Partida Rol por web

Agosto, las 3:00 en mitad de un día cualquiera en San Vicente, Sevilla. Y era como la repetición de mil noches antes. 

Ya hacía un rato que “El Bacanal” estaba en su máximo apogeo. La música se escuchaba a un nivel medio decente mientras algunos iban avisando en los privados de que el tiempo comprado se acababa y debían de pagar más o simplemente marcharse. Las normas eran las normas.

Otra noche más donde el humo se alzaba como volutas en mitad de una oscuridad elegante llena de brillos, metal y terciopelo desgastado, cuero mutilado que de tanto uso había perdido lustre llevando a ser poco más que un objeto de uso cuando no había nada más, como la mitad de la gente que se atrincheraba en el local de noche.

La noche no dormía, nunca en esa ciudad. Un remanso de caos circundante que atrás dejaba ya el atentado de hacía casi cuatro meses y la brecha hace mes y medio. Más de mil muertos que sesgó la bomba. Poca información verdadera hubo, la ciudad tardó muy poco en moverse para ayudar a los heridos pero los datos de verdad siempre siempre iban con cuentagotas. Una bomba en el centro, que se convirtieron en tres más que lograron desactivar a tiempo. Aquello podría haber sido una verdadera masacre. Mas de medio millón de personas estaban en la zona. Y la brecha...la...brecha como ellos lo llamaron. A la mayoría les cogió durmiendo y no se enteraron, otros, tendrían pesadillas en lo que les quedaba de existencia por culpa de la lluvia de cuerpos, el vómito de espectros, la sangre bombeando desde fuera hacia dentro, los muertos levantándose de sus lechos...

Raphel y Bekic trabajaban en la misma barra, el segundo era nuevo, apenas llevaba un par de semanas aunque se le notaba la soltura de quien lleva haciendo eso ya un tiempo. Ambos vieron a alguien que al moreno con el tatuaje en la nuez, de un candado cerrado le sonó hasta decir basta. La habían visto pavoneandose con su traje rojo apagado por todo el local, toda la maldita noche. La piel morena, de nacimiento, nacarada e impregnada por mil pequeños puntos brillantes de algún aceite o crema hacía que tendieses a mirarla cuando pasaba al lado, siendo refractado cada uno de ellos por las luces del local. Era un faro, uno que cegaba para que no vieras el conjunto si no solo las luces. 

Pidió, un chupito de absenta, morada y se fue con un movimiento suave y un bamboleo de curvas apretadas tras pagar, con un billete grande. Muy grande. 

Hacia bastante calor, incluso para ser el local, que no era mas que un enjambre de humanos buscando una diversión, un placer, otra copa, otra Yola en los baños, otro polvo en los reservados. Otra cosa mas negativa de aquellas bombas de hacía tanto tiempo, los inviernos eran otoños, pocas veces asomaba la nieve en ningún lugar, y los veranos era raro cuando no hubiese alertas de día. Por suerte, las edificaciones habían sido construidas contra el sol directo creando mucha sombra por las aceras.

La rubia se paseaba en su silla de ruedas, acompañada de un hombre de mediana estatura, traje oscuro, sonrisa amable y una piel morena pero...ceniza. Ella con su vestido de lentejuelas de aspecto raído, y sus tacones de infarto que no podía usar, siendo el vestido que le tapaba hasta los tobillos. Ojos ahumados, mirada cansada, casi despectiva y antipática. 

Pero él, brillaba no por su belleza, porque los había mucho mas guapos, y mejor vestidos, no tan tapados, si no por esos ojos verdes dificiles de olvidar. Ni alto, ni bajo, ni demasiado corpulento, ni esmirriado en apariencia. No parecía que fuese de la ciudad, no por como se movía, ni como se comportaba, ni tan siquiera miraba con ojos de interés a alguna de las mujeres u hombres que se le insinuaban ante la mirada asqueada de la rubia, que se dedicó a vigilar la barra mas cercana, dedicándole una sonrisa a Bekic. El nuevo juguete. 

Ambos se marcharon por una rampa hasta lo que parecía ser un palco especial tras que el hombre, saludase con una sonrisa amable a Raphel. Quizás esa era la noche, o quizás no. 

Tu "mentor" te había hablado del local, de como Raphel al parecer había pedido una cita para ver a Lu, y su local, antes de que todo se fuese a la mierda. 

