbula parece menos peligrosa: el animal tiene un semblante sombrío, oscuro y cargado de rabia y rencor. No emite gruñido ni sonido alguno y, con plena certeza, está preparado para abalanzarse sobre cualquiera que se acerque demasiado.

Al abrir los ojos, la pequeña gnoma, casi esperó que sus vivencias en aquella mina no hubieran sido más que un sueño. Pero nada más lejos de realidad. En cuanto abrió los ojos perezosa pudo sentir de nuevo el calor y la dificultad al respirar que tan pesado habían hecho parte de aquel viaje. Se llevó la mano a los mismos y se los restregó, para después abrir su mochila y beber algo de agua así como comerse parte del alimento que llevaba. No quería pararse en aquel lugar más tiempo del necesario, así que cuando todos estuvieron listos se unió a ellos para continuar.

Paso a paso descendió aquellas escaleras, notando como aquella sensación de agobio comenzaba a desaparecer y les daba un respiro. Aunque entonces... llegaron a aquella extraña sala. Se quedó parada en los últimos peldaños con la boca abierto mientras contemplaba la magnitud de la misma, hasta que finalmente su vista se encontró con aquella bestia encadenada. No entendía que significaba todo eso, pero al instante echó mano a su ballesta y la agarró con fuerza.

—D-dime Lynx que tienes preparado otro de tus truquitos con animales —dijo en en voz baja, notando como su pequeño corazón latía con fuerza en su pecho.

Al mirarlo sentía pena por el animal, pero también miedo. Si estaba atado en mitad de aquella extraña sala era por algo y después de haber visto aquellas manchas de sangre... no pensaba arriesgarse por no herir a un animal encadenado. Con un gesto cargó su ballesta y miró a los demás a ver qué pensaban hacer, pues ella tenía muy claro que no iba a acercarse.

El enano abrió los ojos y notó el corazón todavía latiendo con fuerza tras aquel sueño. Seguía teniendo sus dudas y sus anhelos. Tal vez en el clan no vieran con buenos ojos su reciente afeitado. Quizá lo odiaran por ello y lo mandaran al exilio. O lo encerraran a una mazmorra. Pero aquellos problemas deberían esperar, lo importante era el presente. Tenía una misión y sus compañeros lo necesitaban. 

- Hahaha. ¡Tenías razón, semielfa! El miedo hay que combatirlo antes de que lo domine a uno. Guárdame el aro hasta que sea valiente. ¡O hasta que me crezca la barba hahaha!

Continuaron la marcha y descendieron aquellos escalones. El aire dejó de estar viciado para alivio del enano. Y la piedra desnuda dio paso a la baldosa y al ladrillo. Cada vez se parecía más a una mina enana. Aunque en las minas enanas no había lobos encadenados. Aquella bestia tenía el tamaño suficiente para despedazar a cualquiera. Sintió el cosquilleo del miedo. ¡Y le gustó! 

- Ummm... Baja esa  ballesta, no hará falta - le dijo a Moxie -. No creo que nos ataque. No gruñe ni enseña los colmillos. Es sólo un animal apaleado que necesita cariño. ¿Tienes hambre? - Sacó de su bolsa algo de comida y se la llevó a la boca - ¡Mmmm! Está rico. ¿Quieres un poco lobo? Ummm... Necesitas un nombre... ¡Goofy! ¿Te gusta Goofy? ¡Hahaha! ¡¿Te gusta, verdad?! Bien Goofy, ahora voy a acercarme muy despacio ¡y no me muerdas eh!

Dejó el hacha en el suelo y se acercó dispuesto a acariciar aquel pelaje amarillento. Sin hacer movimientos bruscos y con la mano llena de comida a la vista. 

Al final esta vez Elaxidor consiguió identificar el anillo, la verdad es que aún escasa o débil un poco más de defensa ante cualquier tipo de daño era bienvenida por ello mientras el elfo se alejaba no dudo en ponerse el anillo.

