Partida Rol por web

2ndo asalto

Iniciativa / Salud restante

1er turno: Alard (Gravemente herido), Esqueleto (Muerto), Elaxidor (Levemente herido)

2ndo turno: Thalgrog (Herido)

3er turno: Zancada (Levemente herido), Lynx (Levemente herida)

4o turno: Valentina (Levemente herida)

5o turno: Moxie (Levemente herida)

1.1 - Un desdichado Alard reconoce su inferioridad numérica y decide cambiar de táctica: tras soltar el pesado mazo, el pérfido sacerdote mueve ritualmente los brazos en semicírculo, luego los extiende en vertical. Allí donde sus dedos apuntan brotan las llamas de una cortina de fuego azul ardiente que, de inmediato, proyecta abrasadoras olas de calor hacia los aventureros. 

1.2 - La expresión vacía del no muerto se regocija con el sufrimiento del enano y, aún deseando más, vuelve a repetir su ataque. Al retorno de la cadena, el esqueleto la toma por el lado contrario y, aprovechando la inercia, la sacude cruelmente. Thalgrog predice el azote y trata de esquivarlo, pero el golpe llega por el flanco opuesto y le acierta de lleno, fracturándole la rodilla derecha.

1.3 - Elaxidor cierra los ojos y profundiza en una silenciosa meditación. Después de los primeros golpes, el mago entra en la batalla, cerrando las manos y formando un vórtice de energía: las partículas que le rodean se aceleran e impregnan de la potencia mágica hasta salir disparadas en un haz violeta que impacta tanto en Alard como en el Esqueleto, causando múltiples heridas en ambos.

2 - ¡El honor de los clanes enanos jamás toleraría estos ataques! - Thalgrog brama impetuoso y vuelve a cargar con todas sus fuerzas, sediento de retribución y venganza... Pero su impaciencia le juega una mala pasada al no advertir que el Esqueleto se ha movido, haciéndole fallar el ataque de nuevo.

3.1 - Zancada, insatisfecho con su primera curación, repite el mismo rezo con la esperanza de mejorarlo. El resultado es aún superior a lo esperado: gracias a su intervención divina, las heridas del enano se cierran como por obra de milagro, mejorando su aspecto notoriamente.

3.2 - Lynx, animada por el progreso del halfling, también aspira a un mejor disparo. Pero la guardabosques no puede evitar distraerse en el caos del combate: sus manos firmes acaban por temblar en el último y crucial segundo, haciendo estrellar su flecha ácida contra la pared.

4 - La seguidora de Lynx se niega a darse por vencida: Valentina remonta su carrerilla, enfoca su objetivo y despega en un impresionante salto, agarrándose al esqueleto con ambas patas delanteras y luego anclándose con las traseras: sin hallar carne que rajar, la lince inicia una frenética sucesión de golpes y arañazos que acaban destrozando los huesos del no muerto.

5 - Igual que el elfo, Moxie también necesita concentrarse: la gnoma examina el campo de batalla, carga su arma, calcula las distancias y prepara un recambio. Listos los preparativos, la ladrona dispara un primer virote y, viendo que este va a fallar, toma rápidamente el segundo para corregir el ángulo, ahora haciendo diana en el brazo izquierdo de Alard. 

Las llamas del ataque de Alard rozan a la semielfa y aunque el anillo parece reaccionar no evita el daño provocado por estas, este fue poco y sin perder mucho tiempo preparó una nueva flecha con ácido y se concentró en su objetivo.

Lynx se encontraba concentrada y algo motivada por la actitud de Zancada, lista para disparar pero había un defecto que su maestro le había insistido y ese era que cuando se concentraba se asustaba o alteraba, lo cual resultaba más fácil, temblaba demasiado, y así fue con el grito de Thalgrog que Lynx volvió a fallar su maldito disparo. Un sentimiento de frustración empezaba a nacer dentro de la guardabosques pero al final fue capaz de deshacerse de él, teniendo nuevamente la mente calmada. Al final decidió pasar a atacar con sus espadas, ya que con el arco no estaba teniendo un buen día, pero antes de nada se acercaría a Moxie para darle el ácido.