Lu estaba desaparecida desde hacía un mes, Gwilherm llevaba en paradero desconocido desde poco antes de la brecha. Las únicas noticias que habías tenido era esa llamada; Había pedido por favor, que intentases sonsacar que quería el hombre de ellos, del local, de todo. Porque Lu, había mencionado algo sobre que tras la visita de Raphel, se había presentado un antiguo aliado, que estaba muerto. Debería de haberlo estado. Él mismo lo había tenido que matar hacía años en la ciudad. 

Aparte, te había enviado un cheque de 100.000 pesetas, y decía que si sacabas información, te esperarían 500.000 más, aparte de que lo volverías a ver cuando sacaras información decente.

Sobre la "misión", pocas veces te habías cruzado directamente con el muchacho de aspecto nervioso que procuraba ser un buen perro, arrastrándose por JP. Te parecía tener poca personalidad o demasiada rabia dentro, dependía del día. 

Por ahora, el trabajo había sido duro, pero pagaban buenas propinas y se podía conocer gente muy rara si sabías tratarlos bien. 

Tu razón de ser era sencilla, habías estado allí en una reunión con Anibal. Nunca habías estado en ese local pero parecía tener una buena mezcla de gente extraña, y el ambiente era tan destructivo que era...encantador a su manera. 

El encuentro había terminado, podías relajarte un poco en el local o simplemente marcharte. 

Por noches así Bekic seguía insistiendo que su futuro era la música... "aunque el mundo se fuera a la mierda la música sobreviviría" ... y así fue, el mundo se fue a la mierda y la música seguía ahí. Joyas del pasado como la canción de Panic! At the Disco que sonaba ahora mismo se habían conservado: poco se había perdido, había auténticas colecciones enormes de MP3 en alta calidad muy preciadas por los DJs.

Bekic desvió su atención de la música a la trinchera que era la barra de ese local. Este tipo de locales pagaban bien o muy bien, pero ya estaba empezando a recordar porque hacía tiempo que evitaba estos trabajos: tenía que aguantar borrachos, degenerados y tonterías de la vida nocturna. El cansancio físico era lo de menos, lo realmente terrible era tener que tratar con toda la escoria que se agolpaba en las barras...al principio de la noche lo normal es que te dedicaran una sonrisa picarona, pero a partir de cierta hora ya venían los "piropos" y el manoseo. Estaba en el sueldo.

Sirvió generoso el chupito de absenta que fue pagado por un billete de los azules que tuvo la cortesía de no comprobar delante de ella pero era.. en fin, podría comprarse una botella especial con ello. No protestó, lo dejó en la caja y luego lo tendría en cuenta para el bote.

Miró a Raphel unos segundos... era guapo el cabrón, iba a decirle algo pero simplemente había tanta gente que no le pudo comentar nada. Siguió luchando en la trinchera rodeado de silbidos, gente vociferando y billetes en mano. 2 semanas iba a durar, como mucho.

Empezaba a impacientarse, no había conseguido sacar nada útil y tampoco sabía como exponer el tema..ni a JP ni a Raphel. Sería mejor intentarlo con Raphel, la jefa era demasiado extraña..hoy intentaría quedar con el tras terminar mientras dejaban el local listo para la siguiente noche, a ver si podía sacar algo.

El maldito Morador lo estaba usando como excusa para sus historias... de todos modos le debía mucho y le quería enseñar sus nuevos trabajos musicales, y de paso, a ver si se los producía. Eso sí que estaría bien. Muy bien.

Una pareja de jóvenes, no tendrían ni 20 años como el, guapos, flacos, blancos y ricos, pidió algo especial. Tanto ella como él eran arrogantes pero habían sido bien educados y aunque te miraban con superioridad te pedían las cosas por favor. Gente de sitios como Highlands...los olía de lejos. Una botella de una ginebra de hace unos años,eso pidieron. De las caras. La puso en cubitera, daba como más empaque. A juego iban dos copas con el borde fino de oro batido.

-¿Se la abro caballero?-preguntó Bekic entre el ruido.

El joven sonrió:

-No me llames caballero, por favor...soy Jaime Solís, pero decide ella -y miró a quien tal vez era su novia:

-Ábrela y sírvete una primero - la chica de pelo rizado y vestido de noche prácticamente dio una respuesta tan rotunda que no cabía contestación, ya quisieran algunos militares tener tal capacidad de mando. Bekic obedeció, no solía beber en horas de trabajo ya que si aceptara todo chupito o copa que le intentaban invitar ni su regeneración salvaría su hígado de morir en 2 años. Bekic se sirvió a la altura del único hielo, esperó unos segundos y dejó que el bendito licor le abrasara suavemente la garganta...el regusto estaba tremendo.

