Partida Rol por web

El Rey de Arbebuck se da cuenta entonces de que está siendo bastante descortés con vos y os invita a que paséis a su tienda improvisada:

- Pasad y sentémonos, tenemos que hablar de muchas cosas- os dice mientras señala una silla que está junto a la mesa llena de viandas- comed y bebed lo que deseéis, lo mio es vuestro. Y mientras coméis, vayamos a lo importante. Hace tiempo como ya sabéis, perdí a mi esposa. Y desde entonces no he tenido a nadie que me ayude a gobernar mi reino. He estado buscado a la dama indicada y la única que se merece otorgar el puesto de Reina de Arbebuck sois vos. Si aceptáis mi proposición dejaré intacta vuestra ciudad y no habrá destrucción ni muertes. De lo contrario, os pasará como al Rey de Loarrus que se ha quedado sin reino hace escasamente unas horas. ¿Véis el humo en el horizonte? El causante es mi Dragón de la Guerra- al decir estas palabras, el dragón levantó la cabeza unos metros al saber que hablaban de él y después volvió a dejarla caer sobre sus patas para seguir durmiendo- no ha dejado ninguna casa en pie y han muerto muchísimas personas. ¡Y todo porque no quiso entregarme pacíficamente la maldita piedra! ¿No querréis que eso le pase a vuestra pequeña ciudad y a sus elfitos, verdad?

Acto seguido cogió una copa de la mesa y al ver que estaba vacía gritó desmesuradamente a uno de sus soldados:

- ¡Mi copa está vacía! ¿Nadie se ha dado cuenta? La quiero llena, ¡ya!

La reina entró y tomó asiento frente a la mesa pero no probó bocado. Tomó una de las copas allí servidas y se la llevó a los labios pero tampoco bebió su contenido. Luego se dispuso a escuchar.

A medida que el discurso del rey avanzaba, la tristeza se apoderó de ella. ¿Que chance tenía más que aceptar? ¿Cómo podía rechazar la propuesta de matrimonio cuando pendía la amenaza de destrucción de lo que ella amaba si se negaba?

-No me dejáis muchas opciones alteza. O debo aceptar vuestra propuesta o debo ver como masacráis a mi pueblo- la amargura teñía su voz. Al pensar lo que había ocurrido con el reino vecino, se estremeció y deseó que la pequeña Fryda estuviera bien.

-Acepto ser vuestra esposa, pero ello no os dará mi corazón. Estáis tomándome por la fuerza. Que quede claro aquí, en esta mesa que si no fuera por vuestros ejércitos escondidos en los lindes del bosque y este hermoso dragón que os acompaña, nunca sería vuestra reina- la rabia teñía sus palabras y las lágrimas pugnaban por escapar de sus ojos. Mas ella era una reina, de ninguna manera flaquearía ante su enemigo. -Tomadme como esposa y llevadme con vuestra real persona, más dejad a mi pueblo en paz. Ahora ellos también serán vuestros súdbitos así que deberéis tratarlos como corresponde a un buen gobernante.

El monarca escuchaba complacido vuestras palabras, sabía que no podíais decir que no ante su propuesta. Era frío y despiadado pero entendía que vos eráis la reina de aquel lugar y como tal teníais ciertas tareas pendientes que cumplir:

- Me alegra escuchar que seréis mi esposa y que me acompañaréis para realizar el enlace nupcial. Pero eso no será de inmediato. He prometido que vuestro pueblo no sufrirá daño alguno al aceptar mi petición y como tal no puedo dejar que Linfa se quede sin Reina. Por ello os daré 7 días exactos para que busquéis una nueva reina de entre vuestros súbditos y reorganicéis todo lo que queráis- hace una breve pausa para beber de la copa que ya ha sido llenada por un soldado y sigue hablando-  yo debo partir hacia mi reino puesto que tengo tareas importantes que necesitan ser atendidas y vos os quedaréis aquí acompañada por unos cuantos hombres de mi ejército y por mi fiel dragón.Si intentáis alguna artimaña que perjudique la propuesta, todos seréis aniquilados sin piedad, así que más os vale no hacer tonterías y portaros bien, mi lady.

Sin duda alguna, el rey tenía todas las de ganar y la balanza estaba a su favor. Si había conseguido destruir el gran Reino de Loarrus, conseguiría destruir todo el bosque entero si se lo propusiese. Su maldad no tenía límites.

-Gracias alteza por vuestra preocupación- el tono de Tyaeda no tenía nada de agradecido. -Emplearé este tiempo que me otorgais para dejar a mi pueblo en buenas manos. En siete días me reuniré con vos, podéis contar con ello. Ahora si me lo permitís... debo marchar con los míos para darle las buenas nuevas y encontrar a mi sucesora. Con vuestro permiso.

Sin aguardar la respuesta del rey, la elfa se puso en pie y salió de la tienda. Si iban a escoltarla, que los guardias fueran rápidos pues ella no pensaba esperarlos.

Siete días... tengo siete días para hallar la forma de salir de este dilema.

