Partida Rol por web

-Por mi parte no hay problemas, y si es posible desearia que me llevaran a los aposentos asignados- dije mientras buscaba alrededor alguien que me guiara. Estar en aqulla habitacion me estaba molestando, solo deseaba salir de ahí, mucho lujo para un simple enano que busca sobrevivir.

Ademas que estaba odiando las miradas que habia entre el grupo, era como si fueramos amigos.

 Dinendal se mantuvo callado. Quizá no era para él el liderazgo. Quizá no sabía qué decir, o incluso tenía miedo de que cualquier pregunta fuera tomada a broma u ofensa. Tanto lujo le abrumaba. Pero lo que en realidad pasaba es que estaba recopilando información.

"Se aprende más con el silencio propio, que con las palabras más acertadas". Eso es lo que decía mi maestro. Y cuanta razón tenía.

Ahora conocía la misión, veía en sus compañeros un verdadero apoyo a la hora de cumplirla. Quizá no le gustara la idea de entrar en el bosque de sus "hermanos", pues sabía lo que contaban y la destreza de su pueblo con el arco. Si no eres bienvenido puedes tener una punta de flecha en el entrecejo antes de que cante un gallo.

Pero la recompensa era suculenta, además de que el resto de la compañía estaba animada. Acompañaría a sus amigos hasta la muerte si era preciso, aunque esperaba que no lo fuera.

-De acuerdo mi señor.- dijo Dunendal con voz grave.- Por mi parte no hay ningún problema. Y coincido con Félix, cuanto antes salgamos antes terminaremos ¿Verdad?. Y si hemos de seguir el rastro de un asesino, cada segundo que pasa el vital. Si no podemos salir esta misma noche, mejor partamos al alba. Las pistas se borran y la presa desaparece.

"No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy." Eso no lo decía mi maestro... pero en casos como este, es necesario.

Habían sido alojados en excelentes habitaciones con muy cómodas camas de plumas, tan cómodas que algunos hasta pensaron en dar unos cuantos saltitos en ellas, o quizás lo hicieron, tras las paredes de esas habitaciones nadie se enteraría de nada. Les llevaron el desayuno a sus habitaciones y les prepararon el baño; para algunos uno de los que mas habrían disfrutado en toda su vida, del desayuno había mucho de que hablar, vajillas de plata, excelente vino, carne, fruta, cereales, y sobre todo elegantes y exquisitos platillos abundantes. La hora de la partida había llegado, un mayordomo se excuso por su señor al no venir este a despedirlos hasta las caballerizas donde se encontraban en ese momento, al parecer había tenido que partir muy temprano a la ciudad a atender un asunto de suma urgencia.

El mayordomo les indico que el duque había ordenado les prepararan una carreta jalada por dos fuertes caballos, al parecer el duque consideraba que seria la mejor opción para trasportar a su amigo. Además había preparado 4 corceles para los que no fueran en la carreta, estos tenían atadas alforjas con víveres para el viaje.

 Recuperadas las energías, aseado el cuerpo y limpiada el alma, Dinendal se sentía nuevo. La noche había sido treméndamente reparadora. Una de los mejores sueños que había tenido en mucho tiempo. Buscarte la vida mientras estás exiliado no es tan cómodo como parece, y una cama es mucho pedir para muchas de las noches pasadas en el pasado. Pero ahora todo eso puede cambiar. Si completan la misión que les han encomendado no solo conseguirán una preciada pizca de riqueza, sino que tendrán ese valioso salvoconducto que les permitirá volver a vivir en el imperio. No como perros exiliados. 

Dinendal se sentía inquieto. El mayordomo le había indicado, así como a tres de sus compañeros, el trasporte que iban a utilizar.

No parece malo, pues un viaje en carreta puede hacerse corto, si se ameniza con una buena conversación. Además, en el caso de que no haya muchos temas de los que hablar, siempre puedo sumirme en mi lira.

El elfo, cuando esas palabras llegan a su mente, acaricia con cuidado la bolsa en la que lleva su equipo. Asegurándose de que ha cogido su instrumento. No sería capaz de olvidarlo. No esa lira.