-Sirve a los tres y brindemos por nuestra salud- Bekic suspiró internamente y obedeció. Iba a ser una noche larga.

-¡Salud!- dijeron los tres jóvenes. Bekic no se podía quitar de la cabeza que tenía una misión ..Peeeeeero...también había que disfrutar estos momentos.

Una pareja joven se acercó entre la gente a Bekic, pidieron una botella de algo caro y al cabo de un minuto ya se estaban tomando los tres un trago. No pasó demasiado tiempo antes de que la muchacha de apenas la veintena pero en apariencia cortés arrastrase sus piernas hasta uno de los privados dejando allí a su acompañante. 

Si había una cosa que resaltaban del chico que hablaba por lo bajo con Bekic era que no estaba dopado hasta arriba de esteroides, ni moreno, si no mas bien era delgaducho y eso significaba algo; no era de la ciudad. Lo cual lo convertía en una diana gigante, porque estaba forrado no, lo siguiente, aparte de tener unos contactos muy interesantes. Porque aunque nadie lo decía muy en alto, lo que había tras los límites de la ciudad era algo que nadie quería ver. También podía ser simplemente un muchacho al cual le daba igual la apariencia, lo cual, era raro. Muy raro en esa ciudad. 

De fondo, se escuchaba el jolgorio de una despedida de soltera. Una veintena de mujeres de mediana edad hasta el culo de todo que iban variando por el local a sus anchas, despilfarrando dinero y risas. Presas fáciles en apariencia, aunque había un hombre casi en la cuarentena que no les quitaba ojo de encima. A todas luces parecía un guardaespaldas o algo similar por la posición, las formas y que no seguía la cadencia humana de aquel antro. 

El chico se inclinó un poco sobre la barra tras mirar embobado como la muchacha se marchaba- Me llevo la botella- la cogió con la mano, pasando de la cubitera y ya de los vasos.- Un placer, toma- sacó una tarjeta del bolsillo del pantalón con una habilidad envidiable- has sido el primero en servirnos en esta ciudad, así que- te la tendió. 

Servicios personales IMAN

"Tenemos cualquier cosa que puedan buscar"

 Solo un número de teléfono lo acompañaba- Vamos a abrir una pequeña sede en la ciudad. Igual te interesa o sabes de alguien que le interese- Se encogió ligeramente de hombros- Hay de todo, trabajamos con todo y los precios son buenos.- Miró alrededor- Eres demasiado para este sitio, quizás te interese postularte para algún trabajo en nuestra bolsa.

El recién llegado reconoció de inmediato su error, en el preciso instante en que sus ojos se acostumbraron lo suficiente al cargado y nebuloso ambiente del local. Pues apenas si le bastó divisar algunos destellos de humanidad decadente en la penumbra para confirmar sus sospechas.

Aquel no era su tipo de lugar... y muy probablemente, él tampoco pasaría como uno de los clientes habituales.

Con su raídos pantalones de jean, sus botas oscuras y la chaqueta de cuero negra, era más seguro que lo confundieran por uno de los armarios que guardaban el ingreso. O ni siquiera. Pues creía haber visto que incluso esos tipos iban de traje.

Al menos la chaqueta era nueva... o no tan vieja..

Como fuera, el caso era que solo buscaba echar un trago. Y tal vez ordenar un poco sus pensamientos. Y cada vez le costaba más hacer cualquiera de las dos cosas en los antros a los que acostumbraba visitar. Demasiados conocidos... demasiados excusas para encontrar problemas...

En cambio, tenía casi la plena certeza de que nadie se fijaría en él en un lugar como este. O tal vez lo harían. Pero de seguro preferirían dejarlo solo, ocupado en sus cosas. Y eso era precisamente lo que buscaba.

Así que se acercó directo a la barra, sin mayores ceremonias, y prestando escasa atención a los demás clientes que pululaban en las inmediaciones. Por supuesto, como ocurría siempre, tanto su portentoso físico como su abultada musculatura le facilitaron el acceso. Pocos parecían querer cruzarse en su camino. Y los que lo hacían, apenas si eran un obstáculo para la fornida figura.

- Una cerveza. - pidió al joven camarero en cuanto consiguió asiento junto a la barra, tras desplazar a su anterior ocupante con una mirada asesina.

