Partida Rol por web

La ruina del Hombre

Un descubrimiento casual (Nactas, 2 de Numa de 471 d.T.)

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22/11/2007, 00:25
Sargento de guardia

- Vuestros nombres, ahora, escribiente.

Un chico apareció vestido de soldado. No alcanzaría los catorce años, imberbe y con ojos agobiados, pero despierto, llevaba un trozo de madera en el que apoyaba un trozo de papel en el que escribía con un carbón.

El sargento esperó la respuesta e hizo la consabida advertencia.

- Sabed que mentir a un corregidor se paga en vida y tras ella. Ya me han informado de vuestra visita, porque seguro que sois los que hablásteis con mi capitán. Os reservo al corregidor Vidyc, los dos al mismo tiempo. Mientras tanto entregad las armas que llevéis por pequeñas que sean, y decid al chico, además, vuestro oficio y señorío.

Notas de juego

El señorío es la tierra en la que se sirve. Es una simple referencia. Puede bastar tanto la aldea donde se vive como el bosque donde se trabaja...esto es, un lugar donde se pase una cantidar razonable de tiempo a diario.

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22/11/2007, 11:34
Robehr de Bordefronda

Un corregidor para dos batidores. No siempre se premiaban las buenas intenciones, por muy buena fe y empeño que se pusieran en ellas.

La mentira no era un arma que Roberh hubiera usado nunca, le parecía algo rastrero y mezquino, propia de intrigas cortesanas y maniobras entre los poderosos. En esta ocasión le parecía un recurso factible, cuando un buen amigo y el mismo Bordefronda podían correr riesgo. No se trataba de mentiras ni verdades, sino de lo que los demás quieren oir y el cómo lo quieren oir.

Podía tener una pose imponente, pero a Roberh no le gustaba dejarse intimida, aunque tampoco podía mostrar una actitud desafiante. Todos sus instintos de superviviente le decían que cuanta más prudencia mejor, pero su orgullo le jugaba malas pasadas. Siempre era lo mismo, era la buena gente como Hoserr, Nibias y Roberh los que sufrían, los que perdían camaradas y aun así tenían que perdurar con la única aspiración de ganarse el sustento.

Con gestos lentos y tranquilos fue despojándose de las llamadas "armas". Meros útiles de trabajo, pero no esperaba que el guardia lo entendiera. Dejó su arco, cuchillo y rústica lanza a los pies del muchacho. Lo miró apenas un par de segundos, no tenía culpa de nada. Bordefronda suspiró resignado y depositó finalmente el carjac.

Alzó su rostro hacia el guardia, al igual que con un animal evitó mirarle a los ojos, pero a su vez evitó centrar su atención en cualquier otra cosa.

- Roberh de Bordefronda, cazador con permiso. -

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27/11/2007, 08:16
Níbias Roblefuerte

Mal comenzaba el asunto. Y lo que mal empieza...

Igual daba el tiempo y el lugar, la época o el reino, la historia siempre se repetía. El hombre honrado, trabajador y decente una y otra vez acababa por preguntarse: ¿por qué?

¿Qué tiene el poder? Que se te mete en las venas como un veneno y te corrompe la sangre, tiñendo de negro el rojo de la vida.

¿Qué tiene el poder? Cuya picadura es como la del escorpión y se te come por dentro, anulando alma, espíritu y corazón, reemplazándolos por piedras y podredumbre, incapaces de sentir la más mínima brizna de compasión o piedad.

¿Qué tiene el poder? Que te emponzoña la mente, tomando el control de tus pensamientos y acabando con aquella inocencia que, de forma invariable, de niño todos tienen.

¿Qué tiene el poder? Cuya adicción debe ser más fuerte que la más férrea de las voluntades, pues el miedo a perderlo, el ansia por conservarlo, vuelve a las personas desconfiadas, vanidosas, egoístas, ambiciosas, crueles e irascibles.

