Partida Rol por web

Habéis pasado los últimos días siguiendo la Carretera Alta al sur de Neverwinter, y recientemente habéis virado hacia el este a lo largo del Camino Triboar. No habéis encontrado ningún problema hasta ahora, pero este territorio puede ser peligroso. Bandidos y forajidos se han hecho famosos por acechar a lo largo de este camino.

Desacostumbrado como estaba a recorrer los caminos, Soveliss sintió verdadero alivio de que llegase el momento de descansar. Si bien era cierto que se notaba menos cansado que el primer día de camino, seguía notando las agujetas mas no se quejaba y no dejaba que sñel cansancio se viese reflejado en su aspecto. Busco un sitio que a él le pareciese protegido del viento y dejo caer allí su mochila. Comenzó a recoger algo de madera para encender un fuego mientras repasaba en su mente lo que sabía de aquella región. El camino de Triboar era bastante transitado y el día había transcurrido con normalidad y, si bien la amenaza de bandidos estaba siempre presente, Soveliss se sentía relativamente seguro y relajado. 

Cuando hubo encontrado madera suficiente, usó su magia para prender un pequeño fuego que le diese calor y es que en ese viaje había aprendido muchas cosas. La primera es que, aunque conocía los caminos vistos en el mapa, estos se veían diferentes mientras los recorrias pero la segunda era aún más importante, fuera de la ciudad hacia frío, por la noche bajaban las temperaturas y a él no se le había ocurrido coger una mísera manta. Así que tenía que hacer fuego. No era un mal mayor, gracias a la magia, hacer un fuego era tan sencillo para Soveliss como respirar. 

Una vez hubo encendido la hoguera, se sentó junto a él y comenzó a entonar un pequeño cántico al tiempo que movía los manos unos centímetros por encima de su ropa haciendo un gesto como el que espantase un insecto o si estuviese quitando las migas de pan de la mesa. Mientras hacía eso, allá por donde pasaba la mano, la ropa quedaba impoluta, la magia limpiaba el polvo del camino como si nunca hubiese estado ahí. Una vez hubo terminado de asearse para no parecer un animal salvaje, Soveliss se preparó para llevar a cabo "La Alianza". Al princio había tenido problemas para llevar a cabo el rito vespertino por la necesidad de que hubiese al menos otro seguidor de Oghma con quien compartir los descubrimientos del día pero había conseguido encontrar un modo de solventar el problema.

Había iniciado un diario de viajes en el que cada día, sin falta, el elfo anotaba la gente a la que había conocido, los acontecimientos que había visto, las conclusiones que había sacado y los múltiples pensamientos sobre los que había reflexionado a lo largo del camino. No era lo mismo, pero dejaba constancia de su progreso y podría compartirlo con otros buscadores llegado el momento. 

El día ha sido largo y paramos a descansar. Parece que el elfo ya se ha encargado de preparar el fuego, así que me siento cerca de la hoguera y me quito las botas, para estar más cómoda y sentir el calor del fuego en la planta de los pies. Es una sensación que he adorado desde que era niña. Me reconforta y me trae hermosos recuerdos.

Busco alrededor algún trozo pequeño de madera. Cuando lo encuentro, saco mi daga y empiezo a tallarlo para matar el tiempo. Mi intención es fabricarme una pequeña moneda de Tymora. Nos acercamos a Phandalin y sé que tengo enemigos en la zona. Ya la diosa me salvó de ellos en otra ocasión. No está de más volverla a tener cerca.

No quiero interrumpir al elfo, inmerso como lo veo en sus rituales. Cuando veo que se limpia el polvo de las ropas, miro las mías y veo que también han acumulado un poco. Sacudo en un par de sitios con la mano y lo considero más que suficiente. Tampoco es que vayamos a una fiesta en palacio...

Aunque esté tallando, no dejo de atender a los ruidos que nos rodean; algunos de ellos no siempre son lo que parecen. Tengo algo de experiencia en reconocerlos, afortunadamente... El sonido de lo que puede parecer un búho, por ejemplo, puede significar un "esperad a que se duerman". De vez en cuando, también levanto la cabeza de mi tarea y hago como que estiro el cuello girándolo y mirando rápidamente en todas direcciones.

