Partida Rol por web

Se habían infiltrado en la nave. Tendrían que mantenerles alejados hasta que llegaran a la torre, y completar el plan. El viejo aristócrata estaba evidentemente molesto ante aquellos contratiempos.

-No pierdas el tiempo y mátale.

Miró luego al hombre del bombín, acariciando el cetro. La máquina de guerra se giró un poco. Durand sabía que la sala estaba llena de peligros, y que sus compañeros no llegaban, no saldría con vida de allí.

-Señor Kerner, coja a sus hombres y maten a esos intrusos.

El hombre cargó la escopeta y sonrió.

-Será un auténtico placer -dijo con una risa sádica.

Luego miró al piloto del mecha que se quedaba atrás.

-Vigile la cúpula. Si algo asoma, fríale.

El pelotón de soldados corrió detrás de él, posicionándose en los compartimentos cercanos.

Los soldados abrieron fuego, pero solo pusieron a prueba el doble chaleco antibalas de Durand. Aunque los disparos a quemarropa dolían, ellos usaban fusiles de cerrojo, y a la primera descarga, ruidosa, tuvieron que recargar sus armas. Era su turno.

Miré a los demás por escasos segundos, tenía que atreverme en ese momento o nunca. Hice una seña para que las chicas se apartasen, sabía que Durand estaba dentro pero tenía que intentarlo y con la buena suerte mía y la intuición de él, esperaba que se apartara lo suficientemente aprisa.

-¡Atrás todo el mundo!

Arranqué el seguro con los dientes y respirando profundo lo lancé lo más fuerte posible para que quedase bien dentro esperando por la explosión, sólo esperaba que Adrienne no me matara antes de ver el resultado. Mi corazón latía lento, esperando la explosión y cuando se escuchó, finalmente comenzó a latir con fuerza.

-¡Por Dios, que esté bien!

Durand saca su espada, preparado y dispuesto para luchar contra los soldados que le rodeaban. Tenía ventaja en estos momentos: su primera andanada de disparos no falló, pero a él poco daño le hizo, a excepción de un ligero escozor en su pecho. Su objetivo era claro: acabar con el máximo soldados para que, cuando entrasen sus compañeros tuvieran el camino lo mas despejado posible para su verdadero objetivo: los Krauser.

Sin embargo, sus planes cambiaron de repente. Durand vio como entraba una granada por una de las aberturas de la habitación. Alguno de sus compañeros la habría lanzado para acabar con los enemigos de la sala. Sin mas dilación el francés no lo duda: se lanza hacia la zona mas alejada de la granada, y se lanza al suelo, esperando que la explosión no le haga ningún daño.

Los soldados se giraron a mirar la granada cuando Durand se escondía. Krauser hijo rodó por el suelo para protegerse tras un panel. La granada explotó, regando con su metralla a los soldados. Cuatro de ellos cayeron al suelo, muertos o heridos de muerte, algunos terriblemente mutilados. Quedaban dos en pie, aunque algo aturdidos por la explosión.

-¡Ataquenle con las bayonetas! -gritó Krauser mientras se levantaba.

La caída fue un tanto precaria, pero en última instancia y sin demasiada gracia, Adrienne consiguió alcanzar su objetivo. La lluvia de balas fue su recepción de bienvenida y sin demasiado tiempo para pensar, actuó de forma mecánica, siguiendo a Irvin y a Candance sobre aquel suelo de cristal y tomando la señal de Artemis como una indicación para que la precediera. No obstante, su grito la alarmó y semigirándose pudo ver en primer lugar a Durand abalanzarse con lo locura que le caracterizaba hacia el cuarto de mandos para, casi de seguido ver cómo Artemis arrojaba una granada de mano por la oquedad por la que previamente había desaparecido su marido. Palideció intensamente, al tiempo que un gemido incontrolado brotaba de sus labios entreabiertos por la impresión.

