Partida Rol por web

—Musgo...— murmuró Howard recordando las notas.

Toda la tranquilidad que Norman había conseguido se deshizo por completo. Si aquel material no era roca, ¿qué demonios era entonces?

Pero eso no fue lo peor. Aquel musgo extraño parecía antinatural, y su luminescencia, al contrario de la sensación de seguridad que suele provocar una luz en la oscuridad, a Norman le inquietaba. Apenas echó un vistazo al interior del extraño túnel para sentir que no quería entrar en él. 

Dio un paso atrás y no dijo nada. Si no había otra salida, al menos lo que tenía muy claro es que no iba a ser el primero en poner un pie en ese lóbrego camino hacia lo desconocido. 

—¿Qué demonios es esto? —dijo mientras avanzaba por el agujero recién creado—. ¿Cómo es posible que algo así crezca en el interior de una cueva? ¡No tiene ningún sentido!

Michael avanzó por esa nueva cueva despacio y se arrodilló junto a una de esas marcas circulares para examinarla. Una vez agachado se acercó también a tocar ese musgo. ¿Estaría húmedo?

No terminaba de entender lo que estaba sucediendo. Eran demasiadas impresiones en muy poco tiempo. Meredith miraba los rostros de cada uno de los presentes, tratando de reconocer en ellos de que forma aceptaban o no lo que estaba sucediendo. Pero no sacó nada en claro.

El sonido del pico chocando contra aquella roca sonaba extraño. No sabría describirlo. No era artificial, era simplemente no natural. El tiempo pareció ralentizarse y todos parecieron aguantar la respiración unos instantes. El minero había logrado acceder al otro lado de la roca y lo que les esperaba allí seguía rompiendo los límites de la realidad. Meredith no era geóloga ni botánica, pero sí que había estudiado y no había oído hablar nunca de ningún tipo de hongo capaz de irradiar una luminiscencia tan intensa como aquella.

Se sujetó a la mesa para no caerse por la impresión. Se había quedado pálida y por unos instantes le costaba tomar aire.

– Howard. No piensas entrar hay, ¿verdad? No sé qué es todo esto, pero mejor nos vamos. No me gusta nada.

Los mineros observaron aquella gruta como el resto de la expedición. También parecían afectados, pero su determinación era admirable, y fue Daniel el que tomó la palabra.

- Mirad - Dijo apuntando con su linterna hacia el centro de aquella cueva en línea recta desde el agujero - Apuntó con su linterna y algo brilló en el suelo en cuanto la luz indició. Eran como fugaces destellos dorados.

- Volver no tiene sentido - Dijo Ramón. - Si tenemos una oportunidad de encontrar a nuestros compañeros es por aquí. Sacó su arma y miró Daniel - ¿Estás seguro? - 

Daniel asintió.

- Bajemos entonces^[1], ya hemos llegado hasta aquí. Y estoy seguro de que arriba no habrán conseguido ningún avance - Dijo Will mirándoos, dudando entre que es lo que haríais...

—No vamos a encontrar a los mineros ahí. ¿Cómo habrían pasado sin romper la pared como nosotros?

Sin embargo el abogado estaba fascinado por aquella caverna y, sobre todo, intrigado por aquellos descubrimientos.

—Por algún motivo creo que esto está conectado con la muerte del chico. Cariño: temo que si las autoridades— remarcó esta palabra —encuentran esto lo silencien como hicieron con el asesinato. Todo está relacionado. El símbolo del bote, el individuo que encontramos...

Recordó entonces al individuo, a ese tal Norman.

—Esperen ahí.— le dijo a los mineros que habían descendido ya a la nueva gruta —Vamos a sacar algo de información de nuestro amigo pistolero. Volveremos enseguida si lo que quieren es explorar esa nueva caverna.

Se giró hacia Norman y Michael:

—Creo que antes de continuar estaría bien preguntarle al otro Norman que nos puede contar sobre todo esto.

Norman asintió a la sugerencia de Howard. Cualquier cosa que retrasara la bajada a aquel extraño túnel le parecía bien. De hecho, apunto estuvo de secundar a Meredith en su opinión de volver atrás, pero no dijo nada para no parecer temeroso y débil.

Se remangó la camisa hasta el codo y luego comprobó que el contrabandista estaba bien atado antes de despertarlo. Seguidamente trataría de animarlo agitándole, dándole unos manotazos en la cara e incluso arrojándole agua si era necesario.

