Partida Rol por web

Tengo la garganta seca. Siento mucho picor, carraspera, y la lengua adormecida por la falta de humedad. Cierro la boca, parece que he dormido con ella abierta en lugar de respirando por la nariz. Muevo la lengua, tratando de salivar para volver a la normalidad, aunque tengo la boca seca y me sigue picando la garganta.

Abro los ojos. Bueno, los entreabro, aún adormecido. Y lo primero que veo es un hermoso y brillante cabello rojizo, casi pegado a mi rostro. Elizabeth y yo estamos tumbados uno frente al otro, casi tal y como conciliamos el sueño, solo que ella apoyada en mi pecho. Puedo sentir las cálidas bocanadas de su respiración rozando mi piel. Mi brazo está apoyado en su cadera, y lo retiro lentamente, tratando de no despertar a mi novia, buscando retirar también su brazo, que rodea mi tirso hasta mi espalda.

Lo cierto es que nada me apetece más que quedarme tumbado junto a ella, pero necesito ir al cuarto de baño y tomar un poco de agua.

Retiro su brazo y me aparto, acomodándola bajo las mantas, tapándola para que no coja frío. Incluso aparto el pelo de su rostro dormido, permaneciendo unos instantes observándola. Parece tan tranquila, tan en paz.

Ojalá pudiera estar siempre así, ojalá pueda hacerla siempre feliz.

Con esa idea en la cabeza, y el temor de que pueda no hacerse realidad, me incorporo al borde de la cama y me paso los dedos por el pelo. Estoy decidido a luchar por ella, pero ¿y si es un sueño imposible? ¿Y si finalmente no depende de nosotros? Con toda la fuerza y el poder que nos atribuyen, no veo para qué quiero ser un majestuoso dragón si no puedo estar a su lado.

No, eso no va a pasar. Lucharé, no me daré por vencido...

Me pongo en pie y me dirijo al cuarto de baño, cerrando la puerta.

Algo me había despertado, puede que fuera un pequeño ruido, pero no quise darle importancia. Me encontraba calentita en la cama, realmente agusto, y es que se notaba que la temperatura había mejorado.

Aún con los ojos cerrados estiré mi brazo, dispuesta a abrazar a Ben y continuar durmiendo un rato más, pero no hallé nada. Rápidamente palpé la cama, estirándome aún más y abrí los ojos de inmediato al darme cuenta de que no estaba allí. Me incorporé en la cama de inmediato, realmente angustiada.

-¿Ben? – pregunté al aire y salí de la cama, casi de un salto.

No está, no está…

El corazón me iba a mil, y es que sin duda mis miedos se estaban apoderando de mí, pero antes de perderme del todo respiré profundamente para tratar de calmarme. Aún así corrí hacia el baño, rodeando la cama para alcanzar la puerta de este.

-¿Ben? – volví a preguntar, aún inquieta, abriendo la puerta sin tan siquiera llamar, buscándole.

Pongo las manos a ambos lados del lavabo, aferrándome con fuerza a la fría cerámica mientras me miro al espejo. Demasiadas cosas en la cabeza, demasiadas preocupaciones y miedos, y todo lo que veo en mi reflejo no es a mí mismo, sino un sin fin de posibilidades ante mí.

El Ben adulto de la cueva.

El Ben dragón de mi interior.

El Ben humilde y sencillo de Eagle River.

¿Pueden todos ellos convivir?

¿Pueden entre todos reunir la fuerza suficiente para revertir este destino funesto que se nos dibuja?

Vamos, dragón, háblame... Dime qué quieres...

Murmuro ante el espejo, sin obtener respuesta. Finalmente, desisto, al menos de momento, y empapo mi mano bajo el grifo para humedecerme el rostro y la nuca. Entonces cojo un vaso y lo lleno, llevándome el agua a mi boca reseca.

Pero en ese justo instante, oigo la puerta abrirse a mi espalda súbitamente, mientras Liz dice mi nombre con tono preocupado. Es tal la sorpresa que intento hablar cuando aún estoy tragando agua, me atraganto, se me escapa un chorro de agua contra el espejo y comienzo a toser.

Cof, cof, ¿qué -cof- pasa? ¿Qué? -Digo a trompicones soltando el vaso en el lavabo sin romperlo y acudiendo a mi novia preocupado.

Al abrir la puerta, pude ver a Ben de espaldas, frente al lavabo. En seguida vi como de su boca escapaba un chorro de agua, para a continuación ponerse a toser; se había atragantado por mi culpa. Aun así, se giró de inmediato, peguntándome qué me pasaba con gesto preocupado.

-Y-yo… Perdona, n-no quería… - dije nerviosa al haberle enturbiado de aquella manera por una tontería. -  Lo siento mucho. – añadí cabizbaja tras suspirar, aún agarrada a la manilla de la puerta.

