Partida Rol por web

Me pongo en un rincón apartado, sin saber del todo bien qué hacer, pero por si acaso se me presenta la oportunidad de contribuir a la causa de mis compañeros que parecen saber lo que sea que estén haciendo. Mi inteligencia por desgracia no llega tan lejos y solo llego a alcanzar una basta idea general del plan.

Pancho suspira enfadado, preparando su Winchester y acercándose a Rubio para hacer frente común - Bueno pendejos, Quién quiere guerra?

La elegante barra del local estalla en llamas de pronto y convierte el tumulto que se ha formado en su interior en una escena diabólica de sombras danzantes golpeándose, destellos de disparos y mesas y botellas voladoras. Aprovechando el ambiente, la banda comienza a tocar uno de sus temas estrella "All hell breaks loose" a todo volumen.

Susan está preparada con su nuevo arma tras la barra, cuando ve que el infierno se desata frente a ella.  

- Piensa, Susan...rápido - la mujer se plantea si salir por un lateral de la barra. Pero hay una marabunta de gente entre ella y la puerta de salida. Así que opta por subirse al mueble que está tras la barra, y comienza a disparar desde lo alto, por encima de las llamas que brotan de ella.  Cuando se deshace de unos cuantos oponentes, se cuelga de una lámpara, y al coger impulso, salta por encima del fuego cayendo encima de la mujer que acusaba a su compañero de matar a su marido - Para que vuelvas a meterte con Rubio - le dice a la mujer que se ha dado de bruces contra el suelo tras el impacto.

De repente empiezo a escuchar disparos y me levanto desenfundadno la pistola por detrás de la cobertura de la barra y el fuego dejando caer algo de munición  en medio de este* y disparo directamente al bulto. La bala penetra salpicando la sangre a la gente de alrededor.

¡PUM!

En la huida por detrás del mostrador agarro una botella y se la lanzo al estómago a otro de los que corren para que este se agache haciendo una bonita zancadilla y aplasten a tres enemigos de golpe. Pero el muy cabrón agarra la botella en el aire como si se la hubiese pasado y le da un trago brindando con sus amigos mientras me mira y se rie.

Decido probar mas suerte y disparo al tacón de una chica que sale corriendo con la misma intención que antes y eliminar a tres enemigos de golpe. Pero otra vez fallo y mastico el cigarro como si fuese mi antiguo puro.

¡PUM!

Aquella no era mi noche, desde que había entrado lo sospeché. Lo único que podía hacer en ese momento era disparar al cuello, una parte muy blanda e intentar eliminar a siete de golpe de un solo disparo. Pero vuelvo a fracasar...

¡PUM!

Uno las manos en la posición de la Tormenta de Furia y el crepitar del rayo acelera mis movimientos más allá de los límites humanos. De un salto me subo a la barandilla de la escalera y al instante me propulso para asestar una patada voladora en la cara del primero que se me acerca. Sin tocar el suelo, me propulso en la misma cabeza del tipo para dar tres pasos por la pared y saltar contra el segundo tipo con la pierna izquierda por delante. Acto seguido vuelvo de nuevo al piso de abajo saltando desde las escaleras, aterrizo con una voltereta y, al ver acercarse a otro bruto, doy un pisotón a una de las tablas de madera del suelo para que el otro extremo le golpee en la entrepierna. Sin embargo, la tabla no solo no hace lo que yo esperaba, sino que, además, el pie se me queda trabado en el hueco que deja la tabla al ceder. Miro con asombro al hombretón que, con una sonrisa malvada, me arrea un puñetazo que me gira la cara de golpe y toda el aura chi desaparece al instante de mi cuerpo.

-¡Uuuuh! Eso ha dolido...