Michael ladeó la cabeza.

—Estoy seguro que están del otro lado Howard. ¿Habéis visto los derrumbamientos? Probablemente, en otro tiempo, las cuevas se comunicaran pero ahora mismo esta cueva ha quedad aislada del resto... y quizá esa extraña caverna comunique las dos entradas. ¡Tiene que ser así!

Se acercó al hueco y siguió mirando ese musgo brillante.

—Me adelantaré con los mineros y echaré un vistazo, ¿te parece bien?

—¡Ok! Únicamente tened cuidado. Meredith, cariño, igual era mejor que los acompañases porque si encuentran un paso y a los supervivientes van a necesitarte. Os alcanzaremos enseguida.

Howard tenía claro que aquel maleante no iba a hablar sólo porque lo amenazasen y prefería que su mujer no tuviese que asistir al interrogatorio. Ya tendría tiempo después de coser las heridas. Trabajar con mafiosos en Nueva York había sido una experiencia en la que había aprendido ciertas cosas que no venían en los libros de Derecho¹.

Cuando escuchó a su marido hablar de interrogar al mafioso que tenían detenido, Meredith le miró a los ojos y supo, si es que realmente le había quedado alguna duda, que sería mejor dejarles hacer y no inmiscuirse. Posiblemente no fuera a gustarle lo que pensaban hacer los hombres.

Por el otro lado los mineros parecían decididos a internarse en aquella gruta tan inusual, y la enfermera no pensaba entrar allí con unos desconocidos. Eso lo tenía claro. Ella prefería quedarse en la caverna donde se encontraban y cubrirles desde allí las espaldas a Daniel y los suyos. Iba a decírselo a Howard y al resto, cuando Michael decidió que él también iría con los mineros y su marido la pidió que los acompañara. Meredith aceptó a regañadientes, pero solo después de coger una de las pistolas, comprobar que estaba cargada y haber quitado el seguro, para poder reaccionar si las cosas se ponían tontas. En momentos como este se alegraba de tener un padre militar, quien había pasado buen tiempo con ella enseñándola el uso de las armas.

– No tardéis, ¿de acuerdo? –dijo dirigiéndose a Howard y a Norman antes de entrar en aquel extraño pasillo subterráneo.

No tuvo problemas para bajar hasta el suelo, pero Michael no podía decir lo mismo.

– Eso no tiene buena pinta. Déjame echar un vistazo a tu pierna, anda.

Los tres mineros saltaron siguiendo el ejemplo de Meredith y Michael. Se fijaron en como había caído el primero de ellos, y procuraron evitar esa zona, logrando los tres aterrizar sin problemas. Una vez los cinco en tierra pudieron comprobar que el suelo era un poco menos firme que las paredes laterales y que estaba cubierto como de una especie de sustancia legamosa blancuzca que se pegaba al calzado.

Daniel, Will y Ramón alumbraron con sus linternas, que no tenían al parecer la suficiente potencia para llegar al otro lado de aquella cueva, pues no se llegaba a vislumbrar. Lo que si les llamó la atención fueron esos brillos que relucían con intensidad cuando alumbraban con sus linternas. 

- ¿Habéis visto eso? - Dijeron cuando Meredith hubo terminado, haciendo pasadas por la zona para se percataran del brillo.

Norman tuvo que golpear hasta dos veces en el rostro de aquel hombre para que se despertara entre quejidos y tratando de moverse sin mucho éxito gracias a las ataduras que le aprisionaban.

- ¿Que... que ocurre? - Dijo todavía algo perdido y desubicado. Seguía dentro del vagón y miraba a Norman con cierto miedo en su mirada. 

- No... no se nada de verdad. - Dijo ante la más que inminente pregunta.

—Vaya que si lo sabes.. Te lo digo yo mierdecilla: lo sabes todo y nos lo vas a contar por las buenas o por las malas. ¿Sabes por qué? Porque estás en una mina donde pudimos encontrarte muerto. Me importa una mierda el negocio del licor ilegal. Y podría pasar por alto que intentases dispararnos antes, mierdecilla, pero lo que le hicieron a ese pobre niño... eso hace que cualquier padre se olvide de lo que es la puta piedad si tiene la sospecha de tener a uno de los culpables delante. Y si no lo eres ya puedes ir cantando lo que sepas para convencerme, mierdecilla, más allá del 'yo no sé de que hablas'.

