Partida Rol por web

La tormenta de arena

I. Un tesoro bajo las arenas

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10/09/2015, 11:56
Eugène Descoteaux
Sólo para el director

Descoteaux escuchaba con sumo respeto al cardenal, y cuando mencionó la constelación de Tauro no pudo más que aumentar su curiosidad por los sucesos entorno al padre Dugin

-¿La constelación de Tauro? ¿Cuál es su significado y por qué se mencionaba tan constantemente, monseñor? - preguntó el capellán, ansioso por arrancar más información de su superior eclesiástico.

- Tiradas (1)
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10/09/2015, 15:00
Luc Van Haal

El flamenco desconocía a ciencia cierta por qué Dugin hizo tanto hincapié en la constelación antes mencionada, y verdaderamente poco le importaba.

- Desconozco los detalles, hermano. Pero lo que sí tengo claro, es que todos esos cálculos estériles, los balbuceos sacrílegos que allí se escribían, son únicamente pruebas irrefutables de que el mal había alcanzado al padre Dugin, y por lo tanto... ¡¡Debemos purificar su alma extirpando el ser demoníaco que lo tuviera preso!!.- Sentenció el cardenal mientras se levantaba pesadamente del butacón y marchaba de la tienda. Antes de salir, se giró para añadir:

- Con un poco de suerte, los mamelucos o el desierto habrán hecho nuestro trabajo. No hay sitio para herejes en el Reino de los Cielos...- Acto seguido, prosiguió su camino saliendo de allí. 

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10/09/2015, 20:43
Guardián

Poco a poco fueron transcurriendo las horas. El campamento en el que se habría que hacer noche, estaba perfectamente dispuesto y los centinelas ocupaban sus posiciones. Todo parecía estar encaminado para dar paso al descanso y aguardar el nacimiento del nuevo día. La marcha durante la mañana y la tarde había sido demasiado dura, tan dura que había obligado al general Murat a tomar la decisión de abandonar a su suerte a aquellos que se hallaban más débiles. La misión estaba clara y cualquier efecto distractor podía comprometer el objetivo vital de aquella campaña.

Todo estaba en silencio. Las noches en el desierto de Egipto gozaban de una belleza difícil de describir. Parecía increíble que un ambiente tan adverso y hostil, albergara tanta hermosura cuando el sol caía y la oscuridad lo invadía todo.

De repente, la voz de alarma quebró la quietud y el silencio. Varios mosquetes se descerrajaron y el consecuente nerviosismo y griterío se hizo patente en la expedición. 

¡¿Tal vez eran los mamelucos?!

Uno tras otro, los soldados de infantería y caballería fueron saliendo de sus tiendas con las ropas mínimas que les permitían combatir manteniendo intacto su honor. Intentaban formar líneas de tiro en formación de cuadrado. Si era el enmigo el que se les venía encima, era la mejor solución. 

Duvaquel daba órdenes a diestro y siniestro, intentando conformar una buena estructura de combate, mientras Murat, aun vestido con sus galas de general montaba su caballo con el sable desenvainado.

¿Había llegado la hora de luchar?

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11/09/2015, 10:33
Abeillut Sadar

Abeillut descansaba apaciblemente en su tienda cuando el sonido de los mosquetes irrumpió en sus sueños. La tensión acumulada en los últimos días, sumada al agotamiento por la marcha (que incluso al bereber azotaba), había sumido a Sadar en un profundo sueño del que no habría querido despertar tan pronto. Empero, el rugido de la pólvora pronto aguzó sus sentidos y tensó sus músculos, y acudió presta su mano a amarrar el mango de su flissa, y saltaron ágiles sus piernas para llevarle directo al frente de batalla, fuera donde fuese que acontecía este. Abeillut llevaba demasiado tiempo esperando el momento en que pudiera hendir el acero en carne turca, así se fueran al infierno aquellos falsos adoradores del profeta. Como formaba parte de las avanzadillas, no tenía un puesto asignado en las filas napoleónicas, pero llegado el momento del combate confiaba en poder participar, quizá cayéndole encima a algún grupúsculo enemigo por la espalda, o bien alcanzando alguna pieza de artillería aislada y desarbolándola.

- ¡Capitién! - gritó, al salir de su tienda - ¡Capitién, los tiurcos!

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11/09/2015, 12:36
Jean-Baptiste Lacroix

EL teniente aun no se había dormido. Estaba en su tienda, sentado en una silla y fumando de su pipa. No le gustaba nada haber dejado atrás a algunos de sus chicos, y menos aun, que la enfermedad pudiera estar acechándolos...

