Partida Rol por web

Si, lo se. Vi a mi sobrina con ustedes, es monisima.

Le dije con una sonrisa.

Lo que mas me soprende es que Hundra siguiera con vida, crei que habia muerto mientras caia mi antiguo hogar...

-Al parecer, resultó mejor maga de lo que creíamos.- Sin querer, volví a caer en el tema de la magia. -¿Cómo haces para sobrellevarlo? Digo... imagino que no poder acceder a la magia para tí es equivalente a que a mí me cortaran las manos- sonreí pícaramente con mi último comentario, pero enseguida volví a ponerme serio. -Nat... ¿realmente estás dispuesta a renunciar a todo? ¿Puedes seguir vivendo así, acosada, perseguida, ultrajada, por algo que no elegiste poseer, si no que te fue dado?-

Estaria dispuesta a renunciar a la magia...por la persona a la que mas amo...

Miro hacia atras y me giro rapidamente a Gaunt muy sonrojada.

Miro a todos y suspiro en un tono bastante audible. La mira de de mis ojos es un tanto perdida y la premura guía cada uno de mis movimientos.

Porque sera que no me extraña veros a todos justo en este momento. Luego, con la mandíbula crispada le hablo con urgencia a Hundra. Hundra...si confías algo en mi, ve a buscar a tu hija ahora mismo...algo grave esta a punto de suceder y hemos de estar juntos...creía que solo seriamos nosotros, pero ya veo que es mas amplio que todo eso.

Luego la suelto y le empujo levemente para que corra en busca de su hija. Si hay alguno de los tuyos que aprecias ahí arriba...tal vez sea mejor que baje con nosotros. Podríamos refugiarnos en mi herrería, es como un pequeño castillo y sus paredes son muy fuertes.

Al ver que Nat se giraba incoscientemente al hablar de su amado, no pude creer que se encontrara entre los presentes. ¿Cuál de los tres hombres que allí estaban sería el dueño de su corazón? -Vaya nena, sí que no escarmientas- No pude evitar sonreirme -Que maravilla descubrir que aún crees en cuentos de hadas.- La miré con ternura, pero antes de que pudiera agregar algo más, Luc, un tanto desencajadó habló.

-Hey Luc, sí que te ves grave. ¿Podemos ayudarte en algo?- Cada vez me resultaba más extraña la actitud de Luc, tan... misteriosa. Y seguía sin poder encajarlo dentro de esa armadura... ¿En quién te has convertido viejo amigo?

Ains...calla, calla...

Le doy un manotazo en la espalda, que denotaba mi verwenza y sinrojo respecto a ese tema.

Pongo una de las espadas, la mas corta en la mano izquierda de Hundra, sin responder aun a Geoff. Toma...esto es para tu hija. El norteño me dijo que la quería para ella. Y esta...pongo la ornamentada en su otra mano. Esta es para ti. Se supone que seria para una reina del norte, pero es muy posible que ya no le haga falta...

Luego toco el cinturón para comprobar que mi viejo y fiel martillo sigue allí y con un suspiro y grandes ojeras me giro hacia los demás.

No puedo decir que me alegre de veros en estas circunstancias...cada vez que os veo, pierdo una parte mayor de mi mismo...no...definitivamente no me alegro de veros.

No me gustan sus modales y no entiendo porque me tarta asi, me entrega dos espadas sin comprender la razon. Me giro y dejo ambas en manos de Garek, necesito las manos libres para coger a la niña o en su defecto poder conjurar algo si alguien la ataca.- Yo deje las armas hace mucho Luc.- Espeto de camino a las escaleras.- Lamento que tu todavia vivas en guerra...- añado con un susurro

La niña duerme arriba tranquilamente.

Subo preocupada pero al ver a la niña dormir tranquila mi corazon vuelve a su ritmo normal. Aun asi no pierdo un segundo. Tomo una manta y envuelvo a la pequeña e intentando que no se despierte meto sus zapatos en mi bolsillo y bajo con ella.

Miro a Luc un segundo, no se como abordarle ni que decirle, no comprendo la situacion ni su actitud.

-¿Telohus? -respondió Kalthorin con un bufido-. Por lo que se rumorea es sólo un loco. ¿Para qué lo estás buscando?

El paladín observó a Luc enarcando una ceja.

-Bueno, no todos podemos recuperar lo que hemos perdido -replicó el paladín-, pero para ser educado sólo basta con desearlo. ¿Se puede saber a qué viene tanto misterio?

Es que...necesito su ayuda...

