Partida Rol por web

Jamás habíais visto nada igual.

La Montaña Mutilada era un pedazo de piedra solitaria, fría y negra, situada en el norte de la península de Vaath; una montaña rodeada por la ciénaga llamada "de los fatuos", pues de tanto en tanto se incendiaban restos orgánicos acumulados en ella por sí solos, de manera espontánea, creando pequeñas hogueras efímeras sobre su maleza. El nombre de dicha montaña era una evidencia total: la cúspide de la misma estaba cercenada transversalmente como la cabeza de un condenado a guillotina o a montante, y pareciera que la más implacable espada de los dioses la hubira partido para la posteridad.

Sin embargo, que la montaña careciera de cumbre y en su lugar hubiera un espacio plano lleno de piedras totémicas y extraños monolitos no era obra de una deidad, sino de la estirpe enana que nació en el interior de aquella fortaleza natural, y que luego se dedicó a modificar su aspecto. La raza enana de la estirpe de Talgoreni I, cavó profundo en la montaña Mutilada para esconder tesoros y agrandar sus hogares, pero se esmeró en cercenar la cúspide para advertir a sus enemigos, desde la distancia, de lo que eran capaz de hacer quienes se interpusieran en su camino.

Toda esta información la contaba Arrethen, el viejo tabernero de la posada más cercana a la Montaña Mutilada, como si fuera un cuento para niños. El último rey de la estirpe de Talgoneri fue Phargroth I, apodado "el Grande", quien se cree que fue el rey que acumuló mayor cantida de riquezas en ese gran hogar. El caso es que Arrethen también os indicó una de las varias entradas a la gran roca por donde otros aventureros se atrevían a perseguir el oro del último rey, y vosotros, no cansados de aventuras y desventuras, decidísteis probar suerte.

Tras cruzar los páramos cenagosos al norte de Vaath, llegásteis a la falda meridional de la montaña, donde una grieta en la tierra con forma de V invertida parecía ser una de las entradas (según las indicaciones del tabernero). Tras internaros allí y recorrer varias salas descendiendo la tierra e innumerables escalones, llegásteis a una puerta de Hierro con un dintel con el símbolo de una serpiente enrroscada en una llama. Aquel debía ser el símbolo de la estirpe enana del lugar. El caso es que parecía la cámara más profunda, tal vez la del propio Rey, y era ya hora de averiguarlo. Tras descender varios pisos y tramos excavados en la roca, tan sólo os habíais encontrado con alimañas y roedores (nada que el fuego no pudiera ahuyentar o desviar).

El caso es que ahora, frente a la puerta, sentíais un olor nauseabundo detrás de aquellas dos gruesas planchas metálicas. ¿Qué habría en la sala más profunda de la Montaña Mutilada?
 

Enano jovial, fuerte, diestro y bastante sano como una roca, siempre anda riéndose entre cervezas y relatos que contar en una taberna mediocre. Cuando no está de aventura viste como un campesino normal dejando sus cosas en un arcón bajo llave.

De aventura siempre va con su Hacha, Martillo y Ballesta, además se reviste de una Cota de Mallas y un Escudo y demás enseres que lleva en su mochila a su espalda.

Historia

Rúrik ya recuerda como un tiempo muy lejano su hogar en las montañas. El tiempo que se ha tirado fuera de las montañas viviendo entre humanos, trabajando como mercenario e yendo de aventuras... le ha hecho que el recuerdo de la montaña quedara más como un sueño pasado que como algo que fuera tangible. 

Hasta que hace poco encontró un grupo que quería investigar la montaña Mutilada, el hogar del antiguo Rey Enano Phargorth, apodado como "El Grande". Los sueños de antaño de Rúrik fluctuaron otra vez en su ser al recordar lo que antiguamente había sido el hogar de los enanos, antes de extenderse por los reinos humanos y formar con ellos una alianza que les permitía vivir en sus reinos y comerciar con los objetos fabricados. Los enanos se valoraron por la nobleza debido a su arte con el metal y sus habilidades guerreras, llegando a ser un buen escuadrón de ataque para cualquier señor feudal que tuviera la oportunidad de tenerlos a su mando. 

