Partida Rol por web

El Dr. Moore se resfriega la frente con su pañuelo secandola, luego baja la cabeza antes de mirar a los ojos de la Señrita Vivian

Vera usted estimada, que por unos momentos me he dejado llevar por el entorno y la confusion de los ultimos hechos vividos guardando el pañuelo Hechos, que, a no negar, son de una indole un tanto escabrosa. La mente juega en estos casos juegos que revelan la existencia de instintos primitivos y arcaicos que suponiamos ocultos tras la patina de la civilidad y el urbanismo sonriendo Puntuamente hablo del miedo. El miedo a lo desconocido. En efecto, el humano suele dar explicaciones ante lo desconocido, y estas explicaciones muchas veces dejan el terreno de lo cientifico y razonable y se adentran en el terreno sinuoso y ominoso de la supeticion y la supercheria El Dr.Moore saca su pipa y comienza a llenar la cazoleta con fragante tabaco holandez, luego lo apelmaza conciensudamente con el capillo y vuelve a mirar a la Señorita Vivian Busque señales en su cuello como las que viera en el cochero. Por suerte nada de ello he notado en su cuello. Es un pensamiento infantil, pero vera usted... encendiendo la pipa  Ni yo estoy exento de la sugestion que impone nuestro entorno dando una larga chupada Ya sabe usted, eso que escuchamos en el fonografo apuntaba directamente a un... vampiro con una sonrisa

El mayordomo aparece bastante apresurado.

Señor dice dirigiéndose al doctor, transpira víctima del cansancio y del apresuramiento. El agente Manley se niega a dejar que nadie coja nada del cuarto del Doctor Seward. Después de discutir con él he conseguido que les deje entrar y coger lo que sea, pero sólo bajo su supervisión, señor.

Luego saca un pañuelo y se seca el sudor.

La baronesa permaneció silenciosa, casi ausente de todo cuanto se decía, limitándose a escuchar y a observar todo cuanto ocurría a su alrededor.

Cansancio. Muchos estaban experimentando la misma sensación y no resultaba errado suponer que debíase a los intensos sucesos de la noche anterior. Un largo viaje, sumado a una tensión y estrés emocional poco habituales, sin duda eran la combinación perfecta para impedir que el cuerpo se relajase como era debido durante las horas de sueño, pero el recuerdo del contenido de los rollos dejados por Seward, y el relato de la cocinera no dejaban de darle vueltas en la cabeza.

De pronto se puso de pie, poniendo en movimiento su cansado cuerpo. Una idea vino a su mente, una sospecha que debía aclarar. La salud del cochero era algo que la inquietaba, pero había algo que la inquietaba todavía más. Excusándose abandonó el salón comedor y subió las escaleras rumbo a su habitación.

Ilse fue directo a su habitación, el relato de Margaret, la cocinera, regresaba a su mente una y otra vez. La enfermedad de Lucy, despertaba cansada y ojerosa a mediodía. Estaba aquejada de una supuesta enfermedad pero... ¿y si no era una enfermedad? Los síntomas de Lucy eran muy similares a los que ella y Vivian estaban experimentando. ¿Coincidencia? Estaba segura de haber dormido sin interrupciones durante toda la noche ¿por qué entonces sentía como si no? 

Tenía un presentimiento, un mal presentimiento y aunque sus anteriores intentos por percibir la presencia que sintiera la noche anterior en el porche habían fallado, decidió volverlo a intentar pero esta vez en su habitación. Se detuvo en el último escalón de la escalera, respiró profundo y procuró dejar su mente en blanco; necesitaba concentrarse pues era el único modo de obtener resultados. Resultaba una tarea difícil, pero confiaba en que no imposible. Contó hasta diez, lentamente, inhalando y exhalando con parsimonia para calmar su agitado corazón, pues imposible era que sus sentidos actuasen si una verdadera tormenta se desataba en su interior.

No sabía si tendría o no resultados, en su fuero interno esperaba que no, puesto que, de resultar ciertas sus sospechas, se encontraría ante un peligro inminente. Conseguida la calma y serenidad que consideraba necesarias para tal menester, fue avanzando lentamente hacia la habitación, escrutando con su mirada el pasillo y las puertas de las otras habitaciones, como si fuese un sabueso siguiendo el rastro de algún olor. Todo pareció enmudecer a su alrededor, no oía más que el latir de su corazón y el de sus propios pasos. La percepción de su entorno también cambió, como si la densa bruma de los páramos lo hubiera cubierto todo. Si tenía razón, si su concentración era la suficiente, en cualquier momento debería percibir la tan temida presencia.

Vivian se llevó instintivamente las manos al cuello. Estaba asustada aunque las palabras del Dr. Moore la tranquilizaron. No había encontrado ninguna señal en su cuello. Se dirigió a la mesa del desayuno. Tomaría las cucharadas de azucar que el doctor le había indicado. A ver si de esa forma podía mejorar su estado físico. Luego subiría a su habitación a descansar un poco más mientras sus compañeros intentaban realiizar la transfusión de sangre al cochero.

-Si lo que cuenta el buen Seward en su grabación es cierto ¿Debemos suponer que el cochero fue atacado por un vampiro? -pregunta el almirante al doctor Moore enarcando las cejas en señal de incredulidad.

