Partida Rol por web

Aunque el Inframundo sigue siendo para vosotros un lugar desconocido y hostil, ya sois capaces de moveros por este nivel sin demasiadas dificultades. Los soldados de las pagodas de fuego, hielo y trueno y las criaturas de las sombras son facilmente evitables si uno no se acerca demasiado a sus dominios, y ahora que formáis parte de los Jammers, la mayoría de la escoria del lugar os respeta relativamente. Y en lo que concierne a otros seres de pesadilla, psicópatas asesinos perdidos en el tiempo y el espacio y bandas independientes de fanáticos, saqueadores, asesinos y facciones enemigas, suelen estar muy ocupados luchando contra las bestias del ACID y entre ellos.
Alcancáis el Vertedero y tras una pequeña búsqueda localizáis la base de los Dragones, donde exponéis a La Profesora y a Kar Fai lo descubierto en el vagón del maglev. Para vuestra decepción, parecen saber tan poco como los Jammers acerca del asunto y os envían de vuelta con ellos hasta que descubráis qué está pasando.
Y otra vez os encontráis recorriendo los túneles grisáceos del Mundo Inferior, evitando aquellos de colores extraños o con sonidos hostiles. Y todo va bien... Hasta que llegáis a ese cruce.

-Uh, hu hu. -Resuena en los muros la grave voz del mono. -Así que estáis jugando a dos bandas... No debí fiarme de vosotros.
Estáis seguros de que las palabras de Arnold no sonarían tan amenazadoras de no estar apuntandoos con uno de esos pistolones descomunales del futuro y flanqueado por una docena de jammers que le imitan. Los zumbidos de sus armas llenan el silencio tras sus palabras.
-¿Tenéis algo que decir antes de morir?
Arnold os enseña sus enormes dientes blancos en algo que pretende ser una sonrisa.

Miré al gorila sorprendido y escupí el cigarro sin querer y tiré la mano hacia el revólver, luego mientras me colocaba bien el ala del sombrero con el índice y el pulgar le comentaba:

-He dicho que me voy a tomarme una copa y eso es lo que voy a hacer, y que yo sepa nadie me ha dicho donde puedo y no puedo hacer eso. -doblé un poco el ala hacia abajo- y darme sustos no es nada recomendable simio, sino que se lo cuenten al último que me vino por la espalda en un bar. Hemos hecho lo que teníamos que hacer y me toca beber, porque si no bebo me tiembla el pulso, y si me tiembla el pulso -desenfundo como un rayo el revólver de ocasiones especiales mientras le apunto- mis seis amigas se vuelven impredecibles. -coloco la mano sobre el martillo - ¿nos estás espiando mono, o es que también te venías a tomar algo?

Susan levanta las manos al ver que les están apuntando, y se gira lentamente hacia Arnold. Como sabe lo irascible que puede ser el Rubio cuando se siente amenazado, interviene para intentar relajar los ánimos.

- Señores, haya paz - les dice - Todo esto ha sido un pequeño malentendido. Esto nos pasa por querer actuar por nuestra cuenta - y mira tranquilamente hacia sus compañeros - Ya sabes que los Dragones muy listos no son, pero no me negarás que ante todo son gente pacífica. Así que cuando le entregamos el extraño aparato a Battlechimp y este no saber nada de nada, decidimos dejarnos caer por el Vertedero para tomar algo para ver si ellos sabían algo del plan del Buró - entonces la mujer hace una pausa - La mala noticia es que ellos aparentemente no saben nada tampoco. Así que estamos como al principio - a medida que Susan va ganando confianza con el discurso, va cambiando su tono de voz - Por cierto, Arnold. ¿Me lo parece a mí, o estás perdiendo el tiempo espiándonos en vez de buscar respuestas sobre el tema de las armas? Me parece a mí que Battlechimp va a tener unas palabras con alguien...- le deja caer.

Al oír la respuesta del Rubio sonrío por dentro ante la capacidad de improvisación, pero cuando habla Susan enarco una ceja de sorpresa. Aunque le acaba de chafar la mentira al Rubio, parece que su jugada es más valiente y, encima, trata de poner al mono contra las cuerdas. Opto por la prudencia, y espero en silencio para ver si las palabras de la mujer surten el efecto deseado.