En la posada.

Entre cantos, jarras de cerveza, risas elevadas, y ojos vidriosos por la bebida que era todo lo que podía desear un enano para ser feliz, aparte de todo esto celebrarlo con un grupo, que investigando sobre la fortaleza enana le sonsacaron al tabernero lo de su ubicación y posibles entradas, además de contar la gran riqueza que había acumulado este Rey haciendo que los ojos de Rúrik se abrieran de par en par soñando con una fortuna o montaña de oro para vivir toda su restante vida a cuerpo de Rey. Entre festines con sus compañeras, risas y demás partieron cuanto antes no fueran a quitarles su tesoro, sí pues ya lo tenían como suyo.

En la montaña.

Después de ver la montaña y la forma en la que estaba hecha y orientada, vieron que los enanos la construyeron con gran inteligencia para que no fuera asaltada por un ejército. Después de adentrarse por uno de sus accesos gracias a la explicación del tabernero fueron profundizando hacia su interior. Pero aquello parecía que estuviera vacío debido a que solo se encontraron con pequeñas alimañas y roedores hasta que encontraron una puerta de metal con un extraño símbolo y del cual emanaba un olor a tumba.

- Oh, oh, comentó a sus compañeras, - Esto no me huele nada bien, de hecho parece que huele a tumba, ¿habrá muerte detrás de estas puertas?, algo parece decir que sí. Ojeó el extraño símbolo de la puerta: - ¿Os suena?, comentó a los demás miembros del grupo.  

Descripción:

Aewyn es una joven hechicera elfa de finos rasgos, bella y esbelta, como acostumbran ser los miembros de su raza. Es de carácter amistoso, pero reservada. En ocasiones puede comportarse con la altanería y condescendencia de quien se considera de una inteligencia superior, pero normalmente es paciente y amable.

Viste una elegante túnica azul de viaje. Lleva algunos pertrechos de aventurero en una pequeña mochila, y como armas una daga, una honda y un bastón, pero sus bienes más preciados son su libro de conjuros y su intelecto.

Historia:

Instruida en las artes mágicas por el gremio de magos de su ciudad natal, siempre ha estado interesada en la vida más allá de la biblioteca de la ciudadela. Ahora, empujada por su afán de descubrir en vivo las maravillas inimaginables del mundo y ahondar en los misterios de la magia, sobre lo que tanto ha leído, ha emprendido un largo viaje. En una de sus paradas, ha oído hablar del misterio oculto en la tumba del rey Phargroth, y ha entablado amistad con dos compañeros que comparten su deseo de explorar dicha tumba para desentrañar todos sus secretos.

En la posada:

No había probado la bebida. Tras su semblante calmado y con una sonrisa amable, Aewyn ardía en desesos de explorar los secretos que podía esconder de la tumba del rey Phargroth. Sus últimas expediciones habían resultado en rotundos fracasos, y hasta ahora no había encontrado más que ruinas sin ningún interés. Muchas historias y leyendas que ella escuchaba en las posadas, y que luego investigaba, terminaban siendo una decepción. Pero la Montaña Mutilada no era una ruina cualquiera. Que una sociedad enana tuviera la capacidad de cercenar la parte superior de la montaña significa que tuvieron gran poder. Y bajo esa montaña debían quedar, de una forma u otra, vestigios de ese poder.

Había conocido a sus compañeros hacía poco, pero le caían bien. Incluso el enano. A Aewyn le disgustaban los enanos. Le parecían una raza de tarugos borrachos y gruñones, pero Rúrik le parecía divertido. Era un borracho, sí, pero su carácter festivo y apacible le resultaron agradables. Además, sus compañeros compartían su deseo de adentrarse en la Montaña Mutilada. Y lo más importante, las habilidades de cada uno le resultaban muy útiles para este propósito. El enano parecía un guerrero capaz, y los medianos tenían buena fama de, bueno, abrir cosas que estaban cerradas por algún motivo.