Valentina no tardó en atacar Alard, ya se había desecho del montón de huesos y ahora le tocaba al montón de carne. Por otro lado, aun fallando la primera, Moxie había conseguido impactar uno de sus virotes y seguramente el ácido se aprovecharía mejor con ella.

El enano aún no había conseguido impactar ninguna vez. ¿Así quería convertirse en un gran guerrero? Iba a ser la vergüenza de su clan. Desesperado se hincó de rodillas y alzó los brazos al cielo en una plegaria.

- Querido Mahal, sé que últimamente no te he rezado mucho... pero necesito tu ayuda. Me están dando palos hasta en el cielo de la boca. Guía mi brazo contra mi enemigo y te prometo que rezaré todas las noches antes de dormir. Amén.

Se puso en pie y se lanzó al ataque otra vez. Pero en silencio, sin gritar.

Zancada fue impactado por restos de un muro de fuego que salpicaban y lo peor se lo llevo el enano, pero fue tanto el poder de la diosa sobre el hafling que sano en su totalidad a Thalgrog. Zancada aplaudió de entusiasmo viendo que había tomado la táctica correcta. Presenció como el esqueleto caía a los pies de sus compañeros, mientras el clérigo se iba llenando de cortes, arañazos y demás cosas. Temiendo por el más débil del grupo, el que había recibido más daño que era Valentina... Se acercó al animal para que no dijeran que los hafling no son amigos de los animales y la curó.

Elaxidor no se conformó con los dos proyectiles que le había tirado a sus enemigos, así que preparó el que tenia guardado de propina. Esta vez los dos disparos iban a ir directos al Nigromante.

Aunque se le veía malherido, Elaxidor nunca se fiaba de un enemigo que aún estuviera en pié. Se concentró, pronunció el conjuro, y mientras apuntaba con su mano hacia el Nigromante Salieron los proyectiles directos hacia él.

Se disponía a cargar de nuevo su ballesta cuando entonces pudo ver cómo las llamas comenzaban a llenar la habitación, iluminándola dejando ver con más claridad todo el carbón por el que estaban rodeados, así como las piedras preciosas. Por un momento dejó de pensar en todo el valor que aquellas podrían tener y se fijó más bien en la materia menos valiosa. Con tanto fuego, si el carbón comenzaba a arder... no tardaría en llenarse la estancia de humo y sería imposible respirar.

Se echó al suelo notando el horrible calor, hasta que este se fue dejando su ropa algo quemada. Con la mano se sacudió un par de veces para apagarse las llamas y por fortuna no había salido mal parada de aquel ataque. El esqueleto ya había caído y eran demasiados contra un mismo hombre, ¡no tenía oportunidad contra ellos! O eso esperaba Moxie.

—¡Hay que acabar con él antes de que todo empiece a arder! —vociferó con su aguda voz.

Tras ello tomó otro virote y lo empapó en el ácido que le había dejado la elfa antes de colocarlo en su ballesta, la alzó y disparó. Pero de nuevo el virote salió disparado hacia el fondo de la sala sin impactar en el objetivo. Sus compañeros estaban demasiado cerca como para arriesgarse demasiado en el disparo.

3er asalto

Iniciativa / Salud restante

1er turno: Alard (Moribundo), Esqueleto (Muerto), Elaxidor (Levemente herido)

2ndo turno: Thalgrog (Herido)

3er turno: Zancada (Levemente herido), Lynx (Levemente herida)

4o turno: Valentina (Ilesa)

5o turno: Moxie (Levemente herida)

1.1 - Alard siente perder el control del no muerto y no tarda en verlo desmoronarse. Frustrado, el sacerdote retrocede mientras se deshace del guantelete de la mano derecha. Luego, lleva la misma mano a su brazo izquierdo, arrancándose el virote incrustado y entonando un rezo sanador, hasta curar por completo su herida. Para esto ha tenido que interrumpir la concentración de su hechizo ígneo y, advirtiéndose acorralado, ve su moral desfallecer.