Entorné esta, dejando a Benjamin atrás, y volví a la cama, dejándome caer sentada en ella.

No puedo alterarme así por cualquier cosa. ¿Qué pasará cuando estemos en verdadero peligro? ¿Cuándo tengamos que actuar y tomar decisiones con rapidez? Tengo que controlarme, tengo que controlar mis sentimientos. ¿Cómo voy a controlar los de los demás si no domino los míos?

Me quedo estupefacto al ver la reacción de Elizabeth, cogiendo una toalla y secándome antes de salir con el tiempo justo para verla sentarse sobre la cama.

Liz, cariño... -Digo acercándome y tomando asiento a su lado, pasando mi mano sobre sus hombros y agachando mi cabeza junto a su rostro para mirarla con gesto comprensivo- ¿Q-qué te pasa?

Benjamin apareció poco después, sentándose a mi lado y rodeándome con su brazo, intentando comprender qué me sucedía.

-Supongo que son los nervios… - le respondí levantando la cabeza y mirándole. – M-me asusté al no verte aquí, pensé que… Q-que te había perdido. – confesé sonrojada. – Qué tonta, ¿Eh? – me esforcé en sonreí, tratando de quitarle importancia al tema, mientras acariciaba su cara con una de mis manos.

La situación me había cogido con la guardia baja, pero no dejaría que eso volviera a suceder, teníamos muchas cosas a las que enfrentarnos aún, así que debía estar preparada. Además, una de las cosas que no podía permitir, era ver aquella preciosa cara llena de preocupación.

-Te está creciendo ya la barba… - dije pasando mi pulgar por su mandíbula, notando la aspereza en su piel. Le di un beso en la comisura de los labios y me puse en pie. – Deberíamos comer algo. - sugerí.

Me dirigí al lugar donde teníamos la ropa y me puse los vaqueros de espaldas a Ben, pero en seguida me vi en la necesidad de volver a él. Regresé a su lado, aún descalza, viendo que aún se encontraba sentado en la cama, y me acerqué lo máximo posible a mi novio. Me abrí paso entre sus piernas y le abracé de inmediato, acariciando su cabeza mientras esta reposaba de lado en mi pecho.

-¿Crees que podremos entrar en la sala recreativa? – le pregunté de repente, sin cesar en mi abrazo y caricias. – Antes de irnos, me gustaría volver allí… J-juntos. – concluí tímida, besándole entre el pelo.

Llena de vergüenza, Elizabeth me confiesa el motivo por el que se preocupó tanto. Al despertar no me encontró a su lado, y temió haberme perdido. La miro con ternura, sonriendo, comprendiendo demasiado bien lo que siente. Yo mismo me siento aterrado ante la idea de perderla, aunque lucho por dejar a un lado ese miedo y centrarme en encontrar la fuerza para combatirlo. Para combatir el miedo y su origen, ese destino incierto que se presenta ante nosotros.

No tengas miedo, Liz. -Le digo mientras su mano acaricia mi rostro- Tú eres una bruja y yo un dragón, no hay nada que no podamos conseguir. Nada me alejará de tu lado. Nada.

Y si algo lo hace, te encontraré.

Miro hacia abajo, avergonzado, cuando comenta el estado de mi cara. Afeitarme es un lujo que no me he podido permitir, de modo que me está saliendo algo de vello sin que tenga forma de evitarlo. A pesar de lo áspero de mi piel, me da un beso, pero debe ser incómodo para ella.

Sí, bueno, a saber cuando podré hacerme con una cuchilla en condiciones para afeitarme. Dudo que mis garras sean la herramienta más adecuada... -Bromeo amargamente- Sí, tenemos que comer algo, pero también preparar el equipo para el viaje, y hablar con los demás. Hay que contarles a todos lo que sabemos, es lo justo. Luego, que cada cual tome su decisión. Supongo que después del funeral sería un buen momento... -Tan bueno o tan malo como cualquier otro.

Elizabeth se sitúa entre mis piernas, en pie tras ponerse los pantalones, abrazándome y acariciándome el pelo. Yo me abrazo a ella, apoyando mi rostro en su cuerpo, cerrando los ojos y dejándome llevar por esa sensación agradable de su contacto, atesorándola para revivirla cada vez que no la tenga a mi lado.

A mí también me gustaría ir a la sala recreativa contigo. En cierto modo, creo que es... donde todo empezó.

En realidad, todo comenzó en ese helipuerto, cuando nos vimos por primera vez y nos presentamos. Pero fue en la sala recreativa donde comenzamos a hablar de verdad, a conocernos, donde surgió ese sentimiento en mi corazón de querer estar siempre a tu lado.