Esperó paciente a que el enano terminara su jarra, y partieron lo antes posible hacia la montaña.

En la montaña:

A Aewyn no le gustaba en absoluto caminar por esos corredores oscuros y polvorientos. Sus compañeros parecían muy cómodos en ese lugar, pero ella prefería mucho más el cielo abierto y notar el viento en su cabello. Empezaba a sospechar que no encontrarían nada y que esto era, una vez más, una pérdida de tiempo, hasta que dieron con la puerta. Arrugó la nariz ante el olor nauseabundo, pero no pudo evitar acercarse a inspeccionar.

- Temo que tengas razón, Rúrik. También a mí me parece el olor de la muerte.- Se acercó un poco a estudiar la inscripción.

HISTORIA Y DESCRIPCIÓN
En las Colinas de Sotomayor hace varias generaciones que los Castaños no son bienvenidos. Desde que el abuelo de Cinderel Intel, atrajo a un a par de asquerosos troles a su tranquilo asentamiento a los que había robado una olla llena de monedas de oro. La codicia y la falta de talento estropearon su sueño dorado de enriquecerse a costa de los más estupidos. Años después su familia sigue vagando por las tierras ricas buscando incautos y nuevas formas de hacer que el dinero cambie de manos.

Como buena miembro de los Castaños, Cinderel es una mediana que no destaca especialmente por su estatura, su belleza o su astucia. Cabellos rizados marrones, ojos castaños y un carácter afable pero interesado: tanto tienes o tanto puedes proporcionar determinará cuánto te aprecia esta mediana...
Lleva un zurrón de cuero con sus herramientas y algo de comer, así como agua fresca en cantimplora, pero si la cosa se complica tiene en su cinto un par de dagas y una ballesta que hacen compañía a su maza .

EN LA POSADA
En la posada Cinderel marea tranquilamente una jarra de vino. En su menudo cuerpo el vapor de los licores hace mella con rapidez por lo que siempre intenta no emborracharse, y menos cuando puede haber incautos a los que distraer una bolsa de monedas o algún objeto de sospechoso valor. Alguien nombró una ciudad oculta de enanos en la montaña y pronto vinieron a su cabeza las leyendas sobre enanos obsesionados con el oro y la fina joyería que acostumbran a trabajar y, sobre todo, guardar en sus tumbas. Antes de darse cuenta y’a estaba ofreciéndose a un pintoresco grupo para ayudar en la exploración de esa historia.

EN LA MONTAÑA

- Vaya... éstos deben ser los enanos de la serpiente de fuego... o no, la verdad es que no recuerdo haber visto este emblema antes - señaló Cinderel ante la marca. El hedor era pestilente, pero a fin de cuentas allí debía haber cadaveres y putrefacción por todos lados, no habría ni una gota de aire limpio ahí dentro. Esperaba que mereciera la pena, pensaba mientras se puso a curiosear en busca de algún mecanismo o cerradura.

Encontrásteis la runa en el dintel de la puerta y, tras observarla un poco (incluso Aewyn se acercó a vislumbrar), tan sólo Rúrik pudo descifrar ese símbolo* (pues tampoco había sabido su significado la mediana Cinderel). Rúrik entendió que aquella runa de la serpiente enroscada en una llama era una metáfora de los enanos de la estirpe de Phargroth: la serpiente representaban las alimañas que antaño había en la montaña mutilada, y el fuego era una metáfora de la caza que se les dio antes de hacer de la gran roca su hogar y sus palacios.

Mientra el enano contaba esta anécdota, Cinderel curioseaba la cerradura del portón. Enseguida vió que estaba desvencijada, forzada más bien, y que las dos grandes y gruesas planchas de metal que componían el portón podían abrirse empujando un poco. ¿Acaso ya habría alguien intentado entrar allí? El viejo tabernero Arrethen ya os contó que otros habían tratado de explorar la gran montaña Mutilada...

