Partida Rol por web

Sir Hugo había retrocedido apenas unos metros, miraba con estupor, odio y deseos de venganza a la turba de odiosos salteadores que se les acercaba. Apunto habían estado de asetear su bruñida armadura, pero parecía tener a la Dama de su lado aquel día y salió indemne.

Pero no estaba siendo así para el resto, había una cosa que estaba clara: Si alguna vez hubo un momento de cargar y romper la línea de bandidos,ese momento había pasado. Lorantha se había ido y no sólo ella... Sir Hugo debería haber sido listo y haber escapado, pero había compañeros heridos y el carro estaba en llamas así que sólo hizo lo único que podía hacer.

Levantó la mano y gritó

- ¡MUCHACHOS! ¡SOLTAD LAS ARMAS O TODOS MORIREMOS! ¡LUCHEMOS OTRO DÍA!- y dando ejemplo soltó sus armas y levantó los brazos dando a entender que estaba desarmado.

Tras una larga persecución en la que apenas tras un desafiante recorrido había logrado escapar, Lorantha se encontró a si misma completamente sola. Sus compañeros estaban muy lejos y ya nada podía saber o hacer por ellos; al menos no de momento.

En muchas otras circunstancias la elfa habría considerado muy placentera aquella soledad; sin escándalos, sin gritos, sin las molestias comunes de viajar en un grupo tan grande, era fácil sentirse cómoda y disfrutar de su entorno natural. Pero ahora la situación era distinta, sus compañeros habían sido capturados y quizá Nathan había muerto. Que haría ahora? Intentar sola el camino que se había forjado desde un principio?, regresar al imperio?, intentar salvarlos sola?

Sumida en sus pensamientos notó a lo lejos una figura, al enfocar la vista notó rápido de quien se trataba, Domochievski estaba allí, en una colina algo retirada, y al parecer le hacia señas para que se reuniera con ella.

-Ya era hora maldición- dijo el líder de los bandidos. –A ellos, quítenles las armas y atenlos bien. Y tráiganme al mediano, yo me encargaré de él especialmente-. Puntualizó con una sonrisa amenazadora en su boca al acercarse al carromato.

-Pero jefe, Godum lo quiere vivo; de hecho no debimos matar a ese-. Clamó uno de los bandidos al tiempo que junto a los demás bandidos se encargaba de desarmar a Jaime y compañía.

-Cállate imbecil, ese estupido sacerdote no tiene idea de cuantos son realmente los tipos que acompañaban al mediano. No tiene por que enterarse de que matamos a uno-. Respondió el jefe de forma engreída y con clara satisfacción.

-Éste está vivo aun jefe- dijo otro de los bandidos al intentar saquear el supuesto cadáver de Nathan.

El cuerpo de Nathan yacía en el suelo inerte con la pierna completamente destrozada y con un total de cinco flechas clavadas en él. Nadie se esperaba que siguiera vivo y sin embargo lo estaba, aunque era poco probable que volviera a caminar.

La elfa no lo dudó ni por un momento, pues desde el principio había sido su intención, seguir a Domochievski, si bien, en su alocada carrera por salvar la vida le había perdido el rastro. 

Segura ahora de que había dejado atrás a sus perseguidores, le estaba dando un merecido descanso al caballo, acariciando y dándole palmadas en el cuello mientras le susurraba cálidas palabras en su idioma natal cuando en una distante loma vio la figura de un jinete al que reconoció rápidamente, al igual que la seña que le hacía. 

Frotó con fuerza una vez más el cuello de caballo y se dirigió a encontrarse con el kislevita.

Las cartas estaban echadas, solo la elfa y Domochievski habían sido capaces de escapar, yo había recibido una herida de advertencia mientras intentaba apagar el fuego, por lo que me había dedicado a sacarme el proyectil y cubrirme la herida rápidamente, a pesar de que había sido una herida superficial no estaba de mas protegermela. -Malditos sean¡¡¡ Escupiré sobre los cadáveres de cada uno de ustedes.-Maldigo a los bandidos cuando se me clava la flecha. -Ya les dijimos que nos rendimos estúpidos, ahora déjenos en paz.- Sencillamente dejo que me aten al igual que los demás y espero el siguiente movimiento de los bandidos.

