Partida Rol por web

EL mediano se acercó a sus compañeros mientras meditaba las palabras de la nigromante - Así que frío, eh..., entonces quemaros - dijo en voz alta mientras tomaba un poco de muerdago fresco de su bolsa y lo convertía en una rugiente bola de fuego que se materializó entre las piernas de uno de los esqueletos

- A ver si aguantais esto - añadió orgulloso de la forma en que había resuelto en simultáneo el tema de la iluminación y el frío de los esqueletos.

Silvania se acercó a la esquina de la pared, tratanto de cubrirse ante un posible ataque, tomándose el tiempo preciso para asegurarse de que el ángulo y la distancia eran adecuadas.

La flecha salió de una forma suave del carcaj, Silvania se sentía segura, eran movimientos conocidos, repetidos hasta la saciedad. La colocó en la cuerda con dos dedos y los músculos de su espalda empezaron a tirar de la cuerda. Todo era sencillo y fácil, la postura era perfecta. Entonces subió los ojos para apuntar y se posaron sobre su objetivo.

Ahí acabó todo. No sabía si era repugnancia o miedo lo que aquellos ojos vacíos y carentes de vida le provocaban, pero un ligero temblor la sacudió haciendo que su índice pinzase un poco el culatín de la flecha justo antes de soltar, lanzando la flecha directamente al techo.

La bola de fuego apareció junto a la criatura, rodando por el suelo. Su luz iluminó una zona detrás de los monstruosos muertos vivientes. ¡Otras dos criaturas se ocultaban detrás de los primeros que se aproximaban! Aunque el cadaver esquivó con cierta suerte la bola de fuego rodante Rómulo se dio cuenta de que el fuego parece hacerle más daño del normal a la gélida carne putrefacta. Las cuencas ardientes parecieron llamear con más odio.

Dos de los muertos avanzaron raudos hacia el paladín intentando aferrarle con sus garras. A cada movimiento dejaban una estela de hielo, pero la armadura de Mosest resistió el embite. Se formaron trozos de escarcha a su alrededor.

Otro de los cadáveres se dirigió hacia el mediano que había conjurado aquel terror de fuego ante ellos. Por suerte Remo lo vio avanzar y se apartó a un lado antes de que el monstruo pudiera abrazar a su amo.

La última de las criaturas realizó un movimiento inverosimil: avanzó hacia los aventureros dirigiéndose de forma directa hacia la piscina, en la que se zambulló antes de que nadie acertase a hacer nada, desapareciendo de la vista de todos...

La semielfa descolgó de su cinturón una de las botellas que contenían agua bendita y la lanzó contra el mismo muerto viviente con el que intentó el hechizo. Otro muerto viviente permanecía cerca de él y con suerte, la salpicadura también le afectaría.

La criatura aulla de dolor cuando el agua bendita quema los poros de su putrefacta piel. A su lado el otro muerto viviente es salpicado y acusa el dolor, pero continúa con su atención puesta en Mosest.

Cuando aquellas criaturas se acercaron hacia él, Robin no pudo reprimir un escalofrío... Era producto del hielo que emanaba de aquellos cuerpos... ¿o era el miedo lo que congelaba sus articulaciones, dejándole paralizado?

Afortunadamente, el joven Mosest había acudido a cubrirle. Robin, trastabilleando, se alejó de los monstruos.

"No ha sido Random, sino mi falta de fe en el Azar lo que me ha hecho fracasar... No volverá a ocurrir. Si ese jovenzuelo puede pararles los pies a esos seres, yo no voy a ser menos!"

Agarrando aún con más firmeza su vieja y gastada Moneda de la Suerte, Robin la lanzó de nuevo al aire...

En esa ocasión las criaturas miraron con horror la moneda sagrada de Robin, retrocediendo un paso...

Arthedain avanza hasta primera línea y lanza un tajo de barrido de su espada contra el cadáver helado más próximo [14, 5].

Arthedain clavó su espada en las costillas del muerto viviente. La criatura se retorció de dolor. La espada dejó salir su carga mágica acariciando el cuerpo del cadaver y provocando que la criatura lanzase un aullido descarnado. Su boca se abrió de par en par y la luz de sus ojos se fue apagando... Pero algo más estaba pasando... Alrededor del filo de la espada se estaba formando una escarcha que se transformaba en hielo rápidamente. El muerto viviente, al caer al suelo inerte, dejó escapar todo el frío que tenía en su interior en forma de una explosión de hielo. Los héroes que peleaban cerca - Arthedain, Bhain y Mosest- sintieron como la temperatura bajaba terriblemente, como si hubieran caído al fondo de un lago helado...

-La plaga helada... -dejó escapar de sus labios la joven maga semielfa al ver cómo afectaba el frío a sus compañeros de viaje.

Gaius vio como su pequeño y curioso líder estaba en peligro inminente, concentrado en su hechizo no podría hacer mucho ante el ataque del muerto viviente. El asesino lo tenía claro. Tiro su escudo al suelo, provocando un eco metálico en toda la sala, desenvaino sus dos estoques y avanzo rápidamente al lateral del cadáver con la esperanza de atraer su atención.

Intento rodar sobre si mismo para evitar el ataque de su enemigo, mientras atravesaba su flanco, pero ejecuto demasiado rápido la voltereta. Las zarpas del engendro buscaron su cuello teniendo que contorsionarse al máximo para esquivar lo que pudiera de la acometida.

Una vez traspasada la línea enemiga, y un poco mareado por su fallida pirueta, se dispuso a ensartar con uno de sus estoques al cadáver, mientras con el otro hacía un poco de equilibrio. Estaba dispuesto a mandar a la muerte otra vez a ese ser infecto, pero esta vez para quedarse para siempre.

- Alejaos de ellos, les iré disparando desde lejos, protegeos y retroceded.

"Se puede decir que estos cadáveres dan una bienvenida de lo más gélido", sentenció, desdeñoso, Arthedain, como si no le importara el daño sufrido por frío.

Y, efectuando un molinete con su espada, hizo señas al siguiente más próximo para que se acercara. "Ven, nene, que te voy a calentar."

No se sabe si el paladín no oyó a Silvana o simplemente no quiso oírla, pero Mosest abandonó su posición defensiva para lanzarse contra el aterrador cadáver helado que tenía delante. Sin embargo, parecía que su exceso de ímpetu no le ayudaba demasiado...

El frio que escapaba de los cuerpos una vez destruidos era un nuevo peligro, pero Romulo sabía que había que vencer a esos engendros frio-muertos.

Remo atacó con todas sus fuerzas antes de dar un paso atrás, el pequeño druida se concentró en la bola de fuego que había conjurado y la hizo rodear a Gaius para sorprender al no muerto al que Remo no había podido morder

- Armadurus magus - pronunció cuando se sintió lejos del alcance del cadaver. Una leve fluorecencia azulado lo rodeo, y también a Remo, por unos instantes antes de desaparecer.

- Silvania tiene razón - gritó a sus compañeros, - Dejenlé espacio -