Partida Rol por web

-Padre, voy a orinar.- le dice en voz baja a su progenitor y acto seguido se dirige hacia detrás del carro. Mientras avanza, coge un cuchillo bien grande y afilado y se acerca lo más silenciosamente posible a lo que quiera que esté husmeando atrás. -Si eres un perro te voy a sacar la entraña y me la voy a freir. Y si eres un sucio ladrón... ah, hideputa, te voy a sacar el tuétano.- piensa Iluubra, sin necesidad de darse ánimos. No sería el primer susto que le da a un aficionado de lo ajeno.

Del negro denso apareció una mano cerca del suelo, pequeña y crispada, pálida a falta de un color que se pudiera distinguir claramente. Antes de poder fijarse apareció otra semejante, pero manchada por jugo de melocotón, al igual que una manga de vivo color amarillo.

Iluubra guardó distancia. Sólo se escuchaba un jadeo entrecortado por un sollozo mal reprimido. Los brazos terminaron en una cabeza, poblada por una buena mata de oscuro pelo sucio...pero que igualmente parecía muy bien cortado.

Al levantarla, la joven vio que se trataba de un niño de no más de diez o doce años. Tenía los ojos verdosos, enrojecidos y llorosos. Sus lágrimas enrojecían la piel que tocaban como si estuvieran hirviendo, y resbalaban por una piel sucia y castigada, pero que debió ser tersa y blanca anteriormente. La expresión estaba completamente desencajada y los ojos miraban con una infinita tristeza. El chico miró la manzana como si pudiera comérsela con los ojos, sin parpadear, de forma tan intensa que parecía no haber comido en días enteros.

Su voz sonó infantil y extraña a la vez, débil, neutra...

- Por favor...tengo hambre...mucho hambre...

El niño había convertido su voz en un babeo rabioso, y sus ojos se perdieron momentáneamente más allá de los párpados. Uns sonrisa irracional afloró. De repente, de su frente brotó sangre, negra, viscosa, resbalaba por su nariz y su mejilla y manchó sus ropas. Iluubra se debatía aún con palabras, pero el niño, en la penumbra, sangraba y avanzaba. Una herida en la cabeza que antes tapaba su pelo revuelto se había descubierto al sangrar tan profusamente de repente.

El niño alargó las manos y las acompañó de un aullido agudo, espantoso. Sus ojos se aferraron a Iluubra, y saltó hacia ella con una fuerza impensable en alguien de su edad y su condición. La joven escuchó el movimiento desesperado de sus mandíbulas al buscar su cuello desnudo. La baba cayó como la sangre de una boca roja y negra, enorme, de la que sólo nacía ansia y hambre.

Iluubra se queda casi paralizada por el horror, sin acertar a hacer otra cosa que levantar el cuchillo a la defensiva, a la espera del casi inevitable mordisco del apestado.

Iluubra no se esperaba una reacción así. El chico se estaba desmayando, no tenía fuerzas ni para comer, ni para hablar, no podía tenerse en pie.

De repente, antes de poder alzar del todo el cuchillo, tenía las manos rodeando su garganta. Sintió un olor nauseabundo y un frío áspero en la piel de su cuello. Forcejeó como pudo para evitar que ese "chico" le arrancara la cara de un mordisco.

La oscuridad iba y venía. Él había quedado encima de ella y parecía tan fuerte como un hombre. Iluubra notó el fétido riachuelo aún líquido de alcohol, orina y restos empapar su ropa y su espalda, mientras el Sol esquivaba el callejó y la sumía aún más en la desesperación. Una baba repugnante cayó hasta su mejilla, como una lágrima densa de apetito sin fin.