Ectoplasma. Los fantasmas manifiestan sus voluntades y rabia a través del ectoplasma. La substancia tiene un aspecto fosforescente. El color corresponde a las intenciones del ser. El rojo se aproxima a la rabia y la violencia mientras que el azul o el verde a la paz o la esperanza.

Allí no había ectoplasma. No había pasado ningún espíritu. Pero no había ninguna duda. Un ser había estado allí. Había un resto de una presencia. Un aura... Sólo los seres vivos dejan aura. Si es un vampiro tal como dicen... ¿ un vampiro vivo ? o un ¿ no-muerto ?

El color era naranja. Era extraño, el naranja era un color raro. Los seres sobrenaturales suelen manifestarse con una emoción que sobrepasa al resto. Sus manifestaciones suelen tener un color dominante. Pero aquí se mezclaban... amarillo y rojo.

Amarillo, un color extraño, ¿ soberbia ? ¿ orgullo ?

Rojo, un rojo sobrecogedor. Odio.

Mirando al Señor Dawes, enojado...

Esto es vergonzoso!!!. Estamos hablando de la vida de un hombre!!! mirando al Almirante Suponer eso seria sucumbir a la fantasia morbida de la sugestion. Lo dicho, ha sido nada mas un pensamiento infantil que se me ha cruzado por la mente. Amigos, seria buena idea no separarnos. Almirante Happel, ¿puedo contar con usted para retirar del cuarto lo que necesite para salvar a este hombre? apagando violentamente la pipa recien encendida Mi juramento hipocratico me exige que extreme mis esfuerzos para preservar la salud y me temo que la policia tiene motivaciones menos caritativas. Señorita Vivian quisiera tenerla a la vista por si hace falta que le atienda, por favor...

-Faltaría más, doctor. Me tiene usted para lo que necesite. 

- Doctor, si no le importa y no hago falta, me gustaría subir a mi cuarto para tumbarme en la cama y descansar hasta la comida. A ver si con el azucar que he tomado y en reposo llego a recuperarme. Dijo Vivian un poco avergonzada, pues era una persona activa a la que no le gustaba escaquearse de los problemas, pero su condición física aquella mañana se lo impedía.

-Bueno bueno.- Decia ella preocupada, mientras cada uno hacia de lo suyo en aquella situacion.Parecia permanecer en un tranquilo silencio mientras observaba al cochero -Esta seguro de que habra algun artefacto como el que necesita en la habitacion?.- Ciertamente no era una de las cosas que ella guardaria en su habitacion, pero el doctor parecia ser movido por la nesecidad de salvar a una persona.-Un hombre muy honorable.- Penso para ella misma, aunque era inutil en una situacion como esta.

Vivian subió las escaleras para ir a su cuarto. La verdad es que no quería ir allí si no a la habitación de la baronesa. Tenía que hablar con ella del cochero. Miró a ambos lados del pasillo para ver que nadie la vigilaba y llamó a la puerta. - Baronesa, ¿está usted ahí?. Dijo mientras abría la puerta.

Vivian llega al cuarto donde habían pasado la noche para protegerse mutuamente. La baronesa permanecía de pie. Se apoyaba ligeramente en el marco de la puerta y parecía mirar atentamente el cuarto, casi como si mirase más allá, a otro lugar u otro mundo.

Al oírte hablar se gira hacia ti.

El grupo sube hasta el cuarto de Seward donde el agente Manley permanece haciendo guardia. Se le ve despierto, hay una taza de café vacía que el servicio probablemente le ha proporcionado durante la noche para permanecer despierto. Aunque tiene ojeras se le ve alerta.

Cuando os acercáis se dirige a vosotros con gesto adusto y serio.

Buenos días caballeros. El señor Dawes me ha comunicado su urgencia.

Hizo un esfuerzo por mostrarse conciliador. El agente Manley no parecía estar acostumbrado a tratar con la gente.

Sin embargo sólo permitiré que cojan aquello que el Dr. Moore diga que es necesario para salvar la vida del herido.

Dicho lo cual se apartó y permitió que únicamente el Dr. Moore entrase en el cuarto.

Epa.... casi un critico Master!!! Alto equipo de trasfunciones flamante y too brillante!

- Buenos días Baronesa, ¿cómo se encuentra?. Preguntó Vivian y, sin esperar la contestación, siguió hablando de prisa. - ¿Qué piensa de lo que le ha ocurrido esta noche al cochero?. Yo creo que esas marcas son muy claras y la falta de sangre... No debemos permitir que le hagan una transfusión. Se quedó callada, le costaba articular lo que iba a decir. - Es más, deberíamos matar al cochero pues esas pruebas son concluyentes. No sé en cuanto tiempo pero... el cochero acabará siendo una criatura de la noche.

No sólo había un equipo de trasfusiones. Seward había guardado empaquetadas en sus respectivas bolsas sendas agujas hipodérmicas para conectar a donante y receptor.

Además la bomba manual que se acoplaba a los tubos estaba debidamente desinfectada y empaquetada. Por lo visto Seward tenía en mente que el equipo de transfusiones iría a ser necesario.

El doctor Moore recogió todo aquello y algunas dosis de anticoagulantes adicionales que había que poner a la sangre antes de ponérsela al receptor para que no coagulase dentro de los tubos.

Era necesario calcular muy bien la dosis. Los anticoagulantes ralentizarían la cicatrización de las heridas del cochero.

El Dr. Moore mostró todo lo que cogía al agente Manley y salió del cuarto.