Partida Rol por web

Ufff,... Zelata pero que desayunas. Tranquila compañera a esta gata Zamoriana aun le quedan seis vidas, pero algo remojadas. 

Viendo que sus compañeros se ponian manos a la obra, la ladrona no se quedó atrás. 

Iona entró en la habitación con el macabro esqueleto y su escaso vello en punta. No le gustaba para nada meterse en otra pequeña estancia, pero ese era su oficio por el que había nacido.

Con toda cautela, buscando resortes o baldosas desencajadas, como indicio de una posible trampa. La ladrona se dirigió hacía el escritorio ya que los pergaminos eran cosa de Wrong.

Cuando Talitha vió a Iona esbozó una sonrisa y recuperó la esperanza que había perdido hacía rato. Miró a todos sus compañeros, que habían cooperado de manera diestra para salvar a un miembro más del grupo. Había estado muy asustada, morir ahogada, en mitad de una ciudad perdida, era un destino que no le deseaba ni a una ladrona, y menos a su compañera...pero ahora había recuperado la calma y creía que entre todos podían conseguirlo...si tenían cuidado.

Pasó al lado de Iona y le acarició el hombro mientras asentía con el rostro y la sonreía. Se alegraba de que estuviera bien, pero no dijo nada. Siguió caminando hacia la estancia después de los demás, alumbrando con la lámpara...

Iona se fijó en lo que no eran ni el escritorio ni los pergaminos, al fin y al cabo, sus compañeros ya estaban en ellos. Revisó la sala completamente. Una vez hecho esto, se acercó al escritorio para ver qué encontraban sus amigos, y ojeó algún pergamino para saber de qué se trataban.

Después de toda la tensión Ulfner se acerca corriendo hacia la Zamoria y la da un fuerte abrazo.

-No puedes darnos esos sustos. Si mueres, ¿quién abrirá las puertas o a quién le tendremos que pagar las rondas en las tabernas o sus deudas de juego?

Una vez seguro de que su compañera estaba bien el guerrero del norte entra en la habitación y decide echarle una mano a Zelata en el escritorio.

-Parece que alguien hace mucho que no come- dijo en un tono que intentaba sonar relajado mientra toqueteaba el antiguo mueble-

Zelata es la primera en cruzar la puerta y en empezar a rebuscar con cautela por el escritorio. Por suerte para todos ellos la luz que arrojaba la linterna de Talitha era suficiente para iluminar toda la estancia bastante bien. Estaban tocando todo el escritorio cuando Ulfner se da cuenta de que algo brilla entre las costillas del esquelético sacerdote. Extiende su mano y saca de entre los vetustos huesos una llave, parece de plata, colgada de una cadena. Va recubierta de letras que rápidamente lee Rong y que conforman la palabra culpa en el antiguo idioma de esta gente. Iona por su parte determina que ninguna trampa hay entre los cajones del escritorio, ni en su área circundante, la zona está limpia. Talitha, por otro lado, encuentra una cosa curiosa en un pequeño arcón arrinconado entre la estantería de la izquierda al fondo y la pared. No está cerrado, es grande y de piedra labrada, dentro, tras retirar varios trapos viejos, que antaño serían vestiduras, encuentra un cofre hierro, cerrado con llave, que que mide unos 30 cm de largo por 15 de ancho. Rong ojea las estanterías, pero algo curioso pasa, según pone sus manos en los pergaminos estos se volatilizan en el acto, parece ser que son tan antiguos que el simple roce les destruye para siempre, llevándose consigo todos los secretos que guardasen. Todos salvo uno...

En cuanto toca el pergamino ya se da cuenta de que no es nada como haya visto entonces. El solo roce con su rugosa superficie de cuero le hace estremecerse con una sensación que sale de lo más profundo de su ser, mas no puede evitar extenderle y escudriñarle ávidamente a la luz de la linterna que tan conveniéntemtente tiene encendida la nómada. Su texto claramente es diferente a lo que ha visto hasta ahora y tendrá que estudiarlo en profundidad si quiere saber que misterios guarda...

Rong, en cuanto le ve mejor, determina rápidamente que ese hombre debía ser el jefe del edificio. De hecho se da cuenta de una cosa. Por la manufactura de su túnica, que le cruza el pecho dejándole un hombro descubierto, y por un apenas perceptible bordado con hilo rojo en los bordes de la misma que conforman continuamente una especie de salmos, el sabio diría que se trata de un especialista religioso de alto rango. 

Talitha se enfrasca en observar ese cofre cuando de repente algo atrapa a su oído. Un ligero zumbido rítmico parece provenir de algún lado de toda aquella megaconstrucción. 

-Bum... bum. Bum... bum. Bum... bum-

Hasta ahora no había reparado en ello, mas una vez escuchado no puede dejar de oírlo constantemente en su cabeza... Aunque le pone nerviosa consigue controlar su corazón y centrarse en lo que ahora le ocupaba. 

