Partida Rol por web

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Con ambos clérigos fuera de la torre, Gvaldi, Esma y Caronte parecieron salir de un extraño sueño. Los tres se sentían confundidos, tratando de localizar a aquel que, supuestamente, estaban tratando de abatir hacía tan solo unos instantes.

Poco a poco, se fueron los compañeros se fueron reuniendo de nuevo en torno a la habitación en la que había comenzado el combate.

- Debió utilizar algún tipo de hechizo- razonaba Hulfur- los clérigos de Orcus son ratas traicioneras.

La estancia en la que se encontraban era de planta rectangular, amplia, con el techo abovedado de ladrillo visto encarnado. En el centro había una gran mesa de madera maciza, con remaches de hierro en sus esquinas de las que colgaban gruesas cadenas rematadas con grilletes de metal. La mesa tenía unas manchas marrones en su parte central, que era ligeramente cóncava. En la pared de enfrente, la más alejada de los compañeros, a la derecha, vieron una especie de arcón vertical broncíneo, con forma de catafalco antiguo, en cuya tapa se había esculpido una talla basta de una mujer de rostro inexpresivo vestida con un túnica rala y sencilla.

Una rendija delgada se abría en el metal a la altura de los ojos de la mujer. Cerca del singular arcón, en la esquina nordeste de la estancia, había un gran pozo de forma cuadrada en el suelo. Frente a éste y cerca de la mesa central, un artefacto de madera provisto de un mecanismo de poleas y cuerdas con aspecto siniestro esperaba lo que parecía una nueva víctima. En el rincón opuesto al pozo, junto a la pared oeste, había una pequeña mesa de madera con pequeños nichos llenos de herramientas diversas, como martillos, tenazas, punzones, escoplos, clavos, brochas, lijas, berbiquíes, sierras, agujas, un yunque y algunas pocas cosas más.

Cerca de la mesa de trabajo, un gran arcón de madera oscura reforzada con bandas de acero grueso y cerrado con un gran candado llamó la atención de Gvaldi, siempre ansioso de descubrir que había tras algo protegido. A su lado, descansaba un rudimentario camastro cubierto por una recia manta de lana

Después de este ataque de pánico, me recompuse y volví a adentrarme en la torre junto a mis compañeros. El sudor todavía perlaba mi frente debido al miedo y a la carrera. Una vez dentro, me fui a revisar la estancia. La mesa, para ver si era sangre seca las manchas que se veían. El catafalco, para ver si también tenía sangre. La pequeña mesa de madera... En fin, investigar lo que ya sabía. Estos clérigos de la oscuridad hacían rituales de muerte.

Era imposible que un simple vejestorio hechicero pudiera hacer acobardar al infalible Gvaldi Lagorson el Alto. Simplemente había decidido retirarse ya que sus cobardes compañeros se vieron obligados a hacerlo presos del miedo.

Para su fortuna el hombre malo se ha ido y la sala estaba vacía una vez más. Así que Gvaldi reunió el coraje para guiar de vuelta a sus compañeros al interior de la sala.

La verdad es que no era un sitio muy agradable en el que estar: una cama por allí, unos instrumentos de tortura por allá... ¡Un cofre! Eso sí que había ganado la atención del halfling.

Con premura se acercó a la caja fuerte y retiró su daga para intentar hacer palanca y poder quebrar la cerradura. Un movimiento algo brusco pero efectivo en aquellos casos.

Esma recuperó la compostura y miró de reojo a sus compañeros. Se sentía muy avergonzada por haber salido huyendo despavorida. Ni siquiera recordaba por qué había sentido un miedo tan visceral hacia ese anciano. Tras la explicación del enano, la chica asintió convencida. Tuvo que ser magia.

- Qué lugar tan desagradable...- murmuró la exploradora mientras hacía un barrido con la mirada a toda la estancia y arrugaba la nariz. La chica se acercó a la talla de la mujer y la investigó. Era lo único que no parecía tener como objetivo torturar hasta la muerte.

- O quizás no...-se asomó a la rendija y se apartó enseguida- Esto... ¿Qué tal si echamos un último vistazo por si queda algún seguidor de Orcus y luego nos vamos a la taberna? Porque... hemos terminado el trabajo, ¿no?

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Finalmente, parecía que los compañeros había conseguido cumplir su tarea tras no pocos sustos y una baja inesperada, al menos, si se atenían a lo que el clérigo de las escaleras les había contado. Con la expulsión de Cartaramûn, cuyo nombre habían conocido tras investigar algunos de los escritos que pululaban por la estancia[1], en teoría habían vaciado la torre de invasores.