Mientras los rostros pálidos (y los peludos) hablan, doy un paso atrás y examino a los posibles enemigos mientras empuño mi fusil. Me he dejado llevar hasta esta situación como un tonto, pero si toca morir, venderé cara mi piel.

Aunque la chica parece haber dado con un argumento válido... tal vez no haga falta desarmar al gorila para tener una oportunidad.

Arnold ríe ante las palabras de Susan.
-¿Os creeis muy importantes o algo así? Acabáis de llegar al inframmundo y ya habéis destrozado los Salones, descubierto la guarida de los Jammers y la de los Dragones... -Luego mira al Rubio. -Battlechimp me ordenó que os siguiera y que acabara con vosotros al mínimo movimiento extraño que hicierais. Así que lo siento pero...

-¡Alto ahí, mono! -Ordena una voz desde la oscuridad.
Los Jammers se giran y algunos apuntan hacia donde aparecen una serie de personas de specto extraño. Van vestidas de la forma más variopinta, aunque ninguna de ellas tan andrajosa como los Jammers y bajo la luz de los túneles, sus facciones parecen adquirir formas animales por unos instantes, dandoles una apariencia extraña y temible. Un tigre, un oso, una mantis religiosa... El que parece su líder, y que recuerda a uno de esos dragones chinos de los carnavales, se dirige a Arnold y a vosotros.
-Soy Shien Lo Pao, representante de los Ascendidos en el Mundo Interior. Creo que habéis descubierto algo que va más allá de las rencillas entre Jammers y Buró. Así que hablad, o morid.
Además de ser una decena de tipos raros, van armados hasta los dientes. Creo que eso no lo había dicho.

Al escuchar otra voz miré hacia el lado de donde provenía y desenfundé como una centella la segunda pistola para apuntarles.

Aquel ambiente se volvía tórrido y mi mirada iba de unos a otros mientras una gota de sudor caía por mi sien.

-Mmm... Son maestlos kung-fu... -susurro mientras evalúo a los recién llegados. Confiando en que me será fácil entenderme con esta gente, me dirijo al líder-: Soy Lee Chan, maestlo de la Senda de la Tolmenta. Solo hemos  descubielto que el Buló llevaba unos benjis en un tlen pala usalos como alma y semblal el telol. ¿Qué sabéis vosotlos?

El mono parece algo intimidado por las figuras que aparecen, pero imitando al Rubio, desenfunda otro pistolón y apunta a los recién llegados con él.
-Malditos ascendidos... No os metáis donde no os llaman. Nuestra coyuntura es nuestra y de nadie más.... Y mucho menos de unos animaluchos que juegan a ser humanos.
Arnold no parece demasiado consciente del sentido de sus palabras.

El tal Shien Lo Pao mira al Chino y luego a Arnold, sin alterarse demasiado.
-Sabéis que si se interrumpe el flujo de chi, los ascendidos volveremos a convertirnos en simples bestias... Cualquier cosa que suceda en cualquier coyuntura, es cosa nuestra. Y ahora, si no queréis terminar vuestros días en este sucio cruce... -Mira a ambos grupos antes de proseguir. -Decideme, en serio, qué es lo que sabéis acerca de este asunto.

Los ascendidos no parecen gentes a las que les guste esperar, y no parecen dispuestos a creer que no sabési apenas nada acerca de este asunto, pero por suerte, o por desgracia, no tienen tiempo de sacar los puños.
Repentinamente, una docena de señores orientales, armados con pistolas de todo tipo y vestidos con trajes aparecen en escena. Su líder, un hombre bajito al que le asoman los tatuajes por debajo del cuello de la camisa habla con una gran sonrisa.
-Nosotlos, los Comedoles de Loto, también estal intelesados en infolmasión. Infolmasión... O muelte.
No sabéis si será miedo, pero Arnold empieza a oler muy raro.