Siempre es lo mismo. Igual da el tiempo y el lugar, así como quien gobierne.

Níbias avanzó con un suspiro y se acercó al muchacho. Dejó ante él su gran arco, así como las flechas y el maltrecho cuchillo de caza. Evitó mirar al hombre a los ojos, pues no quería intimidarle, aunque fuera de forma involuntaria, con su altura. Un hombre acobardado o que se siente amenazado podría reaccionar tratándoles con mayor celo o más enérgicamente y eso era lo último que necesitaban en estos momentos.

Así pues, dirigió su mirada al muchacho, a quien le costaría menos esfuerzo dedicar una leve sonrisa.

-Níbias Roblefuerte, del bosque. Cazador con permiso.

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28/11/2007, 20:46
Director

El chico escribió sin mirar. Su letra no debía ser muy hermosa. Precipitada y funcional. Se apartó para dejar paso y atender a otro. El corregidor Vidyc, ¿cuál sería?

Ambos eran muy parecidos, con su capucha roja cubriéndoles. Hablaban con hombres asustados, empequeñecidos incluso aunque fueran mayores que ellos, y lo hacían de una forma tan poco convencional que verdaderamente asustaba. Con su postura conseguían que su atuendo se mostrase claro mientras su persona, quienes estaban bajo él, quedaba en un plano secundario, que muchos ni siquiera veían. Eran la imagen de la autoridad, un símbolo más que un rostro. Cuando por fin estuvieron los batidores tan cerca que pudieron ver la carne tras la capucha, se reveló en ellos el tatuaje en forma de escrito que les cruzaba el rostro, como si fueran libros ellos mismos, ejemplares y ejemplos de algo superior y, para quienes, como ellos, no sabía leer, incognoscible.

Uno de ellos, el más cercano, les vio y pareció reconocerles, aunque sin duda ni Níbias ni Robehr podían decir lo mismo.

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28/11/2007, 21:04
Vidyc

El corregidor tenía ojos cansados. No siempre parecían cargados de fuego interior. Quizá fuera una táctica, o quizá al fin y al cabo fueran humanos como cualquiera, y el peso de tanto pecado les hacía combarse. Éste no había llegado aún a ese extremo, simplemente miró a través de ellos, con apagados ojos azules, e hizo una señal para que se acercaran entre los demás.

- Soy Vidyc, y estoy aquí para escuchar y juzgar vuestra palabra. Sabed que mis oídos han escuchado la verdadera Voz, así que no esperéis que la vuestra pueda mentirme por más que quiera. A vuestra imaginación dejo los castigos en la siguiente vida por insultar la verdadera Voz si lo hacéis...pero conoceréis sin duda aquellos a los que os someterán los alguaciles si os denuncio. Sólo os queda un camino, el camino de la verdad, y si sois inocentes, sin duda es el más sencillo.

Vuestro capitán me ha contado que lo visitásteis anoche. Sé quienes sois. Tú - dijo señalando a Níbias - no puedes esconderte. Sois los últimos que habéis visitado zona prohibida. Dicen que contra vuestra voluntad, y me han contado cosas perturbadoras, ¿son ciertas? ¿Habéis visto la sombra con garras y dientes afilados? ¿Habéis pisado un prado de piedra y escuchado un llanto amargo a lo lejos?

Fue sutil, pero su voz comenzó a endulzarse como un suave jarabe que entraba por los oídos y los arrullaba. De repente, no parecía haber nadie más que ellos, los batidores y el preste, unidos por una única voluntad. Como cuando uno sueña y lo sabe, hicieron por desperezarse, pero no con gran esfuerzo, pues estaban a gusto y sentían que sonreían por dentro. Era una historia contada al fuego mientras el invierno estaba lejos. Los apagados ojos del corregidor Vidyc no parpadearon y los batidores creyeron que no lo harían nunca hasta que no respondieran.