Sin más preámbulo, con la llama encendida de la antorcha** accedísteis por las puertas, atravesando el dintel bajo la serpiente y la llama. Al otro lado apareció una escalera descendente. Los peldaños estaban ahora a vuestros pies, descendiendo aún más (si cabía), al interior de la montaña. El pasillo era estrecho, casi tanto como dos de vosotros colocados uno junto al otro. El techo curvado podía tocarse con un pequeño salto, y tal era la angustiosa gruta descendente y escalinada que ahora se os presentaba.

Aewyn no sabía qué le disgustaba más: el repugnante hedor que se acentuó al abrir el portón o la angosta escalinata que se adentraba más en las tripas de aquellas ruinas oscuras. Había explorado otras tumbas, pero no se terminaba de acostumbrar a lo estrechas y angustiosas que acostumbraban ser. Especialmente las cavadas por enanos. 

Escuchaba atenta la anécdota de Rúrik cuando Cinderel señaló que las puertas podían abrirse, y que incluso habían sido forzadas. Si esta tumba ya había sido saqueada, lo más probable es que, en el caso que quedara algún objeto valioso digno de estudio, ya lo hubieran robado y vendido a cualquier mercader de tres al cuarto. Pero por algún motivo, a pesar de que podría estar ya vacío y saqueado, el lugar le inquietaba.

Miró a sus compañeros y se alegró de que fuera Rúrik, y no ella, quien llevara la antorcha. -En mi opinión deberías ir tú primero, mi querido amigo enano. Este es tu medio, y creo que eres el más capaz para mostrarnos el camino. Yo iré atrás.

Con los sentidos alerta y escudriñando la oscuridad y cada sombra que se proyectaban en las irregulares paredes de piedra, aguardó a los movimientos de sus compañeros.

Rúrik se tocaba su panza cervecera claro que esta estaba cubierta por su armadura mientras intentaba desentrañar el enigma. - Bien parece ser que la runa de la serpiente enroscada hace hincapié a los enanos de la estirpe de Phargroth. La serpiente representa las alimañas de antaño que había en la montaña, y el fuego hace mención a la caza antes de hacer de la gran roca su hogar y sus palacios.

Vio como la mediana trastocaba la cerradura dejando abierta la puerta: - ¡Bien hecho compañera!, ahora yo iré delante llevaré la antorcha en la mano izquierda y el hacha en la derecha por si se presentan contratiempos. Dijo sonriendo y guiñando un ojo. Después de encender la antorcha y llevarla en la mano izquierda sacó su hacha de batalla que blandió en la mano derecha. - Yo iré el primero esta armadura me protegerá más ante cualquier bichejo que alla allí, si nadie ha vuelto es que algo hay, ¿no? Dijo aunque afirmaba su elucubración con sus palabras.

- Bueno a partir de ahora que pase esta puerta estaré concentrado ante lo que pudiera venir, así que ya sabéis mientras menos hablemos mejor, así no dejamos patente a ningún animal, ente, monstruo que estamos llamando a su puerta, jeje. Dijo como siempre entre advertencia y sonrisa de bebedor cervecero tan característico en Rúrik.

- Vaya, parece que la suerte nos sonríe... aunque estos dos creen que he sido yo quien ha abierto la puerta, bueno, no está mal - pensó para sus adentros Cinderel. En respuesta a sus compañeros sólo sonrió orgullosa, preparó unos virotes y la ballesta, y se situó a la cola de la expedición.

Era evidente que éste no era un lugar seguro, convenía abrir bien los ojos y los oídos.

Tal vez fuera porque era el primero que iba en la pequeña comitiva, antorcha en mano; y es que el enano Rúrik se detuvo unos instantes para entender lo que sus oídos percibieron. Escuchó un ruido en alguna estancia más allá de vuestros pasos, como la presencia de algún tipo de alimaña. Esto había sido común hasta ahora, durante vuestro descenso en la montaña, pero había que tener siempre los ojos bien abiertos, como así procuraba Cinderel. Aewyn trataba de escudriñar lo que podía en medio de ese lugar lóbrego.

