Partida Rol por web

Salgo

Fuimos en busca de los abrigos y salimos fuera, viendo el espectacular paisaje estelar que teníamos ante nosotros. El despejado cielo hacía que hiciera algo más de frío, pero aun así con los abrigos no se estaba tan mal.

-Es precioso… - murmuré, alzando mi vista a la bóveda celeste y observando esta boquiabierta.

No tardé en volver a tierra, y es que para mi propósito debía poner la vista en otro sitio.

-N-no creo que sea fácil encontrar algún animal cerca, pero por intentarlo… - dije a los chicos, alejándome algunos metros del castillo, hacia la entrada del bosque.

Salimos al exterior, con los abrigos puestos, dejando que el fresco aire puro de la montaña llene nuestros pulmones. Las acompaño por los pasillos pensando en lo que ha dicho Liz al salir, que quiere probar ese arma mental de que dispone, pero hasta que no veo que enfila la salida al exterior no me doy cuenta de sus intenciones. Un animal, claro.

El exterior está oscuro. El castillo no cuenta con iluminación perimetral, de modo que sólo nos llega algo de luz que se filtra por las ventanas y lo poco que el cielo nos ofrece. Sin embargo...

Regresa esa sensación en mis ojos, cuando miro al cielo con ellos, y me veo forzado a cerrarlos, incómodo. Cuando los abro, todo ha cambiado a mi alrededor, aunque el escozor va desapareciendo poco a poco. Veo la piedra, el suelo, los árboles del bosque, todo en un tono oscuro, un azulado grisáceo algo desenfocado. No así ellas. Me giro y las miro, entre extrañado, sorprendido y emocionado. Son meras sombras, siluetas amarillas con algo de relieve anaranjado y rojizo. Me cuesta incluso distinguirlas, pues tengo que fijarme en detalles como la alturo, complexión y cosas así. No hay color, no hay rostros, no hay ropas, tan sólo el calor de sus cuerpos, captado por mis ojos.

Oigo la voz de Elizabeth, comentando la belleza del cielo. Levanto la vista y no veo nada, supongo que esas fuentes de luz están demasiado lejos para que yo capte su calor. En cambio, cuando una de las dos siluetas brillantes se adelanta hacia el bosque, declarando sus intenciones, me acerco a ella mirando en dirección a la espesura.

Con esta visión, debería ser sencillo detectar cualquier animal de sangre caliente que haya cerca...

 Ni de coña hablaremos de eso, no he sido directa por un motivo. Al menos parece que no quiere hablar ahora, así que con un poco de suerte se le olvidará, y si no... Pues le diré que es personal, y punto. 

 La pelirroja me confunde cuando me dice tan felizmente que quiere probar lo del dolor de cabeza de la noche anterior... Pero si no necesitaba que Ben ni yo la acompañáramos, no tenía nada que temer, y no tardaría en confirmarlo.

 Acompañé la vista de Liz, hacía años que no veía el cielo así, como a las afueras de mi pueblo cuando era una cría. Por fin algo bueno, aunque fuera esa tontería, y me dejara un poco melancólica.

 - Y menos de noche. - Contesto a la chica antes de ver los ojos de Ben. - Al menos para nosotras... - Añado antes de apartar la vista del chico, que me inquieta, para buscar yo también algún animal.

Todos parecen querer buscar a algún animal, las chicas siguen mirando pero no terminan de ver nada, eso no sucede con Ben, el dragón nota una tonalidad roca no muy grande pero lo suficiente como para llamar su atención, tras unos segundos se da cuenta de lo que es, se trata de un conejo que esta adormilado en una pequeña madriguera 

Mi mirada se acentúa, entrecierro los ojos para enfocar mejor, y en seguida detecto una pequeña fuente de calor. No se mueve, pero no es más que una pequeña bolita... ¿Un conejo?

Me acerco a Elizabeth en silencio, situándome tras ella, poniendo una mano en su cintura con cariño mientras con la otra tomó su antebrazo, casi a la altura de la muñeca, alzándolo en dirección al punto de calor que sólo yo puedo ver.

Allí, cariño. -Le indico con mi rostro junto a su cuello- Un conejo en su madriguera, acurrucado.

La oscuridad, junto a la cercanía al castillo y el ruido que pudiéramos ocasionar, dificultaba el encontrar ningún animal cerca, pero por suerte todas aquellas cosas no eran impedimento para Ben.

En mi ensimismamiento no me había fijado en su mirada, hasta que después de que se acercara a mí y me indicara con ternura dónde había un conejo, le di un beso en la mejilla y me separé para buscar el animalito. Entonces si pude ver su mirada, ahora extraña, algo inquietante, pero bella a su manera.

-Me acercaré un poco. – susurré a ambos, dando algunos pasos en dirección al animal.