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29/11/2007, 11:53
Robehr de Bordefronda

Era una muy extraña placidez, demasiada para estar en presencia de un corregidor. Quien sabe si Vidyc podía causar semejante efecto en los hombres.

Pero en los bosques se desarrolla el instinto, se caza a presas que se valen únicamente de él. Dormirse o relajarse en un mal lugar de la espesura podía ser el último sueño de un hombre.

Castigo por los alguaciles, castigos por las otras vidas. ¿Realmente eran tan mezquinos, realmente estaban tan aterrados por lo poco que Nibias y el mismo habían visto?

¿Qué clase de persona condena a otra por buscar sustento? ¿Qué clase de persona amenaza a otra con tormentos en otra vida por no dejar morir a un hombre? ¿Qué clase de persona se vale del miedo con otros cuyo único deseo es seguir el día a día saludando a viejos amigos?

¿Tan ignorantes eran? ¿Tan equivocados estaban? ¿Tan mal habían hecho? ¿No era peor dejar morir a un buen hombre en las fauces de un lobo salido de pesadillas? Sin duda los valores de la gente eran distintos, los humildes eran los más humanos de todos.

El bosque era el sustento de Roberh y el de muchos, el mismo bosque vino en su auxilio, se imagino al mismo corregir perseguido por aquel lobo negro, sus chanzas a la voz, sus amenazas vacías cuando aquel depredador le saltará la garganta, sobretodo, el miedo y la impotencia ante el abuso, los mismos sentimientos que estaban inundado a Bordefronda.

- Así es corregidor Vidyc, contemplamos la sombra con la piel de un lobo enorme, salido de las peores pesadillas, astuto, salvaje y despiadado. Peleamos contra él, pues la vida de un camarada es una carga de la que no estamos dispuestos a sufrir.

Tumbamos a la bestia como mejor podíamos, mientras recuperábamos el aliento efectivamente, había piedra en el suelo, una especie de camino, parecía viejo, pero la huella del hombre estaba en él, no se trataba de un camino natural. -

Roberh hizo una pausa, rememorando el encuentro con Nibias, el llanto a lo lejos... nada que sus oídos hubieran percibido. Roblefuerte le había dicho que había oído o visto algo, llevaba más tiempo que Roberh allí, pero Bordefronda no había escuchado nada.

- No escuché nada más allá de los ruidos en la espesura. -

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29/11/2007, 17:41
Níbias Roblefuerte

A Níbias le costaba demasiado trabajo pensar, mucho esfuerzo concentrarse.

No podía quitarse de la cabeza un pensamiento: ¿por qué se sentía tan empequeñecido ante este hombre al que, con toda seguridad, doblaba en tamaño y peso?

Quizás fuese porque eran las dos caras opuestas de un espejo. Níbias basaba su vida en lo físico: su cuerpo, la tierra, el animal, la vida, el aire y la lluvia. Mientras, Vidyc asentaba su poder sobre lo espiritual: lo inmaterial, las creecias... el miedo.

No se sentía cómodo ante este hombre. Era imposible que lo estuviera. Se movía en una escena que no era la suya.

-Todo ocurrió tal y como ha contado Robehr - su voz sonaba tenue y débil, en asombrosa contraposición con su cuerpo -. Corregidor Vidyc, en ningún momento fue nuestra intención adentrarnos en aquella zona. Perseguía un corzo y la presa se convirtió en cazador. Fue guiándome hasta aquel lugar sin que yo llegara a ser consciente de ello.

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29/11/2007, 21:56
Vidyc

- Comprendo - asintió el corregidor, y las líneas trazadas en su rostro se movieron con él -. Entonces separaos del resto y seguidme, porque tenemos cosas que tratar y no deben esperar nada.

Vidyc les indicó un camino y salió del grupo de hombres con ellos. Los batidores vieron a los aldeanos observarlos con una mezcla de curiosidad, alivio, quizá algo de miedo, y lástima.

No solía traer nada bueno llamar la atención de un corregidor.