De repente todo se vuelve una locura de llamas, gritos y golpes. Me levanto con el rifle en la mano y le pego un culatazo a un tipo que tengo ante mi, lo justo para que caiga rodando por las escaleras. Después cojo una cerveza, la rompo en la barandilla y me siento a horcajadas para deslizarme hasta la planta baja. Intento golpear a otro mientras bajo, y a otro más al llegar al suelo, pero es demasiado para mi y fallo. Me levanto de un salto con las posaderas doloridas y me subo de un salto a una mesa, desde donde enarbolo mi rifle cogiéndolo por el cañón y se lo estampo en la cara a un tipo con pinta de soldado de la I Guerra Mundial. Su casco sale volando mientras intento controlar la situación antes de que se me lleven por delante con mesa y todo.

El caos generado en los Salones del Genocidio es tal, que os veis irremisiblemente arrastrados por la marea humana que se abre paso hacia la salida a golpes y empujones. Al igual que vosotros, los guardias del local se ven abrumados por la muchedumbre y no logran alcanzaros. Solo Susan es capaz de abrirse camino para no ser aplastada mientras que todos los demás llegáis al exterior golpeados, pisoteados y medio asfixiados.
Cuando lográis recomponeros y reubicaros, os dais cuenta de que el caos continúa en el exterior, iluminado por las llamas del local ardiendo, y todo el mundo parece ser consciente de quiénes han sido los culpables de todo; miradas d eodio, dedos acusadores y gritos de "a por ellos" o "aquí están" os hacen pensar que vuestra entrada en la sociedad del Inframundo no ha sido la más discreta del mundo.
Buscáis una vía de escape con la mirada pero no sois capaces de recordar ni por cual de los túneles habíais llegado, hasta que os encontráis con una cara conocida.

El rosotro peludo de un gorila asoma por uno de los oscuros túneles que salen de la caverna y os hace señales con la mano de que le sigáis.
-¡Por aquí! ¡Seguidme!

Con el rostro algo magullado, me lanzo a correr hacia el túnel donde se esconde el mono. Echo la mirada atrás para comprobar que los demás también lo han visto. Mira, al final hemos encontrado lo que buscábamos -pienso-, o mejor dicho, nos han encontrado ellos a nosotros.

Nada más salir por la puerta, Susan se queda mirando el subfusil con una sonrisa en su rostro.

- Eso no ha estado nada mal - y la enfunda otra vez.

A pesar de toda la gente que había ahí dentro, se siente más tranquila cuando ve que sus compañeros también han conseguido ponerse a salvo. En ese instante, escucha como alguien les llama. Al principio, no puede distinguirle entre la oscuridad, pero cuando sus ojos se acostumbran se queda sorprendida.

- ¡No jodas! Pero si es el puto mono...- la mujer se aproxima intentando ver que nadie les sigue, y se pregunta mientras avanza que rollo le van a soltar a Arnold después de haberle dejado y haber seguido al chino - ¡Pensaba que la habías palmado en aquel agujero, tío! Sí, eso estará bien para empezar. Así hacemos como que nos importa su puta existencia, y luego, ya le contamos todo eso de que los Dragones nos parecieron unos panolis - pensaba mientras iba hacia allí.

La turba de desconocidos tumba la mesa y me pisotean inclementes. Sin saber ni cómo, consigo llegar hasta una ventana y colarme por ella, dejándome caer al exterior.

Cuando me incorporo, me apercibo de las miradas de odio y me siento devuelto al mundo en el que nací. Cuando veo al mono le sigo en silencio sin esperar a los demás.

"Mierda de Rubio..."

Frotaba mi rodilla mientras buscaba un pitillo.

Hijos de la gran chingada, me han arrugado todo el paquete.

Seguí ciegamente la mono como ya habíamos hecho en otro momento mientras seguía pensando:

De todo se aprende. la próxima vez no enfundes y gasta todo el cargador antes de que te intenten aplastar.

Corréis detrás del simio a través de interminables túneles de piedra ligeramente iridiscente mientras éste no deja de decir cosas como:
-¿Pero cómo se os ocurre? ¿En los Salones? Eso es zona neutral. Nada de disparos ni golpes allí dentro. La habéis liado bien. Habéis destruido uno de los lugares más queridos por los habitantes del Inframundo. Vais a tener problemas. Más de uno y más de cien querrán veros muertos. pero me alegro de que hayáis pasado de los Dragones. Son unos perdedores.