El descanso fue eso, un simple descanso, ya que Lynx no consiguió realmente quedarse dormida, la gente que decía lo incómodo que debía ser dormir en un árbol deberían tratar de dormir en esta maldita mina antes de hablar, por otro lado parecía que el enano estaba mejor o al menos decidido a seguir, -Eso haré-, y con ese simple intercambio de palabras retomaron su camino. El camino de adelante no era para nada parecido al anterior, de hecho las escaleras permitían descender cómodamente, además que el aire se iba sintiendo mejor, -Deberíamos haber descansado en las escaleras-, soltó en algún punto cuando el aire se sentía bien y el espacio no era totalmente agobiante. La sala no sería más que otra sorpresa, nadie podría haberse esperado que en una misión para investigar el problema de la mina acabaría en una construcción subterránea perfectamente cuidada, espaciosa y agradable para los pulmones y la vista, porque iluminación no faltaba, aunque este asombro se vio terminado al ver al lobo encadenado, se encontraba en un estado lamentable y por su comportamiento se podía notar el gran odio que habitaba dentro del ser.

Antes de que pudiese siquiera contestar a Moxie fue Thalgrog quien abrió la boca, -Estas confundiendo su silencio-, mientras hablaban Valentina se encontraba mirando al lobo totalmente alerta, -es un depredador natural, ya lo perros pueden llegar a ser agresivos y rencorosos pues imagínate un lobo que es un animal salvaje, además está encadenado alguien tiene que haberlo hecho por lo tanto no tiene la mejor experiencia con nuestras razas-, entonces al ver como el enano colocaba en hacha en el suelo y se acercaba totalmente desprotegido Lynx se apresuró a seguirlo, no le parecía muy inteligente mostrarse totalmente indefenso ante un animal ya que estos solían obedecer al más fuerte de sus respectivas especias, -El enano está siendo amable, puedes aceptar y ser liberado o rechazarlo y enfrentarte a una manada cuando estás débil y en una salud deplorable-, mientras Valentina rodeaba al animal vigilando, -En realidad, hasta te podría ayudar a acabar con quienes te encadenaron, puedes creerme cuando te digo que no tendría ningún problema, no me gustan las cadenas o jaulas, en realidad las odio-.

Elaxidor, que bajaba detrás de Lynx, de pronto se encontró con aquel cánido. Le gustaba todo lo que tuviera que ver con la naturaleza, pero al momento supo perfectamente que aquella no era su batalla; era el momento de Lynx.

Daga en mano y grimorio en la otra, se dispuso para ayudar en el momento que fuera necesario.

Aunque tener que gastar un conjuro con aquel animal seria un buen desperdicio, tanto por la vida de un animal inocente como por la pérdida de un activo para lo qué pudiera venir después.

El completo silencio que guarda el lobo no es natural; ni siquiera la ballesta cargada de Moxie parece inmutarlo. Elaxidor abre las páginas del grimorio y se dispone a neutralizar la amenaza. Es cuando Thalgrog, subrayando un valor sin parangón - o una temeridad sin igual - comienza a acercársele. La reacción es instantánea: como si hubieran estado esperando el momento, las patas del animal se tensan y dan inicio a una carrera veloz, violenta y arrolladora.

Al haber seguido de cerca al enano, Lynx se halla muy cercana a ellos y decide intervenir. Igual que ha hecho con la lince, la guardabosques intenta establecer una conexión empática con el que reconoce ser un lobo invernal. 

[ ~ Lynx - Influir animal +2 : Éxito]

Por fortuna, el enlace es establecido, pero solo a duras penas. Los ojos del lobo son ciegos de ira; incapaz de centrar sus pupilas desorbitadas de rabia. Lynx trata de comunicarse con él, pero no obtiene respuesta alguna: es como si la mente del animal sufriera un bloqueo irresoluble, resultado de la intromisión de alguien o algo. La semielfa cree que esto solo puede deberse a un efecto mágico o a la administración de una droga realmente potente. 

Resignada, Lynx - quien ya empezaba a sentir los resquicios de aquella cólera en sus adentros - solo puede hacer un magno esfuerzo por calmarse a sí misma y a la vez transmitir esa pacífica sensación hacia el lobo invernal. Este parece comprender el mensaje al detener en seco su carrera a la vez que, muy confuso y dudoso, pretende apartarse del camino. Aunque la guardabosques desea calmar su sufrimiento, esto es tanto como puede hacer ahora.  