-¡Qué has hecho! -logró exclamar antes de una nueva ráfaga de balas la obligara a ponerse enmovimiento, con el corazón en un puño y la rabia ardiendo en sus entrañas. En su avance ciego, vio a Irvin sujetando la trampilla de aceso al interior y no se lo pensó dos veces, dejándose caer por la misma, arma en mano y haciendo caso omiso de la mirada que el científico dirigía a la homicida que tenían por compañera.

Durand logra esquivar la explosión por los pelos... no así cuatro de sus seis enemigos, que caen calcinados por la misma. Krauser tiene suerte y logra protegerse a tiempo. Los soldados son curtidos guerreros y a pesar de que están algo desorientados, atacan al esgrimista con rapidez. Durand logra esquivar uno de los golpes con facilidad, no así el segundo, que le impacta en el brazo, haciéndole un feo corte. 

Sin tiempo para pensar, contraataca, lanzando dos rápidos estocadas a cada uno de los soldados. Esperaba poder librarse a tiempo de ellos e ir a por Krauser. Aunque sus compañeros aparecerían en breves, quería enfrentarse cara a cara contra el alemán.

Durand paró in extremis el ataque de los dos hombres. Respondió, hiriendo al primero en el pecho, de modo que cayó al suelo desangrándose como un cerdo. Al segundo, de hecho, le cortó la garganta de un tajo certero. Se encaró entonces con Krauser hijo, y este se puso en guardia. Pero antes de que pudieran combatir, su padre disparó contra él.

Durand no se movió, pero sintió algo especial. Sintió como si la bala hubiera penetrado. Aquel vejestorio había utilizado una pistola de chispa, y la bala había volado tan lenta que le había herido como si se tratara de una flecha. Sin embargo, y afortunadamente, la chaquetilla de esgrima había parado parte de la velocidad de la bala, y esta le había herido de modo muy superficial. Acto seguido, Krauser hijo atacó con su sable.

Tras librarse de dos certeros golpes contra los soldados, Durand se encara contra Krauser... sin embargo, antes de poder atacarle nota el disparo del padre de Krauser. La bala era especial, puesto que logra impactarle. Debía haber previsto que el enemigo podía haber preparado algo así. 

Sin embargo, no tiene tiempo de pensar mas en ello, puesto que tenía un duro rival a su frente, que no duda en lanzarle un rápido golpe con su sable. El esgrimista logra pararlo sin contratiempo y da un paso rápido hacia atrás para lanzar una acometida rápida contra su oponente: su estoque se dirige primero al pecho y en su segundo golpe opta por ir a a la cabeza.

Krauser paró el golpe al pecho de manera bastante ajustada, retrocediendo un poco. Luego, el ataque a la cabeza tuvo que detenerlo de mala manera, y la hoja resbaló por su mejilla haciéndole un corte superficial. Parecía molesto por eso, y le descargó un sablazo y directo a la cabeza que podría pillar al maestro con la guardia baja.

-¡Muere gabacho!

Durand salva in estremis el golpe mortal que lanzó Krauser... retrocedió un par de pasos para analizar su situación. El alemán era bueno en el combate y lo estaba demostrando con suma facilidad. Sin embargo, él no iba a rendirse así como así.

Buen golpe- le dijo- pero vas a necesitar algo mas para vencerme- sin mas dilación, volvió a la carga: lanzó de nuevo dos tajos rápidos y sucesivos al pecho de su rival.

En cuanto bajaron por las escaleras, vieron un pasillo de unos 50 metros, que colindaba con una serie de salas separadas por mamparos metálicos. Al final del pasillo podía verse una sección de la gran sala de control, donde se escuchaba un tintineo de aceros. Parecía que Durand estaba vivo, y seguía luchando.

Mucho más preocupante era la presencia de un pelotón de soldados alemanes dirigidos por un viejo conocido de Artemis, el señor Kerner. Buscaron cobertura en las esquinas del pasillo y las puertas de acceso a las salas, y comenzaron a disparar. En total serían unos seis hombres, sin contar a su jefe. De momento, los disparos no dieron a nadie, aunque pasaron muy cerca.