Bekic siguió con la mirada a la muchacha que se marchaba con la botella de Puerto de Indias en la mano... Jaime también hizo lo mismo con la mirada. Cuando dijo que se la llevaba sólo pudo asentir..y fue tecleando en el terminal el importe, recogió la tarjeta de Jaime y a cambio le dejó en una bandejita el ticket de la botella con la importante suma. Encima de calzonazos iba a ser un pagafantas...

Miró la tarjeta y miró al joven Jaime:

-Servicios personales...-dijo en voz baja mientras estudiaba al joven que tenía delante, era guapo pero necesitaba pasar por el gimnasio y comer algo mejor. Si podía permitirse pagar esa botella podría permitirse esas cosas, y si no lo había hecho...es que no lo necesitaba. Fin. Bekic sintió curiosidad de saber quien era la muchacha que parecía mandar sobre él. ¿Era su novia? Tal vez... o su jefa, o ambas cosas.

Bekic se sonrojó cuando le dijo que era demasiado para este sitio y le siguió el juego parcialmente:

-Bueno, pagan más o menos bien...y se conoce gente interesante, ¿no?-dijo mirándole fijamente.

Esperó a cobrar la cuantiosa suma, y esperaba propina, justo para ver como un grandullón se había abierto paso hasta la barra como un rompehielos. Se acercó a atenderlo, Raphel no estaba especialmente fino esta noche.

Bekic fue hasta el armario que había desplazado a un pobre inocente de la barra... el joven camarero se acercó con una sonrisa forzada tras haber atendido a otro joven en la barra. Obviamente estaba cansado pero miró al musculado cliente esperando su orden.

Fue una cerveza. Bekic se pidió internamente paciencia... nadie se pedía una cerveza estas horas. No obstante llevaba muchos años de camarero y se mostró comprensivo, especialmente porque su interlocutor ocupaba demasiado en la barra y con suerte se lo quitaría pronto de encima y en su lugar otros dos clientes ocuparían su lugar, y desde luego, se pedirían algo más que una cerveza:

-Señor, de barril tenemos Cruzcampo y Heineken, en botellín tenemos además de esas dos algunas como la Cruzial, la Gran Reserva o la imperecedera Radler-menuda basura esta última, estas cosas sólo gustaban en Sevilla antes de las bombas...y seguían- tenemos también otros botellines especiales pero le advierto que tienen un precio elevado. -alguna cerveza especial había...y  artesanas también había, Bekic las evitaba..pensaba que el fluido menos repugnante que podían llevar es que le hubieran tirado un escupijato.

El recién llegado observó al barman durante largos segundos, con una expresión de confusión infinita dibujada en su rostro. El servicial camarero casi podía oír el crujir de las neuronas de aquel cliente rechinando con la forzada sinapsis a las que habían sido sometidas. Resultaba evidente que no era aquella la respuesta que el fornido sujeto había previsto.

- Solo tráeme una maldita cerveza... - comentó por fin, y casi con pena, el visitante luego de un prolongado silencio, dando una imagen que al joven le impresionó como de un completo hastío existencial y una muy profunda desilusión en el género humano.

En su fuero interno, el Marsellés maldecía por lo bajo. Esto era lo que se merecía por meterse en un lugar como aquel. Tanta decadencia y superficialidad. Tanta banalidad e intrascendencia. Tanta pulcritud y tanto botox... Y eso que había tenido la prudencia de pedirse simplemente una puta cerveza !!!

Quizás hubiera sido mejor si se dejaba llevar y pedía algo más fuerte. Aunque tal vez no. Bien sabía lo que ocurría cuando se le calentaba el pico...

Era la primera vez que Danilo concurría a ''El Bacanal''; no hubiera sido su primera elección, pero el encuentro lo había fijado Aníbal García Barca y no tenía intenciones de contradecir al anciano banquero. Al fin y al cabo, era un individuo influyente en su círculo y convenía mantenerlo conforme.

Cuando Anibal se retiró, Danilo aguardó un instante, tratando de evaluar el lugar y su ambiente. Le resultaba una extraña mezcla de vulgaridad y sofisticación, suficientemente aceptable para su gusto. Alisó un pliegue de su corbata negra ... negra como toda su ropa: el saco, la camisa, el pantalón de vestir, incluso sus medias, zapatos y cinturon.

Volvió a mirar a su alrededor. ''Sergio se sentiría como un pez en el agua'', imaginó a su socio, que tenía el don de caer bien en prácticamente cualquier entorno.