Mi novio trató de tranquilizarme, volviendo a decirme con gran convicción que nada le alejaría de mí. Ya me lo había dicho antes, apenas unas pocas horas atrás, pero volver a escucharlo tras aquel susto me reconfortó. En cualquier otro momento, puede que hubiera pensado que eso era una tontería, que el simple hecho de desear algo, de sentir algo, no significaba que fuera a ser así; pero ahora, todo estaba haciéndonos ver que lo imposible era posible, y que precisamente los sentimientos era algo que no debía subestimar.

Tras hacer un comentario sobre el vello de su rostro, Ben aceptó el ir a comer, recordándome a su vez que debíamos también preparar lo necesario y comunicar al resto lo que sabíamos; sin secretos, era lo que habíamos querido, y era hora de cumplir nosotros también.

Aún abrazada a él, y sin dejar de colmarle de caricias, aceptó ir a la sala recreativa, diciendo que creía que era el lugar donde todo había empezado. Sonreí, y es que ese también era uno de los motivos por los que quería ir allí. De alguna manera, estábamos vinculados a ese lugar, pero había algo más que me interesaba de él.

-Creo que… - comencé a decir, separándome de él, despacio, sujetándole ahora por los hombros. – Debería ir también a otro sitio. Ahora que sé lo que soy… Debería pasarme por el laboratorio de magia, ¿No crees?

Le di un beso en la frente antes de soltar sus hombros y continué vistiéndome. Al terminar entré al baño, para peinarme entre otras cosas, y al salir ya estaba completamente lista.

-Cuando quieras… - le dije, invitándole a salir cuando estuviera preparado. - Por cierto... Tampoco pasa nada por esa cuchilla. A-así también estás muy guapo. - concluí sonrojándome.

Abrazado a ella, dejándome colmar por sus caricias en mi cabello, oigo a Elizabeth comentar que debería acercarse al laboratorio de magia. Tiene todo el sentido del mundo, ya que su naturaleza, efectivamente, está totalmente relacionada con esos asuntos mágicos. Hechizos, pócimas y ese tipo de cosas, es lo que siempre se ha relacionado con las brujas.

Aunque bueno, también a los dragones se les relaciona con tener alas y escupir fuego, y yo sólo tengo escamas y garras. Bah, quién sabe, puede que en el futuro...

Sí, creo que sí. -Digo separando mi rostro de su cuerpo y mirándola a los ojos- Puede que ahí encuentres algo que te ayude a desarrollar tus poderes y comprender mejor lo que eres.

Tras darme un beso en la frente, durante el que cierro los ojos con una sonrisa, se aparta para terminar de vestirse. Yo también me pongo en pie, poniéndome los pantalones, y terminando de vestirme con Elizabeth ya en el cuarto de baño. Cuando sale, estoy completamente listo.

Querer, querer... -Digo sonriendo mientras me encojo de hombros. No es que desee abandonar la habitación, es que es necesario. Un cuarto compartido con mi novia es lo que realmente me ha reportado satisfacciones de verdad desde que todo este asunto empezó- Pero habrá que salir, supongo. -Me estiro perezosamente, bostezando, y en ese momento Liz hace un comentario acerca de mi barba, poniéndome tan colorado como ella misma al decirlo. Me acerco a ella, mirándola fijamente a la cara, y pongo mis manos delicadamente a ambos lados de su cuello, besando sus labios suavemente. Cuando separo mis labios, dejo mi rostro casi pegado al suyo, contemplándola- Tú estás guapísima de cualquier manera.

Suelto su cuello y tomo su mano, sonriendo, feliz de estar a su lado.

¿Vamos?

Abrió la puerta a las malas, vestida con la camiseta del dia anterior solamente y rascándose el ojo. Había tenido la esperanza de que Kyara impidiese que siguiesen llamando pero cuando abrió y vio a Kurt tardó dos segundos en cerrar de nuevo la puerta y abrir poco más tarde con unos pantalones.

Le sujetó de la muñeca y le arrastró al interior del cuarto, intentando sin éxito articular alguna pregunta y al tiempo una minibronca por haberla visto sin pantalones.

Muy coherente todo.

Cuando al fin alguien abrió la puerta, Nyara apareció adormecida y con tan solo una camiseta puesta.

-Eh...

Pero me sorprendió verla así y además, no tardó ni dos segundos en dar un portazo en mis narices, quedándome ahí. Al rato volvió a abrir un poco más tapadita, Volvió a ejercer de su costumbre de cogerme y tirar de mi para meterme en la habitación y cerrar. Lo que a continuación hizo me dejó aun más perplejo, queriendo decir o hacer algo sin llegar a decir ni hacer nada.

-Bueno vale, ya hablo yo.-Le cogí de las muñecas para que se tranquilizase sonriendo, aun un poco sonrojado.-La, la verdad es que venía a deciros que os he subido y preparado el desayuno en mi habitación, por eso de que os debía una y bueno, me he levantado temprano para prepararlo...so-solo era eso...-Y me llevé la mano a la nuca apartando la mirada. "¿Como es la habitación de unas gemelas?"