El día había pasado rápido y la noche estaba al caer. Una sucesión de contratiempos hizo que se dejaran de lado los preparativos para la fiesta de la cosecha que se celebraría al día siguiente. Los elfos siempre la habían celebrado y este año no podía ser menos, quizás sería la última fiesta que celebrasen en muchos años. Vos lo sabíais y escoltada por aquellos soldados enemigos, ibáis caminando de vuelta a vuestro hogar para intentar volver a la normalidad, por lo menos durante los próximos 7 días. Aunque sería una tarea difícil teniendo un enorme dragón sobrevolando vuestras cabezas.

Con la preocupación reflejada en el rostro, la reina de los elfos volvió con su nueva escolta a la ciudad. Los guardias la esperaban impacientes, preocupados por saber que había sido de ella.

Al llegar de nuevo a la ciudad, reunió a su consejo y a los principales generales. Con los soldados del rey enemigo permanentemente tras ella no podría planear nada ni provocar algún incidente, así que trató de actuar con normalidad.

-Amigos, debemos continuar con los preparativos de la fiesta de la Cosecha. este año no debe ser distinto a los demás. No os preocupéis por los guardias extranjeros o por el dragón que sobrevuela nuestro poblado. Simplemente están aquí como escolta, pues en una semana partiré con ellos para convertirme en la esposa del rey de Arbebuck y gobernar junto a él sus tierras.

Los miembros del consejo real se mostraron consternados ante la noticia. ¿Qué sería de ellos? ¿Por qué la reina los abandonaba?

-Tranquilizaos por favor. No os dejaré solos. En esta semana que me queda junto a vosotros encontraré a quien me sustituirá. Nuestro pueblo no quedará sin gobierno ni dirección. Eso se los garantizo. Ahora, como os he pedido, terminemos de prepararnos para esta noche. Quiero que esta celebración sea memorable.- Con un suspiro cansado, despidió a todos los presentes y se retiró a sus habitaciones. Necesitaba un momento de soledad para poder pensar.

DIA 2

Tras pasar la mitad de la noche acabando los preparativos para la fiesta, por fin amanece y llega el día de celebrarla. Todos los elfos están especialmente inquietos y nerviosos, no solo por el acontecimiento sino por la presencia de los soldados de Arbebuck y el temible dragón. Esa noche se han comportado de buena manera, sin causar problemas. Mientras colaboréis todo el mundo podrá sentirse a salvo.

Vós sois la encargada de inaugurar la fiesta, subida en un pedestal de madera y con todos los presentes alrededor. De fondo suena una agradable melodía, la que han estado preparando toda la noche los  músicos. Todo el mundo os escucha con antención, incluso el viejo borracho que siempre causa problemas. Solo hay una ausente: vuestra elfa Fryda que aun no ha vuelto de explorar el horizonte en busca del foco del humo, aunque vos ya sabéis de que se trata.

A pesar de la compañía de los soldados de Arbebuck, la jornada terminó en forma normal. Aunque los habitantes de la ciudad estaban un tanto revueltos por la presencia de la nueva escolta de la reina, los preparativos habían alcanzado a hacerse en término y todo estaba dispuesto para comenzar.

Como era costumbre, Tyaeda se dirigió al pueblo para comenzar la celebración. Echaba en falta a la pequeña Fryda y esperaba que las tropas de su futuro esposo no la hubieran interceptado y hecho daño.

-Queridos ciudadanos de Linfa. Otro año más ha llegado el tiempo de la cosecha. Como es tradición entre nosotros, celebraremos con alegría la llegada de esta fecha que significa el fin del ciclo de la tierra y su nuevo renacer.- La reina no quería empañar la celebración con la noticia de su próxima partida, así que se reservó la información para cuando los festejos hubieran acabado.

-Además, este año contamos con la presencia de una delegación del reino de Arbebuck. Tratad a nuestros invitados como si fueran parte de nuestro pueblo y hacedlos sentir como en casa, como buenos anfitriones que somos.

-Y ahora sí, basta de vueltas, ¡es hora de celebrar!- fingiendo total alegría, sonriendo con sus labios más no con sus ojos, la reina se mezcló entre los suyos para comenzar con los festejos de la celebración.

Nada más dar paso al comienzo de la fiesta, mientras todos los ciudadanos de Linfa estaban comiendo, bebiendo y bailando, vos vísteis moverse algo entre la maleza. Enseguida la reconocísteis ya que sus orejas puntiagudas sobresalían entre las matas: se trataba de Fryda.

Era una elfa muy lista y con un agudo sentido común. Al aproximarse a vuestra ciudad vió con su aguda visión al enorme dragón que sobrevolaba el poblado. Afortunadamente él no se percató de la presencia de la joven y los soldados tampoco. También era una experta en camuflaje ya que sus ropas verdes la confundían entre las hojas de los arbustos. Sabía que algo raro pasaba y estaba intentando hablar a solas con vos, sin que nadie se diera cuenta. Os hizo un gesto con el dedo para que os aproximárais hacia donde ella estaba.

