Partida Rol por web

—Seguid las órdenes del Capitán. Nos acercaremos aprovechando el desorden de l abatalla. Cuando él lo indique, atacaremos— aviso a mis subordinados.

Caminamos avanzando como podemos entre gritos, nubes de pólvora y la cada vez más cercana amenaza de los pepinos rusos cada vez más cerca. Y fin tenemos a esa pobre alma a tiro.

Cita:

—Ahora señores y por vuestras vidas, no falleis— aviso.

Cojo la pisto, la subo hasta que las mirillas se alinean con mis ojos, apunto y disparo.

—Apuntar al objetivo y disparar. No debemos fallar, no debemos dar un paso atrás— murmuro en medio del fragor de la batalla.

El alférez Muñoz se pone al lado del comandante Bernard y, tras musitar una plegaria, le apunta con la pistola y le descerraja un tiro en la sien, que da con el oficial en suelo, muerto antes de tocarlo.

Ortega remoloneó con poca diligencia, incorporándose el último al grupo. Maldita la gracia que le hacía matar tan innoblemente al bueno de Bernard. Y desde luego no iba a perder el culo por hacerlo. Además de que sus compañeros sin duda iban a encargarse de que el pobre Bernard cenara esa noche con el Diablo. Escupió violentamente sobre la tierra: -¿Por qué carajo no le habría tocado despachar a Oudin? ¡Pardiez! ¡jodida guerra! Aún así, desnudo sable y se preparó por si sus compañeros fallaban, saltar a rematar al moribundo gabacho. Eso sí, con toda la discreción del mundo.

Necesito saber si las reputaciones de tropa y demás dan algo al disparo o debería ser alguna en plan "Reputación como tirador"

Entiendo que el Catalejo no se aplica.

En cuanto escuché la orden del capitán detuve mis pasos, pues ya estaba lo suficiente cerca como para disparar así que apoyando bien mi fusil, me dispuse a volarle la cabeza a esos jodidos gabachos. Lo peor de todo, o lo mejor, es que en mi rostro se dibujaba la sonrisa de aquel que va a hacer por fin algo que lleva deseando muchísimo tiempo y es que no se podían ni imaginar cuántas veces había pensado en liarme a tiros con todos aquellos franceses que se creían los putos amos del mundo.

- Te vas a enterar tú ahora!

Sin pensármelo más que lo justo para apuntar disparé mi arma, confiando en mi puntería pues si no lo hacía yo no podría hacerlo nadie.

El disparo del fusilero Mínguez acierta al coronel Oudin, pero no es suficiente para acabar con él.

me muevo entre la filas hasta ponerme cerca del gabacho Bernard Oudin y en el barullo del momento le suelto un navajazo por detrás dirigido a los riñones:Se siente megsieu pero tu y el cabrón nos sobráis y nunca se ha echo una tortilla sin romper los huevos,

Pedro el Cordobés intenta clavarle la navaja al coronel, pero un encabritamiento inesperado de su caballo hace que falle.

Emilio siguiendo las órdenes avanza y cuando sus compañeros comienzan a disparar, se arrodilla y apunta con su rifle.

El sudor cae por su frente y no puede evitar resoplar debajo del pañuelo mojado.

Intenta sacar de su cabeza cualquier idea que no sea hacer explotar la cabeza del oficial franchute. Pero hasta sus propios latidos retumbando en sus sienes se vuelven contra él.

Por un momento tiene que cerrar los ojos ya llorosos debido al hollín, el humo y el sudor. Sabe que si falla su mejor opción será salir corriendo para cargar contra su objetivo antes de que él pueda responder, no le daría tiempo a cargar y volver a disparar.

Inspira y mantiene firme el percutor, como animándolo a que lance la bala contra su objetivo.

Expira y dispara.

El estruendo lo deja temporalmente cegado y totalmente sordo, aunque tampoco es que en el fragor de la batalla pudiera apercibir mucho más que ruidos de explosiones y gritos.

Cuando se pone en pie y mira en dirección donde esta su objetivo entre la voluta de humo que se empieza a dispersar...

No lo encuentra.

A la vez que el disapro de la pistola de Muñoz, Bernard recibe el impacto del fusil de Emilio, y cae al suelo muerto en el acto, sin hacer falta que Ortega utilice su arma.

El capitán García levanta su pistola y dispara al odiado coronel Oudin, pero el movimiento de su caballo hace que falle.

¡Maldita sea mi alma!, grita, frustrado. ¡Fuego, fuego, abatidlo, joder!

Vicente apunta con cuidado, y su disparo de mosquete acierta al coronel Oudin derribándole del caballo.

Está gravemente herido, pero no muerto.