-... ah, ¿ a las dos ?-dijo con cierta decepción en la voz. Cierto que Kurt le debía un desayuno después de esa partida de billar con demasiado alcohol, quizá esperaba que no le regañase por la tardía compensación  si invitaba también a Kya. Miró a su alrededor, en lo que quedaba del cuarto de Kyara. La ventana estaba entreabierta dejando entrar el aire de la mañana y la cama estaba deshecha completamente, demasiado estrecha para dos personas.

-Gracias-recogió de debajo del escritorio aquella chaqueta de soldado con las latas y las botellas de agua y lo dejó sobre la cama. Tendría que esperar para su pequeña travesía.

-No había nadie más en el pasillo, ¿no?-preguntó con cierto apuro-siento que hayas tenido que ver eso, yo... eh... no te esperaba.

Balanceó los brazos desde la espalda hasta delante dando pequeñas palmadas al chocarse las manos.

-¿me guias?

-Bueno, no quería quedar mal, no quería que se pusiese celosa ni nada por el estilo, si no está, mejor.-Me permití mi cierto tono de chulería.

"Cama pequeña, dos gemelas..."

-¿Qué que decías? A si, no es nada...-Me había empezado a perder un poco en mis pensamientos.-No, no había nadie, y bueno, no tienes que disculparte por nada-ME di la vuelta dispuesto a salir para no mirarla mientras decía lo siguiente-Es agradable ver alguien tan preciosa por la mañana tan sensual.

Abrí la puerta y me dirigí a mi habitación. Abrí mi puerta y la dejé pasar.

La habitación estaba igual que ayer a excepción de que el escritorio estaba frente a la cama para poder comer en mejor condiciones y sobre estre tres latas con sus respectivos cubiertos.

Dejé una a un lado y la invité a sentarse.

Entró en el cuarto de Kurt y tomó una de las latas ofreciéndosela antes de coger la suya propia.

-Ahora no podré besarte porque con lo que has dicho sería una cosa super evidente y nada sorprendente-dijo intentando que sonase a broma sin éxito. Tomó el cubierto y miró la lata de comida sentándose en la cama del chico.

-Esta tarde seguramente salga a buscar algún indicio a las cataratas de la última... si Kyara se mueve y no encuentra nada mejor que hacer. -dijo por ahogar de alguna manera ese retumbar de pulso en sus propios oídos.

Me senté a su lado y cogí la lata con una mano y el cubierto con la otra, pero una pequeña risa se me escapó con su primera frase y los volví a dejar en su sitio, esperando que terminase de hablar y me giré mirandola.

-Bueno, si tu no vas a poder, más me vale hacerlo yo mismo-Dije mientras me acercaba a su cara, cerraba los ojos y cogía su cara por debajo de la oreja con una mano y la giraba hacia mi para besarla sin permitirle rechistar, por si acaso. Luego, rodeé su cintura con mi otra mano.

Había intentado replicar algo pero lo que fuese a decir murió en la boca de Kurt. Esperaba alguna respuesta mordaz pero no un beso y quizá fue por eso por lo que se quedó sin aliento. Apoyó una mano en su pecho, dejándose rodear por el brazo del alemán mientras  la otra mano dejaba caer la lata en la cama y se enroscaba en los mechones a la altura de la nuca, atrayéndole hacia ella alargando el beso. La incipiente barba de él le raspaba en las comisuras pero no por ello intentó apartarle, mordiéndole en el labio cuando aquel beso terminó, separándose de él con la respiración alterada.

-... de haber sabido que besas tan bien lo habría hecho antes-como debía haber hecho cuando se encontraron en las cocinas el día anterior.

Resopló un poco, recuperando fuelle, y miró a Kurt con detenimiento, no le importaba incomodarle en aquel momento en el que aún sentía los labios sensibles por la fricción del beso.

Empecé confiado, al notar sus labios, en un segundó, algo me recorrió por todo el cuerpo, hasta sentí temor de lo que pudiese rechazarlo, pero cuando reposó su mano sobre mi pecho, el calor me invadió por completo. Apreté con fuerza su cintura hacia mi, al mismo tiempo que ella lo hacía con mi cabeza.

Al terminar, hice una mueca divertido con su ultimo mordisco.

-... y tu para ser una mujer de hielo sabes dar calor.-disimuladamente intentaba coger bastante aire y mantenerlo para ir poco a poco ahogando esa pizca de nerviosismo que me había entrado antes. Pero al mirarla, ella me estaba observando, me sonrojé un poco más y tuve que soltarlo de golpe.

-Buu..buuuenoo, al final el desayuno ha sabido mejor de lo que esperaba. Cerré los ojos sonriendo.

"Que tonto eres."