"Cállate estúpido... No estás en posición de amenazar..." pensó Kurt, mientras trataba de pensar como salir de ésa situación. No sabía muy bien como, pero siempre se las arreglaban para toparse con problemas allá donde fueran. El mercenario no se resistió mientras ataban a todos, sabía bien que aquello no iba a llevar a nada. Como mucho, a más golpes o a morir más pronto inútilmente. 

"Maldita sea mi suerte..."

Trojan intentaba deshacerse de las cuerdas, con furia, pero sólo conseguía hacerse daño y sangrar. Les dedicó una serie de bonitos improperios en la lengua norsca.

Sønner av tusen fedre. Skitten rotte møkk hauger avslutter grenseområdene riker. Border Kingdoms. Jeg ler av dem. De er en kloakk. Du er carnde galge, rippe jeg hodet av deg før slutten av dagen, og jeg vil ha en drink med hodeskaller.

No tenía nada más que añadir. Ya estaba todo dicho.

Lorantha se reunió tras poco tiempo con el Kislevita quien haya había desmontado de su caballo y parecía revisar al mismo en busca de alguna posible herida. –No nos perseguirán, dudo que les interese en este momento. Lo mejor será dar por muertos a los demás y pensar en nosotros mismos. Aquí podremos conseguir algo de sustento como mercenarios y con suerte podamos regresar al imperio mas tarde-. Las palabras del Kislevita estaban llenas de frialdad y dejaban en claro que al parecer, poco le importaba la suerte que los demás corrían.
-Que opinas?, que camino tomamos ahora?-.

-Cállate imbecil- le gritó uno de los bandidos a Grim al tiempo que lo golpeaba en la cara y lo empujaba para que se sentase en el carromato junto a los demás. En general no había habido problemas, ahora todos estaban amarrados y eran llevados mediante el carromato hasta algun lugar incierto. Su preocupación recaía mas que en ellos mismos, en el destino del pobre Nathan quien había sido arrojado como un costal de papas sobre el suelo del carromato y seguía aun inconciente; su pierna sangraba mucho y su cuerpo estaba lleno de hematomas y manchas de sangre.

Los miembros del clan podían escuchar a su alrededor a los bandidos conversar y reír. En algunos momentos sus comentarios iban dirigidos a ellos entre bromas y blasfemias, pero no era algo que fuera a importarles ahora a ellos dada su situación. Lo que si les importaba era a donde se dirigían pues parecía que habían retomado el camino que abandonaran antes o de lo contrario se encontraban en algún otro camino desconocido.

La respuesta les llego pronto cuando el carromato se detuvo súbitamente y uno a uno fueron lanzados fuera del carromato de forma tosca y violenta. Se encontraban aun a la oscuridad de la intemperie y ya habían salido del camino de nuevo pero no se encontraban lejos de él pues apenas momentos atrás lo había visto. Pronto se dieron cuenta de la situación, frente a ellos, tras el carromato se encontraba la fortaleza que habían visto en el pasado a la distancia, los habían llevado hasta el mismo lugar al que ellos originalmente pensaban ir. Pero por que?, por que llevarlos allí? Iban a venderlos? A cobrar recompensa?

El jefe de los bandidos parecía hablar encarecidamente con dos de los guardias de la fortaleza, los cuales se notaban sumamente nerviosos aparentemente por la presencia de los bandidos mismos. Tras una larga discusión los guardias accedieron a algo con cierto pesar para luego desaparecer tras la puerta de la fortaleza. En ese momento los cautivos repararon en ello, esa no podía ser la puerta principal de la fortaleza, era muy pequeña, casi como una bodega. Los estaban llevando a alguna puerta trasera por algún motivo específico, o mas bien, por algo no deseaban que se les viera de ambular por la entrada de la fortaleza.

Cuando la puerta volvió a abrirse lo que salio de ella fue algo inesperado por todos los cautivos; un hombre con tunica de sacerdote con el símbolo del dios Gundred plasmado en ella había salido de la misma y una sonrisa de satisfacción malévola inundaba su rostro.

