Partida Rol por web

Sólo le quedaba una sucia moneda. Si se la entregaba a aquel enano, aún más sucio que él, el enano pasaría a ser más rico que ella. Aunque... ¿Le haría a ella rica una miserable moneda? 

- Toma... - Le lanzó la moneda a aquel hediondo enano. - Nada más tengo. - Le dijo. - Así que nada más pidas. - Le rogó. 

Esperaba que los dioses les fueran favorables y que tras una buena acción, los hados del destino le fueran favorables.

El kushita coge la pieza con una mano rechoncha y la hace desaparecer rápidamente entre los pliegues de su camisa.

-¡Muchas gracias, que Amesemi te lo pague! Te dice alegre.

-Ya, bueno. Me quedo con tu agradecimiento... ¿O tienes algo para mí? Le preguntas.

Zohara se le quedó mirando. No habían hecho un trato, le había entregado aquella moneda sin esperar nada a cambio, pero algo le decía que aquella acción desinteresada iba a acabar reportándole alguna cosa de interés. 

-¿Algo? ¡Claro! Puedo darte algo de información. Es lo menos que puedo hacer por la limosna.

-Estas son las puertas más al este del Caravanal Sur. A seiscientos pies más al oeste está la otra puerta de este caravanal, pero no te recomiendo ir por allí ya que desemboca en pleno Distrito Residencial y... perdona que te lo diga, pero con estas pintas no te conviene deambular por allí sin llevar una buena arma. Si decides entrar por estas puertas, métete enseguida en el Distrito Comercial por los callejones que hay entrando a la derecha. Allí encontrarás lo necesario para divertirte en honor de la festividad del carnero: mujeres, hombres, vino, cerveza... ¡y buenas peleas! Aunque, si quieres sensaciones fuertes, no puedes perderte el Mazo, el distrito más divertido y peligroso de toda Hazor, ¡claro que sí! Puedes llegar a él atravesando el Distrito Comercial o siguiendo la muralla por ahí. Señala a la derecha de las puertas.

Escuchas con atención las palabras del kushita y, al terminar, te despides de él.

Zohara asintió. Perder hasta la última de sus monedas le había salido un poco caro, pero al menos tenía una información valiosa para llegar hasta el barrio de Mazo. Si había un lugar en el mundo donde podía cambiar su suerte, ese era aquel barrio. Sólo esperaba que no cambiara a peor, si es que eso era posible.

- Gracias por la información. - Le dijo al enano moreno. - Adiós. - Se despidió de forma seca. Al fin y al cabo, aquella escasa información, no valía una moneda.

Decidida, Zohara emprendió al marcha a través de la muralla hasta llegar a las puertas del Mazo. Allí esperaba poder recuperar algunas monedas, ya fuera de un modo honrado o todo lo contrario, pero era evidente que no podía seguir así. Ella no había nacido para ser una mendigo ni mucho menos.

Caminas siguiendo la muralla en dirección oriental. Observas como su estado de conservación deja mucho que desear, aunque se nota que antaño fue una poderosa defensa. Cada cierta distancia, que oscila entre cien y trescientos pies, una torre separa los diferentes paños de la fortificación. Te entretienes observando cada una de ellas y te llama la atención que no haya dos iguales. Por encima de las murallas sobresalen algunos edificios y a lo lejos, en lo que debe de ser la parte alta de la ciudad, ves la cima de una torre brillante. Te preguntas qué debe ser, pero como no puedes responderte algo que no sabes, centras tus pensamientos en cómo te vas a ganar la vida los próximos días. El camino está salpicado de tiendas de campaña y hogueras. Llegas a una gran puerta de la muralla.

La puerta de esta parte de la muralla está esculpida en relieves erosionados que no se distinguen bien, pero que le dan un aura de decadencia majestuosa. Hacia el norte se extiende la muralla y a su vera se extienden decenas de tiendas de campaña y cobertizos bulliciosos. Carros, carretas, diligencias, cuadras de caballos y de camellos crean una especie de arrabal mucho más grande que el que has visto antes.