La labor de los clérigos no parecía tener un objetivo muy concreto, al menos dado lo que Caronte consiguió descifrar entre las notas y papeles desperdigados por la estancia. Al parecer, y esto era pura intuición, la intención del hombre era asentar una nueva congregación que pudiera ir creciendo en poder e influencia a partir de una base sólida sobre la que poder investigar y defenderse, aunque apenas había tenido el tiempo suficiente como para llegar mucho más allá.

Felices y agotados por el fin del trabajo, se dispusieron a echar un vistazo a las posesiones almacenadas en el lugar. Hulfur y Ulkhan ayudaron a Caronte a buscar información en libros y documentos, Esma echó un vistazo por el pasillo en busca de posibles nuevos objetivos y Gvaldi, cuyos ojos y dedos estaban entrenados para localizar presas mayores, se dirigió directamente hacia un misterioso cofre situado al fondo de la sala.

El mediano se dispuso a utilizar todo su talento para desarticular las probables trampas ocultas pero, quizá con decepción, descubrió que el cofre no estaba especialmente protegido, o al menos eso pensó en un principio. Ansioso por conocer el contenido, levantó la tapa del cofre para encontrarse de frente con una serpiente escupidora que, sin dudar, se abalanzó contra el sorprendido hombrecillo clavándole sus colmillos en la mano, para luego saltar hacia un lado y mostrar amenazadoramente sus dientes infectados [2].

Al oír el grito lastimero del halfling, me giré para ver lo que pasaba. Una enorme serpiente había salido del cofre y le había mordido la mano. ¿Pero qué loco guardaría una serpiente enorme dentro de un cofre? Salí corriendo en su ayuda para asestarle un mazazo a la pobre bestia que no era malvada, pues solo se defendía de unos intrusos que la habían molestado en su lugar de reposo. Pero ahora, ya tendría que despedirse de este mundo...

Gvaldi sacudía la mano (y todo su cuerpo) en el suelo tras la picadura de la serpiente. Sus ojos llorosos y rostro pálido expresaban que se había llevado el susto de su vida y ahora estaba sufriendo un ataque de pánico al saber que el veneno de la serpiente estaba ahora en su sistema.

—¡Ay ay ay! ¡Me ha picado, jefe! ¡Me ha picado, digo, me ha mordido el condenado bichajo! ¡Me voy a morir! ¡El veneno... va a matarme!

Presa del pánico, el halfling se levantó y cogió la daga. Deseaba llevarse al infierno a aquel reptil infernal antes de que el abrazo de la muerte se abalanzara sobre él.

Esma dio un respingo cuando escuchó el grito del halfling y desenfundó confusa la espada. Su compañero estaba en el suelo y frente a él una serpiente le enseñaba las fauces amenazadoramente. Esprintó decidida y arremetió contra la criatura.

-¡Gvaldi! ¿Está bien?

La muchacha se interpuso entre Gvaldi y la criatura. Miró de reojo a su compañero, que seguía en el suelo, y agarró con fuerza el mango de su espada.

-Iremos a casa. Solo un poco más...-susurró.

Gvaldi se sacudía la mano con intensa angustia. Ante todo pronóstico el halfling creía que iba a morir allí a causa del veneno de la serpiente. Más por su propio pánico que otra cosa el pequeño tirador se levantó y corrió vengativo hacia la serpiente intentando cortarla en dos con aquella daga de plata que había saqueado recientemente.

—¡Demonio escamoso! ¡Muere!

- ¡Agh! ¡Bicho asqueroso!

De un solo tajo, Hulfur acabó con aquella escurridiza serpiente seccionándola por la mitad con un corte limpio de su hacha.

- Dejad de entreteneros cazando culebras como los niños, tengo ganas de salir de este sitio y cobrar lo que nos corresponde. Ya estoy saboreando la espuma de la cerveza en mis labios.

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Aunque a Gvaldi se le habían pasado un poco las ganas de cotillear en cofres ajenos, no pudo por menos que echar un nuevo vistazo a aquel del que acababa de salir la escupidora. Para su decepción, solo se encontró un gran espacio vacío. Parecía que aquel presunto botín no era más que un triste señuelo.

Todavía frotándose la mano en el lugar de la mordedura, el mediano volvió hacia el centro de la sala. La hinchazón empezaba a remitir, quizá como resultado de su resistencia al veneno pero toda la zona todavía estaba bastante enrojecida.

- Mi pueblo tener remedio natural para eso- ofreció Ulkhan sacando un bote de ungüento de sus saquillos.