Éste les condujo cerca, en medio de la tierra pisada que era el centro de la pequeñísima aldea. Allí su voz sonó clara, y sin embargo ellos la advirtieron delicada y sutil, como si más allá de ellos nadie más pudiera oír lo que decía, como si estuvieran muy lejos de todo lo demás y todo quedara ahora entre los tres.

- Os acercásteis a la zona prohibida. Muchos lo hacen estos días, y ha habido un pago por ello. Algo os atrae hacia allí. Vosotros diréis que son nuevos lugares por explorar, donde puede emboscarse la caza con más facilidad, a pesar de la prohibiciones. Pero no se veta un lugar por capricho, al menos no siempre, y en este caso habéis, todos vosotros, producido una molestia.

Ha desaparecido gente, vosotros lo sabéis mejor, y nadie conoce sus destinos, pero aquí se los llora como si ya hubieran muerto. Miradles, son unos necios, pero si saben de algo es de dónde viven. No les falta razón en eso.

Por desgracia, el mal ya está hecho, y sólo una pronta actuación podrá impedir algo peor. Para eso, vamos a establecer una guardia en el bosque, en ese límite que tanto os ha atraído, y vosotros vendréis para ayudarnos. Vuestro cometido será enseñarnos el bosque como lo conocéis, mejor que ninguno de nosotros, hasta que llegue el momento en que debamos actuar otros.

Su mirada seguía sin transmitir nada. Toda la seguridad emanaba de su voz y su gesto, y nada parecía poder salir de allí, de entre ellos, en el medio de la aldea rodeados de casas y de gente a un lado, aún temerosa y preocupada.

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10/12/2007, 12:58
Robehr de Bordefronda

Roberh estaba acostumbrado a mantener la calma. Pues era de esas herramientas invisibles que resultaban imprescindibles para su oficio, pero la sola presencia de Vidyc era suficiente para turbar su tranquilidad.

Sentía aun la placidez, pero un sudor frío le recorría la espalda, sus instintos aun no estaban adormilados, permanecían en vilo, recordando a Bordefronda donde estaba y que hacía. Hablar con un mal presagio, un corregidor.

Entonces Vidyc pronunció "Necios", tal vez consciente del insulto, o tal vez aparte de el. Pero el veneno en esa palabra era más ponzoñoso que el de las culebras ocultas bajo las rocas, esperando a alguna presa descuidada.

No eran necios, eran buenos hombres y buenas mujeres, gente humilde, sencilla, trabajadora, campechana, afable, camarada. Por los que merecía la pena vivir, buenos lugareños que no tenían más que el sudor de sus frentes ante el día a día.

Los nobles, los corregidores, todos ellos vivían ignorantes a los temores de la buena gente. Ciegos al dolor de cuando se perdía a un vecino o pariente

Roberh hubiera cerrado el puño con todas sus fuerzas, hubiera contestado. Pero no podía, o bien no debía. Como la buena gente de la aldea tenía mucho que perder y poco o nada por ganar.

Ahora pedían guías, deseaban pasos seguros. El temor que suscitaban los guardias no serviría contra las bestias de la espesura, ni con la sombra de la montaña. Puede que solo contemplando esa oscuridad se decidieran a hacer algo de una vez. Ahora los "necios" deberían guiar a los "valientes" a donde mora el mal.

- Se hará como dice corregidor Vidyc. -

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10/12/2007, 13:34
Níbias Roblefuerte

Níbias se limitó a asentir con un gesto de cabeza ante las palabras de Robehr. No había nada que él pudiera decir y sea cuales fueren las palabras que salieran de su boca no harían sino empeorar la situación.

No temía volver a ir a aquel risco, cierto era que no le gustaba, pero no lo temía. Si con ello conseguía quitarse de encima a ese pájaro de mal agüero que era el corregidor, bien empleada estaría la caminata. Si con ello les permitían continuar con sus vidas sin más inconvenientes, poco sería el riesgo en comparación.