- Así como estoy, difícil lo voy a tener para sobrevivir un solo día más... - Se dijo Zohara a si misma. 

Y es que ni una sola moneda aguardaba en su bolsa y salgo una daga mellada, no tenía más posesiones. Si quería comer tendría que ganársela y aquel lugar lleno de gente podía ser un buen lugar donde empezar a hacerlo. El cómo era algo que pronto descubriría, aunque cierto era que estaba dispuesta a casi todo a cambio den unas monedas o algo que llevarse a la boca. 

Decides echar un vistazo en el Caravanal Norte. De parte a parte del camino que va a la ciudad ves establecimientos que ofrecen servicios complementarios al tráfico de caravanas. Hazor es un enclave muy importante en el Camino de los Reyes, la principal vía de comunicación terrestre de Hiboria, que conecta Messantia, la capital de Argos, con Abadanrash, la capital turania, a orillas del Mar de Vilayet.

El caravanal empieza a formarse a media legua de las puertas de la ciudad, con caravanas, entoldados y carpas situadas alrededor de la carretera. La parte más próxima a la muralla tiene edificios de madera y adobe con techos de paja y rastrojos con establecimientos de muy diferente naturaleza: caballerizas, talleres, comercios, prostíbulos, fondas, tabernas y hostales, y hasta un foso de gladiadores, formando un laberinto de caminos embarrados muy bulliciosos.

Escuchar acerca de un foso donde combaten gladiadores, se convierte rápidamente en una oportunidad para Zohara. Sabe que es buena peleando y que de proponérselo quizás pudiera ganarse bien la vida alquilando su espada. 

Por ello opta por dirigirse al foso de los gladiadores. Es posible que le dejen combatir a cambio de algunas monedas con las que poder comprar algo para llevarse a la boca, pues no cree que pueda vivir de caridad y tampoco lo desea. 

- Vamos allá. - Se dice a si misma armándose de valor. Y es que tampoco le hace demasiada gracia tener que pelear partirse la cara por unas monedas, pero la necesidad aprieta.

Te llama poderosamente la atención un edificio de planta elíptica de tres alturas con postes de madera en la parte superior que sostienen un entoldado polvoriento. Rodeas el edificio maravillándote de sus dimensiones. Observas su efervescencia: gente de toda condición que entra después de pasar por taquilla, los tenderetes de apuestas en donde los apostantes alzan los brazos señalando las pizarras con los nombres de los luchadores, jaulas con animales salvajes y personas luchadoras, las prostitutas y los putos que ofrecen sus servicios complementarios. Oyes el estruendo del público que clama a intervalos dentro
del edificio. Habías visto otros fosos de gladiadores pero ninguno como este.

Ves a una shemita entrada en años encaramada en una tarima que hace proclamas ante un público entregado. Junto a ella hay un caníbal darfareño de casi siete pies de altura y una extraña ave gigante. Te acercas para intentar comprender lo que dice y escuchas como ofrece una generosa cantidad de dinero a quién quiera luchar contra el hombre o el ave. El darfareño es todo músculos. El ave te llama la atención por grotesca: su cuerpo es redondo, con unas alas atrofiadas que pueden servirle para volar; por la parte superior asoma un cuello muy delgado y largo, coronado por una cabeza diminuta con un pico plano y ancho y unos ojos grandes con unas pestañas enormes; completan el animal dos largas y coriáceas piernas terminadas con unos pies muy chocantes con solo dos dedos enormes.

Luchar contra aquellas bestias parece algo peligroso, sin embargo Zohara no tiene miedo. No es la primera vez que entra en un foso y también sabe que se paga bien a quien da un buen espectáculo. En su caso le bastaría con unas pocas monedas con las que poder llevarse algo a la boca. Morir de hambre se le antoja algo lento y pesado. 

- ¿A cuanto se paga? - Le preguntó al shemita. - Quiero pelear. 

-¿Que a cuanto se paga? Bastante bien chiquilla. Te suelta.

-Pues aquí tienes a alguien que quiere luchar, shemita. Dices con altivez.