[ ~ Grupo. ]

Los aventureros se miran entre ellos y al momento comprenden que solo disponen de unos pocos segundos para aprovechar la confusión del furibundo animal... - ¡Era una oportunidad de oro! - Sin pensarlo dos veces, corren en dirección al pasillo y no dejan de hacerlo hasta hallarse suficientemente lejos del alcance de las cadenas, aún sujetas a los muros de la mina - o lo que fuera el lugar donde se encontraban.

Sin cesar su avance, el grupo marcha en ordenada fila por el pasaje. La buena iluminación se mantiene gracias a una secundaria serie de linternas que conservan buenos niveles de aceite, lo que indica su reciente abastecimiento. Los aventureros extreman la guardia y recorren unos diez metros hasta alcanzar un imponente portón, de diseño simple pero alto y robusto. Con madera de muy buena calidad, reforzada por una densa disposición de clavos, el portón debe haber sido fabricado y tachonado por un carpintero excepcional y apasionado. 

Entonces, la marcha se detiene abruptamente. Un cerrojo metálico de intimidante estatura y corpulencia debería estar asegurando el acceso pero, en vez de eso, se encuentra derribado sobre el suelo. A su vez, el portón muestra estar ligeramente abierto, casi dando la bienvenida a los aventureros a cruzarlo... - ¿Qué podría estar esperándolos al otro lado?

Su temeridad casi le cuesta un disgusto. Alcanzó a ver los colmillos del lobo antes de caer al suelo. Se arrastró sobre su trasero a una distancia prudencial del animal - la que le permitieron las paredes de aquella sala. Su valentía no se perdió por el culo porque tenía el estómago vacío.

Gracias a la intervención de Lynx el enano pudo conservar su cabeza sobre los hombros. Pero lejos de agradecérselo se levantó refunfuñando.

-¡ Ya casi lo tenía comiendo de la mano! ¿Por qué has hecho eso?

La influencia de la semielfa pareció apaciguar unos instantes a la bestia. El grupo aprovechó la ocasión para atravesar la sala.

- ¡Eh no me dejéis aquí solo con Goofy! 

Recogió su hacha y se apresuró a seguir a los demás. Al final del pasillo les esperaba una puerta entreabierta. El antiguo Thalgrog habría dudado. Habría pensado que era una trampa y su imaginación habría contemplado un abanico de posibilidades: desde una guadaña gigante que les rebanaría la cabeza nada más asomarla ¡ras!; pasando por un enjambre de ballestas que, mediante un complicado mecanismo, los acribillaría ¡tap tap tap!; o incluso encontrarse de frente las fauces abiertas de un dragón que les chamuscaría los pelos de las cejas. Todo eso habría pasado por la cabeza del antiguo enano. Pero el nuevo Thalgrog era un enano de acción. Y los enanos de acción no piensan. Actúan. Su cerebro es un cordel cuya única función consiste en sujetar las orejas a la cabeza.

Demostrando que no había aprendido nada en la sala anterior ( bueno sí, había aprendido que a los lobos no les gusta la comida enana) y que tenía la cabeza más dura que el cerrojo del suelo, se acercó hasta la puerta y, sin vacilar y sin ceremonia, la abrió.

Moxie bajó su ballesta cuando vio como el enano se acercaba, tragando saliva esperando que este fuera apresado de un momento a otro por las fauces de aquel temible lobo. Pero por fortuna, eso no pasó. Soltó un pequeño suspiro, agradecida por no tener que enfrentarse a esa bestia y entonces reanudó la marcha con una pequeña carrera hasta ponerse al lado de la elfa. Esta parecía tener una amistad con los animales y en ese momento era lo que más le importaba. Así que con la cabeza baja sin querer mirar a la bestia a los ojos, pasó a su lado para encarar aquel largo pasillo junto a los demás.

—¿Quién creéis que puede haber abajo hasta aquí? —preguntó en un susurro, mientras contemplaba las lámparas encendidas. ¿Sería alguien del pueblo?—. Eso no me gusta... no parece que este lugar forme parte de la mina, quizá lo encontraron mientras excavaban. 