Que frustrante resultaba que un petimetre como aquel tuviera que "permitirles" algo. El mundo debía ser bien distinto, pero no era momento ni lugar para cambiarlo.

Níbias apoyó una mano sobre el hombro de Robehr y le dió una ligera palmada. Cuanto antes acabaran con todo este asunto, mejor para ellos.

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12/12/2007, 19:11
Vidyc

- Bien, habéis comprendido la urgencia de mis palabras. Eso y otras cosas se leen en vuestros ojos. Las que me interesan son vuestra preocupación y vuestra valentía, aunque sean forzosas.

Volvió la mirada hacia los guardias que seguían anotando nombres unos y observando serios otros. Los habitantes cada vez estaban más preocupados. Si un soldado no se iba pronto de un lugar, tenía la mala costumbre de quedarse en él...y además de reclamarlo como suyo. Un soldado sólo gastaba, nunca creaba nada...era un parásito.

El corregidor comenzó a andar y los batidores creyeron salir de un sueño ligero, como si se desperezaran y notaran los músculos cansados. Una tontería nada más. Se unieron a su camino y se encontraron de nuevo los tres con el barbado capitán.

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12/12/2007, 19:47

El corregidor se caló aún más la capucha, señal inequívoca de que ya no era una persona sino un instrumento, un símbolo, la herramienta de una verdad superior que no podía...que no debía ser cuestionada. Hablaron en voz baja y el sargento afirmó varias veces con la cabeza, con gesto grave como si estuviera de acuerdo, no como si acatase órdenes.

Todo se puso en marcha velozmente. Despidieron a los aldeanos igual que los habían requerido. Dos soldados se acercaron a los batidores y les ayudaron a montar en su grupa. Los aldeanos se fueron, pero no muy lejos, con los preocupados ojos fijos en Robehr y el gigante desconocido. Níbias se sintió incómodo e inestable sobre la montura, balanceándose como si fuera a caerse de un momento a otro. El soldado que tenía delante no podría ayudarle si eso ocurriera...como poco se lo llevaría con él en la caída. Sin embargo, no parecía preocupado por el que tenía detrás, sino por la cercana linde que tenían enfrente.

Se pusieron pronto en marcha. Aún era buena mañana y había luz clara. El aire golpeó los rostros y levantó un olor a equino y a metal bruñido. La pradera lenta se dejó pisar y pareció temerosa. Una sombra les saludó antes de llegar a los primeros árboles. Algo parecía retorcerse entre los troncos, ávidos de luz, como una advertencia, o quizá sólo fueran los miedos y las dudas de todos. Los corregidores desmontaron los primeros. Algunos soldados y el sargento detrás.

El sargento mismo preparó a los hombres con gesto experto. Los señaló de uno en uno y les indicó la posición con un movimiento distraído de cabeza, como seguro ya de que todos sabían lo que tenían que hacer. Su equipo, el de todos, haría ruido, pero no estaban allí para ser silenciosos. O no era eso al menos lo que parecía.

Sólo cuatro soldados permanecieron en sus monturas. Y el corregidor Vidyc se acercó de nuevo a Níbias y a Robehr cuando éstos hubieron puesto pie en tierra.

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12/12/2007, 19:50
Vidyc

- Bien, el sargento espera que nos guiéis hacia el lugar. Seguiremos vuestros pasos y sugerencias, pues este es vuestro lugar. Una vez en el sitio que os perturbó, nos lo haréis saber.

Adelante.

Las palabras llegaron claras a todos, y los soldados les miraron con intensidad y una cierta desconfianza contenida. El sargento era absolutamente neutral tras sus ojos, pero tampoco desvió la mirada de ellos.

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12/12/2007, 19:53
Sargento de guardia

- Dannall, Rodd, Meddyrr, Suully, ya sabéis.

Los ojos viajaron de los soldados montados, que asintieron, a los cazadores.