1.2 - Elaxidor no cambia ni un ápice su postura, manteniendo así intacto el vórtice mágico y las caóticas energías que fluyen de él. Tan solo girando un poco las muñecas, el enfoque del haz se centra en la posición de Alard y, acto seguido, se materializa en dos proyectiles violetas que vuelan hasta su hombro y costado derechos, atravesando la armadura y quemando su piel.

2 - Thalgrog respira hondo y se llena de calma: su próximo ataque no será una carga imprudente, sino una ofensiva gloriosa, calculada y devastadora. El arma del guerrero comienza a girar, asistida por la fuerza del panteón enano al completo: una vuelta, otra más, y... ¡El hachazo cruza de parte a parte el pecho del enemigo, hendiendo la coraza, hundiéndole el tórax y derramando su sangre por toda la estancia! 

3.1 - Zancada, ocupado en atender los heridos, ve a Valentina como la más necesitada de todos. Cumpliendo con su deber de asistir al más débil, el clérigo no duda en llegar hasta ella y dirigirle su curación: la lince no contesta en modo alguno, reticente en un principio, pero luego observa al halfling con ojos de inocente agradecimiento. Zancada jadea ligeramente, percibiendo que sus fuerzas divinas se están agotando.

3.2 - Lynx deja el arco de lado y toma con firmeza sus dos espadas. La guardabosques encuentra a su rival maltrecho y tambaleante: al momento sabe que es el momento perfecto para acabar con él y, sin pensarlo dos veces, dos estocadas lanza: una en el antebrazo y otra en el tobillo derecho. El sacerdote recibe ambos cortes, abriéndose serias hemorragias. Su sangre comienza a manar sin control.

4 - Valentina, renovada por la curación de Zancada, vuelve a la carrera de un vertiginoso salto. Las ascuas restantes del muro de fuego la estorban y no puede alinear bien su embate, pero aún así consigue conectar con una de sus patas, suficiente para romper el equilibrio de un malherido Alard, ahora arrodillado e incapacitado.

5 - Moxie es la primera en reconocer el peligro que emana entre el fuego y el carbón. Aunque el pernicioso sacerdote está al borde de la muerte, asume que la batalla debe acabar cuanto antes: la gnoma prepara un virote tan ácido como mortífero y, aunque apunta con ojo certero, su trayectoria yerra sin acierto. Todos en el grupo creen que, por compasión, La Reina de los Ladrones ha fallado intencionadamente, pues el impacto hubiera sentenciado al instante la vida del moribundo Alard.

Los letales golpes se acumulan uno sobre otro y Alard, sobrepasado por el dolor y las heridas, abandona toda voluntad de lucha. Íntegramente vencido, el sacerdote cae al suelo con expresión derrotada, y se arrastra dejando un rastro rojo escarlata a su triste paso. Con su rendición también se rinden las últimas llamas del muro de fuego, quedando reducidas a unas pequeñas e inofensivas brasas, alejadas del inflamable carbón.

Aturdido por toda la sangre que está perdiendo, el patético hombre siente su vida a punto de llegar a término y balbucea incoherentes súplicas de piedad:

— Si hay un corazón en vuestro pecho... — Tose sangre y respira con enorme dificultad. — Suplico piedad... Necesito... — Vuelve a toser más violentamente, casi incapaz de continuar. — Necesito sanación... De inmediato...

Nadie parecía dispuesto a escucharle, hasta que murmuró unas últimas palabras que ciertamente merecían consideración.

— Conozco un lugar oculto... Guarda un alijo secreto... Allí escondimos el oro... — Alard cierra los ojos y parece desmayarse. — Os diré dónde está... Ayudadme... — Acaba, ya al filo de la inconsciencia. 

Thalgrog se encontraba maltratado por todos los golpes recibidos, pero no se rindió ni tampoco desespero, en realidad en su último golpe se le miro decidido además de conectarlo, algo le decía a la guardabosques que el enano estaba más cerca de ganarse de nuevo el aro del adulto.