Se detuvo entonces al llegar frente a la enorme puerta de madera y vio el candado en el suelo. Al menos en esta ocasión no tendría que preocuparse. En ese momento se encontraba pensando que quizá lo mejor sería usar el sigilo y mirar a ver qué había el otro lado, cuanto entonces el enano sin mediar palabra alguna se lanzó de nuevo a la puerta. 

Con el ceño fruncido maldito al enano y en parte a la elfa por haberle regañado al ser un cobarde, ¡se lo había tomado demasiado a pecho! 

—Vas a hacer que nos maten... —dijo molesta, tomando de nuevo su ballesta, solo que esta vez no entró, sino que esperó a que los demás lo hicieran antes.

La ira del lobo era tan grande que invadía a la guardabosques, podía sentir su odio y ganas de despedazarlos, en realidad la mente del lobo parecía nublado como si un tercero estuviera interfiriendo y realmente teniendo en cuenta la estructura en la que se encuentran no era tan extraño, pero al final consigue calmarse a sí misma como el lobo dándole al grupo una oportunidad de cruzar.

-El lobo está siendo controlado de alguna forma aparte de las propias cadenas, ahora mismo no se le puede hacer nada-, dijo contestando a las quejas del enano, si antes iba a morir por cobarde ahora acabaría muriendo por insensato, -Esta bien no dejar que el miedo te impida actuar pero tampoco es muy sabio lanzarse sin más, sobre todo dejando tu arma atrás, después de todo el miedo no puede permitir estar atentos-, sin perder mucho más tiempo avanzaron por el pasillo.

No sabía quiénes podrían ser los dueños o habitantes de este lugar pero desde luego no eran gente con las que quisiese relacionarse, después de todo eran capaces de encerrar a un animal y ni dignarse a cuidarlo un poco, -Sean quienes sean no merecen piedad o simpatía-, comentó a la pregunta de la gnoma. La puerta desde luego no inspiraba confianza y Lynx no podía creer que a alguien le pudiese inspirar ese sentimiento, estaba apunto de proponer que los más sigilosos echasen un vistazo primero pero al parecer el enano estaba decidido a lanzarse a todo peligro que se le cruzase, -la madre que lo...-, ya estaba abierta así que no tenía sentido hacer otra cosa que sacar su arco y con Valentina delante de ella avanzar.

Elaxidor, sin perder la compostura, pero visiblemente nervioso por pasar al lado de aquel lobo ( Le gustaban los animales, pero mas pacíficos ) pasó que casi no le tocaban las plantas de los pies en el suelo, solo le falto decirle: “ussso ussssssssssso”. Aunque quisiera disimularlo, en el fondo era un Elfo un poco estirado. 

Tardó unos segundos mas en llegar que las dos puntas de lanza. Vio que la Gnoma no estaba muy convencida de entrar así que retomó la posición y esperó que entraran las espadas para seguirlas y que acto seguido la Gnoma se situara detrás suya.

La estrategia es la clave.

Prácticamente, el grupo entero adopta posiciones de cautela y defensa... - ¡Pero el coraje del enano rebasaba los límites de la sensatez! - Thalgrog no se da cuenta pero, al adelantarse y empujar el portón, comienza a tirar de un finísimo hilo, casi invisible, atado al mismo. Con un golpe seco, la impresionante puerta choca contra los muros y queda abierta, a la vez que quiebra el hilo y activa un mecanismo fatal.

Disparado desde una rendija opuesta, vuela el silbido de un virote a velocidad tal que es imposible de seguir con la mirada. Para cuando el guerrero se da cuenta, ya es demasiado tarde: el proyectil se clava justo en su pecho, solo a unos escasos centímetros del cuello. Para mayor angustia, las placas de metal superpuestas en la cota comienzan a deformarse... - ¡El virote estaba enteramente bañado en ácido! - Thalgrog nota las piezas de su protección ablandarse y corroerse, como si fueran a derretirse e, incapaz de contener un grito de dolor, siente como el ácido llega a abrasarle la piel.

Revolcándose de dolor, el desesperado enano y sus amigos observan sus alrededores... - ¿Dónde estaban? - Han llegado a una gran estancia, donde montones de carbón se acumulan en las esquinas... - ¡Tantos que, al momento, era imposible contarlos! - Aún en cantidades menores también se hallan restos de otros valiosos minerales como plata, oro e incluso, medio enterrados en los recovecos, vestigios de platino, paladio y otras codiciadas rarezas. 