Contemplo al grupo; cada uno estamos concentrados en nuestros pensamientos, como durante la mayor parte del camino que llevamos juntos. La curiosidad me puede llegados a este punto y decido romper el silencio:

- ¿ Y qué os trae por este camino?

Gustav soltó un sonoro bufido de hastío.

-¿En serio vamos a tener que dormir otra vez al raso? Por favor, ¿podríamos seguir un poco más? Al menos hasta encontrar algún lugar digno. Seguro que la próxima hacienda que nos crucemos tiene a bien acogernos para pasar la noche. 

El adusto guerrero de la gran hacha volvía a hacer gala de unas ínfulas poco apropiadas para el viajero común. Desde que compartía camino con aquel variopinto grupo, el heredero de los Corlinn no había ocultado en ningún momento que pertenecía a una clase social superior a la media. Estaba claro que el luchador de la cota de mallas con tres javalinas atadas a la espalda estaba acostumbrado a la riqueza, el poder y los privilegios. Lo que no terminaba de encajar con su situación actual. No obstante, la sorprendente respuesta que proporcionó a la cuestión planteada por Lidda comenzó a aclararos un poco las cosas:

-Phandalin, lo que ese pueblo necesita ahora es una influencia civilizadora, alguien que tome las riendas y traiga ley y orden.

Kwame apareció entre los arbustos con un conejo muerto en una mano y un arco en la otra. Colgó al animal de una rama, le hizo unos tajos con la espada y, tras dejar sus armas en el suelo, comenzó a desollarlo. La rapidez y destreza con la que despojó al conejo de su piel evidenciaban que estaba acostumbrado a ello. Acto seguido colocó la pieza sobre el fuego para que se cocinase y se apartó al rincón donde estaban sus cosas.

Ignoró las quejas de Gustav. Aunque lo conocía poco, el tiempo que habían pasado juntos fue suficiente para acostumbrarse a las manías del guerrero, que casi siempre lo encontraba todo indigno de su posición. Ojalá se le pegase algo del elfo. Soveliss también daba la impresión de pertenecer a una buena familia, pero no se quejaba. O quizá es que a ojos de Kwame todos los elfos parecían ser de la realeza.

-Mis motivos para viajar por estos caminos son otros-el guerrero hizo una pausa sin concretar más-. Pero también os diré que me vendría bien encontrar algún trabajo para llenar un poco esta bolsa-concluyó agitando su pequeña bolsa de monedas, que apenas sonaba al moverla.

El elfo estaba sentado con las piernas cruzadas y la espalda recta en una postura que, si bien parecía incómoda, se veía bastante natural y Soveliss la había adoptado cada vez que tenía que sentarse en el suelo. Escribía con rapidez y precisión y su rostro no revelaba si estaba prestando atención a lo que sucedía a su alrededor.

Para cualquiera que supiese algo de los de su clase, el cabello dorado junto con su piel morena lo delataban como uno de los verdaderos elfos, un elfo solar. Aún así sus ropas eran sencillas, unas túnicas blancas como la nieve combinadas con una tela teñida de azul oscuro y decoradas con hilo de oro en motivos inspirados en la madre naturaleza. En su cuello un colgante con forma de pergamino se balanceaba con cada movimiento que hacía la pluma en su mano. Cuando Kwame habló, el sonido de la pluma recorriendo el papel se detuvo y los dorados ojos de Soveliss abandonaron el papel fijándose en el humano de tez oscura.

Era una mirada penetrante, aunque el gesto de Soveliss no delataba enfado alguno, Kwame pudo sentir la importancia de la pregunta que iba a hacer el elfo. - ¿Que experiencia tenéis y qué tipo de trabajo estáis buscando señor...? - inquirió el elfo dejando el final el aire dejando traslucir un gesto que podría entenderse como fastidio. - Sabe, he estado pensando en su problema. Todo hombre debe tener un apellido. Por la pigmentación de su piel, sus rasgos faciales y su nombre permitame que deduzca que o es sureño o tiene antepasados que provienen del sur. Muchos apellidos tienen origen etimológico en el oficio familiar en cuyo caso Boer o De Boer os iría perfecto. Sin embargo hay otra rama de nombres familiares que tienen su origen en el nombre del padre. Se le añaden subfijos como sen o elaar. Si me permitís opinar ambas son buenas opciones que os demostrarian orgulloso de vuestro origen mas no es mi deber elegirlo si no el vuestro. - el elfo hablaba explicandose como si fuese un maestro. No lo trataba con condescendencia si no que mostraba lo que decía como algo importante para él y que se había molestado en tomarse un algo de su tiempo para pensar sobre ello y ayudar así a aquel hombre sin apellido.

