Partida Rol por web

 El primero en avanzar fue Rómulo a lomos de Remo. La piedra de su honda surcó el aire para golpear certeramente en la cabeza de uno de los ogros. Algo estaban haciendo los brutos, que levantaban sus manos al cielo. A través de aquella barrera de carne muerta era difícil discernir los movimientos del nigromante...

Al ver la nueva formacion que adoptan los guardias, Gaius se ve obligado a cambiar lo que tenia en mente... Lleva el caballo rapidamente hacia la batalla, quedando ligeramente mas adelante que Romulo, y alli, deteniendose, dispara en un angulo elevado, buscando el cuerpo del mago desde lejos... Es lo unico posible para el, hasta ver que hacen los zombies...

Cita:

estaba disparandole al mago, no a uno de los muertos, jefe.

Robin Se lanzó al galope, cabalgando justo al lado de Remo y su montura. Cuando creyó estar suficientemente cerca de aquellas criaturas, invocó la ayuda de su Dios.

Si alguien puede sacarnos de este embrollo es Random, pensó. Siempre y cuando le apetezca, se recordó a sí mismo. El clérigo sacó su brillante Moneda de la Suerte Divina y, lanzándola al aire con extraordinaria pericia, reclamó de nuevo la atención de su dios.

Hágase la voluntad de Random, y esperemos que coincida con la mía...

Durante unos segundos, la moneda emitió un fuerte resplandor, como pocas veces antes había visto Robin.

 La flecha de Gaius surcó el aire entre los monstruos pero, para consternación del asesino, no llegó a alcanzar al mago. Un relampagueo impidió el impacto... Sin duda el nigromante contaba con algún tipo de protección mágica, ya que aquella túnica oscura no era un problema para la punta de las flechas.

 Otra flecha surcó el aire, esta vez procedente del arco sobretensado del enano. Era raro ver a los de su raza rechazando el ataque cuerpo a cuerpo pero Bhain siempre había sido un buen tirador y sabía que, en situaciones desesperadas, un arco puede atajar el encuentro con un enemigo. Sin embargo y pese a su excelente tiro la flecha erró su objetivo. El enano maldijo a los magos y sus conjuraciones por lo bajo. ¡Contra ese tipo de enemigos nunca sabía uno con que se iba a encontrar!

Uno de los ogros gélidos avanzó dando enormes zancadas y moviendo su maza en el aire mientras otros dos de sus compañeros continuaban alzando sus brazos hacia el cielo. Se detuvo a una distancia de pocos metros del sacerdote enarbolando su colosal clava con la intención de hundirla en la cabeza del servidor de Random, que por toda defensa lanzó una moneda al aire.

Antes de que la moneda regresase a la mano del sacerdote los demás vieron que tras los ogros el nigromante había convocado algo: un enorme alazán negro de aspecto demoníaco y traslúcido había aparecido de la nada. Su esqueleto brillaba blanquecino contra la piel transparente. Sus pezuñas humeantes no resonaron cuando golpeó el suelo de la cañada, como si se tratase de una fantasmal aparición. El mago no perdió tiempo y subió a lomos de la criatura.

Esto sucedía mientras la moneda caía en la palma de Robin. Una sonrisa de triunfo iluminó el rostro del sacerdote vividor: ¡su dios estaba mirando y les estaba echando un cabo! La moneda refugió con gran intensidad reflejando el brillo en el rostro cadavérico del ogro más cercano. La criatura lanzó una especie de gemido y su clava bajó... Detrás de ella uno de los monstruos bajó las manos que tenía alzadas y huyó aterrado ante el poder de la divinidad, pasando por el lado de su amo sin detenerse. 

Sin embargo el otro ogro que mantenía los brazos en alto no los bajó inofensivamente a un lado. En ese momento una furiosa tormenta de hielo surgió de la nada, centrándose alrededor de Robin. La gélida borrasca cogió por sorpresa a todos los que estaban cerca: Gaius, Robin, Bhain... El ruido era atronador. A través de los golpes que daban aquellos fragmentos de hielo todos vieron como el monstruo había bajado las manos y se aproximaba a ellos.

- Ve tras el nigromante, o se nos escapará.

- Si, siganló... nosotros nos ocupamos de estos... eh... de estos! - agrega Rómulo al ver que el mago quiere escapar montado - No dejen que se aleje. Y ese animal no es natural... pueden matarlo! - insistió en voz alta - Espero - agregó para si, sin saber si realmente eso era posible

Arthedain, al ver que el resto del grupo tiene más o menos bajo control a los cuatro guardaespaldas del nigromante, pica con los talones en los ijares de su caballo y carga hacia el nigromante, evitando ponerse al alcance de los muertos vivientes convocados por éste.

-Debe tener activo algún conjuro de protección contra proyectiles, dice a Silvania. -Prepárate para combatir cuerpo a cuerpo.

Arthedain llega a la altura del nigromante y carga contra él, a caballo, empuñando su espada mientras bisbisea un conjuro que carga el filo con una tonalidad rojiza.