Aunque desconfiada al principio por el acercamiento de Zancada pronto Valentina solo podía sentirse agradecida, entre ahora y la ración de comida que este le ofreció decidió que debía convencer a Lynx para que el enano sin barba los acompañase. Por su lado Lynx consigue acertar sus primeros golpes, sus mentor siempre le decía que era mejor con las espadas pero Lynx siempre empezaban por el arco, tal vez porque frente a un oso el arco se sentía más seguro. Valentina daría el golpe que acabaría por dejar completamente vulnerable al sacerdote, pero pese a esto Moxie fallo su virote, ¿ácido maldito?.

Lynx no sentía pena por el hombre, no después del lobo o toda la muerte anterior, no sabía si se la merecía o no pero tenía claro que no quería dársela, -Me importa una mierda tu alijo-, luego miró hacia Valentina durante unos segundos antes de dirigirse al resto, -Yo digo que le dejemos morir o lo rematemos si no os gusta ver sufrir a otro ser, después de todo no traerá nada bueno a este mundo-, ese era su punto y esperaba que si no todos un buen número coincidiera, sino… bueno eso ya se vería.

A mi tampoco me importa demasiado el oro, así que si no va a dar mas información de la que ha dado sobre lo que ha pasado aquí por mi lo podemos ajusticiar.

Dijo el Elfo sin dar mucha mas importancia al Nigromante y dando a entender que el oro no sería suficiente para salvar su vida.

Dirigiéndose a Alard: Nos hablas sobre el oro, pero nosotros hemos venido aquí para salvar este pueblo. Aún no has explicado cual es la enfermedad que se ha extendido sobre el, ni ningún detalle de lo que le habéis hecho a esta pobre gente. A parte de eso, no hay nada en ti que me cause el mas mínimo interés.

El enano miró el hacha y daba asco tocarla con un palo. La limpió en las vestiduras del esqueleto y escupió.

- ¿Suplicas piedad?¿Y que me dices de aquellos que han muerto por tu culpa? ¿También suplicaron? ¿Fuiste piadoso con ellos?  - gruñó y escupió -. La mujer de Wilhelm te rogó de rodillas... ¡Sólo por eso tendría que cortarte la cabeza...! Háblanos de la enfermedad. ¿Tiene cura? ¿Hay alguien más implicado aparte de ti? - volvió a escupir. No lo hacía por necesidad, simplemente así parecía más duro -. ¿Dónde está el alijo? Cuéntanos y a la mejor te doy una muerte rápida. O por el contrario calla y será el pueblo de Montes Lejanos quien te ajusticie...

A Thalgrog no le importaba mucho el alijo. De hecho sólo pensaba coger lo necesario para que el herrero le hiciera ese escudo tan chulo. El resto lo repartiría, con el permiso de sus compañeros y especialmente la gnoma, entre los afectados del pueblo para que rehicieran sus vidas 

Con expresión de auténtico dolor, Alard observa durante un fugaz instante a Lynx, luego a Elaxidor y finalmente a Thalgrog. Sabe que su vida está en sus manos, pero también sabe que necesita un salvoconducto si no quiere acabar condenado a una suerte peor. 

— Cerrad la herida de mi antebrazo... Vendad mi tobillo, y... Sacadme del pueblo... — Exige entre suspiros, ya delirante y con los ojos en blanco. — Son... Mis... Condiciones...

Alard movió los labios como si fuese a continuar, pero de ellos no salió palabra alguna. Nadie podía adivinar sus intenciones, qué pretendía decir, o siquiera si había sido capaz de escucharles. La respiración del sacerdote enlenteció hasta un pálpito débil e inconstante. Casi inerte, aflojó los brazos y ladeó la cabeza. Sus cortes todavía sangraban... - ¿Cuánto tiempo podría quedarle? ¿Minutos, segundos...? - Lo único seguro es que estaba herido de muerte, y la muerte ya venía a por él.

Elaxidor estuvo pensando por un momento si curarlo o no, pero tal y como había dicho el Nigromante, tenían que aceptar sus condiciones. Él no estaba dispuesto a aceptarlas por mucho que tuviera curiosidad por saber lo que había pasado en aquel pueblo y hubiera arriesgado su vida por resolver el problema.

Se sentía frustrado por haber llegado a un callejón sin salida pero a veces así eran las cosas...

Darle una poción para volverlo a matar sería desperdiciar una poción.