Sin esperar respuesta, Soveliss volvió a bajar la vista al papel y siguió escribiendo. Pero ahora todos sabían que les estaba prestando atención. 

Kwame tardó unos segundos en contestar, pues trataba de asimilar la florida exposición del mago.

-Se lo agradezco Soveliss, pero no se preocupe. No me importa carecer de apellido, ni tengo intención de poseer uno, pues quizá algún día, si los dioses me acompañan, mi nombre sea recordado a lo largo y ancho de este mundo. Kwame. Sólo una palabra es suficiente.

El guerrero echó un vistazo al conejo y volvió a su sitio.

-Respecto a su pregunta, me basta cualquier trabajo para el que esté capacitado, esté bien pagado o haya una razón justa y noble detrás. Y sobre mi experiencia... si tenemos ocasión de trabajar juntos podrá comprobarlo con sus propios ojos.

Sonrió.

Si la respuesta del humano le contrarió, Soveliss no dejó traslucir su malestar. Desde su punto de vista el hombre estaba errado, por muy famoso que se volviera solamente un nombre podría dar lugar a confusión. El famoso Kwame es sin duda mucho más genérico de lo que sería el famoso Kwame De Boer. Los libros de historia darían lugar a posibles confusiones y su nombre acabria empañado por los actos de sus tocayos perdiendo así su individualidad frente a la masa de gente que comparte su mismo nombre. Eso era algo que los nobles humanos habían descubierto hacia años, el apellido como parte importante a la hora de ser recordado, una herencia más que dejar a tus herederos. - Los apellidos son importantes, Señor. - insistió el elfo sin dejar de escribir esta vez. - Sé que siendo alguien que no ha tenido uno no podéis verlo pero lo cierto es que lo son, Señor. Medite sobre ello, un buen apellido le diferenciará de sus tocayos y le hará único. - añadió rozando la condescendencia. No parecía haberlo hecho a propósito pero el tono estaba ahí. 

Tampoco entendió la respuesta a su primera pregunta, era tanto lo que se le escapaba del comportamiento humano, vivan tan deprisa en algunos aspectos y sin embargo en otros... Como esperaba aquel hombre encontrar un trabajo si se guardaba para él sus habilidades. Los secretos, al elfo no le gustaba los secretos. No los odiaba como las mentiras pero los evitaba siempre que podía. 

Alzó sus ojos dorados buscando a Corlinn. - ¿Habéis oído rumores de desorden público o de violencia en Phandalin, Señor Corlinn? - preguntó el elfo. - Yo me dirijo allí por motivos de trabajo, es posible que deba contratar alguna espada de alquiler y la inseguridad del lugar podría convertirse en un inconveniente. - comentó centrando su atención en el otro humano. 

El enano había estado caminando en silencio todo el trayecto. Era educado y saludaba por la mañana y al acostarse. Contestaba a las preguntas que le hacía, aunque escuetamente, y daba su opinión cuando se la pedían. Más nunca iniciaba una conversación, o preguntaba nada a nadie salvo temas lógicos sobre la ruta, descanso y temas de guardias.
Si le molestaba la pomposidad del humano noble no lo demostraba, aunque sí que miraba más que de vez en cuando al elfo con gesto indiferente.

El simbolo de Moradin en su escudo de hierro, podía dar la indicación que era un sirviente del dios enano, indicación que se confirmaba cuando se fijaba uno en el simbolo sagrado que portaba al cuello con una cadena de acero. Además, rezaba por las mañanas antes de partir. Eso ya eran pistas más que suficientes de su hacer. Aunque también podría haber sido un simple guerrero ya que sus armas y armaduras se notaba que habían tenido bastante uso. Claro que con un enano normalmente una cosa no quitaba la otra.