- Creo que esta serpiente era la última señal que necesitábamos- gruñó el enano- en este lugar solo podemos encontrar más desgracia.

Miro la escena de la serpiente y torció el gesto, sabía que la maldad no iba de seria con ningún animal, pero sin duda si se sentían atacados, o asustados, o habían invadido su territorio atacaban, y lo veía normal, así que no participó en matar a un animal que sólo se había defendido, seguramente sí se hubiesen ido sin más, ella habría hecho lo mismo, se arrodilló al lado de la serpiente muerta y susurro - descansar en paz amiga- luego se levantó y tan sólo dijo -irnos-

Viendo que en la sala de torturas no había nada interesante o de valor, salí de nuevo al pasillo. Quedaban tres puertas al fondo a la derecha. Fui a la primera de todas y miré por si había algo raro en la puerta. También acerqué la oreja a la puerta para escuchar tras ella.

Sacudiéndose la mano adormecida por el ungüento del semiorco, Gvaldi guardó la daga y prefirió ceñirse a cuidarle la espalda a su compañero Caronte con su preferido arco a una distancia prudencial. Claramente se veía que de aquella sala había salido de mal humor, y continuar cotilleando ahí era algo que se debatirá en su mente durante las siguientes horas.

—¿Cree que haya algo más por aquí, mi señor? Digo... Es posible que encontremos más utensilios de interés pero también podrían haber más serpientes...

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Convencidos ya de que aquella sala ya no tenía nada interesante que ofrecerles, los compañeros regresaron al pasillo principal. Según salieron por la puerta, a su derecha quedaba el recodo que les llevaría de vuelta a las escaleras y al piso superior, a la izquierda, las tres puertas que faltaban por descubrir.

Casi todos estaban de acuerdo en que aquel lugar era más peligroso de lo previsto y en que habían alcanzado el objetivo de su misión. También parecían bastante de acuerdo en que lo mejor era salir de allí cuanto antes. No obstante, esa curiosidad innata que les había hecho abandonar unas previsibles vidas como campesinos, comerciantes o leñadores era la que en aquellos mismos instantes obligaba a Caronte a, al menos, echar un último vistazo a aquellas puertas que esperaban silenciosas al final del pasillo.

Con poca resistencia por parte de sus compañeros, el clérigo avanzó pasillo adelante secundado por los demás. Con prudencia, echó un ojo al picaporte y la cerradura, habían tenido ya suficientes sorpresas hasta el momento. Para su decepción, la puerta estaba cerrada.

- Estas otras también están cerradas- gruñó Hulfur mientras terminaba de examinar las dos últimas- deben ser las habitaciones que el clérigo de las escaleras nos dijo que tenían más adelante. Probemos con la llave que le quitamos del cuello- sugirió.

Caronte sacó la llave guardada en uno de sus saquitos. El tacto frío del latón le hizo dudar por un instante, recordando la puerta con la aguja envenenada y el más reciente arcón con la serpiente.

- Vamos, no tenemos todo el día.

Olvidando los malos pensamientos, el clérigo probó la primera cerradura sin suerte. Después pasó la llave al malhumorado enano que probó en la puerta central con idéntico resultado. Finalmente, la tercera puerta les premió con un chasquido que sacó una sonrisa entre las barbas del viejo.

Al asomarse descubrieron una habitación sencilla, con un catre con un jergón de esparto y, nuevamente, para azoramiento de unos e interés de otro, un cofre de madera reforzado con hierro.

Me adentré en el cuarto y me puse a registrarlo a fondo. Seguramente en ese cofre estarían las pertenencias de alguno de los clérigos que habíamos dejado huir.

-"Gvaldi, ¿puedes mirar si hay alguna trampa en este cofre?" Le dije al halfling.

Gvaldi había seguido a Caronte durante todo el trayecto hasta aquella última sala con el cofre cerrado. Sintió como advertencia el escozor de la herida de aquella serpiente que había anidado en uno de los cofres y tragó saliva. Pero no podía mostrarse como un cobarde ante sus compañeros, así que hinchó el pecho y avanzó con un asentimiento de cabeza.

—¡Enseguida, jefe! Esté atento ante cualquier cosa, no me gustaría encontrarme con una serpiente aún más venenosa en este cofre...

Volvió a sacar su daga y la introdució entre la apertura para luego empezar a deslizarla cerca de donde se hallaría el cerrojo. Con la suficiente presión lograría empujar el seguro hacia dentro y abrirlo. Un truco simple pero imprescindible.

Alejó un poco el rostro con temor a ver otra serpiente en su interior.