Le dije en un tono que denotaba mi preocupacion, avitando todo contacto visual con Kalthorin.

Ademas Kalthorin...¿po...podrias...podrias acompañarme...?, no quiero ir sola...es que...tengo miedo...

Mis palabras eran sinceras, en verdad, sentia miedo de quedarme sola y que los sicarios del rey me capturasen y me matasen.

Kalthorin se cruzó de brazos. No daba crédito a lo que oía.

-¡Hace un momento me llamabas traidor y me decías que te había decepcionado! ¿Y ahora quieres que te ayude? -el caballero negó con la cabeza, en un gesto incrédulo-. ¿Piensas que por ser paladín soy estúpido? ¿Crees que puedes decir lo que te de la gana y luego venir a pedirme ayuda? ¡Estás muy equivocada, Natalia! Estoy cansado de tu volubilidad. No has cambiado un ápice en todos estos años.

Mi rostro se lleno de lagrimas y le mire con rabia.

Te he pedido ayuda porque sigo confiando en ti, aunque trabajes para mi tio...

Llore con un poco mas de fuerza que antes, llamando la atencion en la taberna.

Desde hace cinco años, pensando que habias muerto he querido compensar mis errores, intentar disculparme contigo,mis sentimientos hacia ti...no sabria como decirlo...¿eran verdaderos?, pero ya veo que fue un error...Kalthorin...¡te odio!,¡ha sido un tremendo error el haber sentido algo mayor que amistad por ti!

Le doy la espalda sin dejar de derramar lagrimas, estaba muy angustiada por las duras palabras que le dije al paladin...

Kalthorin lanzó otro bufido.

-¿A qué viene esta escena? Primero soy un traidor, luego confías en mi. Sugieres que antes tenías sentimientos hacia mi y ahora dices que me odias. ¿En qué quedamos? ¿No ves que me estás dando la razón en que eres muy voluble? Cambias de opinión más que de túnica, y ni siquiera me das más razones para ayudarte que la amistad que tú misma apuñalaste hace años. ¿Cómo voy a ayudarte si tan siquiera puedo comprenderte? Eres la persona más inconsistente con la que he tratado nunca.

El paladin nota una pesada mano en su espalda.- Amigo, toda mujer es voluble, forma parte de su encanto pero no pareceis entender. Esta mujer os ama pero a sufrido mucho y su corazon teme salir lastimado nuevamente. ¿Que perdeis dadole una oportunidad? Subir arriba con ella, hablar tranquilos, dejar el orgullo a un lado y hablar con el corazon... esa es la unica manera de ser felices en este mundo. ¡Y no repitais que os traiciono! Errar es humano y perdonar divino. ¿O no decis eso los sureños?

Me estaba empezando a enfadar un poco mas que antes.

¿Quieres que me decida?, ¡bien, pues esta es mi decision!

Me acerco a el y le doy un beso, entonces me alejo de el ya que, creo, que se lo habra tomado mal y yo no deseo que sea asi.

No es con palabras...pero esa es mi respuesta...si no me llevas ante el sabio...ire yo misma, sola.

Le añado en un tono serio mientras me secaba poco a poco mis lagrimas y bajaba la cabeza para que no se me notase mi sonrojo.

Kalthorin miró al bárbaro de reojo. Evidentemente no sabía de lo que hablaba. No era tan sencillo como eso. Pero era obvio que si aquel gigante se había metido en la conversión no era por el deseo de hacer mal. Abrió la boca para contestar... y de improviso Natalia lo besó.

El paladín quedó sorprendido y desarmado a partes iguales. Durante varios latidos de corazón no fue capaz más que de abrir y cerrar la boca como un vez boqueando fuera del agua. Pero las palabras se escurrían en su boca como el agua en el cuenco de las manos.

-¿Nos disculpas un momento? -le pidió al bárbaro mientras se llevaba a Natalia a un rincón más alejado del resto.

Kalthorin pareció pensarse durante unos momentos qué decir.

-Escúchame. No soy libre de aceptar lo que me ofreces. Tengo una gran responsabilidad sobre mis hombros -instintivamente miró a Hundra-, y sólo los dioses saben qué será de mi cuando termine la tarea que me encomendó Arcariel. No puedo abandonar mi misión o el mundo sufrirá las consecuencias. Y no sé qué será de mi si la termino. Empiezo a sospechar que esta tarea me arrebatará la vida, o que lo que quede de mi no serán más que despojos del hombre que fui.

El paladín miró al suelo.

-Esta es la verdad. Amarme no te causará más que dolor, de un modo u otro.