Partida Rol por web

- ¿Hacia dónde lleva ese ascensor que oigo, señor Han? No me diga que el señor Bright tenía una guarida secreta bajo tierra. ¿Qué hay allí abajo?

Las palabras de Leroy Currie y Flora Godden le hacen contestar con cierta sorna, casi divertido:

- ¿Pero qué dicen? Yo no maté al Sr. Bright. Deberían prestar más atención. Aunque... - Hace una pausa de un par de segundos para ampliar su sonrisa. - Muy bien visto, Srta. Godden. ¿Cómo se ha dado cuenta?

-Vamos, señor Han... ¿Hasta este punto hemos llegado? ¿Amenazarnos a nosotros? Hemos venido de buena fe, intentando averiguar qué ocurrió. No somos peligrosos, usted lo sabe...

Intentaba sonar conciliador, y despistarle lo suficiente para que Leroy pueda quitarle el arma, al menos intento captar su atención.

Por suerte, mi colega Brush decide seguir mi estela y ocuparse de distraerle. Ha captado perfectamente mis intenciones. Aunque el criado diga que es inocente, nadie que lo sea amenaza con un arma. No es un buen argumento a favor suyo. Intento aprovechar la oportunidad brindada por Brush para lanzarme al estrellato y quitarle el arma. Sin ese elemento en la ecuación, se pueden hablar muuucho mejor las cosas, incluido lo del ascensor/elevador que parece haber invocado.

La maniobra parece un salto al vacío, porque en el carácter hermético de los asiáticos es muy complicado descifrar si estamos delante de un asesino implacable o de un inofensivo birmano bajito. Por suerte, es lo segundo y el arqueólogo desarma al tipo, que levanta las manos en señal de rendición.

Al lado, tras la puerta, un sonido mecánico suena. Debe ser el ascensor.

El sonido del ascensor captó mi atención, y el peligro que suponía que alguien inadecuado bajase de allí. Podía ser gente que nos resultase agresiva, o como fuese. No podíamos permitirnos un ataque o que nos pillasen desprevenidos.

Aún conservaba un bastón con arma que me fue útil en anteriores aventuras, y me aseguré disimuladamente de que estuviese a mi alcance.

-¡Vigilad la puerta!- digo a los demás, mientras Leroy se encarga de Han.

Un sonido mecánico precedido por la abertura de las puertas os muestra el interior de un pequeño ascensor de madera y metal, con una palanca en su interior.

A pesar de la anterior observación de Godden y la confirmación de Han, miré el ascensor con incredulidad. Supongo que todos esperábamos que algo o alguien saliera de allí, pero estaba vacío.

- ¿Qué hacemos? Creo que quiero saber a dónde lleva.

Miré amenazadoramente al Sr. Han, intentando averiguar si él quería que lo averiguáramos, pues podía ser algún tipo de trampa.

Irina Krilov es una persona que conoce a las personas. Muchas veces se ha movido por la vida tomando decisiones basadas en su intuición, y aunque los asiáticos siempre ocultan muy bien sus emociones, una corazonada le revela que Han se siente entre frustrado y desconcertado. Su expresión evidencia que no quería que nadie le descubriera, pero una vez ha ocurrido, se siente sumiso y sin saber muy bien cómo salir de esta situación que le incomoda.

Con el arma de Han en la mano, apunto a éste todo el rato y sin contemplaciones. No me gusta que me apunten con una pistola a la cara. Hincho el pecho, orgulloso de haber tenido éxito en mi acción (no es como si dudase de mi capacidad, para nada…). Valoro el espacio del ascensor que acaba apareciendo.

-Bueno, sólo hay una manera de averiguarlo, ¿no? - señalo con la cabeza hacia el interior del elevador.

-Y viene con nosotros. Va a quedarse bien quietecito o le juro que no dudaré en usar su propia arma contra usted, lo entiendes, ¿no es así? ¿Qué hay ahí abajo? ¿La guarida de vigilante de su ex-jefe?