La elfa llegó a la altura del kislevita y también desmontó, procediendo como él hacía a revisar el estado de su montura. Y mientras le felicitaba por la espléndida carrera respondió a Domochievski - No tengo ningún inconveniente en servir como mercenario, me parece bien ya he estado en esta situación antes. Aunque antes de volver al imperio, pues nada me ata a él, sí que me gustaría averiguar quiénes han sido los que no han emboscado y que querían de nosotros o de Jaime. Por lo que a mi respecta ningún asunto pendiente tengo de tal magnitud que merezca una emboscada como aquella. - 

- Por cierto, te escuché mencionar algo de una promesa al despedirte con Jaime. Te lo comento porque no querría ser una molestia por el hecho de haber tomado tu misma vía de escape. - añadió tranquila Lorantha.

Domochievski miro con recelo a la elfa y les respondió a sus palabras con su frialdad característica, -entonces hemos de tomar caminos distintos, la promesa que hice en el pasado no te concierne en lo absoluto pero lo que puedo decirte es que iré a rescatar a los demás; no escape por cobarde como parece si lo hiciste tu. Eso es todo, Lorantha, te aconsejo desaparecer de aquí cuanto antes pues tu mataste al sacerdote y de seguro irán tras de ti cuando se enteren-. Nada mas terminar sus palabras el Kislevita monto de nuevo a su caballo dispuesto a marcharse cuanto antes. Por su mirada perecía que tenia intenciones de regresar de nuevo al pueblo.

- Es cobarde el que huye, y esa es la impresión que has dado cuando has dicho que lo mejor es darles por muertos y pensar en nosotros mismos, no el que evita una situación que no puede ganar con la intención de buscar la mejor forma de superarla. De ahí que te dijera que mi idea es enterarme quiénes han sido nuestros agresores, para poder tener alguna oportunidad de dar una vía de escape a nuestros compañeros o al menos de cobrarme una deuda de sangre.-

- Mi idea es esa, si también es la tuya no veo porqué no seguir juntos aunque si quieres ir por tu cuenta y disolver la compañía tampoco pondré ninguna pega. - 

Algo raro estaba pasando en aquella fortaleza y puede que la situación no fuera tan desesperada como pudiera parecer en un momento. Por lo que parecia los guardias no estaban muy contentos con tener a los bandidos cerca con lo cual quizas se pudiera sacar provecho de esa circustancia. Asi que Walter se animo un poco y empezo a probar sus ataduras disimuladamente para ver si podia liberarse de ellas. Pero en ese momento aparecio ante ellos ese clerigo con cara de pocos amigos y no muy buenas intenciones.

- Esto no me gusta nada -

- Poco podíamos hacer muchachos...-murmura justo antes de que se abran las puertas. Al ver al sacerdote, no puede evitar que un escalofrío le recorra la espina dorsal de norte a sur. ¿Por qué les habrían dejado vivos aquellos bandidos? Lo lógico era que hubiesen acabado con ellos en el acto. Estaba claro que les necesitaban para algo, pero al caballero no se le ocurría ningún motivo para ello.

Kurt tragó saliva al ver quien salía a recibirles en aquella maldita fortaleza, a la que tantas ganas tenían de ir. 

"Sabía que la actitud de los pueblerinos era sospechosa. Lo sabía... Maldita sea..."

-Ahora si que estamos bien jodidos-dijo entre dientes. No iban a poder soltarse rápidamente, y toda la fortaleza se les echaría encima si lo hacían.

Domochievski simplemente se limito a asentir y a señalar con el dedo la dirección que iba a tomar para que Lorantha le siguiera. No tenia ningún interés en charlar y su silencio lo hizo manifiesto, aunque en realidad era poco probable que la elfa quisiera charlar con el. “Se cree muy lista” pensaba para si el Kislevita intentando tragarse su coraje.

Al fin tras una corta marcha cabalgando a prisa, llegaron de nuevo hasta el pequeño poblado, la noche aun era joven y era poco probable que los hombres del capitán Hansel se hubieran marchado.

-Ese es mi plan- dijo el Kislevita señalando con el dedo al poblado. –Dudo que el capitán y sus hombres ya se hayan marchado por lo que los encontraremos allí. Él nos debe mucho y estoy seguro de que accederá a ayudarnos, aunque dudo que no nos pida algo a cambio como ha hecho antes-. Domochievski no parecía muy contento al respecto y miraba a Lorantha como intentando que ella tomara la iniciativa al respecto. El Kislevita no era bueno hablando y ni siquiera le agradaba hacerlo, eso era algo que Lorantha sabia muy bien.