La mujer te mira y se echa a reír.

-¿Tú y quién más, bocazas? Te dice sonriendo.

-Yo, mi acero y la Muerte de mi parte.

El público ríe a tu alrededor mientras miras con firmeza a la mujer.

-¡Bueno, bueno! Veo que tienes prisa por morir. ¡Estupendo! Dime, presuntuosa. ¿Quieres luchar contra el caníbal darfareño o con el casuario irijistaní?

- Esos músculos no le impresionan. - Dijo haciendo referencia al darfeño. - Pelearé contra él. - Dijo con seguridad. 

Una vez se había ofrecido no podía echarse atrás. Su código de honor no le permitía rehuir un combate. No al menos uno que pudiera ganar y esperaba que ese fuera uno de esos combates asequibles. 

- ¿Con armas o sin ellas? - Preguntó mientras miraba desafiante a su adversario. 

-Con lo que tengas a mano, jajajajaja. Te responde.

-El darfareño. ¡Hoy será su último combate! Exclamas.

La shemita suelta una carcajada sonora, el público ruge de placer y el darfareño enseña su dentadura, formada por piezas esculpidas en forma de triángulo.

-¡Vaya, vaya! ¡Qué insensatez! ¡Ha elegido a Lunga el Revientaojetes, Lunga el Sorbecerebros, Lunga el Creaviudas, Lunga el Caníbal!

-¡Lunga! ¡Lunga! ¡Lunga! Vitorea la concurrencia mientras al darfareño levanta los poderosos brazos.

Estás empezando a pensar que eres demasiado bocazas pero no te puedes echar atrás, así que subes a la tarima y levantas también los brazos. El público te recibe con abucheos y escupitajos. Aguantas estoicamente el bochorno porque prefieres guardar
tus fuerzas para tumbar al caníbal.

-¡Que corran las apuestas! ¡Esto está a punto de empezar!

Entras en un foso después de recorrer con el darfareño pasadizos mugrientos. Te sorprende que sea un espacio pequeño, con unas gradas en las que apenas caben un par de decenas de personas. Deduces que el edificio tiene diferentes fosos y te ha tocado luchar en el más insignificante. Al menos agradeces que te hayan dejado luchar con tu equipo. El darfareño solo va armado con una porra claveteada inmensa. Bueno, esos dientes afilados también se pueden considerar peligrosos... o letales.

La shemita se asoma por la grada.

-¡Señoras y señores! ¡Niñas y niños! ¡Vamos a ver cuántos mordiscos de Lumba el Crujecráneos resiste esta pobre víctima!

-¿Crujecráneos? ¿No era Revientaojetes? Piensas.

Pero enseguida tienes que concentrarte en esquivar esa porra manejada como si fuese una brizna de paja mientras el público ruge de placer. Vas a intentar que ese placer sea breve... y doloroso para el caníbal.

Zohara se hizo a un lado esquivando aquella enorme clava. Sin duda no podría vencer a aquella mole de músculos por fuerza, pero ella era más rápida. Trató de ganarle la espalda y se lanzó entonces al cuello con la daga mellada que había obtenido horas atrás. Su única salvación en ese momento, aunque estaba por ver qué fuera a servir para algo. 

El grandullón se abalanza contra ti empuñando un enorme bastón. Aunque logras esquivarlo, te roza lo justo para hacerte un pequeño tajo en el brazo. Tú le imprimes a tu arma una velocidad inaudita y logras hundir el filo de tu daga en un costado del rival. Éste aulla de dolor y se separa un par de pasos de ti. Tu hoja chorrea sangre...

Zohara había conseguido herir a aquel gigantón y pudo acallar alguna boca. Más cuando acto seguido lanzó un nuevo tajo al aire y volvió a catar la sangre de ese miserable. 

- ¿Y ahora qué, bastardo? - Le dijo sonriente. 

De momento quien estaba reventando el ojete al otro era ella y esperaba que así siguiera, pues aquella masa de músculos era lenta y eso le daba una gran ventaja.