Mientras decidía qué hacer, un tipo con ropas vulgares y raídas expulsó de mala manera al que ocupaba el asiento a su izquierda. Danilo frunció el ceño ... ante una demostración de tanta prepotencia, no podía retirarse; por lo visto, el destino había tomado la decisión por su cuenta.

Cuando el camarero le indicó al recién llegado la opciones, aprovechó para pedir.

- Camarero ... un botellín de Gran Reserva para mí - levantando ligeramente el indice izquierdo - y luego le pediré más información sobre esos productos especiales ... por curiosidad, nada mas. - aunque su media sonrisa trasmitía la posibilidad que no sea solamente un simple deseo por saber de tales productos.

Si, eso desde luego- Pues no, no dejó propina alguna. De hecho salió un poco espantado por la presencia de la mole que le "quitó" el sitio.- Que tengas buena noche...- Una sonrisa de medio lado, como si lo hubiesen sacado de su zona de confort antes de marcharse. 

Bekic todavía maldecía la noche por no poder seguir hablando con la anterior pareja que había atendido; el grandullón sobraba aquí. Viendo el tiempo de reacción que había tenido era obvio que no frecuentaba estos sitios, ni quería estar aquí: también eso era evidente. Bekic no le dijo nada pero se preguntaba que hacía aquí alguien como él. Su convencimiento aumentó cuando le dijo con tal resignación lo de la cerveza. Asintió y le puso una caña de barril ...tampoco le había dicho is la quería en jarra o no, y no le iba a preguntar de nuevo.

-Ahí tiene- se la dejó delante y fue a atender al otro señor que tenía al lado.

Tomó un botellín bien frío de Gran Reserva y se lo acercó al cliente de al lado abriéndolo con el abridor que le colgaba de la cintura y que todo buen barman lleva consigo; hizo un gesto grácil y casi artístico para abrirlo, llevaría abiertos tal vez miles y había ensayado ese movimiento durante años:

-Caballero, en cuanto a esos productos especiales...bueno, creo que incluso hay alguna botella de antes de las bombas, tendría que consultar-hizo una pausa estudiando al cliente que tenía delante y llegó a la conclusión que quizás buscaba otra cosa-si lo que busca es otro tipo de cosas especiales, en los reservados quizás pueda encontrar otras cosas de interés- el joven camarero señaló sonriendo hacia la zona de reservados. Hablaba bien y llevaba la barra con soltura y sofisticación, sabiendo tratar con los clientes... y sabiendo vender(se), que es importante también. 

Bekic atendió a otro cliente adyacente a ellos y buscó a Raphel con la mirada que se había quitado de en medio.. desesperado, el joven se dispuso a acometer a la marea humana de gestos, interpelaciones e incluso silbidos que lo reclamaban. Pensó en Jaime y su misteriosa acompañante, y luego los dos tipos raros...el que no encajaba y el otro de los servicios especiales.

Iba a ser una larga noche y estaba lejos de los objetivos que se había marcado. Acabaría usando la tarjeta que le habían dado...mañana mismo si esto seguía así.

Estaba claro que allí tampoco iba a poder poner sus ideas en orden...

Primero había sido el joven de la barra, asquéandolo hasta casi al límite de provocarle arcadas con toda aquella sofisticada y servicial delicadeza. Y cuando aún no había terminado de sobreponerse a semejante pulcritud, otro personaje aún peor aparecía sentado, como por obra del destino, en el taburete contiguo.

Aquel que muchos simplemente conocían como "el marsellés" apenas si prestó atención al recién llegado. Pero solo le bastó escuchar sus peticiones para hacerse una buena idea de quién era. Pues conocía bien a sujetos como ese. Demasiado bien. De hecho, los de su tipo constituian probablemente el motivo principal para que existieran pobres diablos como el muchacho de detrás de la barra...

De manera inconsciente, el fornido sujeto pronto se sorprendió oyendo el crujir de sus propias mandíbulas. Sin embargo, antes de que sus pensamientos derivaran por derroteros más oscuros, una jarra espumante apareció ante sus ojos, y su contenido le ayudó a pasar el mal trago.

Al menos el muchacho le había conseguido una buena cerveza. Y fría. Tal parecía que todas aquellas lociones para afeitar y aceites perfumados para el cabello no habían conseguido obnubilar por completo el sentido común del joven. Quizás todavía había esperanza, después de todo...

El joven de la barra seguía a lo suyo en otra parte de la barra....cualquier barra a esa hora era una trinchera donde el enemigo estaba a todos lados.... trabajar en la hostelería era una mierda...ojalá triunfara en la música... y también en el reloj tenía otro enemigo. Si no había una recaudación alta le pedirían explicaciones. 