Al ver el gesto que os hace Fryda para que os acerquéis, vos intentáis desplazaros hacia los matorrales para hablar con ella. Intentáis tener todo el cuidado del mundo para que nadie os vea pero se os olvida que hay 5 soldados de Arbebuck que os custodian y no os quitan la vista de encima. Cuando dáis el primer paso hacia Fryda, ellos os rodean impidiéndoos el paso:

- Deberíais dirigiros hacia la fiesta, el bosque no es un lugar seguro para una reina como vos.

Dicho esto os obligan a caminar hacia dentro del poblado sin posibilidad de hablar con la pequeña elfa que se os queda mirando tristemente.

La reina se sintió frustrada por ser una prisionera en su propio territorio. Se alegraba de ver que Fryda estaba a salvo, pero necesitaba urgentemente intercambiar información con ella y al parecer aquello no sería posible.

Evitando volver a mirar hacia donde se escondía la mensajera, la reina asintió ante el pedido de los guardias.

-Es verdad caballeros, gracias por pensar en mi seguridad. Es que hasta ayer no me había sentido en peligro dentro de mi propio bosque. Vayamos pues a disfrutar de la celebración. Yo misma os serviré los mejores manjares y los rociaré con los mejores vinos en muestra de agradecimiento.

Esperando resultar convincente, la reina se alejó de aquel sitio escoltada por los guardias. Tal vez, con suerte, lograra librarse de su vigilancia cuando la fiesta alcanzara su apogeo.

La fiesta transcurre con total normalidad, pareciéndose a la de todos los años: unos bailan al son de la música, otros beben vino y sabia de árbol, otros comen ricos manjares que las cocineras elfas han preparado con gran destreza etc...

Hace mucho que los soldados de Arbebuck no asisten a una fiesta y ahora tienen una frente a sus ojos. Por unos instantes se olvidan de que están de guardia cumpliendo una misión que su rey les ha encomendado, aceptando los vinos y manjares que vos les ofrecéis.

Mientras tanto, la pequeña Fryda sigue agazapada entre los matorrales con gran paciencia, esperando a que su reina pueda hablar con ella aunque sea solamente por unos instantes.

La reina obsequiaba a los soldados con abundante comida y bebida. Poco a poco iba venciendo la resistencia de estos a no sumarse a la celebración.

Mientras servía una copa al que tenía más cerca, observó de reojo que la pequeña Fryda segía merodeando por allí. Tal vez, en un rato, pudiera escaparse de la vigilancia de los soldados quienes cada vez bajaban más su guardia.

Los soldados bebían y bebían aceptando vuestro vino gratamente. Empezaron a reir,cantar, bailar con vuestras mujeres, olvidando lo que realmente estaban haciendo ahí, vigilaros.  Finalmente, sus cuerpos no pueden soportar más vino y acaban totalmente dormidos unos encima de otros, tirados en el suelo. 

Véis como Fryda os hace entonces un gesto con la mano para que vayáis hacia ella. No sabéis cuánto tiempo estarán dormidos los guardias, pueden despertarse en cualquier momento o incluso ser avisados por el dragón si este os ve. 

Con cautela, evitando llamar la atención, Tyaeda aprovechó el momento en el que los guardias caían rendidos por el vino para acercarse a la pequeña elfa.

Con alegría la abrazó y comenzó a interrogarla apremiantemente en susurros.

-¿Como te fue Fryda? ¿Qué has podido averiguar? Sé que el culpable de los fuegos en el reino vecino ha sido el rey de Arbebuck y su dragón, ese que ahora nos vigila. Pero... ¿qué ha motivado semejante ataque?

Fryda se puso muy contenta de veros y hablar con vos, comprobando que os encontrábais bien y que ningún elfo había sido dañado, así como el bosque que seguía intacto:

- ¡Mi reina, que alegría que estéis bien! Esos soldados por fin os han dejado de custodiar, miradlos parecen bebés- en su cara se dibuja una leve sonrisa- El Rey de Arbebuck ha robado la piedra del poder que protegía todas las Tierras de Glessic. Todo el reino está destrozado, es catastrófico. Me sorprende que no hayan arrasado también el bosque viendo que se han quedado esos soldados y el dragón. ¿Qué hacen aquí entonces si no quieren arrasarlo? ¿Y dónde está el temible rey?

Fryda se os queda mirando como buscando respuestas a todas aquellas cosas que la desconcertaban.

Al escuchar las noticias que la elfa le traía la reina nuevamente se sumió en la tristeza. Por fin pudo comprender que el rey de Arbebuck quería dominar el mundo, hacerse con el control de todos los reinos del lugar. Apenada, le dio a la chiquilla las respuestas que buscaba.

-El rey no ha atacado el bosque pues he accedido a casarme con él y ser su reina. Me ha dado siete días para encontrar a quien lleve la corona de Linfa y luego, esos guardias que ves alí y el dragón, me escoltarán a su reino para efectuar el matrimonio. Tenía esperanzas de que trajeras alguna luz a mi dilema, pero viendo que nuestros vecinos han sido derrotados y masacrados, poca esperanza me queda de poder deshacer este acuerdo sin acabar con la vida de todos aquí. Por favor Fryda, no comentes nada de esto... aún no he comunicado al pueblo que debo partir y dejarlos... no quería arruinarles la que puede ser su última fiesta en mucho tiempo.