- Sí, algo así. - Dice Han, estirando las palabras resignado. Conocedor que más tarde o más temprano, lo acabarán averiguando.

La hermana Flora se acerca hasta ponerse cara a cara con el señor Han.

- Parece uated muy tranquilo. Ya nos engaño una vez y reconozco que se le da bien el subterfugio. Mientras hacemos lo que tenemos que hacer, nada le impide hablar. ¿Quién mató al señor Bright? ¿Por qué motivo?

La mujer comienza a examinar la ropa que porta el señor Han y comienza a rebuscar entre sus bolsillos y comoartimentos en busca de algo que pueda ser interesante, ya sea otro arma, una llave o una carta. Sin quitarle los ojos de encima y protegida por la seguridad del arma que sostiene Leroy, no deja hueco sin registrar. 

- Mejor hacer esto ahora que lamentar sorpresas en ese estrecho ascensor.

El Sr. Han mira de soslayo a la Srta. Godden, como si dudase en hablar o no. Finalmente, desliza algunas palabras.

- Mi amo, el Sr. Bright, se mató él mismo, pero todavía no estoy seguro por qué. - Entonces, observa la cabina del ascensor y prosigue. - Quizá abajo encuentren pistas que les conduzcan a la verdad.

El improvisado cacheo de la enfermera no arroja ningún resultado peligroso. El Sr. Han no porta otra arma ni otro objeto de interés.

Dejé que primero entrara el Sr. Han al ascensor para que así quedara anulada su única vía de escape, seguido del arma y de Leroy, que la empuñaba, y observaba cómo, abatido, el hombre nos hacía una escandalosa afirmación, tras la que le miré con suspicacia, incrédula.

- ¿Lo sabe con seguridad o lo ha deducido de lo que ha visto en la escena de los hechos? Y si lo sabe con seguridad... - La siguiente pregunta, obvia e instintiva era por qué, pero Han ya había dicho que no lo sabía, y podía ser verdad, así que otras se me plantearon. - ¿Cómo y cuándo se lo dijo?

Esperaba que dijera algo como "en una nota escrita en mi presencia", o "una grabación" en las mismas circunstancias, pues de lo contrario aún pensaría que no era verdad, pero aquello era absurdo. Ya lo sabríamos.

- ¿Por qué nos dejó creer que había sido asesinado?

El ascensor comienza un descenso acompañado del sonido de un mecanismo de poleas mezclado con un zumbido eléctrico.

- Mi patrón tuvo un comportamiento extraño los días previos a mi marcha a la conferencia en Philadelphia. Parecía distraído, ausente, como si una amenaza invisible lo acechara en todo momento. El hecho de que me enviara a mí a la conferencia de la Srta. Sanger en lugar de ir él mismo me hace pensar que, de alguna manera, quiso buscar el momento apropiado de poner fin a dicha amenaza. La estatua, el mecanismo al que la conectó... Es como su hubiera orquestado con precisión quirúrgica una trampa para atrapar al origen de sus preocupaciones. Aunque... ya sabemos el desafortunado desenlace. No acabo de comprender cómo pudo caer él en su propia trampa.

El escaso minuto que dura la explicación del oriental es lo que tarda el ascensor en llegar al final de su recorrido. Las puertas se abren y frente a vosotros se muestra una fría cámara de doce metros de largo por unos seis de ancho. Las paredes de roca desnuda están oscurecidas por mapas colgantes, la mayoría de ellos de Nueva York y sus alrededores. Una rejilla metálica muestra el origen del lugar, separando la sala en la que os encontráis de un viejo tunel de metro, que está lleno de arriba a abajo de rocas aplastadas. El centro de la habitación está ocupado por hileras de armarios metálicos para archivos. Hay estanterías que contienen una colección de libros de referencia, desde tomos sobre criminología hasta el tipo de directorios que los investigadores usan rutinariamente en los casos.

