Partida Rol por web

Por ser tan impulsivo, su ímpetu lo llevó al suelo. Se levantó con rabia tras un improperio, y acudió a donde sus convecinos tenían retenido al traidor. Con gusto lo hubiese estrangulado por su fechoría, pero la razón se la daba a sus amigos: valen más unas explicaciones que un cadáver.

-Habla, ¿qué te hizo acabar así? Habla, o por Dios que habrá sangre aquí -preguntó a su vez. No era quién de concebir tamaño desprecio a alguien, el traicionarlo.

De poco sirve el intento de Reinaldo de apaciguar a la gente. Mejor suerte parecen tener Gonzalo y Cardeño, que apelando a la lógica parece que calma a Figueirós. Los ojos de Xenxo brillan por un momento al ser preguntado por Cardeño y Breixo. Pero es un brillo efímero pues Carlitos, el campesino más bruto de todo Figueirós , que lo que tiene de grande y fuerte lo tiene de babieca. Porta una enorme piedra de dos palmos por dos palmos y aplasta la cabeza de Xenxo al grito de-¡Hideputa, traidor!- mientras esboza una sonrisa bobalicona. Ignoró el babieca la petición de Gonzalo y Cardeño.

Todo Figueirós calla, cada uno asume la muerte de Xenxo a su manera. Sólo Carlitos parece estar contento con la cabeza reventada del presunto traidor. Ya poco se puede hacer por él. 

Liberdade mira el cadáver, se incorpora y dice-Lo hecho, hecho está. Ahora no podemos detenernos ¡Al castillo!-grita empoderada. Si hay que ir a ciegas, se irá y si se deja el cadáver de Xenxo para los perros poco parece importarle a ella y a los demás que lo dejan en el suelo sin cuidado alguno y siguen a Liberdade.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Figueirós se pone en marcha y pronto le cae la noche. A medida que os acercáis al castillo una figura banca con rumbo errático parece acercarse a vosotros.-¡Un ánima!-empieza a gritar la gente-¡La Santa COmpaña!¡Corred!-El pánico parece apoderarse de Figueirós. De todos menos de Pepiño, el cazador. Que carga su arco y se dispone a disparar en la oscuridad. Pensando quizás que con un arma mundana se puede herir a lo etéreo.

Había marchado sobre el castillo tras el golpe de voz de Liberdade. Había escuchado previamente cómo se le habían roto los huesos del cráneo al malnacido de Xenxo, justicia que le había dado el pueblo de Figueirós. Sin embargo, otro envite parecía venir a entorpecernos, pero todos lo veían excepto un servidor. ¿La santa compaña? -me pregunté-. ¡Jorgeeee! ¿Dónde estás? Sé que has bebido vino en la boda y a escondidas, bribón, pero ahora te necesito. ¡Jorgeeeeeeeeee! -entonces noté cómo el muchacho me dió la mano. El pobre no era ciego, pero debía ser sordo (o que le toreaba a un servidor). Entonces el muchacho me describió la figura, pero claro... a su manera. Al menos me supo decir que no era una procesión de ánimas como la de la santa compaña, sino que sólo había uno de ellos. Orgulloso al menos estaba de el zagal no se hubiera meado en los pantalones y tuviera los reaños de contarme qué veían sus ojos.

El zagal se rehace como puede de lo que gritan los demás, coge la mano del bueno de Cardeño cuando lo llama y ya está presto a salir corriendo. Sin embargo obliga a sus ojos a hacer un esfuerzo y fijarlos en el espectro. Entonces tira fuerte del brazo de Cardeño y le dice-¡Señor Cardeño, que eso que viene no es un ánima ni la Santa Compaña ni ná!¡Que es la pobre de Martiña, la novia viuda que viene dando tumbos y el animal de Pepiño la va a desgraciar como no haga alguien algo!-Se queda mirando a Cardeño como si este pudiera verle con ojos suplicantes sabiendo que se aventura el desastre.

Pepiño sigue apuntando con mano temblorosa y el sudor le recorre la frente. Parece incapaz de distinguir a la figura que se aproxima. 

miro hacía arriba, la cosa no podría ir peor, primero nos atacaban los bandidos, matanban al traidor sin dar tiempo a que supieramos el porque, pero ahora parecía que nos encontrabamos ante la santa compaña, por lo que decido salir corriendo con mi esposa al lado, no quería unirme a su penitencia.

¿Pero.. cómo que tumbos? -no entendía las buenas palabras del mío pupilo-. En realidad entendía poco o nada, pues ahora Pepiño, por lo visto, corría hacia ella, dispuesta a darle un buen pescozón... ¡Pepiñooo! ¡Detenteee! -intenté gritar-. Rápido Jorgiño, dame la mano y llévame hasta él... ¡Hay que detenerle! -Si mis ojos vieran tal visión, que no se cual era, seguramente huiría sin pensarlo; que no era yo hombre osado, sino prudente, pero algo muy grave debían ver los ojos de Jorgiño y el resto de habitantes de Figueirós como para echar a correr y gritar.

