Partida Rol por web

Ya estaba cerca de la casa cuando se escucho un grito aterrador, y de repente sintio una inmensa necesidad de mirar atras para ver que estaba pasando.Sin embargo sabia que no podia perder tiempo, por lo que suprimio ese impulso y continuo hacia el señor Dawes que habia salido para pedirle ayuda -Lobos! Hay lobos atacando a los demas, tenemos que ayudarlos!.- Estaba agitada por correr tan rapido, por lo que se tomo un segundo para descansar mientras el hombre reacionaba.

''No puedo creer que esos lobos salgan de la nada para atacarnos, parecian como si estuvieran siendo controlados de alguna forma.''

Klassen tenía la mente llena de dolor y adrenalina, antes de que pudiera pararse a pensar acerca del estado de su herida y retirarse a la casa, su mano se giró hacia la bestia y abrió fuego con su revolver. 

Una vez pasado el pánico, y tras comprobar que la herida no era más que un feo rasguño, Elizabeth pasó de sentir terror a vergüenza. ¿Qué pensarían de ella, viéndola salir huyendo como una chiquilla? Es cierto que habituaba a dar imagen de inocencia, de vacía vanidad; algo que, en un mundo de hombres como el de la aristocracia británica, resultaba especialmente sencillo y le facilitaba llevar una vida cómoda y placentera. Pero las circunstancias requerían de mayor firmeza, y si quería que sus ideas fueran tenidas en cuenta, no podía salir corriendo a las primeras de cambio, solo porque unos perros rabiosos saltaran de cualquier matorral. Porque eso es lo que eran, ¿verdad? Perros perdidos y hambrientos, solo eso.

Elizabeth se detuvo y volvió la vista atrás, sopesando la situación y buscando con su mirada, ansiosa, al capitán. Quizás pudiera devolverle el favor que le había hecho antes, cuando disparó al maldito chucho.

La Baronesa se dirigía a la mansión lo mejor que podía, su cojera no era una buena ayuda, pero tenía que escapar de los lobos, puesto que si alguno llegaba a alcanzarla, estaba segura de que no podría deshacerse de él. Cuando vió que algunos miembros del servicio salía en ayuda del grupo no pudo más que sentir un gran alivio.

Happel vio abalanzarse al lobo y con una terrible sangre fría se apartó, recibiendo apenas un golpe de refilón. Las fauces del animal no llegaron más que a desgarrarle ligeramente la ropa.

Era difícil acertar al animal a tan cerrada distancia pero dio un rápido paso atrás y apuntó cuidadosamente , esta vez la bala acertó aunque de refilón y aunque repeló la piel del lobo y dejó un pequeño reguero de sangre debió embotarse en algún hueso y no conseguir un daño interno considerable.

Klassen estaba terriblemente herido pero la adrenalina y el stress le empujaron a actuar y con sangre fría que desmentía su supuesta vida académica disparó al lobo a corta distancia. Su bala también acertó al objetivo cerca de la pata trasera izquierda pero perforó el miembro oblicuamente y salió por el otro lado sin ocasionar daños internos de relevancia.

El doctor Moore enrolló su brazo con su chaqueta y provocaba al animal pero no consiguió que éste le encarase. Sujetaba todavía el cuchillo en su otra mano.

Las señoritas Ashford y Vivian se pararon y miraron el combate por diferentes motivos pero lo hicieron. Vivian por puro cansancio y porque notaba que algo dentro suyo no estaba bien. No en vano el doctor le había recomendado el reposo más absoluto. La señorita Ashford quizá debido a la inconsciencia aunque en aquel momento el aspecto parecía de mera sangre fría.

La baronesa con dificultad terminó por alcanzarlas y se paró un sólo instante para mirar por encima del hombro antes de seguir corriendo y dirigirse hacia la mansión.