Hay extraños trofeos que penden del techo con cables, y que decoran la parte superior de las estanterías. Incluyen una cobra disecada, una réplica en pasta del diamante Hope, una máquina de la fortuna con el muñeco articulado de un swami, y todo un arsenal de armamento exótico confiscado.

Los armarios metálicos están ennegrecidos y retorcidos. Las estanterías y trofeos presentan daños por humo. Han se toma la libertad, a pesar de estar permanentemente apuntado por su propia arma, de acercarse al más próximo y abrirlo, para comprobar que todo su contenido ha sido incinerado.

En un lado hay un guardarropa independiente, asegurado con una cerradura de combinación.

Escucho lo que dice el mayordomo. El nerviosismo y comportamiento errático/extraño casa con la carta que nos dejó leer la periodista. Al menos no parece estar mintiendo.

-Caer en su propia trampa, parece muy seguro de que fue un desliz por parte de su exjefe…- comento, segundos antes de que el ascensor se pare y lleguemos a la parada final. La guarida del Vigilante. Entro en la Sala, con cuidado y alerta. No me fío mucho. Alguien tan paranoico como para tener un mecanismo letal en su oficina en forma de estatua india, a saber que no habrá puesto en su cueva personal.

-Han, ¿tiene la llave de ese armario? - le pido al asiático –También deberíamos revisar los libros, quizás encontremos algún tipo de diario de misiones o algún memorándum de los últimos días antes de morir…

Leroy es el primero es husmear el lugar. Pronto se da cuenta que los armarios metálicos ennegrecidos no están bloqueados como sí lo está el guardarropa, y en su interior, entre el libro Psicología analítica de C. G. Jung y El Dr. Jekyll y Mr. Hide de Robert Louis Stevenson, encuentra un sobre manila sellado sin destinatario. El resto de la estantería está cubierta de polvo, pero estos dos libros han sido movidos recientemente, indicando que fue colocado ahí hace pocos días. En el interior del sobre aparece un documento:

Archivo del caso #124-F

Pronto sabré si he tenido éxito o he fallado de nuevo, pero al menos lo sabré. Es una paradoja, como la espiral giratoria que ahora veo siempre ante mí. Es geométrica, pero a la vez no lo es. Ahora puedo sentir el viento, pero es el viento del otro lado de la Tierra, y es negro y abrasador.

Si pudiera haber previsto cómo mi búsqueda de redención personal podría llevar a la destrucción universal, ¿habría seguido este camino? Ciertamente no habría ido a Birmania, ni habría buscado las llanuras de Sung. Buscaría mi arma contra el mal en otras fuentes. Pero ahora es muy tarde para lamentos.

He quemado todos mis archivos, como precaución. Envié un último adiós a Myrna. Me preocupa haber puesto en peligro a Homans y a los demás al exponerles a mis balbuceos. ¡Maldita afección, ésta que me hace no distinguir entre los pensamientos que pronuncio en alto y los que acechan silenciosos en los corredores de mi mente! Quizás debería haber avisado a la familia, pero no soporto decepcionarles otra vez. Jennings se asegurará de que esto sea investigado y, luego, de que los secretos de este caso sigan como tales para siempre. Es un buen hombre, con buenos contactos.

El retorno del Otro es inminente. No puedo enviar esto, como habría pretendido, pero lo esconderé. A lo mejor no sea ésta la culminación final, en cuyo caso yo

El documento acaba abruptamente ahí.

Vuestros conocimientos de Historia del arte hace que levantéis vuestras miradas un momento del documento y las crucéis en señal de complicidad. El tal Homans que menciona el documento podría ser Ernest P. Homans, el cabeza del departamento de egiptología del Museo Metropolitano.

- Es como pensaba. Si se mató a sí mismo, estaría sufriendo algún tipo de desdoblamiento de la personalidad. ¿Qué hay en Birmania, señor Han? Veo que no es casualidad que usted proceda de esa región.