Al tocar alguno de los pergaminos, estos se deshacen como si fueran ceniza, la oscuridad y baja temperatura de esta cámara sellada los ha mantenido suspendidos en el tiempo, pero al parecer la humedad hizo efecto en ellos, degradando su estructura hasta dejar un frágil esqueleto de papel imposible de manipular.

Mientras el sabio busca en la estantería, empieza a elucubrar sobre el cadáver, sonriendo entre dientes por al broma de Ulfner.

-Sin duda se trataba de un líder religioso, probablemente el jefe de este lugar, esta biblioteca era un lugar de culto y de búsqueda de conocimiento por igual, al parecer… ¿Pero culto a que…? - Rong Wei sigue rumiando mientras toca cuidadosamente los extremos de todos los pergaminos para ver si alguna mantiene mejor su integridad – En cuanto a la llave, por la inscripción que posee, creo que sin duda abrirá la puerta de la sala central. Podemos volver a ella o podemos explorar el extremo occidental, parece que las alas laterales estaban destinados a la vida cuotidiana de los habitantes de este lugar, quizás encontremos algo útil allí… Y puede que alguien se de otro chapuzón…- Tras pronunciar la última broma, Rong se siente algo culpable, la tensión de los últimos acontecimientos ha sido extrema, pero no puede evitar quitarle importancia para volver a la normalidad. De pronto, su mano toca un pergamino que tiene un tacto distinto, correoso y coriáceo, que al desenrollarlo muestra una espeluznante imagen y unas inscripciones de una naturaleza desconocida para él.

- Aquí hay algo… Talitha, acércame la luz, por favor -

Se acerca al escritorio y extiende el rollo para que todos lo vea y poder examinarlo mejor. Sacándo sus notas y el libro rojo para consultar cualquier hallazgo interesante.

Con un simple vistazo, no hace falta más, Rong ve claramente que no tiene nada que ver lo que pone en la túnica, que está escrito en el lenguaje que ya se está acostumbrando a leer, el lenguaje que usaba está gente, por lo menos para escribir... El pergamino es una locura absoluta. No se parece a nada que hayas visto nunca, la letra es totalmente desconocida y no parece tener relación ninguna con la lengua korsulita. Aunque... una vez escuchó algo sobre un libro, un libro que habla de los secretos del más allá... de los misterios del universo y de las estrellas y de los muertos... Nictosnomicón, el libro de los secretos de la noche. Tendrá que dedicarle varías sesiones de estudio y rebuscar en archivos y bibliotecas para descubrir más sobre ello.

En la túnica solo hay una frase repetida una y otra vez.

-La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido...

El mantra se repite por todo el reborde cosido en hilo rojo. 

Rong estudia ambas inscripciones rascándose el mentón.

-Mmmmm… La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido... – Dice leyendo los salmos bordados en rojo que adornan la túnica del cadáver. Después enrolla de nuevo el pergamino de cuero y se gira hacia sus compañeros. – El pergamino es indescifrable para mí en estos momentos, es antiguo, sin duda, y creo que puede darnos pistas sobre secretos más profundos que la más recóndita de las salas de esta biblioteca. Tendré que dedicarle estudio más adelante… Pero para ello debemos lograr salir de aquí. Mi consejo es que inspeccionemos el ala oeste, en busca de todo lo que pueda garantizar nuestra supervivencia antes de adentrarnos de lleno en la zona más protegida-

Para apoyar su propuesta, el sabio dibuja rápidamente un mapa esquemático en una de las hojas de su cuaderno.

​Mmmm.... pero que ve mis ojos Talitha. Un cofre metálico y cerradito. Seguro que hay algo de valor en su interior, sino porque ponerle un cerrojo? ​Mirando aquel recipiente con una mirada de pura lascivia

Préstamelo amiga y verás como en un santiamén hago saltar el cerrojo. ​Con el permiso de la nómada, Iona se dedicó a lo que mejor se le daba.

M​​ientras si queréis echadle un vistazo a los cajones del escritorio, estad tranquilos he escudriñado toda la habitación y no hay más trampas.

Con el cofre en sus manos, primero inspeccionó el cerrojo por si hubiese alguna trampilla contra el "amigo de lo ajeno".

​

Ulfner se presta rápidamente a escarbar en los cajones del escritorio siguiendo las instrucciones de Iona, experta en expolios.

Pero para ello debemos lograr salir de aquí. Mi consejo es que inspeccionemos el ala oeste, en busca de todo lo que pueda garantizar nuestra supervivencia antes de adentrarnos de lleno en la zona más protegida

-Como quieras…- Dice mientras rebusca detenidamente algo  que parezca de valor.

- Bien visto, Ulfner. Eh, Iona, tal vez puedas probar a abrir el cofre con esto. - elogió Zelata al guerrero cuando este encontró la llave. Iba a comentar algo a los demás cuando Rong comenzó a darles una perorata sobre el miedo, seguramente a causa del siniestro dibujo que había extendido sobre la mesa. - No les culpo. Si yo me hubiera encontrado con esa cosa enorme de ocho patas, también habría tenido miedo. - comentó descuidadamente para llamar su atención.

