Llueve, pero estáis acostumbrados a ésta. Con los primeros rayos de luz solar la tormenta amaina y llegáis al Viejo Molino, un punto intermedio entre el lago Zarovich, Vallaki y el castillo Ravenloft. El molino está muy deteriorado, sus aspas están rotas y las paredes quebradas y cubiertas de hiedra.
A medida que os acercáis el olor a empanada de pescado os llena. Habéis estado media noche caminando, completamente mojados, y ahora estáis cansados y con mucha hambre. Puede ser un buen lugar para descansar y comer un poco. Ignoráis quién vive dentro pero sea quién sea cocina la mar de bien.
1r día. 6AM
Entre escena y escena iré tirando 1d10. Dependiendo de si es noche o día pasarán unas cosas u otras.
Me hubiera encantado tomarme con más calma este viaje, pero mis preocupados e impacientes compañeros no han hecho posible tal cosa. Mi único logro fue conseguir hacerles entrar en razón para que siguiéramos el camino empedrado en lugar de ir campo a través.
La lluvia y la caminata nocturna me traen traumáticos recuerdos de otra noche igualmente tormentosa en compañía del halfling discapacitado, pero al menos esta vez no lo hacemos cruzando el bosque, sino por la calzada que lleva al lago.
Aprovecho el largo paseo para interesarme por cómo le han ido las cosas a Comida desde que nos vimos por última vez y preguntarle si ha tenido alguna noticia de Willow, del apuesto Theris o de la juerguista Rigel. También me acerco al señor Taar y al jovial gaitero enano para mostrarles mi sincera admiración por su valentía; yo jamás me hubiera atrevido a pedirle un pago al Señor de Barovia.
Sin embargo, a medida que las horas avanzan y la ropa se me va quedando pegada al cuerpo a causa de la lluvia, mi humor va disminuyendo y mis fuerzas, apagándose. Me duelen los pies, tengo hambre y estoy agotada de mirar hacia atrás para comprobar si el conde o sus guardias nos siguen.
Aurelio Breogán Cibrán avanzaba a pasitos pesados, con el mandoble arrastrando un surco húmedo en la tierra encharcada, como siempre. La gaita descansaba colgada a la espalda, bien protegida bajo el manto empapado, pues aunque el hombre podía soportar la lluvia, sus melodías no debían echarse a perder.
Cuando el olor a empanada de pescado llegó hasta sus narices, Aurelio se detuvo en seco y alzó el rostro al cielo, como si quisiera comprobar que no era una ilusión de la tormenta. Luego sonrió, leve, con esa calma propia de quien aprecia las cosas sencillas.
-Un molino roto, sin aspas ni harina… -murmuró, casi como si fuese un proverbio- pero que huele a gloria...
Sus ojos repasaron la construcción, la piedra cubierta de hiedra, la madera hinchada por la humedad, los ventanales a medio tapar. Aun así, el humo de la chimenea se alzaba recto hacia el cielo gris, y con él la promesa de calor y de pan. El juglar se giró hacia sus compañeros con un gesto lento, el mismo que usaba en las aldeas cuando, tras un largo camino, invitaba a descansar al abrigo de una taberna.
-Señores, mis tripas están ya componiendo una copla por sí solas. Y aunque el barón nos dio tres días, no dijo que no podíamos comer bien antes de cumplir la empresa.
Y avanzó primero hacia la puerta del molino, marcando con el arrastre metálico de su espada un compás extraño, mezcla de amenaza y de bienvenida. En sus labios se escapó un tarareo grave, una melodía de lluvia y hornos encendidos, como si quisiera conjurar buena fortuna antes de llamar.
- Emplearé un conjuro para detectar el mal en este molino o en sus cercanías. Comentó a sus compañeros de viaje para a continuación sacar su escudo, y hacer los gestos y palabras necesarias para convocar su conjuro. Seguidamente se acercó al molino con sigilo y mirando posibles emboscadas por alrededor.
Motivo: Sigilo
Tirada: 1d20
Resultado: 8(-3)=5 [8]
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+3)=18 [15]
Rurik va a emplear el conjuro de detectar el mal y después se acercara con precaución (sigilo y percepción).
Conjuros gastados nivel 1: 1/2.
CA: 14 + escudo +2= 16.
Rurik intenta acercarse sigilosamente pero un cuervo que se había posado encima de la puerta lo ve y grazna:
-¡Idos, idos!
El hechizo del clérigo sale de su mano y como si fuera una ola de energía invisible sacude la hierba y las paredes del molino durante un breve instante. Sea lo que sea que haya allí dentro no es nada salido del infierno ni devuelto a la vida por artes arcanas mas Rurik nota que algo extraño se esconde tras esas aspas que se caen a trozos. Lo que mora en ese edificio (si es que vive alguien) está vivo... sea eso bueno o malo.
- Hay algo vivo ahí dentro más el hechizo desde aquí no me deja ver si es bueno o malo. Comentó a sus compañeros sacando esta vez su martillo de guerra con la mano derecha... Y después intentó adentrarse en su interior sin hacer caso al cuervo. Por aquellas zonas descubiertas mirando si aquel ser se encontraba escondido en su interior.
Lanzo un largo suspiro. Siempre me ha exasperado la hipocresía de los santurrones. Aquellos que supuestamente solo viven para hacer el bien y cuya forma de demostrarlo es aplastando las cabezas de los que son más débiles que ellos.
Empapados y hambrientos, acudimos al molino en busca de una hospitalidad que solo deberíamos poder suplicar, pero que algunos se creen con derecho a exigir por la fuerza de las armas. Seguramente porque toda su vida llevan haciéndolo así, imponiendo sus deseos a la libertad de los demás.
Por supuesto, los monstruos temibles somos siempre el resto. Las mujeres, los extranjeros, los que tenemos creencias distintas a las suyas... Nosotros somos el peligro a erradicar y ellos la luz de la justicia siempre presta a masacrarnos heroicamente. Con mejores armas y en superioridad numérica, a poder ser, mientras se les llena la boca de palabras como "valentía" y "honor" cuyo significado jamás han conocido y cuyos valores jamás han representado.
Me siento en una piedra y espero a que el virtuoso monaguillo enano robe para nosotros la empanada de pescado y nos traiga los sesos del criminal que ha tenido la osadía de prepararla para que podamos hacernos una tortilla con ellos.
Aunque, si un simple cuervo le ha asustado hasta el punto de obligarle a empuñar su martillo, no quiero ni pensar en cómo manchará sus calzones cuando se tope con el cocinero.