Iluubra intenta transformar el miedo en algo más útil. Busca olvidarse del repugnante olor, del terror, de la baba y lo evidentemente antinatural que hay en lo que le está ocurriendo. Lo transforma, hasta donde le es posible, en rabia. Inspira con fuerza hasta que nota cómo la saliva se le acumula en la garganta... ¡y lanza un experto escupitajo sobre los ojos de la criatura, a la vez que empuja con todas sus fuerzas sobre su pecho para apartarlo de sí!

-¡Fuera! ¡Fuera! ¡FUERA!-

El guardia no pareció escuchar la llamada. No al menos el más cercano, que era el único que podía ver Iluubra por la zona. Estaba demasiado atento a esas nalgas y a otras, y el ruido de la plaza era bastante ensordecedor.

El "chico" pareció olvidarse del Sol y se fijó en la pareja aterrorizada. Había olvidado del todo a Iluubra o eso parecía, y se abalanzó de repente hacia ellos en cuanto sus ojos verdosos como una ciénaga podrida los hubieron enfocado bien.

La mujer gritó, y el hombre le lanzó torpemente la sandía.

"Inútil zarrapastroso. Ya te pillaré luego." piensa para sí la vendedora de melones, refiriéndose al guardia hipnotizado. No dejes en manos de un hombre lo que pueda arreglar tu mal genio.

Con el rostro en un éxtasis furioso, Iluubra intenta acercarse por la espalda del chico, cuchillo en alto, para clavarle la más feroz estocada que pueda. En silencio, apretando los dientes.

Pero, una vez más, Iluubra demuestra que esto no es lo suyo. Le da una patada sonora a un cubo y su contenido se desparrama. Sin esperar a ver si el alboroto reinante evita que el ser repulsivo se dé cuenta de su acercamiento, se queda parada, no avanza más.

"Vas a lamentar no lavarte los oídos, pedazo de mierdecilla." y con esta letanía sonando en su cabeza, Iluubra se abalanza sobre el niño, alzando su sucia arma tanto como puede, empuñándola con ambas manos y golpeando con ella sobre la espalda de su recién adquirido enemigo.

Iluubra se dejó caer con fuerza sobre el exaltado...loco...enfermo...lo que fuera. En un primer intento la hoja resbaló por un tejido más duro del que en un principio había supuesto, pero la punta oxidada se trabó en una filigrana de metal y ella aprovechó para poner ahí todo su peso. Como si atravesara queso duro del más curado, la hoja penetró en el tejido y luego en la carne, en un principio sin sangre.

Apestada, Iluubra creyó marearse por el olor y la súbita aparición de una sangre contaminada, del rojo oscuro habitual y un extraño color verdoso que la hacía algo más densa. El ser no gritó...no más de lo habitual, al menos, sólo se estiró levemente, y luego, poco a poco, pareció perder fuerzas e ir desplomándose sobre la aterrada pareja.

Por el rabillo del ojo pudo ver una figura que venía corriendo hacia ellos, resonando a metal sobre el ruido del gentío, que en su mayoría continuaban ignorantes de todo...

Iluubra tuerce el gesto. El niñato muerto tiene un nombre demasiado... nombre para dejar de ser un problema, incluso muerto.

A Iluubra le gustaría mantener la serenidad y la frialdad. Sin embargo, se da cuenta de que ahor amismo no le conviene. El sucio e inútil guardia necesita ver confirmado lo que cree que es una mujer. De repente, a la chica se le ocurre una salida o al menos una forma de protegerse temporalmente. Simulando verdadero pavor hacia el guardia, se arroja a los pies de la sava y arrodillada, pretendiendo cogerse a su túnica, Iluubra ruega.

-Oh, favor, favor, señora, ayudadme. Yo tan sólo he intentado ser una buena vecina. La furia me ha cegado. Acompañadme, acompañadme a presencia del alguacil, tengo miedo.- dice todo esto mirando con ojos llorosos al guardia que pretende llevarla con el alguacil.