Una noche más toco acampar, ya estaban cerca de Phandelver afotunadamente, y como siempre Gundar no se quitó ni la mochila hasta que todo el campamento estuvo montado. Sólo entonces se aflojaba las correas y dejaba en su sitio sus cosas, sin quitarse nunca la armadura o deshacerse de su martillo de guerra al costado. Tan solo a la hora de dormir, y a veces ni por esas. Los dureza de los enanos no eran simples leyendas.

Escuchó la conversación en silencio, como siempre, y se sorprendió de estar de acuerdo con el elfo. Los apellidos eran importantes, te decían de donde venías. No tener un clan para un enano era una desgracia. Aunque los humanos siempre han sido muy raros para muchas cosas.  En un arrebato inisual iba a dar su opinión, pero se la calló al ver que Kwame y Soveliss se enzarzaron en lo que para él era una discusión, aunque no tenía un tono hostil. Lo dejó estar, al menos hasta que el mago sacó a coalición el tema de Phandalin.

Es una ciudad fronteriza, y ese tipo de ciudades siempre suelen ser...violentas. Si además añadimos la historia que tiene la zona detrás de ella es normal que vaya todo tipo de gente...indeseable.
Trabajo va a haber seguro. No temas. Otra cosa es que te guste la oferta que haya.
Pero los caminos de Moradin son inescrutables, y confio en que sepa llevarnos a un destino glorioso.

Aunque sea postumo.

-Por la seguridad no debes preocuparte, Soveliss--niega con la mano Gustav--Eso déjalo de mi cuenta.

-Y no, no es que haya escuchado nada preocupante proveniente de Phandalin. Pero está claro que, como bien apunta Gundar, un pueblo fronterizo en reconstrucción necesita a la persona adecuada, un noble atado por el honor y la tradición para proteger a su gente de posibles amenazas. Una sociedad organizada no da espacio para que la maldad y el caos echen raíces. 

Finalmente, el resignado heredero de los Corlinn parece que da el brazo a torcer y comienza a prepararse para hacer noche en aquel impropio lugar.

-Sobre el complicado asunto del apellido,--afirma luego el luchador posando una diplomática mano sobre el hombro del guerrero de tez oscura--estoy de acuerdo contigo. Hay quienes nacemos con estrella mientras que otros sacan a relucir la que llevan dentro con el tiempo. Hay héroes que consiguen tal distinción tras lograr hazañas dignas de ser cantadas por los mejores bardos a lo largo y ancho de Faerûn. Imagina: ¡Kwame! ¡Kwame de Phandalin! ¿Quién sabe?

Por último, el humano de gesto grave centra la atención en la silenciosa mediana:

-¿Y tú? Lanzaste la piedra para luego esconder la mano. Cuéntanos, ¿qué te ha traído hasta aquí?

Sigo la conversación mientras continúo con mi tarea de tallar el trozo de madera. No entiendo el revuelo que se ha creado por el hecho de que Kwame carezca de apellido. No creo que sea tan importante, aunque reconozco que me intriga el por qué ha decidido prescindir de él... si es que alguna vez lo ha tenido.

Presto más atención cuando la conversación deriva hacia Phandalin. Parece que estamos de acuerdo en que dada la situación geográfica e historia de la villa, puede que no sea un sitio del todo seguro y tengamos que andar con cuidado. Excepto Gustav... se le ve muy confiado en que es la mano firme que Phandalin necesita. 

-Y no, no es que haya escuchado nada preocupante proveniente de Phandalin. Pero está claro que, como bien apunta Gundar, un pueblo fronterizo en reconstrucción necesita a la persona adecuada, un noble atado por el honor y la tradición para proteger a su gente de posibles amenazas. Una sociedad organizada no da espacio para que la maldad y el caos echen raíces.

No puedo reprimir una sonrisa sarcástica al oir las palabras del humano. Dudo que conozca más allá de la versión edulcorada de la sociedad que se conoce entre los muros de un palacio, no conoce las calles, o al menos, no las calles de Phandalin ...como yo. Tendrá que andarse con cuidado; su exquisita cota de malla y su hacha de impecable forjado, así como su actitud altiva, no pasarán desapercibidas.

-¿Y tú? Lanzaste la piedra para luego esconder la mano. Cuéntanos, ¿qué te ha traído hasta aquí?