Mientras el ascendido hablaba mi revólver apuntó directamente al gorila:

Los enemigos de mis enemigos son mis amigos... (pensé para mi)

Hasta que de repente entran en escena varios tipos que me recordaban a Joe, como mínimo tenían el mismo acento.

Continué apuntando al mono mientras empezaba a dar unos pasos reculando:

-Algo huele mal, y no sólo es Arnold...

Miro a un lado, miro al otro. Sigo sin comprender demasiado pero con un poco de suerte todos esos bichos raros se dedicarán a matarse entre ellos y nos dejarán tranquilos.

Empiezo a retroceder un poco más hacia los túneles laterales mientras les lanzo miradas significativas a mis compañeros. Con el Rubio casi ni lo intento.

Susan imita a Cuerno Quemado apartándose de la línea de tiro entre Arnold y los ascendidos. La mujer prefiere que los nuevos se hagan cargo de la situación, sin embargo tiene la mano preparada en su arma por si acaso las cosas se torcieran.

-Un momento, un momento -digo en tono conciliador mientras me subo a una roca-. Nosotlos somos Jammels y... estamos en contla del Buló. Ya os hemos dicho lo que sabemos, pelo es segulo que el Buló está planeando algo que puede aniquilal al lesto de facsiones. Plopongo que nos aliemos, que compaltamos lo que cada uno sabe, y combinemos nuestlas fuelsas pala atacal al Buló antes de que nos ataque. ¿Qué os palese?

Miro a la muchedumbre esperando una respuesta, pero muy atento a los movimientos de la gente y preparado para ponerme a cubierto a la mínima que alguien tosa muy fuerte o pase a la acción de cualquier manera.

Los cuatro túneles del cruce están abarrotados de gentes armadas de toda índole. En el centro, Joe Chan tratando de hacerse oír y salvar tan desesperada situación. Hasta que una corriente de aire tan frío como el hielo os hace estremecer a todos.
-Vaya... -Dice una voz femenina. -Por fin habla alguien con sentido común.
Cuando miráis en dirección a la voz, veis a una mujer de una belleza extraordinaria vestida con ropas que parecen flotar en medio d euna ventisca silenciosa. Junto a ella, un séquito de guerreros con armas y armaduras de hielo.
Gritos reprimidos se oyen desde todas las facciones reunidas. Palabras como "La reina del hielo" "Qué hace aquí" "como es posible" o "vaya par de..." resuenan en las paredes del lugar.
-Ese hombre tiene razón. -Dice señalando a Chan. -El Buró está preparando algo terrible y debe ser detenido a toda costa. Y para eso debemos unir fuerzas. Elegid a vuestros guerreros y reuníos mañana en mi Palacio. Bajaré las defensas para que podáis entrar, pero no quiero ninguna tontería u os haré despedazar allí mismo.
Y tal como había llegado, se marcha. Todas las facciones bajan las armas, se miran desconcertadas y se encogen de hombros.

Alucinando todavía con la visión de la reina de hielo, comento por lo bajo a mis compañeros:

-Cleo que alguien nos dijo algo soble esa mujel hace unos días, pelo ya no recueldo el qué.

Luego vuelvo a dirigirme a la multitud:

-¿Lo veis? ¡Hasta la leina de hielo está de acueldo! -y me quedo más a gusto que un arbusto. Pero acto seguido me bajo rápidamente de la roca por si las moscas.
 

Lentamente desamartillé el revólver con el pulgar sin quitar la palma de la otra mano por encima del arma mientras mis ojos iban de un grupo al otro. Continué reculando unos pasos a la vez que escuchaba al oriental parlanchinear e intentar convencer a los enemigos.

Susan escuchó las palabras de Joe, y luego miró al resto de cabezas de chorlito para ver si habian pillado lo que decía el oriental. Apostaba a que no le iban a hacer el más mínimo caso. De pronto, apareció de la nada aquel ente y su visión le hizo olvidar todo lo que estaba pasando. Nunca había visto a nadie así, sin duda era la Reina de Hielo. ¿Qué era esa extraña sensación que había tenido al verla? Ni siquiera podía pensar, ni decir nada. Sólo admirar su belleza.