Sabia que si se tumbaba, pasaría horas dándole vueltas a las cosas, así que se relajaba, fumando la pipa hasta que sus conversaciones interiores parasen.

Entonces escucho el movimiento, los mosquetes activándose, los gritos.

Cogió las armas y salio corriendo de la tienda. Afuera Gerrard llegaba corriendo con sus caballos. Lacroix subió al suyo y se encamino hacia donde empezaba a formar el ejercito.

Vamos chicos, no tenemos tiempo que perder! Aaron a la derecha! Bastian, a la izquierda! Gerrard ese estandarte bien alto! Que vean estos perros infieles quienes son los que les llevaran de vuelta a sus madrigueras bajo las arenas!

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11/09/2015, 15:12
Jean-Pierre Barraud

Tras una nueva jornada de marcha por el desierto los hombres estaban exhaustos. Con los pies doloridos y el ánimo por los suelos, lo único que deseaban era descansar y dejar atrás el cansancio y el horror de ver a los compañeros abandonados a su suerte.
Barraud se encontraba en el interior de su tienda, pero no podía dormir. Estaba furioso; en muchas ocasiones había sido testigo de cómo la crueldad humana hacía acto de presencia, dominando la voluntad de los hombres, pero lo que había ocurrido frente a sus propias narices...

De repente, el silencio y la paz de la noche fueron rotos por una voz de alarma.
- Genial- Pensó Jean-Pierre con amargura.
Rápidamente y con gesto mecánico se calzó las botas y echó mano al mosquete y a la bolsita de municiones, pues siempre los tenía junto al lecho. No tuvo tiempo para coger nada más, salió al exterior y allí ya se encontraba el Coronel impartiendo las primeras órdenes apresuradas. Con diligencia, se cuadró momentáneamente ante su superior para indicarle que estaba listo para la acción y comenzó a repartir los mandatos de Duvaquel entre sus propios hombres para mantener la formación y aguantar ante lo que fuese que había hecho dar la alarma.

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13/09/2015, 22:13
Julien Duvaquel

- ¡¡Rápido señores!! ¡¡Formen para prestar batalla al enemigo!! ¡¡Recuerden que luchan por la Gloria de Francia y de su Directorio!!- Arengaba el coronel Duvaquel de infantería con su pistola de chispa cargada y su sable desenvainado. Los soldados corrían de un lado a otro intentando llegar a sus posiciones, mientras los civiles que viajaban en la expedición se quedaban en el interior del improvisado cuadrado que los soldados formaban. 

El nerviosismo se hacía patente... ¡¿Cómo podían haber sido sorprendido por esos mamelucos?!

De repente, tras la loma de arena que descendía hasta la orilla del río, un montón de siluetas emergieron al tiempo que comenzaban a descender hacia el campamento. Corrían a oscuras con total determinación en busca del choque frontal 

- ¡¡Primera y segunda línea de Instigateurs, carguen y apunten!! ¡¡Tercera y cuarta línea, calen bayonetas!!- vociferaba el veterano militar, templado en decenas de batallas. Duvaquel era rancio en sus creencias, a veces incluso un ser despiadado, pero estaba claro que su oficio lo sabía hacer... Y valor no le faltaba.

Notas de juego

Instigateurs: apodo con el que se conoce al Quinto Regimiento de fusileros.

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14/09/2015, 11:23
Eugène Descoteaux

Tras la alarma, el capellán había salido de su tienda intrigado sujetando firmemente la cruz de madera que colgaba de su pecho, casi como si de un instinto natural se tratara. El eclesiástico nunca había estado en una batalla militar, y tal situación le horrorizaba, sobretodo porque él no tenía ninguna noción de combate para defenderse y solo contaba con la Fe en Dios como única protección, algo que seguramente resultaría inútil contra los atacantes, probablemente árabes, con los que se enfrentaría la expedición gala.

-  Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum....- empezó a susurrar el capellán, mientras se mantenía junto a los demás civiles.

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14/09/2015, 18:57
Dominique Vivant

Me encuentro disfrutando del frescor de las primeras horas nocturnas, observando la luna sobre la arena...

Oh... Qué bello espectáculo poder ver como se derraman las lágrimas de luna sobre la arena... Arena de plata...

Cuando los disparos destruyen el encanto... Y mi copa de vino casi se me cae de las manos.