- Ahora vosotros guiáis y nosotros os seguimos.

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13/12/2007, 10:42
Robehr de Bordefronda

Aquella extraña sensación desapareció una vez Vidyc ocultó su inquisitiva e inquebrantable mirada entre los pliegues de su capucha.

Semejante espectáculo le recordaba a un reo siendo escoltado a los calabozos. Quizás Roberh no se equivocará, para esos hombres eran culpables de quien sabe crímenes. Los bosques bien podían ser prisiones, aunque hacían mucho mejor de tumbas. Demasiados huesos decrépitos yacían ocultos entre aquella tierra frondosa.

Bordefronda se permitió unos segundos para dar un rápido vistazo a la comitiva. El corregidor era insondable, o puede que directamente no fuera humano. Los soldados lo intentaban, pero pocos lograban ocultar completamente la intranquilidad que los invadía. Únicamente el sargento mantenía la misma pose neutra y estoica.

Privados de sus armas, con una escolta impropia, incapaz de moverse y actuar en silencio. Ataviados con armaduras inadecuadas, armas impropias para resultar útiles en el bosque, y poco o nada de conocimiento sobre la supervivencia en entornos salvajes. Realmente una situación complicada de mejorar.

Ahora todos debían fiarse de la palabra de 2 "necios", a los que habían intentado despojar de todo, incluso su orgullo. ¿Quienes eran los necios ahora?. Roberh prefirió no decir nada.

Se volvió de nuevo hacia la profundidad de la espesura, despacio, sin hacer movimientos bruscos. Oteaba el aire aunque era muy consciente del camino que debían seguir. Señaló a un lindero del bosque mientras miraba a su buen compañero.

Nibias los empequeñecía a todos, incluso con su enorme envergadura se movía con mayor presteza y soltura. Sin necesidad de ninguna palabra el buen hombre asintió hacía donde Roberh señalaba. En silencio, ambos batidores se encaminaron hacia donde habían preferido no volver jamás. No necesitaban conversación ninguna, se comunicaban en otro idioma, aprendido de la experiencia y de la prudencia.

Se moverían con la misma cautela y respeto hacia la espesura que siempre, pero no podían hablar ni decidir por aquellos a los que acompañaban, si la espesura y la verde tierra reclamaba a alguno sería por su propia necedad, no por la incompetencia de los batidores.

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18/12/2007, 19:15
Níbias Roblefuerte

"Ahora vosotros guiáis y nosotros os seguimos"

Ni tan siquiera porque ellos fueran armados y los dos cazadores con las manos desnudas eran capaces de tomar la cabeza de la marcha. Esa era la valentía del soldado, ese el valor del poderoso.

Níbias avanzó en silencio, recorriendo oscuros caminos que en su memoria se iluminaban como antorchas jóvenes. Podría seguirlos con los ojos vendados y no supondría diferencia alguna. Allí en el bosque la vista no era ni con mucho el más importante de los sentidos.

Consciente de ello, se apartó un poco de Robehr y avanzó por el flanco derecho, dejando a su amigo el izquierdo. Si algo les acechaba alguno de los dos se daría cuenta antes de que fuera demasiado tarde. Lo escucharía acercarse, o le olería contra el viento.

Eso, claro está, si los soldados que avanzaban tras ellos dejaban de hacer tanto ruido.

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02/01/2008, 17:39
Director

Cuando ambos miraban al grupo que les seguía para controlar en lo posible su ruidoso proceder, vieron que un par de soldados portaban sus armas, y se mantenían cerca de ellos. No se atrevían a acercarse, de cualquier manera, pero sus ojos los buscaban, al igual que intentaban horadar de forma inexperta la espesura.

Delante de ellos, sin embargo, en buena posición quedaban los primeros trazos de negrura que ya les habían dado la bienvenida la mañana anterior. Como si hubieran regresado a aquel momento, todo permanecía igual, sobre todo el silencio, que parecía incapaz de escapar de allí, y las sombras nudosas de corteza y de roca como único movimiento, sorteando las lanzas de luz que atinaban a atravesar las bajas copas de los árboles frondosos.