-Compañeros, espero que no tengan inconveniente en aceptar que yo sea uno de los que viajen en el carro. Prefiero estar concentrado en otras cosas, en vez de montar uno de esos maravillosos corceles. No niego que sea un lujo, pero no es mi momento.

Dicho esto, reparó en que aún no estaban los 6. 

-Por cierto, ¿sabéis donde está Ihriavan? ¿En teoría quedamos en partir cuanto antes?

El elfo intento abrir los ojos al alba....

Habías llegado tarde a la torre; el señor Duque Domenor te informo que ya todos dormían cuando llegaste; que no puedo esperarte mas tiempo; sin embargo te explico la misión y lo que tendrían que hacer y tu aceptaste. Se te proporciono una habitación en la cual descansar y eso hiciste, el viaje había sido muy largo y cansado.

Despertaste algo somnoliento y adolorido. La luz del sol te pega de lleno en la cara, sin duda era tarde ya, muy tarde.

 Ordeno a mi criado que avise despierte al resto de mis hombres, y que diga a mis compañeros que me esperen.

Empiezo a arreglarme rápidamente con ropas de viaje.

Mientras esperan a que el alto elfo haga por fin aparición un hombre se acerca a ustedes proveniente del interior de la torre, su apariencia es la de un mercenario.

-Mi señor, lord Ulrich, bajara en un momento, pide que lo esperen.-

La noche habia sido confortable, algo que no sentia desde un largo tiempo. Al levantarme me dirigi a las afueras del edificio, en donde me reuni con los demas. Entonces escuche lo que decia el elfo, la verdad no me habia dado tiempo de recordar lo nombres, mi memoria nunca a sido muy buena.

-Por supuesto por mi parte no hay problema, aunque yo odio montar- dije al tiempo que pensaba un poco en que haria, un enano nunca montaria un caballo demasiado incomodo -Creo que tambien ire en la carreta- En ese momento la pregunta del elfo llego nuevamente a mis oidos. -La verdad no se y no me importa, pero que se apure o lo dejaremos atras- dije desinteresadamente mientras me subia al vehiculo.

- Bueno unos minutos mas o menos no son importantes. El amigo de Duque no se nos va a ir a ninguna parte - comento con un poco de humor negro - En cuanto a los caballos a mi tampoco se me da muy bien cabalgar, aunque si que es verdad que me llevo bien con ellos -

 Dinendal intenta esbozar una sonrisa ante el comentario de Félix, pero le es imposible.

-Quizá el amigo del conde no vaya a ir a ninguna parte. Pero tenemos encomendada la misión de descubrir qué le ocurrió, y por qué ha fallecido. Esas pistas sí que se borran. Ya hemos perdido una noche que podíamos haber aprovechado para partir, y dormir durante el trayecto. Todo el lujo que hemos obtenido en la posa hubiera sido prescindible si partiendo antes, hubieramos tenido más probabilidad de resolver el entuerto. Pero, dadas las circunstancias, espero que Ihravan tenga una buena razón.

Mientras está en esta conversación, un hombre sale de palacio diciendo que viene de parte de un tal Ulrich.

¿Ulrich? ¿También él ha venido? ¿Por qué no estaba entonces en el encuentro con el Duque? Otro que tenemos que esperar... cuando lleguemos, el amigo del conde va a estar descompuesto.

Cuando, como un muelle roto salto de la cama, torció el gesto, Mierda, es muy tarde... se coloco la armadura corriendo por encima del cuerpo, y fue anudando las correas mientras andaba en dirección a la casa del conde todo lo rápido que podía... Al pasar por la cocina, cogió una hogaza de pan y con la mano se despidió de la posadera...

 Una vez en la calle, corrió todo lo que le permitieron sus largas piernas, intentando poner orden a sus pertenencias, echándose la capa por encima para protegerse del frio matinal y colocando a su mascota tras el con rapidez...

 Recorrió todo el puerto hasta llegar a la casa, una vez alli, llamo con violencia  la puerta principal....