Levanto la vista de mi tarea por un momento al sentirme directamente aludida y me dirijo a grupo para responder a la pregunta:

- Hace tiempo que no visito a mi tía Qelline. Vive en una granja en las afueras de Phandalin. Seguro que se alegrará de verme, hace tiempo que me marché de la villa y la echo de menos. Bueno... y a su asado de jabalí... jajajaja- río mientras hago un gesto con la mano sobre mi estómago.  

Hago una pausa, sopesando si decir algo más. Finalmente, considero que es suficiente información por el momento.

- ¿Y vos?- devuelvo la pregunta a Gustav en tono adulador- Alguien de vuestra posición seguramente no vaya a alojarse en una humilde posada una vez lleguemos a la villa. Seguro que os esperan... ¿me equivoco?- digo intentando sonsacar cómo este humano, claramente noble, piensa devolver la paz a Phandalin. Es cuestión de escéptica curiosidad...

Cuando el enano habló, Soveliss centro su atención en él. La mirada del elfo era capaz de hacerte sentir que tenía toda su atención centrada en ti, como si cada movimiento, cada palabra, cada pausa al hablar estuviese siendo juzgada y memorizada. El enano se había mostrado educado todo el camino, no había hablado mucho, pero Soveliss tampoco así que no era quien para juzgar. El aspecto de Gundar era el de un enano, si una mirase cualquier dibujo sobre la historia de los enanos y sus batallas, Gundar no desentonaria lo más mínimo. Lo que más había sorprendido a Soveliss era el símbolo que, como el elfo, llevaba al cuello. En lugar del símbolo de Oghma llevaba el de Moradin pero era algo que lo identificaba como un fiel y, seguramente, algo más que solo un guerrero.

Asintió a sus palabras, la historia que conocía de aquel lugar no era la de un tranquilo retiro en el campo. Gusta habló entonces convirtiéndose en el objetivo de la mirada del elfo. Dedico sus primeras palabras a tranquilizar a Soveliss antes de explicarles los motivos por los que se dirigía allí. Debía poner orden en lo que seguramente fuesen las tierras de su familia. Aquella conversación estaba resultando bastante esclarecedora y llegaba el momento de que la mediana desvelase el porqué de su viaje. 

Nuevamente, los dorados ojos de Soveliss se centraron en la mujer que tallaba. - He leído verdaderas maravillas de la hospitalidad y de las habilidades culinarias de los Medianos. Además de que ingieren una sorprendente cantidad de alimento dado su tamaño y envergadura. - dijo el elfo una vez la mediana había acabado. No quedó claro si era un insulto o un dato aleatorio e innecesario pero el elfo parecía satisfecho de haber podido aportarlo. - ¿Entonces es usted natural de Phandalin señora Hojaté?¿Conocéis pues a la Hermana Galaere? Es una sacerdotisa de la diosa fortuna a cuyo encuentro me dirijo con la esperanza de que me guíe en el trabajo que debo realizar. - añadió el elfo esperanzado. 

He leído verdaderas maravillas de la hospitalidad y de las habilidades culinarias de los Medianos. Además de que ingieren una sorprendente cantidad de alimento dado su tamaño y envergadura. ¿Entonces es usted natural de Phandalin señora Hojaté?¿Conocéis pues a la Hermana Galaere? Es una sacerdotisa de la diosa fortuna a cuyo encuentro me dirijo con la esperanza de que me guíe en el trabajo que debo realizar.

- Solamente viví unos años en Phandalin y me temo que visité poco los templos durante mi estancia.- digo respondiendo al elfo- No conozco a la Hermana Galaere. Quizá nos hayamos cruzado alguna vez por las calles de la villa... Lo siento. Lamento no poder ser de más ayuda. No soy especialmente devota- aclaro- Reconozco que sólo recurro a los dioses en momentos de necesidad- imagino que esto no va a sentar especialmente bien entre mis compañeros más devotos, pero tampoco veo la necesidad de mentir.

Hago una pequeña pausa y continúo:

- En cuanto a la hospitalidad y el gusto por el buen yantar de los de mi raza... no está mal informado, Soveliss.  De seguro- digo dirigiéndome ahora al grupo- mi tía tendrá a bien invitar a mis compañeros de camino a algunos de sus mejores guisos cuando lleguemos a la villa. Aunque les advierto... si no comen como medianos, se sentirá ofendida... jajajajaja.