-Es quizá nuestra única opción para rescatar a Jaime. Con un buen plan y con las numerosas tropas del capitán será imposible que fallemos-.

A la elfa hablar con el Capitán y su tropa era lo que menos le podía apetecer en el mundo dadas las circunstancias del encuentro, pero reconocía que la única solución con ciertas garantías de éxito que tenían si querían rescatar a sus compañeros era aquella. 

Asintió a las palabras de Domochievski - Por el bien de todos espero que sea un precio que podamos pagar. - dio como única respuesta mientras encaminaba su caballo a donde sabían que se había alojado el capitán, esperando que no le pusieran demasiadas trabas en llegar hasta él, pues ese era el primer escollo que debían salvar.

* Llegados hasta el último guardia que les separaba de poder hablar con el Capitán, recitó la letanía que ya tenía aprendida y que había tenido que ir diciendo para conseguir llegar hasta ese punto. 

- Tenemos un mensaje para el Capitán. Es muy importante pues hemos encontrado a los que estáis buscando. - No tenía ni la más remota idea de que aquella suposición fuera cierta, no obstante, le costaba encontrar otra razón plausible para que un batallón imperial estuviera tan al sur, pues dudaba que la mera presencia de los orcos hubiera motivado tal expedición. No, esto debía deberse a aquella orden impía de saqueadores y bandidos, quizá alguien más, algún allegado, había sido capturado y estaban tras su pista. Sea como fuere, aquella idea mantenía viva la esperanza de encontrar apoyo en la tropa imperial y hasta aquél momento, aquellas palabras les había servido para acercarse lo suficiente para que con un grito pudieran ser escuchados por el mando imperial. 

Tras hablar un corto tiempo con el sacerdote quien seguía con su sonrisa malévola plasmada en su cara, el jefe de los bandidos hizo señas de que los trajeran al tiempo que gritaba –Traedlos, Godum los quiere a todos-, sus palabras dejaban en claro que a quien se refería como Godum era al sacerdote mismo.

-Dos se nos han escapado antes de…- decia el jefe de los bandidos justo al momento en que eran interrumpidos.

-Como que dos se les han escapado?, deje en claro que trajeran a todos. Imbeciles-. Su discusión se centro entonces con el jefe de los bandidos con quien parecía ser casi un igual. Aunque sus palabras no eran entendidas por los allí presentes, era claro que hablaban de ellos airadamente, y era claro que al sacerdote no le era para nada grato que la elfa y el kislevita se hubieran escapado. Cuando se enterase de que había sido la elfa quien matara justamente al otro sacerdote, lo estaría aun menos.

Sorpresivamente el viejo Igor llamó la atención de todos al lanzar por los aires a uno de los bandidos quien le sujetaba. –Devolvedme mi armadura y mi espada, no iré a ningún lado sin ellas, prefiero...-. Un súbito golpe en la nuca lo silencio dejando su inerte cuerpo azotar contra el suelo.

-Que hacemos con este jefe, lo matamos?- pregunto uno de los bandidos.

Pero su jefe no tuvo tiempo de responder pues el intrigado sacerdote avanzo hasta los cautivos y sostuvo al cautivo por el rostro mirándolo fijamente. –Ya veo- se limito a decir al tiempo que se levantaba.

-No, este merece un trato especial, llevadlo a mis aposentos personales-. Ordenó con suma tranquilidad al tiempo que uno de los guardias de la puerta se adelantaba temeroso.

-Pero señor Godum, el rey no ha autorizado algo así, el podría…-

-Tu rey tiene cosas mas importante que atender esta noche y estará muy molesto si se le interrumpe. He dicho que lo lleven a mis aposentos y así se hará. Al resto a las mazmorras-.

Ahora todos conocían su destino, la pregunta actual era si seria algo permanente, aunque dadas las palabras y la mirada del sacerdote hacia ellos era probable que tuvieras planes especiales para ellos.

El que pasaría con sus cosas, no lo sabían y era mejor que las dieran por perdidas pues probablemente no las recuperarían. Ya incluso habían devorado los bandidos al cuervo de Nathan por lo que no tardarían en devorar todo lo demás. Incluso ganas de devorar al perro se les veían pues este no dejaba de causar problemas y para poder avanzar con él tuvieron que atarlo del cuello al carromato para no matarlo.