Oh! Sacre Bleau! Los enemigos! Oh, mon Dieu! No puede ser... ¿Tan pronto?

Por lo que me apresuro a entrar en la tienda y poner a buen recaudo los documentos que me confió Napoleón, junto al resto de mis objetos personales... Seguramente serían moros sedientos de botín y mi tienda podía ser un blanco jugoso... Por lo que si tenía que dejarla de forma apresurada no iba a dejarles nada... Bueno, estaban mis borgoñas, pero por fortuna a esos mahometanos no les está permitido beber vino.

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15/09/2015, 17:21
Guardián

Duvaquel dio la orden de abrir fuego y los mosquetes rugieron como un animal enfurecido, mientras desprendían sus refulgentes fogonazos en la oscuridad de la noche. Los proyectiles de plomo salieron despedidos entre siseos mientras iban a buscar a sus objetivos. Pocos fueron los enemigos que cayeron tras la primera ráfaga, pero acto seguido, la segunda línea se aprestó para disparar e hicieron bramar sus armas. En esta ocasión, aquellas siluetas que se acercaban, recibieron más impactos, pues lógicamente estaban mucho más cerca de las fuerzas galas. 

- ¡¡Tercera y cuarta líneaaaa!!... ¡¡Fuegoooooooo!!- Nuevamente los pequeños chasquidos de la pólvora, iluminaron la escena con la macabra luz de la muerte. El número de bajas aumentó considerablemente, pues los que cargaban se situaban en la distancia en el que los mosquetes se volvían más letales. Los enemigos caían amontonándose a unos treinta metros de la formación. El fuego francés era altamente efectivo.

Légion Plomb... ¡¡Fuego desde el flanco!!- Gritó Murat desde su caballo alentando al Tercer Regimiento de fusileros, entre los que se hallaba el sargento Barraud. La pólvora volvió a inundar nuevamente el improvisado campo de batalla con su blanca humareda, mientras los lamentos de los alcanzados por las esféricas balas de las armas resonaban en la noche.

Una tras otra, las filas de fusileros sembraron las arenas del desierto de sangre y muerte. En la parte final del combate, el Quinto Pelotón de dragones realizó una carga sable en ristre, que acabó de sofocar a la fuerza enemiga. Tras unos intenso minutos, las fuerzas napoleónicas habían conseguido vencer a un numeroso enemigo.

Los gritos de dolor de los heridos, contrastaban con el jolgorio que se vivía entre las líneas de tiro de la infantería, pero de repente, mientras revisaban la zona donde se amontonaban los caídos en busca de prisioneros que interrogar, un dato escalofriante heló la sangre de los que allí habían luchado...

Eran mamelucos, eso estaba claro, pero ninguno llevaba armas. Corrían despavoridos y desarmados para enfrentarse al ejército que quería dominar Europa...

Después de confirmar que ninguno de aquellos sarracenos portaba armas, los pocos heridos supervivientes, balbuceaban entre gritos palabras ininteligibles en su endemoniado idioma...

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15/09/2015, 22:45
Dr. Emelien Leblanc

Me mantengo en la tienda más que ningún otro, pero de ninguna manera voy a salir sin haberme vestido antes. Cuando salgo, lo hago entre el ruido de los disparos, y me acerco hacia la línea de soldados más cercana, con mi maletín en la mano, en busca de heridos fruto de la refriega.

La sorpresa de no encontrar heridos entre los soldados franceses, se ve confirmada cuando las primeras voces nos informan de que el supuesto enemigo esta desarmado. Sin dudar un instante y guiado por mi juramento hipocrático corro hacia los supervivientes del tiroteo, evaluando rápidamente aquellos que requieren una intervención urgente de aquellos que están más allá de mis habilidades.

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16/09/2015, 12:59
Jean-Baptiste Lacroix

Una vez terminada la batalla la masacre el teniente pasea por el campo de batalla encima de su caballo. Sacrebleu! iban desarmados... solo...solo estaban huyendo de alguien...o algo.

Finalmente el teniente baja de su caballo, Gerrard acompañame, Aaron! Ayudad al doctor a encontrar supervivientes!

Abeillut! Ven aquí! Necesito saber que están diciendo...de que huían. Y junto con Gerrard, se pone a buscar supervivientes mientras espera al guía.