Pepiño sigue sudando, pero escucha a Cardeño y se detiene mientras el pánico se siembra en Figueirós. Ya llega Cardeño de la mano de Jorge hasta el y este mira mejor lo que tiene enfrente y luego mira a Cardeño y a Jorge-¡Ay Dios!-Baja el arco de inmediato cuando se percata de que la figura no es otra que Martiña. Liberdade se da cuenta también.....poco a poco Figueirós recupera el juicio y ven a la novia viuda y caminan hacia ella. Liberdade se quita la capa y cubre a la novia viuda que está en estado de shock, no habla y tiene la mirada perdida. Sangre en el vestido y moratones en la cara y los brazos.

Breixo ve a la muchacha tan cadavérica que entiende que no ha podido pasar peor rato. Se clava sus propias uñas en las palmas de las manos de pura rabia, al apretar los puños. No era justo que cosas así pasasen siempre a los mismos, a los desprotegidos.

No quería saberlo, pero TENÍA que saberlo, así que preguntó suavemente a la rapaza:

-Ahora estás a salvo... Cuando puedas, ¿podrías decirnos qué te hicieron, qué te pasó?

Intentó que su voz sonase conciliadora, pero tenía ganas de ir al castillo y quemarlo todo por su cuenta.

parecía que el supuesto fantasma, no era otra que la novia viuda, lo cual no hacía que fuera menos malo, por lo que me acerco a ella, "¿necesitas que vaya a por algo, breixo?"

Debían haber apaleado a la joven. Las indicaciones del bueno de Jorge me alertaron sobre el estado de Liberdade. Qué mal parido le habría hecho a la joven el día de su boda, después de dejarle viuda. Esto era...

...intolerable. Esa mala bastarda nos matará uno a uno, y no quedarán nada más que las cuatro casas de esta aldea -dije entonces, antes de que ni tan siquiera Liberdade respondiera por quien le había hecho tal cosa-. Debemos derrocar a esa mujer, o la loba se nos comerá como a un rebaño. ¿Alguien sabe cómo entrar por la noche en ese castillo? -propuse, aún agarrando de la mano a Jorge-.

Me ......me violó-dijo la joven sollozando y de manera entrecortada.-Cu...cu....cuando terminó, la Loba me entregó a los soldados para que hicieran lo que quisieran y....y...La joven rompió a llorar, Liberdade la abraza y la arropa con la capa. Entonces la novia viuda dice las palabras que todos temen.-¿Y Joao?-Todo el mundo calla y en el silencio entiende la viuda la gravedad de lo que ocurre, se pone de rodillas y llora la pérdida de su amado y lo que le ha sucedido esta noche. Figueirós la mira desconsolado.

Las palabras de Cardeño son escuchada y mientras se miran unos a otros acaba saltando uno-Yo tengo una cuerda.....podemos trepar el muro, reducir la guardia y abrir las puertas.

Una de las mujeres habla-También podemos llamar las mujeres a las puertas, si esos perros lividinosos están de guardia nos abrirán sin dudarlo. Luego tendremos que abrir las puertas para que paséis el resto.

También podemos tirar la puerta abajo con un tronco-dice otro animado

Liberdade sopesa las propuestas y os mira a vosotros esperando que la ayudéis a tomar la mejor decisión.

A lo lejos las murallas ya se ven.

Martiña se rehace y se levanta. Se seca las lágrimas con la manga y dice-Hoy están celebrando una fiesta. Los guardias están borrachos, igual que los invitados. -lo dice con la determinación ciega de la venganza.

Parecía que las gentes de Figueirós, ante la maltrecha llegada de Martiña, había reaccionado.

No podemos arriesgarnos -respondí-, a abrir las puertas y dejar que las mujeres sean tomadas por esos perros borrachos -asentí-. Yo treparé el muro, asique dadme esa cuerda. Aquella idea parecía muy loca, porque ¿qué diantres podía hacer yo, sin visión, en plena noche? Mi querido Jorge me guiará, como siempre, y una vez dentro del castillo haremos lo que no está escrito... -entonces, ni harto ni perezoso, saqué de uno de mis bolsillo un pequeño tarro de madera, y al abrirlo a tientas, luego unté los dedos en él y me lo coloqué en mis párpados-.

La idea de dejar que las mujeres se acercara para poder desacerse de los guardias no me gustaba nada, no quería que mi querida Noela, pero entonces oigo las palabras del ciego, "Pero, Cardeño, por dios, ¿que esta usted diciendo?, esta ciego y como valla solo o con jorge, no vais a hacer nada, en vez del niño voy yo con usted, y así no se pierde ningún alma inocente"