Miró al individuo fijamente:

—Te estás preguntando si es un farol. ¿Cómo este tipo con pinta de chupatintas me puede estar amenazando con matarme? Bueno. ¿Conoces a la familia Morello en Nueva York? Pues trabajé para ellos antes de mudarme aquí. Estamos hablando de la Gran Liga, mierdecilla. Ni te imaginas las cosas que se pueden aprender cuando uno es abogado de unos mafiosos. Por ejemplo: que nadie es tan imbécil para morir por nada. Y que si haces daño lo mejor es luego no dejar que el dañado testifique contra ti. ¿Te has preguntado por qué no están con nosotros los mineros y la mujer? ¿Por qué sólo hemos vuelto nosotros dos? Sí. Has acertado. Esto va a quedar entre nosotros tres. O entre mi colega y yo si prefieres ir por las malas.

Norman no sabía si las amenazas de Howard habían impresionado a aquel contrabandista, pero desde luego a él le sorprendieron. Bajo esa fachada de hombre respetable se encontraba un auténtico tipo sin escrúpulos. También podría ser que se tratase de un actor de primera (al fin y al cabo todos los abogados tienen su parte de actores), pero algo le decía que era más bien lo primero.

Norman no dijo nada de momento. Se limitó a coger una de las armas cortas que habían encontrado allí y a empezar a meter balas lentamente en el cargador, en un sitio donde el sujeto pudiese verlo claramente.

—Gracias —acertó a decir apretando los dientes de dolor—. Tenemos que continuar, dadme solo unos minutos.

Mientras estaba en el suelo tocó con las yemas de los dedos esos musgos luminiscentes.

—¿Qué clase de planta es esta?

Cuando Michael lanzó al aire la pregunta acerca de aquel extraño musgo iridiscente, Meredith se acercó a estudiarlo con algo más de detenimiento. Pero solo pudo confirmar lo que ya había sabido: Nunca antes había visto u oído hablar de una planta como aquella.

– La verdad es que no lo sé, Michael. Pero… –dudó si exponerle a aquel hombre sus sentimientos, sobre todo por qué no casaban con la imagen de mujer estudiosa y razonable, pero lo cierto es que seguía sintiéndose muy desasosegada en aquel lugar–. Sinceramente, mejor terminamos cuanto antes con todo esto, si no te importa.

La enfermera echó un vistazo hacia atrás, deseando que Howard apareciera en el umbral de entrada de aquel túnel.

Los ojos de Norman se iban desencajando poco a poco conforme el abogado hablaba. El sonido de las balas entrando lentamente en el arma en el arma producían en aquel hombre maniatado un curioso tic que hacía que su ojo derecho se cerrara con cada clack.

- Yo... - Comenzó tembloroso - Yo, solo llevo dos días aquí. De verdad. Solo vigilo que, que no vengan extraños. Mierda mierda mierda - Norman se estaba poniendo nervioso, comenzaba a revolverse y a perder su atención hasta que Burton le devolvió a su actual situación. 

- Esta bien esta bien - Dijo con la mirada fija en el cañón del arma - Aquí destilamos alcohol para distribuirlo por la ciudad de forma clandestina. Les juro que no se nada más.... Se lo juro - La voz de aquel tipo tembló con su última frase a la par que rogaba con su mirada fija ahora en el gatillo.

Los mineros miraron nerviosos al agujero por el que habían bajado y enseguida a Michael y Meredith. 

- ¿Esperamos? - Dijo Will. 

- Esperemos un poco - Afirmó Daniel. - No deberíamos quedarnos solos aquí nadie. - ¿Está bien señor Thomas? - Daniel se acercó y observó la cura de emergencia que Meredith había aplicado a su compañero. 

- ¡¡ He oído algo !! - De repente Ramón se econtraba apuntando con su arma hacia una oscuridad tenuemente iluminada por su linterna. Hasta donde llegaba el haz de luz no había nada a la vista, y en el repentino silencio no hubo ningún ruido o susurro...

Howard le pidió a Norman la botella con el signo extraño.

—Entiendo...— dijo mientras la destapaba —Entonces no te importará darle un trago ¿no? Supongo que será vuestra mejor cosecha.

Acercó la botella a la boca del hombre.

—Total sólo es licor ¿verdad?

El hombre miró la botella que Howard le acercaba y sin pensarlo abrió la boca.

- Claro - dijo asintiendo. No podía cogerla, pues tenía las manos atadas, pero parecía dispuesto a beberse aquel bebedizo.