Lord Wiston Charlton siguió corriendo junto a la señorita Lilian. Ambos estaban a punto de llegar a la mansión. De ella ya salía Dawes junto con un criado que corrían hacia ellos para ayudarles al tiempo que vigilaban al animal temerosos. La servidumbre femenina se mantenía en la puerta de la mansión. Por último apareció el agente de policía que guardaba el cuarto de Seward con la pistola reglamentaria en la mano.

Vivian al darse la vuelta observó horrorizada la pelea que mantenían los lobos con tres de sus compañeros. El profesor Klassen estaba gravemente herido y pensaba que no podría aguantar más. La baronesa la alcanzó y siguieron juntas a su ritmo, en dirección a la casa, ya que no podía seguir corriendo por su extraño cansancio. Al ver salir al policia armado de la mansión le gritó. - ¡Dese prisa, necesitan su ayuda!

El lobo parecía confuso. Durante un momento dudó pero luego volvió a rugir. Se había tambaleado visiblemente. Las heridas parecían superficiales pero quizá estaba más afectado de lo que parecía.

Sin embargo se giró y atacó al Profesor Klassen una vez más. Nadie sabe porqué lo hizo ni qué extraño motivo pudo tener el animal para hacerlo. Quizá el hecho de haberle dañado ya gravemente hiciera que pensase que era una presa fácil pero así estaban las cosas.

El profesor vio que con mala suerte podría no contarla. La muerte se abalanzaba sobre él en la forma de las fauces de un lobo.

Vio aliviada a los agentes de policia -Por favor ayudenlos, y tengan cuidado, esas cosas son mas agresivas de lo normal!.- Finalmente pudo girar hacia atras para detenerse y ver que pasaba con los demas, admirando la valentia que tenian los hombres -Aunque no todos ellos...- para enfrentarse a esos animales tan feroces.

El señor Dawes mantenía la puerta del caserón abierta.

- Corran, entren y refugiénse. La mera compostura le mantenía allí. Se le veía deseoso de cerrar la puerta y refugiarse dentro de la casa. Parte de la servidumbre miraba desde las ventanas con expresión entre ansiosa y extrañada.

Finalmente llegáis hasta el porche. El agente Lowell se cruza con vosotros y echa a correr en dirección al lugar del combate. Porta en su mano derecha el arma reglamentaria y al irse acercando apunta al lobo pero no se decide a disparar por miedo a dar a alguno de los invitados.

La Baronesa es la última en llegar hasta el caserón y entre estremecidos y ansiosos por el resultado observáis la contienda.

El profesor ve acercarse al lobo una vez más y éste da un salto abalanzándose sobre él. No le alcanza con las mandíbulas pero el empuje y el peso le echan hacia atrás tirándole al suelo, donde se golpea en el hombro y teniéndole encima forceja con él.

Las fauces una y otra vez intentan alcanzar la garganta del profesor y la saliva del animal, ansioso por probar la carne humana, salpica el suelo y su ropa.

El almirante, con terrible sangre fría da un paso acercándose al lobo y a pesar de la posibilidad de acertar al compañero de batalla apunta y dispara. El impacto no hace que el lobo ceje en su empeño. Una vez más, en vuestra conciencia, queda grabada a fuego la extrañísima actitud del animal, que herido y moribundo, intenta a toda costa causar el mayor daño posible.

El lobo sigue atacando pero el último impacto ha hecho que afloje ligeramente la presión a la que sometía al profesor quien aprovecha la situación y dispara. El disparo resuena y durante un segundo ambos contendientes permanecen inmoviles. El lobo ha dejado de moverse. Es finalmente el profesor quien aparta el cuerpo del animal a un lado y se levanta. Un terrible mareo se le apodera cuando ve su brazo izquierdo empapado en sangre que mana desde los desgarrones que el animal le inflingió.

El lobo yace en el suelo, inmóvil pero respirando aceleradamente intentando ponerse en pie sin conseguirlo y falto de fuerzas.

El agente Lowell se acerca corriendo.