-Sí, yo no quielo sel un peldedol -le comento al mono-. Pol cielto, ¿a dónde vamos? -le pregunto. Vamos, dime que nos estás conduciendo a la guarida de los monos... -pienso.

Sonreí al ver a Arnold:

-Si, nosotros también nos alegramos de verte, o eso supongo. -luego le expliqué brevemente- ¿Así que he destruido el santuario de esta gente?, vaya, una pena, si señor, una verdadera pena. Si alguien me hubiese avisado de eso y si no me hubiese sentido acorralado pro un matón yo no habría disparado, así que la culpa debería recaer sobre el tipo que me vino por la espalda con malas intenciones.

Moví la mandíbula de lado a lado.

-Mi conciencia está tranquila y volvería a hacerlo si fuese necesario. Si señor, deberíais haber visto el disparo que hice cruzando el arma por detrás mio. Ese chico debería estar contento.

Escupí con un poco de sangre mientras buscaba fuego en uno de los bolsillos.

A Susan no le hace gracia estar en el punto de mira de nadie, pero las cosas han salido así, y ahora no hay más remedio que afrontar la situación tal como venga.

- ¡Arnold, amigo! Está claro que la cagamos al irnos  con ese Dragón. Cuantas veces habré pensado en ti, en volver a tener una oportunidad para irnos con los jammers... - la mujer se pone pensativa - Ya quisieras tú que yo hubiese pensado eso, saco de pulgas. Bueno, ahora es cuando le digo eso de su existencia y lo mucho que me importa - tras una breve pausa, vuelve a hablar - Temí que te hubiese ocurrido algo, pero afortunadamente estás aquí. Precísamente cuando íbamos a buscar a alguien de los jammers para unirnos a ellos. Desafortunadamente, el incidente nos lo impidió en un primer momento, y como habrás comprobado, no tenemos madera de perdedores, pues hemos conseguido salir con vida de allí. Ahora lo importante es que estamos juntos de nuevo.

Me encojo de hombros.

- Los dragones eran idiotas -explico- Quieren luchar sobre todo con las manos. Yo prefiero las armas.

Y muestro orgulloso mis rifles.

Arnold parece más que convencido por vuestras palabras y os guía hasta una enorme caverna en la que parece crecer un frondoso bosque formado por árboles que s ealzan hasta un techo más allá de vuestra visión. El lugar es extraño y está envuelto por esa extraña iridiscencia que parece inundar el inframundo, pero las sombras de los troncos crean grandes espacios de sombras.
Pero lo más extraño de todo es el silencio que lo invade todo. No se oye ni un sonido, aunque en algunos momentos juraríais ver figuras oscuras que s emueven entre las ramas más bajas, e incluso vuestros pasos y vuestras voces parecen sonar amortiguadas y se pierden rápidamente. Os da la sensación de que en cualquier momento, cualquier cosa extraña puede caer sobre vosotros y devoraros antes de que tengáis tiempo de ver qué es, pero Arnold, en cambio, se mueve con rapidez y seguridad y parece saber qué se hace.
Finalmente os detenéis frente a una enorme construcción. Se trata de un zigurat parecido a los que s epueden encontrar en la zona de Mexico, construído con grandes piezas de piedra oscura y cuyas escaleras conducen a una parte superior imposible de distinguir desde aquí. Frente a él hay un numeroso grupo de personas que forman la chusma más zarrapastrosa que jamás hayáis podido ver en vuestras vidas; sus ropas, peinados, armas y extraños cachivaches los sitúan muy por debajo de cualquier cuatrero de vuestra época o incluso muchos de los clientes de los Salones del Genocidio. Todos os miran con avaricia, pero ninguno se atreve a dirigiros la palabra mientras Arnold os lleva hasta las escaleras.