Tras unos segundos de avance y descenso, llegásteis hasta una sala amplia, de planta rectangular y techos planos, toda ella excavada en la roca; sin embargo en algunos tramos poseía cantería allí añadida, a modo de muros, seguramente de tiempos antaños. La piedra era cada vez más roijiza, y parecía diferenciarse de las estancias superiores. En el medio de la sala había tres columnas simples, lisas y únicamente con algunas runas enanas a modo de decoración. También vísteis una arco en el otro extremo, acceso seguramente a otra sala. Pero lo que más os llamó la atención, y también os aterrorizó, fueron los dos grandes agujeros que había horadados en la pared (dos perforaciones hechas, seguramente, de manera violenta, como si hubieran destrozado la pared donde estaban como mantequilla); más bien lo que os aterrorizó fue lo que salió de ellos: roedres gigantes, alimañas como las que os habíais encontrado en los pisos superiores de la montaña, pero esta vez no huían de vosotros, sino que parecían haberos detectados.

Su cuerpo era grueso, peludo y redondo, y sus garras y dientes denotaban un carácter depredador fuera de lo normal. Salían muy despacio de sus agujeros, pero pronto os hicieron frente, colocándose entre vosotros y el siguiente acceso. Eran un total de cinco y, como si de una manada de lobos coordinada se tratase, ¡SALTARON HACIA VOSOTROS!

- Shiichichcih, dijo a modo de advertencia, - algo escucho entre estas paredes, comentó a modo de susurro... mientras seguía avanzando iluminando el pasillo por el cual iban. Estaban descendiendo como indicaban las escaleras que bajaban hacia lo más profundo de la montaña, hasta que estas desembocaron en una puerta que al cruzar vieron una sala amplia. Rúrik observó la sala con sus columnas y runas enanas, intentando descifrar su significado: - Aquí, ¿qué pone?, le susurró a la maga intentando saber el significado de las runas. 

Mientras examinaba la sala vió dos agujeros en la pared y salir a dos roedores gigantes que se abalanzaron contra el grupo. Rúrik combatió con su Hacha de batalla y su antorcha intentando herirlas o mantenerlas alejadas del grupo.

Pero... ¿Ratas ? Unos asquerosos roedores gordos no van a dejarnos sin el botín- sentenció la mediana mientras apuntaba con la ballesta a las dos criaturas que saltaron hacia ella. - Permaneced unidos, esto no nos llevará mucho- y lanzó su primer disparo. Cuando vio que las tenía encima dejó caer su ballesta y agarró la maza con ambas manos para rematar la faena.

Cuando Rúrik las advirtió de haber escuchado algo, Aewyn sintió escalofríos. Habían estado escuchando a las ratas corretear en la oscuridad prácticamente desde que entraron. El sonido de sus diminutas uñas arañando el suelo de piedra y algún chillido ocasional eran desagradables, pero nada que no hubieran escuchado antes. Por eso, cuando el curtido enano las alertó, sospechó que ahí abajo había algo más que unos ratones.

Una vez llegaron abajo, se alegró de que la sala al menos fuese amplia. Se acercó a ver las runas a las que el enano se refería cuando también ella vio los enormes agujeros de la pared, y luego las asquerosas criaturas que emergieron. Las malditas ratas no se asustaron de la antorcha que llevaba el enano, sino que además se movían hacia ellos, coordinadas como una manada. Nunca había visto ese comportamiento en roedores, ni siquiera en ejemplares gigantes como aquellos. Tal vez podía tener relación con el poder que se escondía alli. Debía anotarlo. Pero eso tendría que esperar, porque sus intenciones hostiles los obligaban a defenderse.

Cinderel parecía muy segura de sí misma, pero lo cierto es que a Aewyn esas criaturas le parecieron peligrosas, y lo peor, eran cinco. Así que no dudó. Cuando una de esas ratas repungnantes se abalanzó sobre ella, abrió su libro de conjuros apresuradamente y leyó los símbolos arcanos: -¡Ort Grav!-​​​​​ Alzó la otra mano en dirección a la rata que la iba a atacar. Su cabello se erizó momentáneamente, y un destello electrizante brotó de los finos dedos de Aewyn.