No veía más que una bola algo más clara en la oscuridad, pero avancé hacia ella, temerosa, sintiendo pena por el animalito.

Vamos, déjate de tonterías, controlar esto podría resultar vital.

Asentí para mí misma, deteniéndome en la penumbra, mirando aquella casi imperceptible bola y concentrándome en ella. Recordé mi hartazgo en el comedor, mi enfado después con lo provocado por Nyara, y traté de proyectar eso en el indefenso animal.

Todos pueden ver como el conejo parece moverse molesto, parecía que le dolía algo, el animalillo se despierta y emite un gemido de dolor

Tras unos pocos segundos concentrándome en el animal y recordando aquellos desagradables sentimientos, pude ver como la pequeña bola se movía, para poco después emitir lo que parecía un quejido.

-P-parece que ha funcionado… - dije girándome para mirar a Ben y Victoria, volviendo a mirar al animal después. Y menos mal que no ha explotado. - ¿Qué sentisteis vosotros exactamente? ¿Algo así os detendría? – les pregunté, pensativa, aún mirando al conejo entre las sombras.

Tras recibir sus respuestas me volteé y acerqué a ellos, a la vez que tapaba un bostezo con mi mano.

-Igual es un poco tarde ya… ¿Y-y si descansamos? – propuse a los chicos.

 Aunque ahora que está tranquila no debería pasar nada, me quedo atrás cuando Liz se acerca a la víctima de su experimento que Ben le ha encontrado. Creía que hasta sería capaz de matar al animalillo, pero sólo se queja.

 - Pues claro. - Admito como algo obvio cuando vuelve y pregunta. - Un dolor de cabeza bastante fuerte, de repente - 

 Liz me pega su bostezo y le doy la razón. - Sí, mejor me voy a dormir ya. - Aviso a los chicos antes de marcharme hacia el cuarto. - Buenas noches chicos. Que descanséis - Me despido amable.

Entorno los ojos, tratando de enfocar, cuando noto movimiento en el pequeño foco de calor que se que representa a ese conejo. Se agita nervioso, molesto, dolorido, y desde aquí se le oye gemir por el dolor. Sonrío satisfecho y orgulloso por el evidente éxito de mí chica, despidiéndome de Victoria con la mano cuando se despide y regresa al interior del castillo.

Tengo la impresión de que estos poderes míos la incomodan...

No se si llegaría a detenerme, pero seguro que haría que me lo pensará mejor. -Respondo finalmente a Liz- Era un dolor de cabeza bastante intenso, hacer cualquier cosa mientras se sufre eso tiene que costar bastante. Y mantenido en el tiempo o intensificado... quizás sí que podría detener a alguien definitivamente.

No quiero decir matarle, o freírle el cerebro, pero sí que creo que ese nivel de daño cerebral puede llegar a causar algo más que simple molestia.

Nos espera un día muy largo. -Digo con la vista en el horizonte sobre las montañas, donde el cielo comienza a clarear y mis ojos empiezan a adaptarse a contar con algo de luz- Vamos a dormir, cariño.

Le tiendo la mano a Elizabeth, sonriente y somnoliento, para regresar al interior.

- Bueno  -  me dirijo a los demás
- Podñeis ver que, junto a los sacos que cosí ayer -  cojo uno de ellos.
- estuve limpiando también cubiertos, trapos y algunos contenedores para agua. - seguí detallándoles.
- Además hay aguja, hilo, alguna sartén, cazo y un cuchillo grande.  -  concluí la lista.

Seguramente todo aquello fuera innecesario, pensé, pero dadas las circunstancias, más valía ser prevenidos.  Comprobé con cuidado los contenedores de agua: aunque se cerraban bien, si quedaban en mala postura podrían perder líquido.

- Desgraciadamente, la enfermería estaba cerrada y no pude coger nada útil de allí. -  torcí los labios.

Me giré, mirando hacia la puerta que acabábamos de atravesar, esperando que los rezagados llegaran.
 

Acudo hasta la entrada del castillo con una sonrisa, la que me ha arrancado Elizabeth antes de terminar de comer. Es una chica increíble, de ha dado cuenta al instante de mi mal humor y le ha bastado un simple gesto para borrarlo del mapa.

Así que ahí estamos, preparados con ropa de abrigo y algo de equipo. En una de las mochilas llevamos la cajita de madera de la que depende todo, y Liz y Victoria llevan catanas como en las pelis de acción.

Tenéis una pinta genial con esas espadas, jaja. -Bromeo, antes de que Kat nos explique lo que ha estado haciendo. Sacos, cubiertos, trapos, contenedores para el agua, sartén, cazó, cuchillo, aguja e hilo...- ¡Caray, Kat, está genial!