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16/09/2015, 14:27
Jean-Pierre Barraud

Tras varias descargas de plomo y pólvora, se escuchó la voz de alto el fuego. Todo había pasado en apenas unos instantes. Instantes que, por supuesto se hicieron eternos para aquellos que se encontraban en las primeras filas de combatientes. Pero con todo, Barraud se sorprendió por lo fugaz del enfrentamiento.
Momentos después corrió la voz de que la contienda se había saldado sin bajas en el bando francés, noticia que propició los vítores y exclamaciones de todos los hombres allí reunidos.
Sin embargo, muy pronto se supo lo que de verdad había ocurrido: los atacantes no venían armados. Entre los hombres se comenzó a hablar de que aquellos desdichados tal vez estuviesen huyendo de algo o alguien.

Aquello no le gustaba en absoluto a Barraud. Se le ocurrían dos opciones: o aquellos hombres venían buscando auxilio y se encontraron cara a cara con la muerte (terrible eventualidad se mire como se mire); o bien se trataba de una treta del enemigo. No hay nada más sencillo que vencer a un ejército cuando éste se cree seguro en su victoria.
Buscó con la mirada al Coronel Duvaquel y cuando lo encontró se encaminó con paso decidido hacia su posición para comentarle sus temores.

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19/09/2015, 18:05
Guardián

La refriega había finalizado. Los hombres volvían a replegarse, pero la noticia de que no portaban armas hizo que la gran mayoría se inquietara. Lacroix se acercó junto a un escamote de hombres en busca de supervivientes con capacidad de hablar. Varios eran los mamelucos que se retorcían por el suelo a causa de las heridas sufridas. El Dr. Leblanc, intentaba futilmente salvar la vida de algunos de ellos, pero sus heridas eran demasiado graves, con lo que se vio obligado a seleccionar cuáles debían recibir sus cuidados. Por contra, Duvaquel intercambió unas palabras con Barraud. El sargento expresó sus sospechas o temores -según como se quisiera interpretar- bajo la atenta mirada del General Murat.

- GARDER LA POSITION!!- gritó el caballero sobre su corcel a las tropas. El riesgo de un nuevo ataque, no era una posibilidad a desdeñar.

Finalmente, mientras los hombres se mantenían aún en sus posiciones, Jean-Baptiste halló un turco levemente herido. Emelien se acercó hasta allí y pudo determinar que simplemente tenía un rasguño en el muslo. A buen seguro que sobreviviría. A pesar del liviano rasguño que presentaba, el mameluco gritaba histérico aporreando a todo aquel que se acercara hasta él. Parecía ido, atrapado en un estado crónico de locura mientras gritaba y balbuceaba frases en su enrevesado idioma. 

Abeillut, que marchaba junto a Lacroix, intentó razonar con el turco. Aunque ambos hablaban árabe, el dialecto del mameluco y del bereber no eran idénticos, con lo que el guía nativo tuvo que esforzarse sobremanera para conseguir entender el hilo de lo que aquel pobre hombre intentaba expresar. Aquel grado de histeria resultaba cuanto menos inquietante...

- Dicie quie nos guardiemos de la tormenta señior- afirmó con el rostro perturbado el bereber. - Dicie que hay algo en esa tormenta... Algo tierrible...

Tras varios minutos de tensión, el teniente volvió hacia el centro de la formación. Allí aguardaba Murat, su aledaños y los civiles. El teniente no dudó en informar de qué era lo que había provocado aquella carga suicida o más bien estampida. 

Un enfermizo rumor comenzó a propagarse entre las filas de los soldados, pero Murat cortó aquellas ideas fantasmagóricas de un plumazo.

- ¡¡Caballeros!! Somos el ejército de Francia. Soldados del mejor ejército del mundo... ¡¡Nada detendrá nuestro avance, porque eso es lo que Francia espera de nosotros!! ¡¡Hoy hemos cosechado una rotunda victoria!! ¡¡Y mañana continuaremos nuestro camino!! ¡¡Rompan filas y descansen!!

Y tras esto, el general marchó con su caballo hasta su tienda. Ni tan siquiera valoró la posibilidad de las fantasiosas ideas que le acababan de comunicar.

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Últimas interpretaciones y posts porque voy a cerrar la escena.

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19/09/2015, 18:25
Abeillut Sadar

No había habido gloria, ni siquiera una batalla digna de tal nombre. Abeillut sostuvo con rabia la flissa sin que esta llegar a mellar la carne de ningún turco. Tampoco habría hallado satisfacción en ello, pues aquellos hombres iban desarmados. Tras acercarse a hablar con un superviviente, logró sonsacarle una explicación mal dada sobre la causa de su locura: una tormenta de arena, la misma que viera antes de partir aquella expedición. Sin éxito había tratado de advertir a aquellos franceses ignorantes del peligro que tal podía suponer, y de nada serviría, seguro estaba, tratar de convencerles de nuevo.