Iluubra sacudió la cabeza he izo todo lo posible por desperezarse antes de volverse hacia la luz, y dando un paso atrás alejándose de la puerta, desobedeciendo por intuición. Observó bien antes de hacer ningún movimiento. -¿Tienes que atarme?- dijo, mirándole fijamente e intentando vislumbrar si el otro guardia estaba tras él.

Comprendía que todas las precuaciones eran inútiles. Lo que quisieran hacerle, se lo harían. Pero no podía evitar que el instinto de conservación caminase unos pasos por delante de su juicio.

El de Nyrr miró con los ojos oscuros.

- Los cojones te voy a dar un arma, chica. Ya sabemos dónde terminan las armas que blandes. No es ese tipo de protección el que te pido. Simplemente no me tiendas trampas, que yo me encargaré de posibles accidentes. Y no te preocupes por tu vida, mientras cumplas, no deberás temer por ella.

Y no me llames viejo, joder. No tengo ni tres años más que tú, seguro. Mejor tu hermano mayor. ¡Qué gracia! Pierdo uno y gano a quien...en fin...vamos.

Aunque por su aspecto sí parecía mayor, tan desaliñado y roto. Algo en sus ojos, a pesar de la oscuridad, podía verse morir lentamente, y la piel arrugada y rojiza junto a ellos, antes de llegar la suciedad y el sudor, indicaba que había llorado mucho.

El de Nyrr se encogió de hombros y con ese mismo movimiento se deslizó túnel abajo. Iluubra abrió las piernas para controlar la bajada con los pies en los bordes. La luz siguió delante de ella, torciendo en ocasiones a un lado u otro. Más cerca y más lejos. Era una sensación mareante que no le anunciaba muy fielmente los cambios en la dirección, de manera que pronto le empezó a doler el culo golpeado una y otra vez contra la piedra rociada de mierda. El cuello, por la tensión, y algún que otro golpe en la cabeza, así como roces en sus manos y codos.

Lo peor era el olor y la casi total falta de referencias, excepto la luz. La sensación no podía ser más agobiante. Notaba que le faltaba el aire y respiraba bocanadas más rápidas, que olían a podrido y a cosas peor que podridas. No veía, casi no oía por el eco del túnel y desgraciadamente sí olía y palpaba. Irónicamente, hasta un violador, si no era muy bruto, podía dar algo de placer...

Iluubra achacó ese pensamiento fugaz al mareo. Justo cuando peor parecía, de repente la luz desapareció y sus pies tocaron tierra nueva. La luz volvió a alumbrar, y el rostro del noble se advirtió entre las sombras curiosas.

- No vamos a alejarnos mucho. Yo llevaré la luz, así que no me pierdas. No des un paso sin ver dónde pisas. Ante cualquier contratiempo, olvídame y vuelve al túnel. Espero que seas tan fuerte como pareces dentro de esos harapos. Subir no es sencillo.

Levantó el brazo y la luz iluminó, desde arriba, un techo a unos 3 metros, en cañón, las paredes bajaban también como una naranja cortada por la mitad. Hacía bastante calor, y el olor daba nauseas. El noble no parecía demasiado afectado por ello. Sacó un pellejo y un paño y lo mojó bien con un líquido espeso. Se lo acercó a Iluubra. Ella notó un cierto olor a vino, pero más intenso, con un toque dulce que lo suavizaba.

- No es un olor muy agradable, pero no es mierda. No me cojas cuando andemos. Quizá necesite ambas manos.

Se pusieron en marcha en silencio. Ella vio que pisaban un estrecho sendero de piedra y que, al lado, debía haber una corriente de líquido bastante ancha. Por el tamaño del "gajo de naranja", estaban en un túnel amplio.

Pronto tuvieron que torcer a la izquierda, se trataba de una esquina, como si otro cauce cruzara esa vía, y al no haber puentes, no tenían más remedio que seguirla. El camino tenía pendiente ascendente. Iluubra notó que algo le seguía, algo pequeño que pateaba con el cuerpo cerca del suelo. Una rata, debía ser una rata, pero no la veía.