Eso le recordó que había dejado a un armario a un lado de la barra que ocupaba como dos personas y que sólo se había pedido una cerveza. Lo miró desde unos metros y lo estudió... estaba fuerte como el vinagre y en las pocas palabras que tuvo con él notó rabia y desasosiego. No sabía muy bien si acercarse pero le acabó echando valor al asunto. Se acercó al Marsellés y mientras vaciaba una bolsa de hielo le preguntó:

-Caballero, ¿quiere algo más fuerte?¿Un whisky tal vez?-el whisky que se elaboraba con el grano de la zona era especialmente fuerte y duro y necesitaba una triple destilación para dejarlo apto para el consumo... pero también tenía un sabor devastador, no apto para blandos.

El fornido sujeto que se había aposentado en la barra parecía completamente ajeno a cuanto lo rodeara. Con aire ausente y la mirada perdida en el fondo de su jarra, impresionaba a un primer vistazo como absorto en profundas cavilaciones. O directamente enganchado en los oníricos paisajes generados por alguna nueva droga de diseño...

Tampoco parecía tener el más mínimo interés en la concurrencia. Como quedó comprobado cuando unas despampanantes rubias de pechos desmesurados pasaron junto a él sin conseguir robarle siquiera una mirada distraída.

Sin embargo, estaba claro que el tipo permanecía con sus sentidos alerta y la mente despierta. Pues cuando el muchacho de la barra inició su andar hasta su posición, el hombretón lo atravesó de inmediato con una acerada mirada de curiosidad.

- Créeme... será mejor que hoy pase del whysky... - comentó en tono ominoso a la propuesta del joven, pero sin ese matiz de brusca prepotencia que había mostrado antes. Tal parecía que el talante del sujeto parecía haberse distendido un poco. Aunque estaba claro que una oscura preocupación ensombrecía sus facciones. - Pero puedes ponerme otra ronda. Y dejar que siga corriendo.

- ¿Por cierto, alguna vez cierran este lugar?

Danilo musitó un ''gracias'' apenas audible al servicial muchacho de la barra cuando éste le entregó el botellín de cerveza. Se lo notaba helado al tacto, pero esperó que se fuera asentando la poca espuma que se había formado, dejando solamente un líquido ambar, dorado e intenso, con finas burbujas tratando de escapar por la boca del botellín. Pequeñas gotas caían al costado del mismo, la transpiración del agua fría condensándose.

El resto del bar seguía en su mezcla de vulgaridad y sofisticación, pero de pronto al lasombra se le antojó más patética que antes. Incluso el grandote sentado a su vera parecía ser solo otra masa informe más, solo músculos y nada de cerebro. La forma de sentarse, sus modales, la cerrazón hacia cualquier estímulo exterior ... era un ser que llevaba estampada la palabra ''problemas'' en cada detalle de su figura.

El abogado le dio un sorbo a su cerveza. Claramente, tenía cuerpo, y su sabor era amargo, aunque podía encontrarse un ligero regusto dulzón si se le daba el tiempo suficiente en el paladar. Su sentido olfativo notó un tenue aroma frutado. 

Sin embargo, de pronto le pareció insulsa. Era una sensación que a veces lo asaltaba; aunque podía ingerir todo tipo de alimentos, nada se comparaba con la vitae, la cálida sangre de los seres humanos comunes, normales, vivos en todo sentido.

''Es una pérdida de tiempo'' pensó ''aprovecharía más el tiempo en la biblioteca ... todavía tengo que terminar el libro de Montgomery''. La compulsión por leer sobre Caín y su descendencia, sobre Nod y su tierra, sobre los orígenes de la Estirpe, se hizo más y más fuerte.

Escuchó al grandulón rechazar la oferta de whisky. Le sorprendió. Hubiera apostado que un gorila primitivo engulliría litros y litros de alcohol destilado. Sin embargo, había un detalle en la forma que lo había rechazado; de pronto, la imagen de Sergio le vino a la mente: su habilidad para socializar.

Tamborileo en la barra, dudando. Otro sorbo, pequeño, de cerveza. No despejaba la mente, pero tampoco lo afectaría.

- ¿Whisky hoy no? - preguntó finalmente, a modo de saludo al tipo que tenía al lado - Eso suena a demasiado consumo en el pasado... Demasiado consumo y demasiados problemas -  dijo, alzando el botellín como mudo brindis con el parroquiano.