Ellos podían ver ya, como entonces, una negrua espesa que tenía que llegar más allá de la colina, como un pasillo imposible de encontrar si no se sabía de antemano que estaba allí. Un escalofrío recorrió a Níbias al recordar un olor sutil y dulzón, como una jalea algo pasada, que le anticipó la llegada del umbrío colmillo.

De los dos corregidores, sólo Vidyc estaba relativamente cerca de ellos, y no en mala posición. Curiosamente, aunque no resultaba fácil darse cuenta, parecía como si ellos no hicieran demasiado ruido al moverse, a pesar de la túnica larga. Quizá ayudara un calzado menos rígido, o quizá no eran tan tontos como los demás soldados. El sargento cuidaba de su grupo y no lo hacía mal. Eran ruidosos, cierto, pero a medida que se daban cuenta de la cercanía del lugar se comportaban con más esmero y cuidado.

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03/01/2008, 17:25
Níbias Roblefuerte

Níbias se detuvo un instante y se volvió hacia los soldados. No pudo evitar una punzada de regocijo cuando éstos tuvieron que alzar la cabeza para mirarle a los ojos y prestar las armas ante su aproximación.

-Ya estamos muy cerca - comentó en voz baja -. A partir de aquí cualquier cosa es posible, estad preparados. Este lugar es peligroso, ¿sería posible que nos devolvieran nuestro equipo?

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04/01/2008, 11:31
Robehr de Bordefronda

No hay escuelas que enseñen el oficio de la caza, todo el conocimiento de la espesura se había convertido en un legado oral, transmitido de los "Viejos Lobos" a las nuevas generaciones de batidores.

A Robehr aun le parecía escuchar los consejos de los ancianos, las mismas advertencias que ahora por capricho de un corregidor, esclavo de "La Voz" estaban desoyendo.

Se agachó palpando la tierra con la punta de los dedos, el terreno aun le era familiar, mucho más halagüeño que la tierra envuelta por la larga sombra.

Aquella marcha era como mirar a un animal salvaje a los ojos, aun en compañía de hombres armados las cosas no funcionaban así, ciertas armas no son tan efectivas en la espesura, el entrenamiento militar puede resultar deficiente para moverse por los bosques.

Robehr señaló a la lejanía, una zona envuelta por la sombra en la cual los ojos no podían penetrar. Reprimió un escalofrío mientras se volvía mirando a la compañía de soldados.

- Allí acecha la oscuridad. -

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05/01/2008, 13:39
Director

Los soldados cargados con el equipo asintieron a Níbias y se acercaron a los batidores. Dejaron las armas a su disposición y volvieron a sus puestos, bailando tontamente como si pudieran pasar desapercibidos con la cota de mallas. Los corregidores y el capitán asintieron al gesto de Robehr.

Entonces los corregidores extrajeron de sus túnicas una pequeña bolsa de cuero negro, de la que sacaron una especie de ungüento viscoso de color difícil de apreciar en la penumbra. Se lo colocaron en el labio inferior y en el labio superior, y lo pasaron al capitán quien, después de aplicárselo, se lo dio a sus hombres.

Un soldado, después de aplicárselo también, lo pasó a los batidores haciendo señal de que se lo colocaran como él. Vidyc, desde detrás de una corteza, asintió dando permiso y apremio.

Les dijo luego que se acercaran a él.

Notas de juego

Ese potingue es amarillento y huele a franela algo quemada. No es desagradable, pero sí es un olor bastante fuerte, debe estar añadido algo que no reconocéis.

Si os lo ponéis:

Spoiler (marca el texto para leerlo):

No permite oler nada más. Es fresco al tacto y viscoso. Se queda bien pegado, sobre todo vosotros que sois barbudos :D