El hombre del bombín rió histéricamente conforme se asomaba por la puerta y disparaba desde el final del pasillo con su escopeta. Afortunadamente, la dispersión del perdigón hizo que cuando impactó contra el pecho de Adrienne, su corsé antibalas detuviera el impacto, aunque la empujara un metro hacia atrás.

Acto seguido volvió a ocultarse y cambió su arma por una pistola automática mauser.

-¡Fuego sobre ellos, matadles!

Las palabras de Adrienne no pasaron desapercibidas para mí pero tampoco podía quedarme para siempre pensando en ello y me di cuenta cuando vi a Kerner, evidentemente otras cosas apremiaban y Durand no había muerto por mi causa, ya me disculparía con los dos si era necesario. Ahora tenía otra idea mejor, de momento esperaba que funcionara pero sólo una bala dio en el blanco, al menos se había quitado a uno de los alemanes dejándole una herida grave.

La rubia pateó el arma del mal herido mientras intentaba ponerse a resguardo.

-¡La madre que me pa...! ¡Ya podría tener un poco más de suerte! ¡Balas desperdiciadas y la...!

Artemis no se medía demasiado mientras recargaba el arma.

Inana lamentó no ser inmune a las balas, de no haber sido así sin dudarlo se habría lanzado entre la confusión del humo para sorprender a Krauser, aunque también en otro tiempo (no hacia tanto) habría hecho de aquel lugar un infierno de fuego sin contemplar quien era amigo o enemigo... Candance había logrado mucho más que su propia existencia.

Se enfadó un poco con sigo misma, la terrible y orgullosa diosa de los elementos había sido domada... resopló para luego cerrar los ojos parapetada "Tomará más tiempo pero... es más justo..." asumió tragandose sus ansias homicidas. Abrió sus sentidos para distinguir a los compañeros de las personas a las que debía fulminar con su ya tradicional choque térmico
 

Es una DC 15 con 5 de penalizador adicional por cada tio al que quieras freir. Quedan 5 soldados, así que haz tus cálculos sobre cuantos quieres matar y tira.

Un suspiro fugaz salió de los labios de Adrienne cuando escuchó el inconfundible sonido metálico del arma de Durand. De algún modo parecía haber escapado vivo de la explosión de la granada de Artemis, si bien aún estaba por ver si había resultado ileso. Pero poco tiempo tuvo para pensar en ello. El enemigo estaba frente a ellos, comandados por Kerner. Las balas silbaron a su alrededor, pero el estampido seco de la escopeta fue el preludio del impacto que catapultó a Adrienne un metro hacia atrás. Bendiciendo su corsé al tiempo que maldecía de talmodo que hasta un buhonero se hubiera sonrojado, buscó su propio parapeto y alzando la pistola, buscó un objetivo y disparó.

De pronto se escuchó el sonido sordo de varios pesos muertos cayendo al suelo, su poder había surtido efecto de forma quirúrgica. 

-Tres menos, quedan dos... no quiero privaros de la diversión

dijo guiñando un ojo a Artemis cuyos métodos le parecían afines

El soldado alemán contempló con horror como sus compañeros ardían por dentro. Su cerebro se estaba cocinando, y murieron entre gritos desgarradores. Sobreponiéndose a la escena, se asomó y disparó contra Adrienne que estaba asomada en ese momento, dándole en un lado del pecho. La bala penetró, aunque la herida no era muy grave, si molestaba.

Kerner decidió lanzar una granada en su dirección, y aprovechar acto seguido para dispararle a Artemis en el cuello con su pistola. Sin embargo, esto le expuso, al no poder volver a parapetarse a tiempo. No obstante, ellos todavía tenían que esquivar la granada que cayó en el centro del pasillo.