Entonces, de refilón, Iluubra tuvo la sensación de que un par de ojos muertos la miraban desde el pequeño remanso de agua que se formaba en el cruce.

El joven consiguió afianzarse. Libró una de las manos y cogió el cuerpo con las dos. Se giró un poco y entonces intentó coger el cinturón de Iluubra.

En ese momento, el precario equilibrio que mantenía cedió, y el cadáver se movió a un lado. Sin soltarlo, el noble se hundió con él y ambos cayeron en la oscuridad de la corriente.

Iluubra miró la luz que iluminaba parte de la corriente perdida. Se dio cuenta entonces de que en ese momento de que todo lo que pudiera haber allí, con ella, en ese túnel húmedo y desconocido...todo, estaba ahora en la oscuridad que la esfera no iluminaba.

Iluubra escuchó un chapoteo algo más abajo, que debía coincidir por la altura en la que habían torcido a la izquierda, la zona que quizá era un cruce quizá no. Con dificultad, Iluubra escuchó una voz, la del de Nyrr, entre toses y escupitajos. Sonó con un eco tan distinto que por un momento no supo de dónde venía la voz, ni de quién era, y la luz misma pareció asustada en su mano, como si quisiera ella también apagar su azul o debilitarlo para que nadie lo percibiera.

- ¡Aquí, aquí! Ven rápido, maldita sea.

Lo escuchó entre el silencio. El determinado silencio sólo roto por el continuo fluir de la corriente, espesa y sucia como la lengua maldita de un demonio.

Iluubra pegó su cuerpo a la pared y avanzó con fuertes y rápidas zancadas, siempre empujándose hacia atrás para evitar resbalar y caer en su prisa. Cuando llegó a la zona donde estaba el de Nyrrl, bobló la cuerda por la mitad y le ofreció al noble el extremo doblado como un lazo para que pudiera aferrarse con más facilidad. No pudo evitar dejar a un lado el cristal; fue un acto casi reflejo, aunque observó que hubiera quedado inmóvil. Cuando el hombre se hubo agarrado, tiró. Con todas sus fuerzas.

Iluubra lanzó la cuerda al noble cuando vio por fin que emergía como un guiñapo aturdido de la corriente de excrementos y restos. Lo vio toser y escupir y quizá incluso vomitar algo, todo ello sin dejar de agarrar la cuerda ni el cuerpo del otro individuo. Lo tenía aferrado como a una amante muerta, con desesperación, mientras le escupía y le echaba restos encima convulsivamente.

Luego la chica soltó la esfera sin pensarlo mucho y comenzó a tirar del joven a tirones bastante bruscos.

- Joder, chica, que no soy una mala res. No me saques el hombro - se quejó, pero siguió andando.

Ella casi no lo notaba, pero la luz iba perdiendo lentamente intensidad. Tan lentamente y tan poca era en el mejor de los casos la luz que ya daba en un principio que sólo fue consciente cuando de repente el de Nyrr, la corriente y el túnel entero desaparecieron de su vista, y sólo el tacto de una cuerda ligeramente tensa les unía. Cerca de ella, sobresaltándola, le llegó la protesta del de Nyrr.

- Mierda, chica. Si sueltas la esfera se apaga. Ahora quédate quieta, te sigo por la cuerda. Cuando llegue al borde ponte a buscar la esfera.

La cuerda tiraba ligeramente. Ya no veía nada. Se dio cuenta entonces, en la más absoluta negrura, de que el aire era caliente y olía mucho peor de lo que pensaba. Había un sonido distinto al del rumor del agua, como algo que pataleara inquieto aquí y allá, y rascara las paredes. En su mente, sin querer pensarlo, sólo podía recordar el rostro de aquel cadáver que se le acercaba, mortalmente blanco con el enfermizo toque azulado de la luz extinta, con la boca grotescamente abierta cubierta de una mancha oscura, con sus brazos como serpientes, con la cabeza partida...