- Escuchad, este sitio me da escalofríos, aquí solo hay polvo y piedras, y si la cosa de ese dibujo existe de verdad prefiero que nos vayamos cuanto antes mejor. Creo que si tenemos la llave correcta deberíamos ir directamente a la biblioteca e irnos de inmediato con la estatua que buscaba el viejo sabio. -

Talitha sintió un escalofrío que le recorrió la columna al observar el dibujo del pergamino que había encontrado Rong cuando se acercó a alumbrarle. Incluso sintió que la luz de la linterna quiso huir por un momento y apagarse.

Iona le sacó del trance

- Toma Iona, cuidado, podría tener otra trampa...- Dice mientras le pasaba el cofre a la ladrona.

Según sus compañeros hablaban del miedo y de los símbolos, Talitha comenzó a obsesionarse más, y de pronto se dio cuenta de algo...

- ¿Alguien más oye eso? Hay un sonido...que proviene de algún lado...bum...bum...bum...

Talitha observó la situación y se preparó.

Al ver a la nómada ponerse alerta como el astuto fenec del desierto al escuchar algún sonido, Rong Wei ase su bastón, desconcertado. Él no había escuchado nada.

-¿Qué ocurre, Talitha?- El sabio aguza su oído intentando descubrir que inquieta a la muchacha. No sabe a que atenerse, desconoce lo que la asusta, eso lo asusta, y el peor de los temores es el miedo a lo desconocido.

La ladrona revisa la caja de arriba a abajo. No, parece que no tiene mecanismo o trampa alguna. Procede a abrir la cerradura con sus ganzúas, mas la cerradura se le resiste y no cede ante sus embites. La llave que le pasa Zelata no consigue tampoco abrir la cerradura del cofre dejando dentro de sí los secretos que pueda guardar. Ulfner rebusca en los pocos cajones que tiene el escritorio encontrando solamente polvo y más polvo. Tanto Rong como Talitha se quedan muy callados buscando el sonido sobre el que ha hablado la nómada. Llegan a ver como la mujer del desierto abandona la sala como si buscara algo.

Rong pone su oído a trabajar buscando cualquier nota, cualquier tono, cualquier sonido que pudiese parecerse a lo que le ha comentado la nómada. Y no oye nada. La oscuridad que les envuelve se traduce también en un vacío total de ruido alguno. Buscando una vez más en su cerebro y en los archivos de su memoria, intentando recordar algo que le remita al oscuro ser que aparece dibujado en el pergamino solo puede llegar a una conclusión. Ese tipo de representaciones, ese tipo de seres tan extraños suelen ser concreciones hechas por humanos que intentan comprender a seres venidos de más allá, a seres que, como el Yaggita, vienen de la incomensurable y fría extensión del vacío cósmico...

La mujer del desierto escucha con gran atención, afina su agudo oído, y sigue oyendo ese rítmico sonido con la misma intensidad que antes.

-Bum bum...Bum bum... Bum bum...-

Busca el origen y podría decir que tendrían que retroceder para encontrar su origen. Si sale del despacho lo oye un poco mejor, y si se acerca al pasillo que ha dado a este conjunto de salas lo oye un poco mejor aún...

La ladrona no pudo abrir aquella cajita, los Dioses no estaban de su lado ya que últimamente se le resistían todas las cerraduras. Tras varios improperios la ladrona prestó atención a la advertencia de Talitha.

​Mmm, de que rayos estás hablando... viendo como salía de la habitación la nómada.

Iona siguió a su compañera hasta la siguiente habitación de los Dormitorios, pero sólo entrar buscó unas sombras donde guarecerse y probar suerte de nuevo con al testarudo cofrecillo.

Al ver que sus amigos seguían caminando por aquellos pasillos, la ladrona no famosa por su gran valor decidió seguirlos.

Dadme un respiro chicos, a ver si puedo abrir el dichoso cofrecillo.

La advertencia de Talitha sobre un ruido pone en alerta a Zelata, que desenfunda su escudo con la mano izquierda; normalmente habría tenido más confianza usando su espadón, pero mientras no pudiera ver de donde venía el peligro ningún arma le ayudaría.

- Talitha, no te separes. - le advirtió la guerrera cuando salió de la habitación, siguiéndola hasta el marco de la entrada. - Rong, Ulfner... - iba a llamar también la atención de Iona, pero estaba tan concentrada en su cofre que lo dio por imposible y continuó - si hay algo aquí, mejor que no nos encuentre encerrados como ratas. Vayamos al menos hasta la encrucijada y probemos a abrir la puerta de antes. -

Talitha iba la primera, mirando dónde pisaba en todo momento, pero concentrada en el sonido. De vez en cuando esperaba un poco a sus compañeros, pero luego seguía con ánimo, como si temiera que el ruido cesara en algún momento y ya no pudiera saber de dónde procedía.