- Frianseses locos. - dijo, en su pobre francés, para quienes pudieran oirle, que no eran muchos - Ignioran las señales del diesierto, pero pronto lo lamentarián, sí. Y yo también.

Tras esto, se retiró a su tienda, agotado por la tensión acumulada y no liberada, y por la interrupción del sueño. Quizá el día siguiente les deparase algo mejor.

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19/09/2015, 18:36
Jean-Pierre Barraud

Al final resultó ser su primera opción. Y, francamente, se trataba de la peor.
Barraud se encaminó hacia su tienda para descansar, pero sabía que no lograría tal descanso.
Durante el corto trayecto se cruzó con otros camaradas que se disponían a su vez a reposar un poco después de la breve batalla. Pensó: - Alégrense señores. Para esto han venido al fin y al cabo. A robar vidas en nombre de Francia. ¿Qué más da quien sea el enemigo y de qué armamento disponga?
Con tristeza, Jean-Pierre entró en su tienda y se descalzó antes de sentarse en el suelo sobre su manta.
En contra de lo que pensaba, el sueño acudió a su encuentro y durmió profundamente. Su último pensamiento fue sobre las palabras de Murat. Se había referido a la masacre como "rotunda victoria"; quizá esa era la verdadera maquinaria bélica de la que disponían: autómatas carentes de emociones con un arma ensamblada en las manos.

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20/09/2015, 15:16
Dominique Vivant

Una vez que todo ha pasado me acerco hasta el campo de batalla... Un montón de mamelucos lanzándose a una muerte segura, sin armas, sin esperanza... Y todo aquello de la tormenta... era como si algo viajara en ella... Algo capaz de lanzar a todos esos buenos guerreros contra las armas enemigas, buscando la muerte.

Qué cosas curiosas empujan a hacer las supersticiones... Pobres gentes ignorantes que no conocen el racionalismo...

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21/09/2015, 12:27
Jean-Baptiste Lacroix

El teniente volvió a su tienda ensimismado en sus pensamientos. Y tenia mucho en lo que pensar. Murat no había hecho caso de las advertencias de la tormenta de arena. Era cierto que las supersticiones no tenían fundamento, pero era la segunda vez que oía hablar de la tormenta. Se quito las botas y luego se tumbo en la cama. Y si hay algo de cierto en la tormenta, y si la superstición se refiere a un hecho cierto? No tiene que tener nada de sobrenatural, pero quizá si que se avecina una gran tormenta que puede arrasar el campamento...

Luego recordó las caras de los moribundos. Esas caras, eran de autentico terror, que les daba tanto miedo que prefirieron venir a morir sin armas delante de sus enemigos? A sido una masacre...

Lacroix no tenia dudas, de que esta noche no iba a dormir bien...

 

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22/09/2015, 13:43
Guardián

Uno tras otro, los integrantes de aquella expedición se fueron retirando a sus respectivas tiendas y zonas de descanso. Una patrulla de soldados se encargaron de apilar a los cadáveres. Entre ellos, hallaron a algunos del propio ejército francés que habían estado apostados en sus posiciones de vigía. A pesar de estar desarmados, aquellos mamelucos se abalanzaron sobre aquellos soldados y los golpearon hasta matarlos, haciendo caso omiso de sus advertencias antes de abrir fuego.

La noche se hizo demasiado dura, pues el día así lo había dictaminado. Muchas cosas habían pasado, y el temor de enfrentarse a algo desconocido e incomprensible más allá de los sables y lanzas de los turcos, hacía mella en la moral de los hombres que habían visto abandonar a los suyos en una tienda a su propia suerte y luego aquella demostración de locura suicida.

¡¿Qué secretos podía contener una tormenta de arena?! De sobras era conocido que podían ser tan peligrosas como letales, pero de ahí a chocar frontalmente con un ejército perfectamente armado, existía una diferencia abismal.

¡¿Fue eso con lo que topó el batallón de Luc Lovain?! ¡¿Acaso cayó en las garras del peligro de la tormenta que ninguno de aquellos infieles quería describir?!

La noche lentamente fue pasando...

Notas de juego

ESCENA CERRADA