La chica se agarró a las primeras piedras más saledizas que encontró al principio del túnel. Pero luego cambió de idea y alargó las manos todo lo posible para encontrar los salientes más altos que pudiera. Cuando los hubo hallado, apoyó su pierna derecha en la pared y se impulsó todo lo que pudo hacia arriba. Al subir y entrar en el agujero, se empujó a sí misma hacia atrás para que su espalda se apoyara contra la apred. Demasiado tarde, descubrió que esa no era la manera más segura de agarrarse y sintió que el culo se le deslizaba hacia abajo.

Manoteó en busca de nuevos huecos donde agarrarse. -¡Joder!- gritó, encontrándolos en el último momento. Cambiando de postura, intentó gatear cuesta arriba. Con mucha mejor fortuna esta vez, fue ascendiendo, sintiéndose cada vez más segura en su avance según el aire fresco le iba llegando con más frecuencia a la cara.

Cuando su mano derecha alcanzó el borde superior del callejón y se sintió del todo a salvo, volvió su rostro hacia el agujero. -Ya estoy. Podéis subir.- habló sin levantar la voz, confiando en que el eco la transmitiese. Luego salió de allí, buscó la pared más cercana y se apoyó en ella, mirando la salida del callejón. Por precaución, buscó entre sus ropas el cuchillo...

-¡Maldita sea mi suerte! ¡Joder, coño!- el cuchillo había quedado abajo, en la orilla, abandonado cuando intentó usar la cuerda para ayudar a su señor.

Fue desandar lo andado. El camino era, aunque algo enredado, fácil de seguir por alguien que ya conocía la ciudad baja. El de Nyrr seguía atento a Iluubra y a las sombras. La dificultad del trayecto estaba en lo que no se veía. Iluubra sabía mejor que nadie la idiotez de andar paseando por las noches de poca luz entre las casas, cerca de los callejones, de los huecos oscuros, cerca de cualquier lado.

Las casas no tenían cerradura, claro, era algo demasiado caro, pero todos usaban una mesa basta para hacer difícil una entrada, o dormían justo bajo la puerta, y así nadie podía entrar sin dificultad y sin ruido. Muchos dormían cerca de un arma.

Por eso, lo fácil eran los asaltos. Las noches, en las que nadie veía nada, ni la guardia, y casi nadie podía ser reconocido. La táctica era sencilla, primero asalta y luego mira si tiene algo de valor. Una mujer era un bien en sí mismo, esa panda de conejos folladores parecía insaciable, y a veces incluso se olvidaban del robo y se centraban en satisfacer sus ansiedades primarias.

En la ciudad baja sólo había dos calles amplias, la de la puerta Sur y la de la Puerta Este. Las demás eran intrincadas, pensadas para incluir una mayor población en el mismo espacio, sin ningún interés por su bienestar, hacinados como conejos...conejos folladores.

Al menos, el de Nyrr tenía toda la pinta de ser una oposición franca. Ahora se movía alerta y sólo se cubría con la capucha para no ser reconocido, pero no aparentaba embriaguez. De hecho, llevaba la espada desenvainada, de manera que en ocasiones ella veía un ligero reflejo metálico cerca de su pierna.

Se desviaron sólo lo indispensable para aprovechar en lo posible las calles iluminadas con antorchas, que tampoco eran demasiadas.

Fue justo al dejar una de esas calles cuando un movimiento se hizo evidente a sus espaldas. Justo entonces dos sombras se pusieron delante, recortadas contra la luz de la siguiente calle iluminada.

De un callejón surgió una voz ronca, como no podía ser de otra manera, y unas risitas también.

El de Nyrr se puso tenso junto a Iluubra.

- Espero que sean amigos tuyos, o además de mierda tendré que mancharme de sangre.