Vivian se deslizó al interior de la mansión y miró hacia el exterior desde la ventana más cercana. Estaba resollando, y el corazón le latía como un martillo neumático. Su mente empezaba a dominar la situación y sacó su arma de fuego. Nunca había disparado a través de un cristal. Decidió no hacerlo ya que el agente de policía se dirigía a ayudar a sus compañeros y el lobo yace inerte en el suelo. Se sentía apesadumbrada por su actititud, la de huir ante el peligro. Nunca antes le había pasado y eso que había estado en situaciones bastante complicadas estando de cacería en áfrica. Achacó su actitud al estado de cansancio en el que se encontraba.

El Almirante se acercó con parsimonia al lugar donde yacía el lobo agonizando. Sin mediar palabra, apuntó cuidadosamente a la criatura y le voló la cabeza sin contemplaciones.

-Que extraño comportamiento el de estos animales. Parecían poseídos por una furia asesina. Nunca había visto nada igual.

Demasiadas cosas extrañas pasan aqui dentro.

El Dr. Moore desenrollo la chaqueta de su brazo y volvio a ponersela guardando el cuchillo de vajilla en su bolsillo. Aun no salia de su asombro por el ataque de los canidos. La rapida reaccion del Amirante les habia salvado de una masacre, sin embargo el Dr. Klassen no habia corrido la misma suerte que el Dr. Moore.

En silencio, se encamino hacia el Doctor herido a examinar sus heridas...

Tras la ultima embestida del lobo, el profesor quedó tumbado en el suelo con el brazo sangrando profusamente. Su brazo le ardía en un dolor intenso y lacerante. no había querido ni mirárselo, pues no sabía si resistiría la visión de semejante carnicería en su propio cuerpo. El dolor del brazo eclipsaba el del resto de arañazos y otras heridas menores que tenía repartidos por la cara y el cuello

-A...Ayuda, ¡Por favor!- dijo con un hilo de voz, pues no era capaz de sacar fuerzas para mucho más -Mi...mi brazo, casi no puedo moverlo-

En cuanto se dio cuenta del estado de su amigo, Ilse fue lo más rápido que pudo junto a él. El brazo tenía muy mal aspecto...

¡Ayuda, por favor! Hay que entrarlo en la casa. Doctor, apresurese...

Ahora hemos de vigilarlo muy de cerca... 

Parecia que ya habian acabado con los lobos, sin embargo, a pesar de que ella salia ilesa de esa situacion gente del grupo habia salido herida y no parecian heridas solamente superficiales.Preocupada, observo al doctor Leif y se dirigio a la servidumbre -Sera mejor que le preparen agua para limpiar esa herida, y quiza un lugar comodo para que podamos llevarlo adentro.- La situacion habia sido demasiado extraña y rapida, era demasiado peculiar el estado en el que esos lobos se encontraban. ''Que hacian aqui? Por que eran tan agresivos? Acaso estaban tan muertos de hambre que solo les quedaba cazarnos o morir, o es que algo mas los impulsaba?.'' Aquellos desvarios solo eran preguntas que quedaban sin una respuesta concreta.

Elizabeth respiró aliviada, apostándose contra el muro de la mansión, observando la escena con preocupación. La fea herida del profesor Klassen le hizo reparar en el escozor consecuencia del ataque de una de las bestias sobre su propia persona. Afortunadamente, el vestido se había llevado lo peor, resultando la embestida en tan solo unos arañazos superficiales. Ahora bien, poca explicación más que la rabia podía tener el salvaje comportamiento de los animales, por lo que no estaría de más desinfectar la herida y consultar con el doctor. Por supuesto, había otra explicación, y pese a sus dudas, Elizabeth cada vez estaba más convencida de que era la correcta...

El agente se acerca y ve al almirante rematar al animal. Extrañadísimo mira alrededor vigilando el perímetro y finalmente vuelve a colocar el seguro y guarda su revolver.

Pero... ¿qué demonios era eso?

Y vuelve a mirar al lobo. Su rostro muestra una extraña mueca de asombro y durante varios segundos es incapaz de reaccionar con coherencia. Aunque al final se recompone y se ofrece para ayudar al doctor.