Las ratas gigantes se abalanzaron contra vosotros, con sus afilados dientes y sus garras hediondas...

Resumen turno 1:

Cinderel fue la primera en moverse. Su agilidad prodigiosa hizo que pudiera disparar su ballestas, y golpear al primer roedor que se le vino hacia ella. Logró únicamente golpear a uno de ellos, y lo hizo levemente. Después tomó su maza:

Daño: 2.

Acto seguido, Rúrik, hacha en mano, se abalanzó contra la rata que tenía sobre sí, ya a su altura, blandiendo su hacha con fiereza. Logró alcanzarla sin problemas, aunque el daño tampoco fue muy pronunciado:

Daño: 2.

Finalmente, la elfa Aewyn abrió su libro de conjuros, y aplicó uno de sus hechizos que guardaba para ocasiones especiales (y peligrosas). Las palabras en el lenguaje antiguo y tal vez olvidado hicieron que de sus manos y dedos brotara una retahila de rayos azulados y amarillos, que viajaron por el aire directamente hacia su único agresor (la última rata grande), e iluminaran toda la escena. El roedor fue impactado y chamuscados...:

Daño: 5.

Finalmente, las ratas se os echaron encima defintivamente, pero Aewyn y Rúrik lograron contenerlas. No así ocurrió con la mediana Cinderel, que sufrió heridas de las mismas, dentelladas y mordiscos aciagos:

Daños: 3 y 5. Total 8 puntos.

La maldita rata medio chamuscada se resistía a morir. Aewyn agarró fuerte el bastón con ambas manos y, tras bloquear una dentellada con él, intentó dar un buen golpe a la asquerosa rata.

Esperaba acabar con ella, pues los gritos de Cinderel cuando la mordieron le helaron la sangre... 

AAAARGH!!! - gritó la mediana cuando sintió las dentelladas de esa inmunda rata sobre su brazo. Como pudo, sintiendo la vida escaparse de su cuerpo, levantó la maza y la dejó caer con todas sus fuerzas sobre la alimaña que amenazaba con volver a la carga sobre ella.

Estaba perdiendo mucha sangre y el dolor era indescriptible, no sabía si aguantaría mucho más en pie. Sólo la esperanza de encontrar un botín con el que hacerse inmensamente rica le mantenía en pie...

Rúrik gruñó mientras trataba de deshacerse de las ratas a hachazos.

—¡Bestias inmundas! ¡Os voy a devolver al infierno del que jamás os debieron parir!

Sin embargo, los gritos de Cirendel le preocupaban. Tenía que hacer algo por socorrer a su compañera, pero con aquellas tres criaturas echándosele encima poco podía hacer más que seguir manteniéndolas a raya.

Resumen turno 2

Pese a estar herida, Cinderel siguió enarbolando su maza para golpear al roedor que la hostigaba. Consiguió golpearla y desplazarla unos metros hacia atrás:

Daño: 2

Acto seguid, Rúrik agitó su hacha esperando aniquilar a otra de las ratas, y ahora tres venían contra él.sin embargo, nada pudo hacer, pues el filo golpeó en el aire... Finalmente, Aewyn optó por utilizar directamente su bastón, por ello pudo golpear a la última alimaña, la que iba contra ella:

Daño: 2

La rata cayó hacia atrás, y quedó muerta bocarriba, pues el impacto de la elfa había sido muy preciso. Ahora parecía el turno de las malditas ratas. La que iba contra Cinderel logro morderla de nuevo, haciéndole perder más sangre:

Daño: 5

Finalmente, las que se abalanzaron sobre el enano Rúrik nada consiguieron, pues su dentellada impactó en la armadura de cota y el escudo de éste.

—¡Cinderel, resiste!

Rúrik aprovechó que una de las ratas se estrellaba contra su escudo para apartarla de un golpe y, con un poderoso tajo descendente, dejar que su hacha se clavase en el craneo de aquel maldito roedor.

—¿Os gusta el sabor del acero enano? ¡Tengo de sobra para todas, alimañas inmundas!