En otras circunstancias, esto hubiera sido motivo de celebración... Pero la realidad era muy distinta.

El rastro de unos ominosos pasos les anuncian que no están solos. Su origen no tarda en mostrarse: una figura conocida guarda celosamente esta cámara y, por su expresión llena de disgusto, no tiene ninguna ilusión por recibirlos: no es otro sino Alard, quien astutamente ha fingido pretender el sacerdocio a Ilmáter y ahora muestra su verdadera naturaleza. 

El maquiavélico ser camina con tranquilidad hasta detenerse frente a dos cadáveres: el primero llevaba un sencillo y humilde atuendo de minero mientras que el segundo, por sus ropas ostentosas, debe haber sido un mercader acaudalado. Poniéndoles la bota encima, sin miramiento alguno y lleno de desprecio, comienza a hablar:

— ¡Tch! — Alard gruñe y escupe. — Desde que os vi llegar supe que seríais un problema... Pero debo admitiros que nunca imaginé veros llegar hasta aquí. — Con la mano diestra, el sacerdote impostor apoya su apabullante maza en el suelo, lleno de sangre. — Como podéis ver, yo y mis asociados somos los responsables de los problemas en Montes Lejanos. — Declara, señalando con irónica crueldad los cuerpos sin vida a sus pies. — ¡Ceodor! ¡Rander! ¡No hubiera podido hacerlo sin vuestra ayuda...! — Exclama burlón, con risa fingida.

— Gracias a vosotros obtuve acceso, tanto a los minerales como a buenos compradores... — Explica, como si estos pudieran oírlo más allá de la muerte. — Es una pena que ya no estéis aquí. ¡Ahora no podremos distribuirnos las ganancias! — Dice, haciendo lamento teatral, luego señala a los aventureros con un índice acusador. — ¡Y tampoco pienso compartirlas con vosotros!

Sin desprenderse de su arma ni por un segundo, Alard cierra la mano izquierda y la lleva hasta su frente, para luego dirigirla y abrirla lentamente hacia el corazón. Con rapidez practicada, ejecuta una sucesión de enérgicas contorsiones con los dedos, a la vez que sus labios musitan las palabras desconocidas de un idioma ininteligible. Olas de energía negativa fluyen tras de él, primero como si fuesen una capa oscura, después unas alas negras.

Las olas se apilan y amasan en forma de ondulaciones que descienden, como si fueran irresistiblemente atraídas, hacia el cadáver del mercader. En espeluznante horror, sus huesos deshacen la carne y rasgan la ropa hasta traspasarla, para después amontonarse en una pila sin orden ni sentido alguno. Con escalofriante celeridad, los huesos pasan a componerse unos encima de los otros, hasta animar el macabro semblante de un esqueleto no muerto. 

— ¡Ahora, viejo amigo! — Manifiesta Alard, lleno de satisfacción por su infausta obra. — Es hora de que muestres tu lealtad una vez más... — Cacarea una carcajada que interrumpe súbitamente, fijándose en los aventureros. — ¡Acabemos con ellos! — Grita, tomando la maza con ambas manos y lanzándose al combate.

Los huesos de Rander avanzan titubeantes, luchando por resistirse y desobedecer el comando... Pero es en vano. El maligno sacerdote y nigromante los ha vinculado a su voluntad y, simbolizando esta prisión, es obligado a recoger una sólida y pesada cadena. Rindiéndose al mandato de Alard, el esqueleto estira de los eslabones negros y carga, poseso y despiadado, contra el grupo.

Por fin llegaron al meollo del asunto, al final el sacerdote o clérigo de Ilmáter es el que había fraguado toda aquella maldición. Zancada con su escudo en mano se dispuso a ayudar a sus compañeros, y atacar a sus adversarios. Advirtió la malévola manipulación que hacía el clérigo sobre aquel cadáver que no se podía resistir a su manipulación.

Viendo al enano herido lo primero que hizo Zancada fue intentar sanar sus heridas para que Thalgrog siguiera repartiendo leña ahora que habían encontrado a su auténtico enemigo.