- ¿Y vos?- devuelvo la pregunta a Gustav en tono adulador- Alguien de vuestra posición seguramente no vaya a alojarse en una humilde posada una vez lleguemos a la villa. Seguro que os esperan... ¿me equivoco?-

 -Lo cierto es que no--confiesa el noble humano--No habrá nadie esperándome cuando lleguemos. Pero tampoco tendré problemas en conseguir un alojamiento adecuado a mi posición. Eso dalo por seguro. Todos tenemos nuestros propios recursos y yo tengo... contactos.

En la ciudad de Neverwinter, un comerciante enano y prospector llamado Gundren Rockseeker os pidió que trajérais una gran cantidad de provisiones al asentamiento de Phandalin, un par de días de viaje al sureste de la ciudad.

Gundren estaba claramente emocionado y más que un poco reservado sobre sus razones para el viaje, diciendo solo que él y sus hermanos habían encontrado "algo grande", y que os pagaría diez piezas de oro cada uno por escoltar sus suministros de forma segura a Las Provisiones de Barthen , un puesto comercial en Phandalin. Luego salió a caballo delante de vosotros, junto a un escolta guerrero llamada Sildar Hallwinter, alegando que necesitaba llegar temprano para "ocuparse de los negocios".

Recordáis bien a Sildar Hallwinter, un caballero humano de buen corazón, anteriormente de la Caballería del Grifo de Aguas Profundas. Aunque ya contaba con bastantes años, sus agudos ojos y su destreza en el combate no habían mermado su potencial.

Antes de que Gundren aceptara confiar en vosotros su preciosa carga, hizo que Sildar probara vuestra valía para asegurarle que Gundren no os pondría en peligro ni a vosotros ni a sus suministros, aunque no estaba claro cuál de los dos valoraba más el enano.

Recordáis la charla de una taberna llena hasta la bandera, el olor a costillas de cedro empapadas en cerveza, los barriles apilados al azar contra la pared del sótano y las contusiones ahora púrpuras que recibísteis en esa arena improvisada.

Sildar está ante vosotros.

- Conozco esa mirada...

Su rostro canoso tiene una sonrisa comprensiva y empática, aunque el garrote en su mano evoca una emoción diferente.

- ... Yo también la tuve hace muchas, demasiadas, lunas. Pero no perdamos más el tiempo. Gundren me ha pedido que les evalúe, para asegurarme de que no está desperdiciando su dinero o vuestras vidas. Estoy seguro de que tenéis una o dos habilidades de las que estáis ansiosos por poner a prueba. Bueno, veamos si vuestros talentos pueden soportar esto.

Kwame dobló ligeramente las rodillas, adquiriendo una posición con la que reaccionar rápidamente. Su vista estaba fija en Sildar, como si fuera una presa a la que cazar, aunque seguro que este combate no iba a resultar tan sencillo como abatir a un venado.

El guerrero no dijo nada. Las palabras estaban de más, ahora eran las armas las que debían hablar.

Gustav tarda algo en reaccionar porque lo último que esperaba de los futuros patrones era que intentaran canearlos vivos sin venir a cuento.

-Pero, ¿esto qué es?--exclama enfurecido el heredero de los Corlinn ante semejante trato vejatorio.

-¡Lamentaréis la afrenta!--reta el guerrero del gran hacha al anciano caballero de Aguasprofundas mientras se dispone para entrar en combate con insultante parsimonia.

Humanos, siempre tan poco previsores. Soveliss se hallaba realmente sorprendido ante aquella situación. Había tratado con el enano y habían llegado a un brillante acuerdo que le daría algo de dinero para comenzar sus investigaciones en Phandalin. Cuando el enano insistió en que conociesen al Señor Hallwinter, Soveliss esperaba algún tipo de entrevista o una charla que los ayudase a conocerse y confiar pero desde luego no esperaba nada de aquello. Una pelea con palos era algo indigno para alguien como él. 

¿Que se suponia que debía de hacer? ¿Intentar golpearle con aquel palo que le había dado? Aquel hombre lo estaba poniendo entre la espada y la pared. La magia ofensiva no es un juego, si Soveliss no se controlaba bien, podría llegar a matarlo.